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Lucy, la mujer USB y la epistemología neoliberal
Los miércoles suelo ir con unas amigas al cine, en parte porque es más barato en parte porque a mitad de semana una se aburre. Esta semana tocaba Lucy de Luc Besson donde una cerebral Scarlett Johanson hacía de mula de una extraña droga recreativa cuya sobredosis provocaría la multiplicación de la capacidad mental, no así la sensibilidad multicultural, de las personas que la toman. La película, la verdad, no me gustó y no por una cuestión cinematográfica sino por las mismas razones por las que no me gusta la vida en general: por el racismo, el machismo y la epistemología neoliberal.
Las acusaciones de racismo de Lucy empezaron ya con el tráiler que contenía una secuencia donde aparecía la heroína maniatada delante de una pared en la que se podía leer con caracteres chinos “manzana”, “uva”, “tomate”, “mantente limpia” y otros violentos mensajes de la mafia taiwanesa. Muchos encontraron esta utilización del lenguaje chino como simple utilería decorativa francamente ofensiva, pero, ¡oh hermanas!, eso no era nada comparado con la retahíla de chistes en la que Johanson/Lucy perseguida por la mafia va disparando por el centro de Taiwán al grito de “¿hablas inglés?”. Una especie de lema de la superheroína que en su versión doblaba suponemos debía ser un terrorífico “¡¿hablas español?! ¡¡Pues toma para el pelo, separatista asiático!!”.
Pero no, los taiwaneses no hablaban inglés. En Lucy los orientales, entendidos como los Otros, la “Otredad” que dicen los finos, son presentados como mafiosos enloquecidos y violentos cuyas conversaciones, en realidad ruido rabioso, no se subtitulan porque no merece la pena entender a los subalternos. De nacionalidad indefinida —la mafia china se convierte en coreana a la llegada a París— se enfrentan a la coordinación funcionarial de los servicios de inteligencia franceses, italianos y alemanes, que al recibir el privilegio del subtitulado se organizan para acabar con el Mal. Un Mal que como siempre viene a Occidente llevado por el viento, por el aire en avión o por el mar en barco y ataúd como Drácula y que viene a sembrar el caos y muy probablemente a reventar los precios del calzado alicantino. A la altura del racismo y etnocentrismo de Golpe en la pequeña china (John Carpenter), esta película dice mucho también sobre Occidente, muy especialmente sobre lo poquísimo que tenemos que aportar.
Machismo. Aunque la compleja visión de género que han hecho de la película compañeras como Elisa G. McCausland en “Mírame a los ojos hermana” es muy sugerente en su interpretación de Lucy como post-mujer o ciborg en la estela de la teórica feminista Haraway, no sé si las comparto plenamente (chica, no sé). Me parece que Besson he intentado, pero sin esforzarse mucho, crear una nueva heroína que se desvincule de las luchadoras neumáticas, sexuales y ensimismadas de los noventa y de las blandas heroínas para adolescentes de los dos mil (Juegos del hambre). Una heroína que por supuestísimo sea heterosexual y que esté potente, ¡faltaría más!, pero que tampoco esté vinculada a la Naturaleza al modo de esa frase feminista que luego utilizaría Barbara Kruger en un cuadro de 1983 We won't play nature to your culture, es decir, No interpretaremos a la naturaleza en tu cultura.
Besson, hay que reconocérselo, da un giro poco frecuentado: la heroína que lo es previsiblemente por un accidente y por el mal uso de la ciencia que sintetiza una droga tiene un extraño poder, multiplicar su capacidad neuronal, es decir, ser puritito conocimiento. Pero aunque Lucy-robot sea una eficiente tecnología de conocimiento es bastante torpe como tecnología de género. Con Lucy, Besson, parece sustituir al héroe masculino de la sociedad actual, el hegemónico “Hombre de negocios transnacional” por la “Heroína de conocimiento global”, personificación apoteósica y un poco naif de la información en la era de Internet, que no puede desvincularse de los rasgos femeninos más obvios: ropa ceñida, labios como claveles reventones y el abuso de esa mirada perdida de muñeca hinchable que tan bien le sale a la Johansson y que aquí se justifica con que conocimiento es alienación de la realidad.
Epistemologia neoliberal. Ahora bien, ¿qué es para Besson el conocimiento? Besson plantea una definición de adquisición de conocimiento que es pura acumulación de capital cultural. Porque Lucy adquiere saberes como el que se compra la Espasa y la empieza a leer desde la A de la letra “a” hasta la Z de “Zworykin, Vladimir Kosma" (inventor del iconoscopio). Este empacho de deglutir conocimiento convierte a Lucy en una especie de máquina no irónica que en cierto modo nos habla de un sujeto post-posmoderno. Me explico mejor: mientras aumenta su capacidad neuronal Lucy dice a todo el mundo “Estoy supercentrada, lo veo todo clarísimo, vamos, prístino”. Su super-poder reside en cierto modo en convertirse en un sujeto racional unificado y sarcásticamente una película de tiros acaba recuperando el gran relato de la Cultura. Besson parece decirnos que nos olvidemos de los relatos posmodernos, de la fragmentación del saber (la heroína lucha por no fragmentarse físicamente), de que la verdad es un efecto del discurso, de que no existe una voz universal (existe gente de otras culturas) para exponer que desde su ático parisino él puede ver que existe una Verdad, que es Universal, que aparece reflejada en la Enciclopedia y que si es su versión francesa pues miel sobre hojuelas.
Ahora bien Besson apuesta más bien por la Encarta y el conocimiento tecnificado, haciendo que todo sea más neoliberal. Lucy innegablemente tiene algo de robot pero no tanto de ciborg posmoderno (mitad mujer, mitad máquina) como de memoria externa, de acumulación capitalista de conocimiento, de descargarse pdfs y películas que ojearemos superficialmente. El conocimiento de Lucy no tiene valor de cambio, ella no reflexiona sino que aprende insustancialmente como bien se ejemplifica en su viaje, nada más y nada menos, que por la Historia de la Humanidad. En este periplo, Lucy, convertida en una yuppie del saber, viajando por diferentes periodos históricos en su silla de despacho ergonómica y como si pasara fotos en su tablet transmite la idea de que es un sujeto privilegiado de la Sociedad de la Información. Toda la película se basa en que el conocimiento es poder (incluso físico) y que su adquisición se ajusta a las reglas del libre mercado, más en una época de privatización del saber, la educación y las ideas… que ese poder lo posea una mujer parece más una trampa y un accidente que una declaración de principios en un mundo donde existen mujeres-USB pero no mujeres científicas.
Lucy, la mujer USB y la epistemología neoliberal
Los miércoles suelo ir con unas amigas al cine, en parte porque es más barato en parte porque a mitad de semana una se aburre. Esta semana tocaba Lucy de Luc Besson donde una cerebral Scarlett Johanson hacía de mula de una extraña droga recreativa cuya sobredosis provocaría la multiplicación de la capacidad mental, no así la sensibilidad multicultural, de las personas que la toman. La película, la verdad, no me gustó y no por una cuestión cinematográfica sino por las mismas razones por las que no me gusta la vida en general: por el racismo, el machismo y la epistemología neoliberal.
Las acusaciones de racismo de Lucy empezaron ya con el tráiler que contenía una secuencia donde aparecía la heroína maniatada delante de una pared en la que se podía leer con caracteres chinos “manzana”, “uva”, “tomate”, “mantente limpia” y otros violentos mensajes de la mafia taiwanesa. Muchos encontraron esta utilización del lenguaje chino como simple utilería decorativa francamente ofensiva, pero, ¡oh hermanas!, eso no era nada comparado con la retahíla de chistes en la que Johanson/Lucy perseguida por la mafia va disparando por el centro de Taiwán al grito de “¿hablas inglés?”. Una especie de lema de la superheroína que en su versión doblaba suponemos debía ser un terrorífico “¡¿hablas español?! ¡¡Pues toma para el pelo, separatista asiático!!”.
Pero no, los taiwaneses no hablaban inglés. En Lucy los orientales, entendidos como los Otros, la “Otredad” que dicen los finos, son presentados como mafiosos enloquecidos y violentos cuyas conversaciones, en realidad ruido rabioso, no se subtitulan porque no merece la pena entender a los subalternos. De nacionalidad indefinida —la mafia china se convierte en coreana a la llegada a París— se enfrentan a la coordinación funcionarial de los servicios de inteligencia franceses, italianos y alemanes, que al recibir el privilegio del subtitulado se organizan para acabar con el Mal. Un Mal que como siempre viene a Occidente llevado por el viento, por el aire en avión o por el mar en barco y ataúd como Drácula y que viene a sembrar el caos y muy probablemente a reventar los precios del calzado alicantino. A la altura del racismo y etnocentrismo de Golpe en la pequeña china (John Carpenter), esta película dice mucho también sobre Occidente, muy especialmente sobre lo poquísimo que tenemos que aportar.
Machismo. Aunque la compleja visión de género que han hecho de la película compañeras como Elisa G. McCausland en “Mírame a los ojos hermana” es muy sugerente en su interpretación de Lucy como post-mujer o ciborg en la estela de la teórica feminista Haraway, no sé si las comparto plenamente (chica, no sé). Me parece que Besson he intentado, pero sin esforzarse mucho, crear una nueva heroína que se desvincule de las luchadoras neumáticas, sexuales y ensimismadas de los noventa y de las blandas heroínas para adolescentes de los dos mil (Juegos del hambre). Una heroína que por supuestísimo sea heterosexual y que esté potente, ¡faltaría más!, pero que tampoco esté vinculada a la Naturaleza al modo de esa frase feminista que luego utilizaría Barbara Kruger en un cuadro de 1983 We won't play nature to your culture, es decir, No interpretaremos a la naturaleza en tu cultura.
Besson, hay que reconocérselo, da un giro poco frecuentado: la heroína que lo es previsiblemente por un accidente y por el mal uso de la ciencia que sintetiza una droga tiene un extraño poder, multiplicar su capacidad neuronal, es decir, ser puritito conocimiento. Pero aunque Lucy-robot sea una eficiente tecnología de conocimiento es bastante torpe como tecnología de género. Con Lucy, Besson, parece sustituir al héroe masculino de la sociedad actual, el hegemónico “Hombre de negocios transnacional” por la “Heroína de conocimiento global”, personificación apoteósica y un poco naif de la información en la era de Internet, que no puede desvincularse de los rasgos femeninos más obvios: ropa ceñida, labios como claveles reventones y el abuso de esa mirada perdida de muñeca hinchable que tan bien le sale a la Johansson y que aquí se justifica con que conocimiento es alienación de la realidad.
Epistemologia neoliberal. Ahora bien, ¿qué es para Besson el conocimiento? Besson plantea una definición de adquisición de conocimiento que es pura acumulación de capital cultural. Porque Lucy adquiere saberes como el que se compra la Espasa y la empieza a leer desde la A de la letra “a” hasta la Z de “Zworykin, Vladimir Kosma" (inventor del iconoscopio). Este empacho de deglutir conocimiento convierte a Lucy en una especie de máquina no irónica que en cierto modo nos habla de un sujeto post-posmoderno. Me explico mejor: mientras aumenta su capacidad neuronal Lucy dice a todo el mundo “Estoy supercentrada, lo veo todo clarísimo, vamos, prístino”. Su super-poder reside en cierto modo en convertirse en un sujeto racional unificado y sarcásticamente una película de tiros acaba recuperando el gran relato de la Cultura. Besson parece decirnos que nos olvidemos de los relatos posmodernos, de la fragmentación del saber (la heroína lucha por no fragmentarse físicamente), de que la verdad es un efecto del discurso, de que no existe una voz universal (existe gente de otras culturas) para exponer que desde su ático parisino él puede ver que existe una Verdad, que es Universal, que aparece reflejada en la Enciclopedia y que si es su versión francesa pues miel sobre hojuelas.
Ahora bien Besson apuesta más bien por la Encarta y el conocimiento tecnificado, haciendo que todo sea más neoliberal. Lucy innegablemente tiene algo de robot pero no tanto de ciborg posmoderno (mitad mujer, mitad máquina) como de memoria externa, de acumulación capitalista de conocimiento, de descargarse pdfs y películas que ojearemos superficialmente. El conocimiento de Lucy no tiene valor de cambio, ella no reflexiona sino que aprende insustancialmente como bien se ejemplifica en su viaje, nada más y nada menos, que por la Historia de la Humanidad. En este periplo, Lucy, convertida en una yuppie del saber, viajando por diferentes periodos históricos en su silla de despacho ergonómica y como si pasara fotos en su tablet transmite la idea de que es un sujeto privilegiado de la Sociedad de la Información. Toda la película se basa en que el conocimiento es poder (incluso físico) y que su adquisición se ajusta a las reglas del libre mercado, más en una época de privatización del saber, la educación y las ideas… que ese poder lo posea una mujer parece más una trampa y un accidente que una declaración de principios en un mundo donde existen mujeres-USB pero no mujeres científicas.