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El desastre del año
Crónica del partido Huesca-Barcelona 0-4
El miércoles abrí el ojo antes de lo normal y sin despertador, algo inaudito en mi día a día, tengo que aprender a darle más importancia a estos detalles. Me di una ducha, preparé el desayuno y me puse a revisar el correo.
Un mail de infojobs y otro de la redacción de El Estado Mental.
En el asunto de este último ponía “urgente” y en él me pedían que escribiese una crónica del partido Huesca - Barcelona para su página web.
Me hizo ilusión, no solo se acordaban de que vivo en Huesca, sino que valoraban mi trabajo como para ofrecerme este tipo de encargos.
No lo pensé y les dije que sí.
Cómo iba a renunciar a cubrir el acontecimiento del año en mi ciudad.
A los cinco minutos de ese correo me contestaron de la redacción para decirme que no había posibilidad de acreditarme y que si tenía alguna opción de entrar al campo adelante, y que si no, pues que improvisara. Joder.
Recordé los precios de las entradas: 55, 70 y hasta 90 euros. Sí, sí, bueno, si fuese socio 25, pero no lo soy, olvida eso. ¿Merece la pena pagar ese precio? ¿Qué hago? ¿Qué narices hago?
Llamé a las oficinas del Huesca. ¿Alcoraz, dígame?
Les pregunté por entradas baratas, me contestaron que nada de nada, bueno, espera mozo, espera, nos queda una pero de las de 90 euros.
Menuda fortuna la mía.
Dejé un silencio de unos tres segundos para finalmente decir que me lo iba a pensar, mi interlocutor me advirtió que no lo pensara mucho.
Ya, ya, tranquilo.
Eran las once de la mañana.
Pensé que lo más divertido, y barato (sobre todo eso), era pasar de esa entrada y hacer caso a la redacción de El Estado Mental: Improvisa.
Revisé mi agenda de contactos y caí en la cuenta que mi amigo Oriol, a pesar de que ya lleva un tiempo en la ciudad, es de Barcelona.
Abracé ese dato como un mantra de salvación. En esos instantes los conceptos “ser de Barcelona” y “entrar gratis al fútbol” se mezclaron en mi cabeza.
Oriol tenía resaca.
¿Saliste un martes? No me jodas, tío, no me jodas.
Hay que tener muchas ganas para salir de marcha un martes por Huesca, en especial porque casi no hay bares abiertos por la noche.
Le expliqué mi situación y me dijo de ir a tomar unas cañas, necesitaba inspirarse.
El bar al que fuimos estaba lleno de camisetas blaugranas, da la casualidad que son los mismos colores que el F.C. Barcelona. Oriol se lo recordó a todos los clientes del bar y casi tenemos que salir por piernas.
No era el dato que necesitaban escuchar en ese momento.
Por suerte, conseguimos calmarles con un “seguro que hoy gana el Huesca” y pudimos pedir un par de cervezas. A la segunda ronda se le cambió la mirada y echó a reír. Había encontrado la solución para entrar al estadio.
Necesitábamos dos monos de trabajo y una escalera. En la mente de Oriol íbamos a ser los técnicos de luces que supervisarían el correcto flujo de lúmenes para ofrecer el partido por televisión. No entendí qué pintaba la escalera en ese plan, pero tampoco se lo pregunté.
Ya eran las tres de la tarde. La ronda de cañas se nos había ido de las manos.
Hasta las cinco no abren las tiendas, ¿qué narices hacemos?
Oye, ponnos otra ronda de cerveza.
Llegamos a la tienda de ropa laboral un poco perjudicados pero no lo suficiente como para que nos echaran. Tras un pase de modelos involuntario, ya que el suelo se nos movía cada vez más, salimos de ahí con dos flamantes monos azules dispuestos a entrar gratis al fútbol.
Faltaba la escalera. Me costó bastante convencer a Oriol para que descartase la idea.
Primero porque necesitábamos un coche para llevarla y ninguno de los dos estábamos en condiciones de conducir. Y segundo, ¿dónde íbamos a conseguir una escalera a esas horas?
Al estar tan perjudicados y sin posibilidad de usar el coche, decidimos ir corriendo hacia el estadio, así de paso, nos despejaríamos de tanta cerveza.
Cuando llegamos a las puertas del Alcoraz, puedo asegurar que veía luces blancas por los laterales y tenía todo mi cuerpo cubierto de sudor. Estaba al borde del ko. Y Oriol andaba parecido.
Oiga, que somos de la televisión, venimos a supervisar los lúmenes.
Sí, y yo soy Florentino Pérez.
Encantado, Florentino.
El guarda de seguridad del estadio no se creyó nuestro plan. Ya eran las ocho y media de la tarde. La gente empezaba a llegar en masa.
Lo mejor era olvidarse de entrar al estadio, irnos a un bar, ver el partido ahí y listo, pero no pude convencer a Oriol.
Insistió en que iba a entrar, incluso me apostó dinero (40 euros) a que lo conseguiría, se ligaría a alguien, entraría de polizón, haría lo que fuese necesario. 40 euros.
Ahí le dejé, en su delirio, todavía no sé qué pasó con él.
Yo me acerqué a La Zarza, uno de mis bares de confianza y disfruté del partido.
Aunque hay que reconocer, a pesar de la euforia reinante, que la cosa tuvo poca historia, doce minutos, lo que le costó a Rakitic marcar de falta directa. Un golazo.
En ningún momento se puso en peligro la victoria del Barça, y eso que los Messi Neymar Suárez se habían quedado en casa.
Bueno, para ser sinceros, en la segunda parte el Huesca mereció marcar un gol, jugó mejor y además recibió una asistencia increíble por parte de Douglas en el punto de penalty, pero no pudo ser.
En el descanso aún tuve tiempo de escuchar varios comentarios optimistas creyendo en la remontada. Que solo vamos tres cero, todo es posible.
Eso y alabanzas a Josan, el dorsal siete de la Sociedad Deportiva Huesca. Ídolo.
Tres de los cuatro goles del Barça fueron imparables,el Huesca no hizo méritos para llevarse esa goleada, lo que pasa es que los otros son muy buenos. Un tres uno habría sido más justo, pero como dijo aquel: fútbol es fútbol.
En fin, lo lógico para la vuelta es que el Barça elimine al Huesca sin ningún problema y yo esté más entero; por mi parte prometo no llamar a Oriol.
El desastre del año
El miércoles abrí el ojo antes de lo normal y sin despertador, algo inaudito en mi día a día, tengo que aprender a darle más importancia a estos detalles. Me di una ducha, preparé el desayuno y me puse a revisar el correo.
Un mail de infojobs y otro de la redacción de El Estado Mental.
En el asunto de este último ponía “urgente” y en él me pedían que escribiese una crónica del partido Huesca - Barcelona para su página web.
Me hizo ilusión, no solo se acordaban de que vivo en Huesca, sino que valoraban mi trabajo como para ofrecerme este tipo de encargos.
No lo pensé y les dije que sí.
Cómo iba a renunciar a cubrir el acontecimiento del año en mi ciudad.
A los cinco minutos de ese correo me contestaron de la redacción para decirme que no había posibilidad de acreditarme y que si tenía alguna opción de entrar al campo adelante, y que si no, pues que improvisara. Joder.
Recordé los precios de las entradas: 55, 70 y hasta 90 euros. Sí, sí, bueno, si fuese socio 25, pero no lo soy, olvida eso. ¿Merece la pena pagar ese precio? ¿Qué hago? ¿Qué narices hago?
Llamé a las oficinas del Huesca. ¿Alcoraz, dígame?
Les pregunté por entradas baratas, me contestaron que nada de nada, bueno, espera mozo, espera, nos queda una pero de las de 90 euros.
Menuda fortuna la mía.
Dejé un silencio de unos tres segundos para finalmente decir que me lo iba a pensar, mi interlocutor me advirtió que no lo pensara mucho.
Ya, ya, tranquilo.
Eran las once de la mañana.
Pensé que lo más divertido, y barato (sobre todo eso), era pasar de esa entrada y hacer caso a la redacción de El Estado Mental: Improvisa.
Revisé mi agenda de contactos y caí en la cuenta que mi amigo Oriol, a pesar de que ya lleva un tiempo en la ciudad, es de Barcelona.
Abracé ese dato como un mantra de salvación. En esos instantes los conceptos “ser de Barcelona” y “entrar gratis al fútbol” se mezclaron en mi cabeza.
Oriol tenía resaca.
¿Saliste un martes? No me jodas, tío, no me jodas.
Hay que tener muchas ganas para salir de marcha un martes por Huesca, en especial porque casi no hay bares abiertos por la noche.
Le expliqué mi situación y me dijo de ir a tomar unas cañas, necesitaba inspirarse.
El bar al que fuimos estaba lleno de camisetas blaugranas, da la casualidad que son los mismos colores que el F.C. Barcelona. Oriol se lo recordó a todos los clientes del bar y casi tenemos que salir por piernas.
No era el dato que necesitaban escuchar en ese momento.
Por suerte, conseguimos calmarles con un “seguro que hoy gana el Huesca” y pudimos pedir un par de cervezas. A la segunda ronda se le cambió la mirada y echó a reír. Había encontrado la solución para entrar al estadio.
Necesitábamos dos monos de trabajo y una escalera. En la mente de Oriol íbamos a ser los técnicos de luces que supervisarían el correcto flujo de lúmenes para ofrecer el partido por televisión. No entendí qué pintaba la escalera en ese plan, pero tampoco se lo pregunté.
Ya eran las tres de la tarde. La ronda de cañas se nos había ido de las manos.
Hasta las cinco no abren las tiendas, ¿qué narices hacemos?
Oye, ponnos otra ronda de cerveza.
Llegamos a la tienda de ropa laboral un poco perjudicados pero no lo suficiente como para que nos echaran. Tras un pase de modelos involuntario, ya que el suelo se nos movía cada vez más, salimos de ahí con dos flamantes monos azules dispuestos a entrar gratis al fútbol.
Faltaba la escalera. Me costó bastante convencer a Oriol para que descartase la idea.
Primero porque necesitábamos un coche para llevarla y ninguno de los dos estábamos en condiciones de conducir. Y segundo, ¿dónde íbamos a conseguir una escalera a esas horas?
Al estar tan perjudicados y sin posibilidad de usar el coche, decidimos ir corriendo hacia el estadio, así de paso, nos despejaríamos de tanta cerveza.
Cuando llegamos a las puertas del Alcoraz, puedo asegurar que veía luces blancas por los laterales y tenía todo mi cuerpo cubierto de sudor. Estaba al borde del ko. Y Oriol andaba parecido.
Oiga, que somos de la televisión, venimos a supervisar los lúmenes.
Sí, y yo soy Florentino Pérez.
Encantado, Florentino.
El guarda de seguridad del estadio no se creyó nuestro plan. Ya eran las ocho y media de la tarde. La gente empezaba a llegar en masa.
Lo mejor era olvidarse de entrar al estadio, irnos a un bar, ver el partido ahí y listo, pero no pude convencer a Oriol.
Insistió en que iba a entrar, incluso me apostó dinero (40 euros) a que lo conseguiría, se ligaría a alguien, entraría de polizón, haría lo que fuese necesario. 40 euros.
Ahí le dejé, en su delirio, todavía no sé qué pasó con él.
Yo me acerqué a La Zarza, uno de mis bares de confianza y disfruté del partido.
Aunque hay que reconocer, a pesar de la euforia reinante, que la cosa tuvo poca historia, doce minutos, lo que le costó a Rakitic marcar de falta directa. Un golazo.
En ningún momento se puso en peligro la victoria del Barça, y eso que los Messi Neymar Suárez se habían quedado en casa.
Bueno, para ser sinceros, en la segunda parte el Huesca mereció marcar un gol, jugó mejor y además recibió una asistencia increíble por parte de Douglas en el punto de penalty, pero no pudo ser.
En el descanso aún tuve tiempo de escuchar varios comentarios optimistas creyendo en la remontada. Que solo vamos tres cero, todo es posible.
Eso y alabanzas a Josan, el dorsal siete de la Sociedad Deportiva Huesca. Ídolo.
Tres de los cuatro goles del Barça fueron imparables,el Huesca no hizo méritos para llevarse esa goleada, lo que pasa es que los otros son muy buenos. Un tres uno habría sido más justo, pero como dijo aquel: fútbol es fútbol.
En fin, lo lógico para la vuelta es que el Barça elimine al Huesca sin ningún problema y yo esté más entero; por mi parte prometo no llamar a Oriol.