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Por qué elegí ‘Regreso al futuro’
¡Qué fea estaba yo en mi treinta cumpleaños! En pleno hype de gripe aviar, me desperté con fiebre, pero como llevaba demasiados días en cama me obligué a salir un poco. Al volver a casa, dos líneas de fuego atravesaban todo el pasillo y cuando llegué el comedor… ¡Sorpresa! Volvía a estar en el baile del encantamiento bajo el mar. Recuerdo a un Doc mucho más guapo que el original y a varios espontáneos que a falta de tiempo improvisaron su disfraz poniéndose un colador o una sábana en la cabeza. A saber dónde andarían George y Lorraine McFly. No importa. De la mesa caía una cortina de flecos plateados y tenía un Hill Valley de chocolate. Soplé las velas y se rompió un reloj. De fondo sonaba It´s the power of love… No sé cuántas mujeres cumplen treinta encarnando a su héroe de infancia, es decir, con la camisa y corbata de su padre, pero yo fui feliz y ahora que la película cumple tres décadas tenía que escribir sobre ella.
La primera vez que vi Regreso al Futuro (1985) era tan pequeña que ni siquiera entendí su premisa. Es decir, que al interferir en el pasado se pudiera amenazar al presente, llevándolo a un estado crítico. O dicho de otro modo, que a Marty se le borrase una foto y su propia mano. Mi hermana mayor intentó explicármelo, pero como yo no era muy de ciencias, algo me dice que tardé menos en captar la melancolía de Peggy Sue que la famosa paradoja temporal. Esta comparación no es aleatoria. Para mí Peggy Sue se casó (1986) es una variación desteñida y dramática de lo que le pasa a Marty McFly. Me hace de contraste, del mismo modo que Apocalipsis Now (1979) es una versión trash de Stars Wars aunque, curiosamente, ésta se rodase dos años antes. Según cuenta Walter Murch, fue George Lucas quien quiso adaptar a Conrad, pero como la guerra del Vietnam estaba demasiado presente, decidió trasladar la historia a una galaxia muy muy lejana… Así que Darth Vader no es más que el chalado de Kurtz con una máscara y una espada láser, inaugurando un sistema de producción al que Regreso al Futuro perteneció de lleno. Me refiero al de las trilogías hipertaquilleras y el puro entretenimiento.
Visto en retrospectiva, las películas de los 80 quizás no fueran tan geniales, sobre todo si las comparamos con las producciones de los 70 (Taxi Driver, El Padrino, Chinatown) y eso que muchos de los directores de una década, lo siguieron siendo en la siguiente. Pero, en la siguiente, como bien saben Steven Spielberg y John Hughes, el vídeo ya estaba en todas las casas y gran parte del talento se destinó a atraer a un determinado público. Me refiero a nosotros, los niños mimados, los teenagers. ¡Qué suerte tuvimos de crecer con ET, Indiana Jones, Los Gremlins, Los Goonies, El Club de los 5, La chica de Rosa o Todo en un día! Por supuesto, en el boom se coló algún que otro bodrio como Mi amigo Mac y Munchies, pero en la medida en que nos recordaban a los títulos anteriores, nos hacían felices.
Dicho esto, ¿por qué de entre todas las aventuras, me volví una incondicional de Regreso al futuro? Aún hoy me sigo riendo con la carcajada extraña de George McFly o ese molinillo de café incrustado al Delorean que hace que una piel de banana sea un sucedáneo del plutonio. A veces 3, 2, 1... la veo marcha atrás, contando los segundos que quedan para que Marty se gire y diga “Biff, ¿qué es eso?” y salga pitando del bar. Digamos que todo en la película forma parte de un calculado engranaje, como si cada frase o gesto, estuviera orientado a producir un determinado efecto. Esto me lleva a pensar que lo que me enganchó por primera vez no fue tanto la historia sino cómo estaba filmada.
Regreso al futuro es una película de ciencia ficción en clave de comedia, pero sobre todo es una película cool. Lo es desde el principio, cuando la cámara se desliza por un estante lleno de relojes, un televisor, una tostadora, un abrelatas automático, sigue a un skate que choca contra una señal de riesgo atómico y se detiene en una mano girando las clavijas de un ampli hasta la máxima potencia. Luego vemos el destello de una púa de guitarra y a Marty volando por los aires. ¿Quién no recuerda esas gafas de sol? El estilo es una mezcla muy depurada de varios códigos. Hay algo de cine clásico pero también de dibujo animado. Incluso Fox comenta cómo le hicieron extremar ciertos movimientos y muecas, en contra de lo que le decía su instinto como actor. Sin caer en la estética MTV (la de los cortes abruptos y planos en picado), la película también bebe del spot publicitario. No en vano, los indicadores temporales son los del consumo, lo que nos remite al día en que empezábamos a llamar las cosas por su marca: un Delorean, unas Converse, unas Nike, una Pepsi… Hasta Marty pierde su nombre y se llama Levi Strauss, como sus tejanos. Después de todo, la película se concibió en uno de los momentos más materialistas y puritanos del siglo pasado: la era Reagan. Por eso la felicidad es una familia de clase media y raza blanca, que juega al tenis y tiene un 4 x 4 aparcado en la puerta de casa. A modo de anécdota, valga la declaración que suelta Lea Thomson (Lorraine en la película), en la revista oficial que se vendía entonces: “Mi agente me dijo que en las películas las mujeres siempre interpretan papeles de madre, virgen o puta. Lo maravilloso de Regreso al Futuro es que pude interpretar esos tres papeles”. ¡Chúpate esa!
Además de cool, Regreso al futuro tiene un punto meta y quizás sea esto lo que hace que pese a ser una descarada propaganda del american way of life, me den ganas de seguir celebrándola. Imagino que a la que entendí que la película se construía para volver al inicio y salvarse a sí misma, la cosa me pareció… muy fuerte. Por eso se quedó conmigo para siempre. La vi tantas veces. Al quinto visionado surgió la pregunta: ¿Por qué George y Lorraine no reconocen a Marty, su propio hijo, si es quien los presentó en la fiesta de graduación? Al séptimo, detecté pequeños guiños entre un 1985 y otro. Al noveno, se me ocurrió verla en inglés y descubrí nuevos cambios. No me refiero únicamente a la ocurrencia de traducir el condensador de flujo como fluzo, para hacerlo más exótico. En la versión original, Marty no pide Fanta sino una Tab y su madre no le llama Levi Strauss. Es Calvin Klein. Como en la España del 85 todos llevábamos calzoncillos de mercería había ciertas cosas que aún estaban por llegar… Siguiendo con los desajustes espacio-temporales, George no confundió el destino con la densidad sino con su minino. Digamos que el Regreso al Futuro doblado no era idéntico al original, aunque se le parecía mucho. Para colmo los muy fans nos enteramos de que existió un casting alternativo. El primer Marty no lo interpretaba Michael J.Fox sino Eric Stoltz y hasta vimos imágenes de algunas escenas que fueron suprimidas del montaje final, lo que hacía que siguiéramos pensando en sus posibilidades narrativas. Y si…
Con todo, Regreso al futuro pertenece a la modernidad ya que el héroe aún puede alterar su destino e incluso mejorarlo. No lo padece como le sucede a Donnie Darko, nuestro Mcfly posmoderno, el que no sobrevive a su desenlace y nos deja con tantos interrogantes. Donnie Darko Se estrenó en el 2001, cuando entendimos que más que depender del tiempo, éramos esclavos de una gran simulación, y es que ya no se trataba de subirse al Delorean para volver al futuro sino de contestar a una llamada para entrar y salir de Matrix. La de los hermanos Wachowski es también una gran película pero no es mi película favorita porque a diferencia de Regreso al futuro, no me devuelve al estado original, a ese que menciona Borges cuando simplemente gozaba de las historias sin tener la necesidad de juzgarlas.
Por qué elegí ‘Regreso al futuro’
¡Qué fea estaba yo en mi treinta cumpleaños! En pleno hype de gripe aviar, me desperté con fiebre, pero como llevaba demasiados días en cama me obligué a salir un poco. Al volver a casa, dos líneas de fuego atravesaban todo el pasillo y cuando llegué el comedor… ¡Sorpresa! Volvía a estar en el baile del encantamiento bajo el mar. Recuerdo a un Doc mucho más guapo que el original y a varios espontáneos que a falta de tiempo improvisaron su disfraz poniéndose un colador o una sábana en la cabeza. A saber dónde andarían George y Lorraine McFly. No importa. De la mesa caía una cortina de flecos plateados y tenía un Hill Valley de chocolate. Soplé las velas y se rompió un reloj. De fondo sonaba It´s the power of love… No sé cuántas mujeres cumplen treinta encarnando a su héroe de infancia, es decir, con la camisa y corbata de su padre, pero yo fui feliz y ahora que la película cumple tres décadas tenía que escribir sobre ella.
La primera vez que vi Regreso al Futuro (1985) era tan pequeña que ni siquiera entendí su premisa. Es decir, que al interferir en el pasado se pudiera amenazar al presente, llevándolo a un estado crítico. O dicho de otro modo, que a Marty se le borrase una foto y su propia mano. Mi hermana mayor intentó explicármelo, pero como yo no era muy de ciencias, algo me dice que tardé menos en captar la melancolía de Peggy Sue que la famosa paradoja temporal. Esta comparación no es aleatoria. Para mí Peggy Sue se casó (1986) es una variación desteñida y dramática de lo que le pasa a Marty McFly. Me hace de contraste, del mismo modo que Apocalipsis Now (1979) es una versión trash de Stars Wars aunque, curiosamente, ésta se rodase dos años antes. Según cuenta Walter Murch, fue George Lucas quien quiso adaptar a Conrad, pero como la guerra del Vietnam estaba demasiado presente, decidió trasladar la historia a una galaxia muy muy lejana… Así que Darth Vader no es más que el chalado de Kurtz con una máscara y una espada láser, inaugurando un sistema de producción al que Regreso al Futuro perteneció de lleno. Me refiero al de las trilogías hipertaquilleras y el puro entretenimiento.
Visto en retrospectiva, las películas de los 80 quizás no fueran tan geniales, sobre todo si las comparamos con las producciones de los 70 (Taxi Driver, El Padrino, Chinatown) y eso que muchos de los directores de una década, lo siguieron siendo en la siguiente. Pero, en la siguiente, como bien saben Steven Spielberg y John Hughes, el vídeo ya estaba en todas las casas y gran parte del talento se destinó a atraer a un determinado público. Me refiero a nosotros, los niños mimados, los teenagers. ¡Qué suerte tuvimos de crecer con ET, Indiana Jones, Los Gremlins, Los Goonies, El Club de los 5, La chica de Rosa o Todo en un día! Por supuesto, en el boom se coló algún que otro bodrio como Mi amigo Mac y Munchies, pero en la medida en que nos recordaban a los títulos anteriores, nos hacían felices.
Dicho esto, ¿por qué de entre todas las aventuras, me volví una incondicional de Regreso al futuro? Aún hoy me sigo riendo con la carcajada extraña de George McFly o ese molinillo de café incrustado al Delorean que hace que una piel de banana sea un sucedáneo del plutonio. A veces 3, 2, 1... la veo marcha atrás, contando los segundos que quedan para que Marty se gire y diga “Biff, ¿qué es eso?” y salga pitando del bar. Digamos que todo en la película forma parte de un calculado engranaje, como si cada frase o gesto, estuviera orientado a producir un determinado efecto. Esto me lleva a pensar que lo que me enganchó por primera vez no fue tanto la historia sino cómo estaba filmada.
Regreso al futuro es una película de ciencia ficción en clave de comedia, pero sobre todo es una película cool. Lo es desde el principio, cuando la cámara se desliza por un estante lleno de relojes, un televisor, una tostadora, un abrelatas automático, sigue a un skate que choca contra una señal de riesgo atómico y se detiene en una mano girando las clavijas de un ampli hasta la máxima potencia. Luego vemos el destello de una púa de guitarra y a Marty volando por los aires. ¿Quién no recuerda esas gafas de sol? El estilo es una mezcla muy depurada de varios códigos. Hay algo de cine clásico pero también de dibujo animado. Incluso Fox comenta cómo le hicieron extremar ciertos movimientos y muecas, en contra de lo que le decía su instinto como actor. Sin caer en la estética MTV (la de los cortes abruptos y planos en picado), la película también bebe del spot publicitario. No en vano, los indicadores temporales son los del consumo, lo que nos remite al día en que empezábamos a llamar las cosas por su marca: un Delorean, unas Converse, unas Nike, una Pepsi… Hasta Marty pierde su nombre y se llama Levi Strauss, como sus tejanos. Después de todo, la película se concibió en uno de los momentos más materialistas y puritanos del siglo pasado: la era Reagan. Por eso la felicidad es una familia de clase media y raza blanca, que juega al tenis y tiene un 4 x 4 aparcado en la puerta de casa. A modo de anécdota, valga la declaración que suelta Lea Thomson (Lorraine en la película), en la revista oficial que se vendía entonces: “Mi agente me dijo que en las películas las mujeres siempre interpretan papeles de madre, virgen o puta. Lo maravilloso de Regreso al Futuro es que pude interpretar esos tres papeles”. ¡Chúpate esa!
Además de cool, Regreso al futuro tiene un punto meta y quizás sea esto lo que hace que pese a ser una descarada propaganda del american way of life, me den ganas de seguir celebrándola. Imagino que a la que entendí que la película se construía para volver al inicio y salvarse a sí misma, la cosa me pareció… muy fuerte. Por eso se quedó conmigo para siempre. La vi tantas veces. Al quinto visionado surgió la pregunta: ¿Por qué George y Lorraine no reconocen a Marty, su propio hijo, si es quien los presentó en la fiesta de graduación? Al séptimo, detecté pequeños guiños entre un 1985 y otro. Al noveno, se me ocurrió verla en inglés y descubrí nuevos cambios. No me refiero únicamente a la ocurrencia de traducir el condensador de flujo como fluzo, para hacerlo más exótico. En la versión original, Marty no pide Fanta sino una Tab y su madre no le llama Levi Strauss. Es Calvin Klein. Como en la España del 85 todos llevábamos calzoncillos de mercería había ciertas cosas que aún estaban por llegar… Siguiendo con los desajustes espacio-temporales, George no confundió el destino con la densidad sino con su minino. Digamos que el Regreso al Futuro doblado no era idéntico al original, aunque se le parecía mucho. Para colmo los muy fans nos enteramos de que existió un casting alternativo. El primer Marty no lo interpretaba Michael J.Fox sino Eric Stoltz y hasta vimos imágenes de algunas escenas que fueron suprimidas del montaje final, lo que hacía que siguiéramos pensando en sus posibilidades narrativas. Y si…
Con todo, Regreso al futuro pertenece a la modernidad ya que el héroe aún puede alterar su destino e incluso mejorarlo. No lo padece como le sucede a Donnie Darko, nuestro Mcfly posmoderno, el que no sobrevive a su desenlace y nos deja con tantos interrogantes. Donnie Darko Se estrenó en el 2001, cuando entendimos que más que depender del tiempo, éramos esclavos de una gran simulación, y es que ya no se trataba de subirse al Delorean para volver al futuro sino de contestar a una llamada para entrar y salir de Matrix. La de los hermanos Wachowski es también una gran película pero no es mi película favorita porque a diferencia de Regreso al futuro, no me devuelve al estado original, a ese que menciona Borges cuando simplemente gozaba de las historias sin tener la necesidad de juzgarlas.