Contenido
Preguntas frecuentes sobre el hambre
Es posible que el primer pecado fuera comer sin hambre. «No comas de esto; te lo prohibo». Pero el hombre quiso probar de todos modos, por saber o por la razón que fuese, y por eso está castigado.
No, «por saber o por la razón que fuese» no. Tuvo que hacerlo por algo.
Una de dos: o el hombre quiere probar la fruta porque es curioso, y entonces el pecado original es la curiosidad (querer saber más de la cuenta); o la quiere probar porque es goloso, y entonces el pecado original es la gula (querer comer más de la cuenta); y los demás pecados derivan de ella, empezando por la curiosidad («gula intelectual»). ¿Por qué no lo segundo? Por fin una idea interesante. ¿Y si la gula fuese el origen de todos los males, el anteprimer pecado, anterior y más fuerte que la curiosidad o cualquier otra deformación de la voluntad?
No, porque preferimos pensar que el hombre es inteligente, y hasta el mal (comer del árbol del delito) lo hace por un buen motivo (el conocimiento).
Pero a lo mejor pecó por un motivo estúpido, o sin motivo. ¿Realmente la inteligencia es lo más destacado del hombre con respecto a los demás seres vivos? Al principio no, por lo menos. Cuando el hombre convivía con Dios, antes de comer del árbol del delito, no necesitaba saber. Por ejemplo, no tenía que saber de dónde vienen las plantas, es decir cómo producirlas, porque siempre habían estado «ahí», listas para tomar. Lo tuvo que aprender más tarde, cuando fue expulsado del jardín (agricultura). Y así con el resto de conocimientos. Entonces, es muy posible que el hombre no sepa nada en absoluto antes de pecar, y la necesidad de saber sobrevenga sólo después, cuando tiene que aprender a vivir solo. Por lo que sabemos, el único conocimiento que tuvo antes de pecar –el único francamente útil en ese contexto– era la prohibición de comer del árbol del delito, y fue incapaz de usarlo. ¡Se le olvidó casi al instante, no sabía qué hacer con él! Entonces, claramente Dios no lo hizo inteligente; tuvo que hacerse inteligente él más tarde. Es comprensible: si vives con Dios te conformas con mirar y no haces preguntas, no necesitas ver nada más. La inteligencia es posterior, y deriva de la voluntad de comer hasta reventar, que es el instinto más fuerte y antiguo.
De ahí todas esas metáforas que no te gustan sobre el «hambre de conocimiento», etc.
Volviendo al castigo, Dios hubiera entendido que el hombre comiera del árbol del delito por necesidad, porque no había nada más que comer. Pero «paraíso» significa precisamente: «no falta nada». Lo importante no era el árbol; lo que no toleró fue que comiera de él sin necesidad, estando saciado. En la escena de los vivos es indispensable comer, y por eso hay flora y fauna donde servirse; pero desde el mismo momento en que estamos saciados debemos parar. Los ascetas no ayunan para mortificarse, o para provocarse alucinaciones, trances, etc. Ayunan porque saben que está prohibido comer más de lo necesario. Lo raro es que los demás lo hayamos olvidado. Y no sólo nos olvidamos, sino que vemos la gula como el defecto más inofensivo, o tan simpático que ni es un defecto; nada que ver con los demás pecados de la lista de pecados capitales. Es más, tomaríamos por loco a alguien que «sólo» comiera lo indispensable para vivir, al santo incapaz de «disfrutar» comiendo. ¡Y sin embargo la gula es el origen de todo lo malo! Que el origen de todo lo malo nos parezca lo menos malo es la mayor prueba de que el mal ha ganado: el mundo está tan corrompido que lo más odioso nos parece lo más perdonable.
¿Y si en vez de llamarlo «gula» o «voluntad de comer» lo llamáramos «voracidad»?
Mejor.
De ahí también el simbolismo de las comilonas milagrosas. No multiplicó literalmente el pan y el pescado, sino que les enseñó a atracarse con un solo pan o un solo pescado. Lo suficiente es más que suficiente. ¿Para qué querer más?
Pero sigue sin quedar claro por qué comer de más es tan malo, por qué es lo peor que hay. Evidentemente no me refiero al hambre, ni siquiera cuando te hace comportarte como un loco, sino a esa voluntad ciega de comer, ese todo es comestible y me corresponde, ese quiero comerme hasta la posibilidad de comer.
¿Porque comer para mantenerse vivo va en el sentido de la creación del mundo, pero seguir comiendo más allá del hambre va en el sentido de su destrucción? ¿O porque nos hizo animales, y ningún animal come más de la cuenta? No se me ocurre nada mejor.
No lo sé, pero que yo recuerde comer siempre ha sido obligatorio. Primero mis padres me obligaban a comer aunque no tuviese hambre, y luego la sociedad me obligó a seguir comiendo, convenciéndome de que la comida también es «cultura». Ahora soy adulto y hago lo que quiero, pero sé que los demás han ganado porque me sigo forzando a comer. De niño no entendía las comidas (mis padres hablando con otros padres de lo que estaban comiendo en ese momento, mesas interminables de padres oyéndose y viéndose comer, o viéndome a mí comer (cualquier adulto podía preguntarme qué había comido y cómo, y tenía que contestarle), o esperando a comer o reponiéndose de la última comida), y hoy yo soy el primero en organizarlas. De niño no entendía que se dijera que la comida estaba buena a menos que el cocinero estuviera delante, y hoy soy el primero en decir que algo está bueno, delicioso, etc. Hasta se me da bien cocinar, y lo hago con ganas porque digo que me relaja. Pero sé que es el mal absoluto, a pesar de todos los argumentos que he oído a favor de comer más de lo necesario.
¿A qué argumentos te refieres?
Te digo los que recuerdo:
Comer para disfrutar (creyéndotelo).
Comer por la felicidad que prometen los anuncios o las demás personas (sin creértelo del todo).
Comer porque es gratis o ya está pagado.
Comer por despiste. A veces te olvidas de que ya has comido.
Comer para demostrar tu poder («come todo lo que puedas») o para ocupar el mayor espacio posible (anexionismo).
Comer por no tirar la comida (comida a punto de caducar o plato dejado a medias), por economía o por reflejo ecológico, solidario, etc.
Comer para engordar (actores) o para ganar un concurso («gana tu peso en monedas»).
Comer para calmar los nervios (el cuerpo toma la iniciativa).
Comer para pasar el tiempo. Comer para hacer tiempo: estás en un restaurante, has acabado, entra un enemigo y se sienta en la otra punta del restaurante, no te ha visto pero te verá si te levantas, tienes que esperar hasta que se marche y para que te dejen seguir en la mesa pides otro plato. Irónicamente tu enemigo pido lo mismo. Lo oyes desde la otra punta del restaurante (su voz es una de las razones por las que no lo soportas).
Comer para encubrir un engaño (delicadeza). Has comido, alguien con quien habías quedado para comer te pregunta si has comido, dices que no y vuelves a comer.
Comer porque te horripila la idea de tener tantas cavidades, interiores y exteriores. Quieres «taponarte» el cuerpo, sentirte compacto como un nudillo.
Comer para no desentonar (en una cena romántica o una comida de trabajo, por ejemplo).
Comer para no parecer loco.
Comer porque tu cerebro no entiende que tienes el estómago lleno (problema médico).
Comer porque es bueno para la economía (patriotismo) o porque el lobby de los comestibles te ha lavado el cerebro (conspiración). Alguien con más paciencia podría argumentar que una de las razones por las que comemos demasiado (no sólo demasiada carne) es la tiranía del sector alimentario. Pongamos que moviliza el 40% de los recursos económicos y sociales de un país: ¡es demasiado!
Comer por miedo a la muerte (cada vez menos).
Comer para conocer otras culturas.
Comer por prescripción médica («coma todo lo que pueda»).
Comer para recordar otras comidas, como volver a un restaurante donde comiste hace años.
Comer para defender tu identidad (queso, embutidos, etc.).
Comer porque es lo único que tienes. Hace unos meses tuve muy poco dinero durante un tiempo, y me llamó la atención lo mucho que pensaba en comer.
Comer por tradición (celebraciones, etc.).
Comer porque te sientes desposeído, como cuando eres viejo y comes con voracidad y desesperación, como si te fuera la vida en ello, porque es lo único que no te pueden robar.
Créditos de las imágenes: en portada, fotografía de muffinn ; fotografía de John Brian Silverio; gif al óleo de Beatriz Lobo sobre fotografía de Nacho.
Preguntas frecuentes sobre el hambre
Es posible que el primer pecado fuera comer sin hambre. «No comas de esto; te lo prohibo». Pero el hombre quiso probar de todos modos, por saber o por la razón que fuese, y por eso está castigado.
No, «por saber o por la razón que fuese» no. Tuvo que hacerlo por algo.
Una de dos: o el hombre quiere probar la fruta porque es curioso, y entonces el pecado original es la curiosidad (querer saber más de la cuenta); o la quiere probar porque es goloso, y entonces el pecado original es la gula (querer comer más de la cuenta); y los demás pecados derivan de ella, empezando por la curiosidad («gula intelectual»). ¿Por qué no lo segundo? Por fin una idea interesante. ¿Y si la gula fuese el origen de todos los males, el anteprimer pecado, anterior y más fuerte que la curiosidad o cualquier otra deformación de la voluntad?
No, porque preferimos pensar que el hombre es inteligente, y hasta el mal (comer del árbol del delito) lo hace por un buen motivo (el conocimiento).
Pero a lo mejor pecó por un motivo estúpido, o sin motivo. ¿Realmente la inteligencia es lo más destacado del hombre con respecto a los demás seres vivos? Al principio no, por lo menos. Cuando el hombre convivía con Dios, antes de comer del árbol del delito, no necesitaba saber. Por ejemplo, no tenía que saber de dónde vienen las plantas, es decir cómo producirlas, porque siempre habían estado «ahí», listas para tomar. Lo tuvo que aprender más tarde, cuando fue expulsado del jardín (agricultura). Y así con el resto de conocimientos. Entonces, es muy posible que el hombre no sepa nada en absoluto antes de pecar, y la necesidad de saber sobrevenga sólo después, cuando tiene que aprender a vivir solo. Por lo que sabemos, el único conocimiento que tuvo antes de pecar –el único francamente útil en ese contexto– era la prohibición de comer del árbol del delito, y fue incapaz de usarlo. ¡Se le olvidó casi al instante, no sabía qué hacer con él! Entonces, claramente Dios no lo hizo inteligente; tuvo que hacerse inteligente él más tarde. Es comprensible: si vives con Dios te conformas con mirar y no haces preguntas, no necesitas ver nada más. La inteligencia es posterior, y deriva de la voluntad de comer hasta reventar, que es el instinto más fuerte y antiguo.
De ahí todas esas metáforas que no te gustan sobre el «hambre de conocimiento», etc.
Volviendo al castigo, Dios hubiera entendido que el hombre comiera del árbol del delito por necesidad, porque no había nada más que comer. Pero «paraíso» significa precisamente: «no falta nada». Lo importante no era el árbol; lo que no toleró fue que comiera de él sin necesidad, estando saciado. En la escena de los vivos es indispensable comer, y por eso hay flora y fauna donde servirse; pero desde el mismo momento en que estamos saciados debemos parar. Los ascetas no ayunan para mortificarse, o para provocarse alucinaciones, trances, etc. Ayunan porque saben que está prohibido comer más de lo necesario. Lo raro es que los demás lo hayamos olvidado. Y no sólo nos olvidamos, sino que vemos la gula como el defecto más inofensivo, o tan simpático que ni es un defecto; nada que ver con los demás pecados de la lista de pecados capitales. Es más, tomaríamos por loco a alguien que «sólo» comiera lo indispensable para vivir, al santo incapaz de «disfrutar» comiendo. ¡Y sin embargo la gula es el origen de todo lo malo! Que el origen de todo lo malo nos parezca lo menos malo es la mayor prueba de que el mal ha ganado: el mundo está tan corrompido que lo más odioso nos parece lo más perdonable.
¿Y si en vez de llamarlo «gula» o «voluntad de comer» lo llamáramos «voracidad»?
Mejor.
De ahí también el simbolismo de las comilonas milagrosas. No multiplicó literalmente el pan y el pescado, sino que les enseñó a atracarse con un solo pan o un solo pescado. Lo suficiente es más que suficiente. ¿Para qué querer más?
Pero sigue sin quedar claro por qué comer de más es tan malo, por qué es lo peor que hay. Evidentemente no me refiero al hambre, ni siquiera cuando te hace comportarte como un loco, sino a esa voluntad ciega de comer, ese todo es comestible y me corresponde, ese quiero comerme hasta la posibilidad de comer.
¿Porque comer para mantenerse vivo va en el sentido de la creación del mundo, pero seguir comiendo más allá del hambre va en el sentido de su destrucción? ¿O porque nos hizo animales, y ningún animal come más de la cuenta? No se me ocurre nada mejor.
No lo sé, pero que yo recuerde comer siempre ha sido obligatorio. Primero mis padres me obligaban a comer aunque no tuviese hambre, y luego la sociedad me obligó a seguir comiendo, convenciéndome de que la comida también es «cultura». Ahora soy adulto y hago lo que quiero, pero sé que los demás han ganado porque me sigo forzando a comer. De niño no entendía las comidas (mis padres hablando con otros padres de lo que estaban comiendo en ese momento, mesas interminables de padres oyéndose y viéndose comer, o viéndome a mí comer (cualquier adulto podía preguntarme qué había comido y cómo, y tenía que contestarle), o esperando a comer o reponiéndose de la última comida), y hoy yo soy el primero en organizarlas. De niño no entendía que se dijera que la comida estaba buena a menos que el cocinero estuviera delante, y hoy soy el primero en decir que algo está bueno, delicioso, etc. Hasta se me da bien cocinar, y lo hago con ganas porque digo que me relaja. Pero sé que es el mal absoluto, a pesar de todos los argumentos que he oído a favor de comer más de lo necesario.
¿A qué argumentos te refieres?
Te digo los que recuerdo:
Comer para disfrutar (creyéndotelo).
Comer por la felicidad que prometen los anuncios o las demás personas (sin creértelo del todo).
Comer porque es gratis o ya está pagado.
Comer por despiste. A veces te olvidas de que ya has comido.
Comer para demostrar tu poder («come todo lo que puedas») o para ocupar el mayor espacio posible (anexionismo).
Comer por no tirar la comida (comida a punto de caducar o plato dejado a medias), por economía o por reflejo ecológico, solidario, etc.
Comer para engordar (actores) o para ganar un concurso («gana tu peso en monedas»).
Comer para calmar los nervios (el cuerpo toma la iniciativa).
Comer para pasar el tiempo. Comer para hacer tiempo: estás en un restaurante, has acabado, entra un enemigo y se sienta en la otra punta del restaurante, no te ha visto pero te verá si te levantas, tienes que esperar hasta que se marche y para que te dejen seguir en la mesa pides otro plato. Irónicamente tu enemigo pido lo mismo. Lo oyes desde la otra punta del restaurante (su voz es una de las razones por las que no lo soportas).
Comer para encubrir un engaño (delicadeza). Has comido, alguien con quien habías quedado para comer te pregunta si has comido, dices que no y vuelves a comer.
Comer porque te horripila la idea de tener tantas cavidades, interiores y exteriores. Quieres «taponarte» el cuerpo, sentirte compacto como un nudillo.
Comer para no desentonar (en una cena romántica o una comida de trabajo, por ejemplo).
Comer para no parecer loco.
Comer porque tu cerebro no entiende que tienes el estómago lleno (problema médico).
Comer porque es bueno para la economía (patriotismo) o porque el lobby de los comestibles te ha lavado el cerebro (conspiración). Alguien con más paciencia podría argumentar que una de las razones por las que comemos demasiado (no sólo demasiada carne) es la tiranía del sector alimentario. Pongamos que moviliza el 40% de los recursos económicos y sociales de un país: ¡es demasiado!
Comer por miedo a la muerte (cada vez menos).
Comer para conocer otras culturas.
Comer por prescripción médica («coma todo lo que pueda»).
Comer para recordar otras comidas, como volver a un restaurante donde comiste hace años.
Comer para defender tu identidad (queso, embutidos, etc.).
Comer porque es lo único que tienes. Hace unos meses tuve muy poco dinero durante un tiempo, y me llamó la atención lo mucho que pensaba en comer.
Comer por tradición (celebraciones, etc.).
Comer porque te sientes desposeído, como cuando eres viejo y comes con voracidad y desesperación, como si te fuera la vida en ello, porque es lo único que no te pueden robar.
Créditos de las imágenes: en portada, fotografía de muffinn ; fotografía de John Brian Silverio; gif al óleo de Beatriz Lobo sobre fotografía de Nacho.