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La destrucción de Gonzalo
(carraspeo) Gonzalo nació en el seno de una familia noble de Patmos. En su juventud abrazó la doctrina de Evágoras1, hasta que una noche se le apareció una figura de espuma que le decía: «¿Por qué me persigues?», y rápidamente se convirtió al cristianismo. Hizo una hoguera con sus pertenencias (sollozaba apoyado en el fuego), y cuando terminaron de arder se retiró durante un año al desierto, donde se dedicó a orar y retar a las alimañas para mortificarse. Se le atribuyen numerosos milagros.
Una ola de calor azotaba la isla de Eblo, y muchos de sus habitantes habían sido poseídos por demonios. Una mujer que se creía perseguida por dos soles invisibles llamados Dad y Diaglo amenazaba con una espada a todo el que se le intentara acercar. Tras imponerle Gonzalo las manos sobre la cabeza, la infeliz abrió la boca y por ella escapó un caracol enorme; y al instante recobró la razón. En otra ocasión estaban dos ganaderos departiendo sobre el destino de las almas. Uno de ellos mantenía que el paraíso no puede ser eterno, pues la eternidad es en sí misma un castigo: por tanto, al morir Dios da a elegir al justo entre ir al infierno, o desaparecer para siempre. Al oír esto, Gonzalo rezó a un Cristo de madera que estaba llevando a un enfermo; y, durante unos momentos, éste pareció cobrar vida y conversó con ellos hasta disipar sus errores.
Un hombre y una mujer que acababan de contraer matrimonio le preguntaron cómo podían mantenerse castos. Gonzalo prendió fuego a una pila de estiércol, y cuando terminó de arder les dijo: «El fuego lame el estiércol pero permanece limpio». El fuego representaba el alma, y el estiércol el cuerpo. Según otra versión del mismo episodio, Gonzalo les hizo contemplar una pila de estiércol durante un buen rato, hasta que por fin dijo: «Cuando miramos el estiércol, la mirada se complace en el estiércol, lo aspira hasta que le duelen los pulmones; pero no se mancha de estiércol». La mirada representaba el alma y el estiércol, el cuerpo. También quisieron saber si era justo pagar el impuesto al César, a lo que respondió: «Todas las monedas son fragmentos de una misma Moneda». Todos tenían en gran estima a Gonzalo.
Predicó durante muchos años a los ebionitas, que adoraban una antigua deidad tubular, hasta que el procónsul Hetrón lo mandó apresar, y trató de obligarlo a abjurar de su fe; y como Gonzalo se negaba a sacrificar un ave a una estatua de Marte, fue sentenciado a muerte. Las mismas multitudes que antes lo aclamaban se agolpaban ahora en los jardines del palacio del gobernador para verlo destruido. Primero los soldados lo golpearon en todo el cuerpo y le salaron los ojos hasta dejarlo ciego. El blanco abisal de los ojos de Gonzalo (en los que se reflejaba el sol bajo, como aceite derramado) contrastaba con el rojo de la sed de sangre de la muchedumbre. Antes lo aclamaban, pero ahora querían verlo destruido. Luego los soldados acostaron a Gonzalo y le abrieron el vientre, y se turnaban para hacer de cuerpo dentro de él. Ya no estaba seguro de que aquello fuera un sitio; pero, lejos de maldecir a sus torturadores, se limitó a pasarse el antebrazo por la frente sudada y dijo: «No queda nada por vejar». Por último le pasaron el peine de clavos por el rostro hasta que entregó el alma en el año 204, siendo emperador Diocleciano (comprobar). Fue enterrado desnudo en el mismo jardín; y cuando, pasados varios días, sus seguidores desenterraron el cuerpo para trasladarlo a un sepulcro de mármol, lo encontraron vestido.
1. Pensador gnóstico de Agrigento. Se basaba en la existencia del vacío para afirmar que el universo está a medio crear. Cuando Dios termine la Creación desaparecerá el vacío, y con él el movimiento, el tiempo y el pensamiento (N. del E.).
La destrucción de Gonzalo
(carraspeo) Gonzalo nació en el seno de una familia noble de Patmos. En su juventud abrazó la doctrina de Evágoras1, hasta que una noche se le apareció una figura de espuma que le decía: «¿Por qué me persigues?», y rápidamente se convirtió al cristianismo. Hizo una hoguera con sus pertenencias (sollozaba apoyado en el fuego), y cuando terminaron de arder se retiró durante un año al desierto, donde se dedicó a orar y retar a las alimañas para mortificarse. Se le atribuyen numerosos milagros.
Una ola de calor azotaba la isla de Eblo, y muchos de sus habitantes habían sido poseídos por demonios. Una mujer que se creía perseguida por dos soles invisibles llamados Dad y Diaglo amenazaba con una espada a todo el que se le intentara acercar. Tras imponerle Gonzalo las manos sobre la cabeza, la infeliz abrió la boca y por ella escapó un caracol enorme; y al instante recobró la razón. En otra ocasión estaban dos ganaderos departiendo sobre el destino de las almas. Uno de ellos mantenía que el paraíso no puede ser eterno, pues la eternidad es en sí misma un castigo: por tanto, al morir Dios da a elegir al justo entre ir al infierno, o desaparecer para siempre. Al oír esto, Gonzalo rezó a un Cristo de madera que estaba llevando a un enfermo; y, durante unos momentos, éste pareció cobrar vida y conversó con ellos hasta disipar sus errores.
Un hombre y una mujer que acababan de contraer matrimonio le preguntaron cómo podían mantenerse castos. Gonzalo prendió fuego a una pila de estiércol, y cuando terminó de arder les dijo: «El fuego lame el estiércol pero permanece limpio». El fuego representaba el alma, y el estiércol el cuerpo. Según otra versión del mismo episodio, Gonzalo les hizo contemplar una pila de estiércol durante un buen rato, hasta que por fin dijo: «Cuando miramos el estiércol, la mirada se complace en el estiércol, lo aspira hasta que le duelen los pulmones; pero no se mancha de estiércol». La mirada representaba el alma y el estiércol, el cuerpo. También quisieron saber si era justo pagar el impuesto al César, a lo que respondió: «Todas las monedas son fragmentos de una misma Moneda». Todos tenían en gran estima a Gonzalo.
Predicó durante muchos años a los ebionitas, que adoraban una antigua deidad tubular, hasta que el procónsul Hetrón lo mandó apresar, y trató de obligarlo a abjurar de su fe; y como Gonzalo se negaba a sacrificar un ave a una estatua de Marte, fue sentenciado a muerte. Las mismas multitudes que antes lo aclamaban se agolpaban ahora en los jardines del palacio del gobernador para verlo destruido. Primero los soldados lo golpearon en todo el cuerpo y le salaron los ojos hasta dejarlo ciego. El blanco abisal de los ojos de Gonzalo (en los que se reflejaba el sol bajo, como aceite derramado) contrastaba con el rojo de la sed de sangre de la muchedumbre. Antes lo aclamaban, pero ahora querían verlo destruido. Luego los soldados acostaron a Gonzalo y le abrieron el vientre, y se turnaban para hacer de cuerpo dentro de él. Ya no estaba seguro de que aquello fuera un sitio; pero, lejos de maldecir a sus torturadores, se limitó a pasarse el antebrazo por la frente sudada y dijo: «No queda nada por vejar». Por último le pasaron el peine de clavos por el rostro hasta que entregó el alma en el año 204, siendo emperador Diocleciano (comprobar). Fue enterrado desnudo en el mismo jardín; y cuando, pasados varios días, sus seguidores desenterraron el cuerpo para trasladarlo a un sepulcro de mármol, lo encontraron vestido.
1. Pensador gnóstico de Agrigento. Se basaba en la existencia del vacío para afirmar que el universo está a medio crear. Cuando Dios termine la Creación desaparecerá el vacío, y con él el movimiento, el tiempo y el pensamiento (N. del E.).