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El desastre del año II
Segunda parte o partido de vuelta, según se mire
Lo cierto es que no tenía muchas ganas, ni de ver el partido ni de hacer la crónica, el resultado de 0-4 del partido de ida le quitaba bastante gracia al asunto, pero bueno, al final opté por cubrir el evento, un poco por inercia y otro poco por orgullo.
Pero esta vez no iba a quedarme sin entrada, una cosa es perderme un encuentro en El Alcoraz y otra en el Camp Nou. Además, las entradas costaban 13 euros y junto con el viaje organizado 30. Joder, así sí. Vamos, que remontamos.
Con el ánimo levantado sólo me quedaba añadir algo de miga al partido.
Estaba claro que el Barça iba a ganar, así que me lancé a lo imposible, recordé que la semana anterior me habían colado en el buzón uno de estos panfletos de propaganda en los que anuncian a espiritistas y expertos en magia negra.
Decidí llamarle y probar suerte, no sé, un maleficio sobre Messi o algo así, poca cosa, con efecto tan sólo sobre el partido del Huesca.
El tipo se llamaba Gaku y según su anuncio tenía experiencia incluso en situaciones desesperadas.
“Gaku, me llamo Toño, escucha, necesito tus servicios, algún asombroso conjuro para que el Huesca pase de ronda en la Copa del Rey”.
Me costó bastante entenderlo, me dijo algo así como “Teléfono no” y luego me pasó una dirección a la que debía acudir cuanto antes.
A pesar de lo cómodo que estaba en casa, porque el frío ya se hace notar de forma implacable en la calle, salí dispuesto a encontrar un conjuro para derrotar al Barcelona.
Cuando llegué a la dirección que me había dado Gaku vi un edificio casi en ruinas y un portón a medio cerrar, no lo pensé y entré sin llamar.
“Soy yo, Gaku, el del teléfono, tranquilo, Gaku, tranquilo”.
Resultó muy difícil mantener un diálogo con él, de hecho por poco me parte la crisma nada más entrar. Al final conseguí convencerle de que acababa de hablar con él por teléfono y que tan sólo iba en busca de un maleficio contra el F. C. Barcelona.
“Si es sólo un partido, yo tener que ir allí, temporada completa puedo hacerlo desde aquí”.
“Hostia, Gaku, vamos a ver, que yo soy del Barça, tampoco es plan de gafar a mi equipo toda la temporada”.
“Entonces, sólo partido, yo ir, si no, no valdrá”.
La madre que lo parió.
Le dije que iba a comprarle una entrada y un billete de autobús, aprovechó para pedirme que comprase también un poco de leche, aceite de oliva virgen extra y una botella de vodka, le iba a preguntar si eran elementos destinados al ritual pero su mirada perdida dejó poco espacio para las preguntas.
Fui a las oficinas del Huesca y compré dos packs de entrada + viaje para el partido de fútbol. De vuelta pasé por un supermercado para comprar el resto de productos que Gaku me había pedido.
Cuando llegué de nuevo a su “despacho” me sorprendí, el Gaku miedoso y desconfiado se había marchado, en su lugar estaba Gaku, el forofo del Barça, incluso llevaba puesta una bufanda de la época del Dream Team.
Nada más verme me dio un abrazo y me dijo “mañana maldición, tranquilo, mañana maldición”.
Le entregué tanto los billetes como los productos del super y realizó una especie de danza étnica que le colocó al borde del trance, aproveché la ocasión para recordarle los horarios de partida del autobús y marché lo más deprisa posible de ahí.
Ya en mi casa pensé que quizá estaba llevando demasiado lejos el tema de darle algo de interés al partido, pero ya no había marcha atrás.
El autobús salía a las cinco de la tarde desde la estación intermodal y a esa hora había quedado con Gaku para seguir con el plan de la maldición. Reconozco que evité quedar antes porque sentía un poco de miedo en el cuerpo, llevaba un ritmo vital muy diferenciado del mío.
Confirmé todas mis sospechas cuando le vi llegar a la estación, con una gran túnica marrón y zarandeandose de lado a lado. Lo primero que me dijo fue “Messi jalufo” y luego me dio otro abrazo.
Su mirada seguía igual de perdida y me fijé que llevaba colgado una especie de zurrón; nada más verlo lo señalé, Gaku se echó hacia atrás y se llevó el dedo índice a la boca, en señal de que no le preguntase más por ello.
Aún quedaban cuatro horas hasta Barcelona.
Nos sentamos por la zona delantera, en el lado derecho del autobús, “Amigo, déjame ventana, no seas así amigo, ventana window”.
A mí me tocó en el pasillo, no pasaba nada.
Gaku se puso a dar palmas y a realizar cánticos un tanto extraños, además lo acompañó de varios movimientos de cabeza bastante desconcertantes. No supe qué hacer.
Al cuarto de hora de palmas, otro de los viajeros del autobús se acercó y me dijo: “O le dices a tu colega que se calle o cuando lleguemos os partimos la cara a ti y a él”.
Pues qué bien, ahora tenía un colega.
Por suerte, Gaku dejó de cantar al poco rato, pero fue debido a que de su zurrón sacó la botella de vodka que yo le había comprado el día anterior.
“Gaku, no me jodas, ¿vas a beber en el viaje?”.
Ni que decir tiene que su mirada aún se volvió más difusa. Acercaba la botella a la ventanilla para que hiciese contraste con los rayos de sol, se reía… yo estaba acojonado y eso que aún faltaba lo mejor.
Cuando quedaba poco más de media hora para llegar al estadio Gaku cambió de actitud, de repente su mirada se centró, echó de nuevo mano a su zurrón y sacó una foto de Messi, la señaló y me volvió a decir “Jalufo”.
La maniobra que hizo a continuación creo que no la olvidaré jamás, apoyó la foto en el cenicero que lleva incorporado el asiento delantero, agarró la botella de vodka, echó un largo trago y lo escupió sobre la foto. Nada más lanzar el líquido emitió varios gritos agudos, hizo varios movimientos con las piernas y volvió a beber.
Así se pegó hasta la entrada en Barcelona.
El autobús se volvió un polvorín, a Gaku le dio igual porque estaba en sumido en un nuevo trance, así que yo me llevé las quejas de todos los viajeros del autobús.
“De dónde ha salido este tipo”.
“¿Le dices tú algo o se lo decimos nosotros?”.
Los sudores fríos recorrían mi espalda, estaba deseando que llegásemos al estadio.
Cuando lo hicimos dejé que primero bajase toda la expedición para evitar más problemas, además Gaku parecía algo adormilado en esos momentos.
Le zarandeé.
“Gaku, oye, que ya hemos llegado a Barcelona”.
La energía regresó a su cuerpo de forma inmediata, sus ojos se abrieron como platos.
“Barcelona, we need a rooster. Amigo, vamos a Ramblas a por un gallo”.
No me lo podía creer, después de recorrer 400 km con un chamán drogado y alcoholizado, aún me quedaba el show de recorrer la ciudad.
“Pero Gaku, que el partido es dentro de una hora, no nos va dar tiempo”.
No me contestó, simplemente fijó su mirada en la mía y después me señaló la fotografía de Messi, que ya estaba licuada y descolorida de tanto vodka que había recibido.
Está bien, vamos a Las Ramblas.
Entre cambios de metro y contratiempos de paso torcido de mi compañero nos llevó unos cuarenta minutos llegar a las Ramblas, empecé a asumir que no iba a ver el partido, así que centré mis energías en regresar a tiempo para pillar el autobús de vuelta, cosa que logré.
Gaku seguía obsesionado con adquirir un gallo en las Ramblas, no sé lo pregunté pero intuí que se refería a un gallo de pelea, hecho que confirmé al poco rato.
En uno de los puestos casi al final de las ramblas vendían gallos de este tipo, Gaku se paró a hablar con el tendero, bueno, se puso a regatearle el precio.
Al final, Pepe, como le bautizó Gaku, me salió por 110 euros, sí, lo tuve que pagar yo porque el chamán no llevaba ni un euro encima.
Le dije en repetidas ocasiones que no era necesario comprar el gallo, que no nos daba tiempo de llegar al partido y aunque lo hiciésemos, no creía que nos dejasen entrar con Pepe, pero la mirada de asesino que me lanzó fue suficiente para convencerme.
Tocaba camino de vuelta por el metro de Barcelona, Gaku aprovechó para dormirse y yo sentado enfrente de la jaula de Pepe no paré de preguntarme qué narices estaba haciendo con un gallo de pelea y un chamán por Barcelona.
Lo único bueno de todo este asunto es que evité ver el partido, que al final siguió todos los patrones establecidos, clarísima victoria del Barça por ocho goles a uno sobre un Huesca sin opciones. Una auténtica paliza que el Huesca justificará diciendo que su objetivo es el ascenso a segunda división. Los dos equipos saltaron al campo plagados de suplentes, en el descanso el resultado ya era de cinco goles a cero.
La magia de Gaku no apareció en ningún momento, bueno, quizá en el primer remate del Huesca, que fue al palo, salvo eso, nada de nada, en su favor habría que decir que se pegó todo el partido durmiendo entre el metro y el autobús que nos llevó de regreso a Huesca. Y por lo menos hubo gol del Huesca, gol de Gaspar.
La vuelta fue más tranquila, con los aficionados cantando jotas aragonesas y gritos de alabanza a San Lorenzo; alguno me pidió que soltase al gallo por el pasillo, no lo hice por miedo a que Gaku despertase.
Ya en Huesca, di un codazo al chamán para avisarle de que habíamos llegado, no reaccionó, dejé la jaula de Pepe a su lado y bajé del autobús.
El desastre había tocado a su fin.
El desastre del año II
Lo cierto es que no tenía muchas ganas, ni de ver el partido ni de hacer la crónica, el resultado de 0-4 del partido de ida le quitaba bastante gracia al asunto, pero bueno, al final opté por cubrir el evento, un poco por inercia y otro poco por orgullo.
Pero esta vez no iba a quedarme sin entrada, una cosa es perderme un encuentro en El Alcoraz y otra en el Camp Nou. Además, las entradas costaban 13 euros y junto con el viaje organizado 30. Joder, así sí. Vamos, que remontamos.
Con el ánimo levantado sólo me quedaba añadir algo de miga al partido.
Estaba claro que el Barça iba a ganar, así que me lancé a lo imposible, recordé que la semana anterior me habían colado en el buzón uno de estos panfletos de propaganda en los que anuncian a espiritistas y expertos en magia negra.
Decidí llamarle y probar suerte, no sé, un maleficio sobre Messi o algo así, poca cosa, con efecto tan sólo sobre el partido del Huesca.
El tipo se llamaba Gaku y según su anuncio tenía experiencia incluso en situaciones desesperadas.
“Gaku, me llamo Toño, escucha, necesito tus servicios, algún asombroso conjuro para que el Huesca pase de ronda en la Copa del Rey”.
Me costó bastante entenderlo, me dijo algo así como “Teléfono no” y luego me pasó una dirección a la que debía acudir cuanto antes.
A pesar de lo cómodo que estaba en casa, porque el frío ya se hace notar de forma implacable en la calle, salí dispuesto a encontrar un conjuro para derrotar al Barcelona.
Cuando llegué a la dirección que me había dado Gaku vi un edificio casi en ruinas y un portón a medio cerrar, no lo pensé y entré sin llamar.
“Soy yo, Gaku, el del teléfono, tranquilo, Gaku, tranquilo”.
Resultó muy difícil mantener un diálogo con él, de hecho por poco me parte la crisma nada más entrar. Al final conseguí convencerle de que acababa de hablar con él por teléfono y que tan sólo iba en busca de un maleficio contra el F. C. Barcelona.
“Si es sólo un partido, yo tener que ir allí, temporada completa puedo hacerlo desde aquí”.
“Hostia, Gaku, vamos a ver, que yo soy del Barça, tampoco es plan de gafar a mi equipo toda la temporada”.
“Entonces, sólo partido, yo ir, si no, no valdrá”.
La madre que lo parió.
Le dije que iba a comprarle una entrada y un billete de autobús, aprovechó para pedirme que comprase también un poco de leche, aceite de oliva virgen extra y una botella de vodka, le iba a preguntar si eran elementos destinados al ritual pero su mirada perdida dejó poco espacio para las preguntas.
Fui a las oficinas del Huesca y compré dos packs de entrada + viaje para el partido de fútbol. De vuelta pasé por un supermercado para comprar el resto de productos que Gaku me había pedido.
Cuando llegué de nuevo a su “despacho” me sorprendí, el Gaku miedoso y desconfiado se había marchado, en su lugar estaba Gaku, el forofo del Barça, incluso llevaba puesta una bufanda de la época del Dream Team.
Nada más verme me dio un abrazo y me dijo “mañana maldición, tranquilo, mañana maldición”.
Le entregué tanto los billetes como los productos del super y realizó una especie de danza étnica que le colocó al borde del trance, aproveché la ocasión para recordarle los horarios de partida del autobús y marché lo más deprisa posible de ahí.
Ya en mi casa pensé que quizá estaba llevando demasiado lejos el tema de darle algo de interés al partido, pero ya no había marcha atrás.
El autobús salía a las cinco de la tarde desde la estación intermodal y a esa hora había quedado con Gaku para seguir con el plan de la maldición. Reconozco que evité quedar antes porque sentía un poco de miedo en el cuerpo, llevaba un ritmo vital muy diferenciado del mío.
Confirmé todas mis sospechas cuando le vi llegar a la estación, con una gran túnica marrón y zarandeandose de lado a lado. Lo primero que me dijo fue “Messi jalufo” y luego me dio otro abrazo.
Su mirada seguía igual de perdida y me fijé que llevaba colgado una especie de zurrón; nada más verlo lo señalé, Gaku se echó hacia atrás y se llevó el dedo índice a la boca, en señal de que no le preguntase más por ello.
Aún quedaban cuatro horas hasta Barcelona.
Nos sentamos por la zona delantera, en el lado derecho del autobús, “Amigo, déjame ventana, no seas así amigo, ventana window”.
A mí me tocó en el pasillo, no pasaba nada.
Gaku se puso a dar palmas y a realizar cánticos un tanto extraños, además lo acompañó de varios movimientos de cabeza bastante desconcertantes. No supe qué hacer.
Al cuarto de hora de palmas, otro de los viajeros del autobús se acercó y me dijo: “O le dices a tu colega que se calle o cuando lleguemos os partimos la cara a ti y a él”.
Pues qué bien, ahora tenía un colega.
Por suerte, Gaku dejó de cantar al poco rato, pero fue debido a que de su zurrón sacó la botella de vodka que yo le había comprado el día anterior.
“Gaku, no me jodas, ¿vas a beber en el viaje?”.
Ni que decir tiene que su mirada aún se volvió más difusa. Acercaba la botella a la ventanilla para que hiciese contraste con los rayos de sol, se reía… yo estaba acojonado y eso que aún faltaba lo mejor.
Cuando quedaba poco más de media hora para llegar al estadio Gaku cambió de actitud, de repente su mirada se centró, echó de nuevo mano a su zurrón y sacó una foto de Messi, la señaló y me volvió a decir “Jalufo”.
La maniobra que hizo a continuación creo que no la olvidaré jamás, apoyó la foto en el cenicero que lleva incorporado el asiento delantero, agarró la botella de vodka, echó un largo trago y lo escupió sobre la foto. Nada más lanzar el líquido emitió varios gritos agudos, hizo varios movimientos con las piernas y volvió a beber.
Así se pegó hasta la entrada en Barcelona.
El autobús se volvió un polvorín, a Gaku le dio igual porque estaba en sumido en un nuevo trance, así que yo me llevé las quejas de todos los viajeros del autobús.
“De dónde ha salido este tipo”.
“¿Le dices tú algo o se lo decimos nosotros?”.
Los sudores fríos recorrían mi espalda, estaba deseando que llegásemos al estadio.
Cuando lo hicimos dejé que primero bajase toda la expedición para evitar más problemas, además Gaku parecía algo adormilado en esos momentos.
Le zarandeé.
“Gaku, oye, que ya hemos llegado a Barcelona”.
La energía regresó a su cuerpo de forma inmediata, sus ojos se abrieron como platos.
“Barcelona, we need a rooster. Amigo, vamos a Ramblas a por un gallo”.
No me lo podía creer, después de recorrer 400 km con un chamán drogado y alcoholizado, aún me quedaba el show de recorrer la ciudad.
“Pero Gaku, que el partido es dentro de una hora, no nos va dar tiempo”.
No me contestó, simplemente fijó su mirada en la mía y después me señaló la fotografía de Messi, que ya estaba licuada y descolorida de tanto vodka que había recibido.
Está bien, vamos a Las Ramblas.
Entre cambios de metro y contratiempos de paso torcido de mi compañero nos llevó unos cuarenta minutos llegar a las Ramblas, empecé a asumir que no iba a ver el partido, así que centré mis energías en regresar a tiempo para pillar el autobús de vuelta, cosa que logré.
Gaku seguía obsesionado con adquirir un gallo en las Ramblas, no sé lo pregunté pero intuí que se refería a un gallo de pelea, hecho que confirmé al poco rato.
En uno de los puestos casi al final de las ramblas vendían gallos de este tipo, Gaku se paró a hablar con el tendero, bueno, se puso a regatearle el precio.
Al final, Pepe, como le bautizó Gaku, me salió por 110 euros, sí, lo tuve que pagar yo porque el chamán no llevaba ni un euro encima.
Le dije en repetidas ocasiones que no era necesario comprar el gallo, que no nos daba tiempo de llegar al partido y aunque lo hiciésemos, no creía que nos dejasen entrar con Pepe, pero la mirada de asesino que me lanzó fue suficiente para convencerme.
Tocaba camino de vuelta por el metro de Barcelona, Gaku aprovechó para dormirse y yo sentado enfrente de la jaula de Pepe no paré de preguntarme qué narices estaba haciendo con un gallo de pelea y un chamán por Barcelona.
Lo único bueno de todo este asunto es que evité ver el partido, que al final siguió todos los patrones establecidos, clarísima victoria del Barça por ocho goles a uno sobre un Huesca sin opciones. Una auténtica paliza que el Huesca justificará diciendo que su objetivo es el ascenso a segunda división. Los dos equipos saltaron al campo plagados de suplentes, en el descanso el resultado ya era de cinco goles a cero.
La magia de Gaku no apareció en ningún momento, bueno, quizá en el primer remate del Huesca, que fue al palo, salvo eso, nada de nada, en su favor habría que decir que se pegó todo el partido durmiendo entre el metro y el autobús que nos llevó de regreso a Huesca. Y por lo menos hubo gol del Huesca, gol de Gaspar.
La vuelta fue más tranquila, con los aficionados cantando jotas aragonesas y gritos de alabanza a San Lorenzo; alguno me pidió que soltase al gallo por el pasillo, no lo hice por miedo a que Gaku despertase.
Ya en Huesca, di un codazo al chamán para avisarle de que habíamos llegado, no reaccionó, dejé la jaula de Pepe a su lado y bajé del autobús.
El desastre había tocado a su fin.