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Lo verdaderamente radical es el papel
“Voy a contarles un secreto… Lo verdaderamente radical es el papel. Es así. Publica algo en una página impresa y nunca nadie
volverá a saber de él. El papel es el vehículo perfecto para terroristas, asesinos en serie y poetas sensibles.
Si quieres que algo no exista (…) mantenlo fuera de internet”
Kenneth Goldsmith
Muchos gurús de las tecnologías y geeks auguraban hace unos años que el papel acabaría extinguiéndose dejando paso a las miles de formas que la edición digital permite desde e-books, epubs, kindles o la tablet de turno que se inventen los gigantes de las grandes y pequeñas corporaciones de la industria editorial. Si aceptásemos la política de hechos consumados no se diría que el fanzine esta viviendo una segunda o tercera etapa dorada, ni que un puñado de freaks se junten de vez en cuando en determinadas ferias de publicaciones autoeditadas. Si bien es cierto que creaciones como el fanzine nunca se acabaron de ir, ahora es cool autopublicarse y mostrarlo en Twitter o Facebook para estar a la ultima moda.
Esta revalorización del fanzine ha llegado hasta los medios de comunicación más comerciales. Hace poco, el suplemento S Moda de El País publicó un artículo online donde aludía al fenómeno de los fanzines “femeninos” que luchan contra el patriarcado y no sé cuántas cosas más. Para mi sorpresa, ya que ni siquiera nos habían avisado, el fanzine de Mujeres con Pajarita (que edito junto con un par de amigas) apareció en una suerte de ranking, siendo definido como el “artístico” frente al “cool” o al “serio”, que eran otros.
El gran embolado que es el aparato consumista se apropia de cualquier manifestación contracultural para subvertirla y extirpar la frescura y genuinidad que pudiera contener.
En las ferias pasa un tanto igual. De repente todo el mundo se deja caer por el encuentro anual Libros Mutantes en La Casa Encendida, porque mola mil pasearse por ahí en vez de hacerlo por la nueva Picadilly Circus: la Plaza Callao. Especial mención requiere el caso de las publicaciones que no fueron seleccionadas para participar en la feria, porque hasta para poder participar en una muestra de ediciones independientes hay que pasar un filtro que no sé muy bien por qué parámetros se mide, pero que deja fuera a otras iniciativas, quizá poco correctas políticamente o quizá menos modernas, vaya usted a saber.
Por fortuna nunca hemos presentado “una solicitud” para asistir a una feria en la que se muestren nuestros fanzines. Vamos sobre la marcha. Vamos a las ferias que nos gustan, en las que hay detrás un posicionamiento concienzudo y coherente. Y no necesitan ninguna parafernalia para venderse.
Ferias hay muchas y para todos los gustos, las hay más mediáticas, más subvencionadas… y otras, en cambio, son menos encorsetadas y más punks.
Tengo una amiga, Gelen Jeleton, que se recorre todo lo habido y por haber y conoce el panorama al dedillo, y siempre me habla de estas ferias, como Gutter Fest y Tenderete, donde lo que importa es hacer contactos y sinergias y todo es un devenir de saludos e intercambios.
En cuanto a mi experiencia personal, he asistido a tres o cuatro ferias. La primera fue el M. E. A. en una nave autogestionada situada en el barrio de Tetuán, en Madrid. Fui un poco nerviosa, con una mochila cargada de nuestro segundo número; nunca había asistido a un evento de tal calibre ni somos asiduas del circuito DIY, por eso ni siquiera teníamos puesto, pudimos hacernos con un huequito gracias a Elisa McCausland, a la que siempre estaré agradecida. Aquel día me di cuenta de que todos y cada uno de los que mostraban sus ilustraciones, cómics, fanzines o whatever eran de un rango superior, profesionales del medio que cuidan con esmero sus trabajos brillantes.
Un tiempo después tuve la oportunidad de ir a la feria Inclasificables en Salamanca. Un concepto diferente a las otras ferias a las que había asistido. En primer lugar, porque aúna el carácter informal y fresco de los encuentros autogestionados, y además añade una pizca de institucionalidad al celebrarse en la Biblioteca de Las Conchas, lo que le dota de un aire magnético y especial. En segundo lugar, porque reúne a gente de toda la geografía española durante un fin de semana, así que da tiempo de sobra para conocer a todos los participantes, salir, emborracharse y probar, por ejemplo, los chupitos de colores del Bolero, mítico bar localizado en la plaza mayor salamantina. Y en tercer lugar, porque compagina la propia muestra de editores con diferentes contenidos, como mesas redondas, talleres o conciertos.
Este año es su III edición y la programación, a pesar de los recortes, no ha bajado el listón y ofrece una aproximación al mundo de la edición desde diferentes niveles, así que mañana, viernes 19 de septiembre, ya se puede asistir al primer evento de la muestra y, el sábado 20, continúa con un día cargado de actividades.
El acierto de esta feria es precisamente esa combinación entre la cercanía y humildad por parte tanto de la organización como de los participantes, el emplazamiento emblemático que supone Las Conchas —donde parece que el pasado y la memoria del lugar se suspendiesen por esos días, dándole a su vez una dimensión histórica a la muestra— y el abrirse hacia nuevas perspectivas contextuales, tecnológicas o profesionales de la edición, dejando respirar y oxigenar el mundo editorial.
Cada feria tiene algo especial, el componente moderno o el underground o el cultureta. Personalmente yo prefiero las que te hacen conocer nuevos autores y abrirte otras perspectivas, las que difuminan la barrera entre participante, organización y paseantes y lo que importa es el papel, el fanzine, el cómic, el libro... Porque el papel es presencia, objeto con su propia entidad, y las ferias no sólo están para mostrarlo u ofrecer su venta, sino también para recodarnos lo importante del encuentro, de la comunidad, de la experiencia.
Ilustraciones de Ginés Martínez:
1. Ulises Carrión (a partir de un célebre autorretrato del patrón de los editores inclasificables)
2. Tostadora
3. Dibujos de la serie "cómo abrir un libro intonso"
Lo verdaderamente radical es el papel
“Voy a contarles un secreto… Lo verdaderamente radical es el papel. Es así. Publica algo en una página impresa y nunca nadie
volverá a saber de él. El papel es el vehículo perfecto para terroristas, asesinos en serie y poetas sensibles.
Si quieres que algo no exista (…) mantenlo fuera de internet”
Kenneth Goldsmith
Muchos gurús de las tecnologías y geeks auguraban hace unos años que el papel acabaría extinguiéndose dejando paso a las miles de formas que la edición digital permite desde e-books, epubs, kindles o la tablet de turno que se inventen los gigantes de las grandes y pequeñas corporaciones de la industria editorial. Si aceptásemos la política de hechos consumados no se diría que el fanzine esta viviendo una segunda o tercera etapa dorada, ni que un puñado de freaks se junten de vez en cuando en determinadas ferias de publicaciones autoeditadas. Si bien es cierto que creaciones como el fanzine nunca se acabaron de ir, ahora es cool autopublicarse y mostrarlo en Twitter o Facebook para estar a la ultima moda.
Esta revalorización del fanzine ha llegado hasta los medios de comunicación más comerciales. Hace poco, el suplemento S Moda de El País publicó un artículo online donde aludía al fenómeno de los fanzines “femeninos” que luchan contra el patriarcado y no sé cuántas cosas más. Para mi sorpresa, ya que ni siquiera nos habían avisado, el fanzine de Mujeres con Pajarita (que edito junto con un par de amigas) apareció en una suerte de ranking, siendo definido como el “artístico” frente al “cool” o al “serio”, que eran otros.
El gran embolado que es el aparato consumista se apropia de cualquier manifestación contracultural para subvertirla y extirpar la frescura y genuinidad que pudiera contener.
En las ferias pasa un tanto igual. De repente todo el mundo se deja caer por el encuentro anual Libros Mutantes en La Casa Encendida, porque mola mil pasearse por ahí en vez de hacerlo por la nueva Picadilly Circus: la Plaza Callao. Especial mención requiere el caso de las publicaciones que no fueron seleccionadas para participar en la feria, porque hasta para poder participar en una muestra de ediciones independientes hay que pasar un filtro que no sé muy bien por qué parámetros se mide, pero que deja fuera a otras iniciativas, quizá poco correctas políticamente o quizá menos modernas, vaya usted a saber.
Por fortuna nunca hemos presentado “una solicitud” para asistir a una feria en la que se muestren nuestros fanzines. Vamos sobre la marcha. Vamos a las ferias que nos gustan, en las que hay detrás un posicionamiento concienzudo y coherente. Y no necesitan ninguna parafernalia para venderse.
Ferias hay muchas y para todos los gustos, las hay más mediáticas, más subvencionadas… y otras, en cambio, son menos encorsetadas y más punks.
Tengo una amiga, Gelen Jeleton, que se recorre todo lo habido y por haber y conoce el panorama al dedillo, y siempre me habla de estas ferias, como Gutter Fest y Tenderete, donde lo que importa es hacer contactos y sinergias y todo es un devenir de saludos e intercambios.
En cuanto a mi experiencia personal, he asistido a tres o cuatro ferias. La primera fue el M. E. A. en una nave autogestionada situada en el barrio de Tetuán, en Madrid. Fui un poco nerviosa, con una mochila cargada de nuestro segundo número; nunca había asistido a un evento de tal calibre ni somos asiduas del circuito DIY, por eso ni siquiera teníamos puesto, pudimos hacernos con un huequito gracias a Elisa McCausland, a la que siempre estaré agradecida. Aquel día me di cuenta de que todos y cada uno de los que mostraban sus ilustraciones, cómics, fanzines o whatever eran de un rango superior, profesionales del medio que cuidan con esmero sus trabajos brillantes.
Un tiempo después tuve la oportunidad de ir a la feria Inclasificables en Salamanca. Un concepto diferente a las otras ferias a las que había asistido. En primer lugar, porque aúna el carácter informal y fresco de los encuentros autogestionados, y además añade una pizca de institucionalidad al celebrarse en la Biblioteca de Las Conchas, lo que le dota de un aire magnético y especial. En segundo lugar, porque reúne a gente de toda la geografía española durante un fin de semana, así que da tiempo de sobra para conocer a todos los participantes, salir, emborracharse y probar, por ejemplo, los chupitos de colores del Bolero, mítico bar localizado en la plaza mayor salamantina. Y en tercer lugar, porque compagina la propia muestra de editores con diferentes contenidos, como mesas redondas, talleres o conciertos.
Este año es su III edición y la programación, a pesar de los recortes, no ha bajado el listón y ofrece una aproximación al mundo de la edición desde diferentes niveles, así que mañana, viernes 19 de septiembre, ya se puede asistir al primer evento de la muestra y, el sábado 20, continúa con un día cargado de actividades.
El acierto de esta feria es precisamente esa combinación entre la cercanía y humildad por parte tanto de la organización como de los participantes, el emplazamiento emblemático que supone Las Conchas —donde parece que el pasado y la memoria del lugar se suspendiesen por esos días, dándole a su vez una dimensión histórica a la muestra— y el abrirse hacia nuevas perspectivas contextuales, tecnológicas o profesionales de la edición, dejando respirar y oxigenar el mundo editorial.
Cada feria tiene algo especial, el componente moderno o el underground o el cultureta. Personalmente yo prefiero las que te hacen conocer nuevos autores y abrirte otras perspectivas, las que difuminan la barrera entre participante, organización y paseantes y lo que importa es el papel, el fanzine, el cómic, el libro... Porque el papel es presencia, objeto con su propia entidad, y las ferias no sólo están para mostrarlo u ofrecer su venta, sino también para recodarnos lo importante del encuentro, de la comunidad, de la experiencia.