Contenido

Contra el trabajo

(apuntes y citas)
Modo lectura

El narrador de Las aventuras de Tom Sawyer, después de la famosa escena de la valla, escribe: “Si Tom hubiese sido un gran filósofo lleno de sabiduría, como el autor de este libro, hubiese comprendido ahora que el Trabajo consiste en lo que el hombre está obligado a hacer, y que el juego consiste en lo que el hombre no está obligado a hacer.”

El juego es la única actividad valiosa en este mundo. El trabajo, como actividad no gratuita, que no se basta a sí misma, encaminada a una finalidad, es una desgracia. Más desgracia aún es el trabajo abstracto al servicio del capital, dedicado a producir cosas inútiles o destructivas, incluidas las informaciones sobre los productos o las informaciones que son ellas mismas productos, o a mover esas mercancías absurdas por todo el globo, porque parece más rentable explotar a la gente de países lejanos y contaminar de paso océanos, cielos y campos. Envenenarnos la vida, perderla por querer ganárnosla. "La democracia divide a los hombres en trabajadores y perezosos. No está destinada para aquellos que no tienen tiempo para trabajar", decía Karl Kraus.

“Hoy se obliga a la gran mayoría de la gente (empezando por los niños) a hacer lo que no les gusta ni apetece, y así nos va”

Lo que uno haga con placer es lo que hará mejor. Y aunque no fuera siempre así, debería respetarse siempre lo que a cada uno le gusta y le apetece hacer. Hoy se obliga a la gran mayoría de la gente (empezando por los niños) a hacer lo que no les gusta ni apetece, y así nos va. Robert L. Stevenson escribía: “no es, ni mucho menos, cierto que el trabajo de un hombre sea lo más importante. Haciendo una estimación imparcial, se vería claramente que muchos de los papeles más sabios, virtuosos y beneficiosos que se representan en el Teatro de la Vida son interpretados por actores gratuitos y pasan ante los ojos de todo el mundo como estadios de ociosidad. [...]. En consecuencia, si una persona no puede ser feliz más que estando ociosa, ociosa ha de permanecer. Esto es un precepto revolucionario...”.

O Bertrand Russell: “Creo que se ha trabajado demasiado en el mundo, que la creencia de que el trabajo es una virtud ha causado enormes daños y que lo que hay que predicar en los países industriales modernos es algo completamente distinto de lo que siempre se ha predicado. [...] Quiero decir, con toda seriedad, que la fe en las virtudes del trabajo está haciendo mucho daño en el mundo moderno y que el camino hacia la felicidad y la prosperidad pasa por una reducción organizada de aquél.”

O Luis Buñuel, en sus memorias: “Añadiré que la mayor parte de las intuiciones surrealistas han resultado justas. No pondré más que un ejemplo, el del trabajo, valor sacrosanto de la sociedad burguesa, palabra intocable. Los surrealistas fueron los primeros que lo atacaron sistemáticamente, que sacaron a la luz su falacia, que proclamaron que el trabajo asalariado es una vergüenza. Se encuentra un eco de esta diatriba en Tristana, cuando don Lope le dice al mudo:

- Pobres trabajadores. ¡Cornudos y apaleados! El trabajo es una maldición, Saturno. ¡Abajo el trabajo que se hace para ganarse la vida! Este trabajo no dignifica, como dicen, no sirve más que para llenarles la panza a los cerdos que nos explotan. Por el contrario, el trabajo que se hace por gusto, por vocación, ennoblece al hombre. Todo el mundo tendría que poder trabajar así. Mírame a mí: yo no trabajo. Y, ya lo ves, vivo, vivo mal, pero vivo sin trabajar.”

La paradoja está en que haría falta un gran esfuerzo para desmontar el milenario fetiche del trabajo. Harían falta muchas Escuelas Populares de Sabiduría Superior como la que proyectaba el Juan de Mairena de Antonio Machado:

“Nosotros necesitamos, para nuestra Escuela, un hombre extraordinario, o si queréis, varios hombres extraordinarios, pero capaces, cada uno de ellos, de levantar en vilo por su propio esfuerzo el fardo de la sabiduría. ¿El fardo de su propia sabiduría? Claro. No hay más sabiduría que la propia. Y como para nosotros no existiría la división del trabajo, porque nosotros empezaríamos por no trabajar o, en último caso, por no aceptar trabajo que fuera divisible, el grupo de sabios especializados en las más difíciles disciplinas científicas no vendría a nuestra escuela ni, mucho menos, saldría de ella. Nosotros no habríamos de negar nuestro respeto ni nuestra veneración a este grupo de sabios, pero de ningún modo les concederíamos mayor importancia que al hombre ingenuo, capaz de plantearse espontáneamente los problemas más esenciales.”

Y, para acabar esta modesta colección de citas de autoridades a las que yo respeto y quiero, copiaré un aforismo de Rafael Sánchez Ferlosio y un soneto del extraño Giuseppe Gioachino Belli, traducido estupendamente por el maestro Agustín García Calvo.

Ortegajos: «el proyecto vital». Mundo feliz aquel en que los niños no entendiesen ni aun remotamente la pregunta capital del verdadero corruptor de menores: «Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?».”

 

EL TRABAJO

No quió currar. ¿Qué pasa, peatones?
Yo pa este mundo no estoy programao.
No quiero trabajar. ¿Qué?, ¿me he espresao?
¿O hay que andar endilgando más razones?

En ayunas, me pesan los riñones,
y, después de que me he desayunao,
tó mi gusto es estarme al sol tumbao
contra esa tapia oyendo a los gorriones.

Si fuese el curre pan de buena miga,
ya se lo habrían cogido esos curánganos,
que les pincha más fiero que la ortiga.

Mira en el cielo, a ver si allí no hay zánganos:
allí las santas ráscanse la higa
y los santos la polla y los pindánganos.

Giuseppe Gioachino Belli, Roma, 30 de enero de 1833.

 

Las imágenes están tomadas de Estampa, Revista Gráfica, 1927-1936.

 

BIBLIOGRAFÍA:

  • Mark Twain: Las aventuras de Tom Sawyer, 1876, Ed. Retablo. Traducción de Simón Santainés.
  • Robert Louis Stevenson: En defensa de los ociosos. Gadir editorial, Madrid 2009. Trad. de Carlos García Simón.
  • Bertrand Russell: Elogio de la ociosidad. Barcelona. Ed. Edhasa 1990. Trad. de Elena Rius.
  • Luis Buñuel: Mi último suspiro (Memorias). Barcelona. Plaza & Janes, 1982. Traducción de Ana María de la Fuente.
  • Antonio Machado: Juan de Mairena: sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo (1936). Madrid, Alianza Editorial 1993.
  • Rafael Sánchez Ferlosio: Non olet, Barcelona, Destino 2003.
  • Giuseppe Gioachino Belli (1791 - 1863): 47 sonetos romanescos. Zamora. Ed. Lucina, 2006. Versión de Agustín García Calvo.