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El punki de Torres Bermejas
Una visita a Richard Dudanski
El músico inglés Richard Nother quemó su juventud en los años 70 viviendo en casas okupas de Londres. Participó, como batería del grupo 101ers, en el ambiente en que se forjó el punk. Amigo y compañero suyo en esa banda fue Joe Strummer, líder mítico de The Clash. El propio Strummer fue quien lo “bautizó” como Richard 'snakehips' Dudanski en sus años mozos. Y como Richard Dudanski se ha quedado. Porque desde entonces a este baterista se le conoce por ese nombre artístico. Sus memorias, que le animó a escribir el propio Strummer antes de morir en 2002, las firma, de hecho, como Richard Dudanski. Se titulan Squat City Rocks, un libro que este músico autoeditó en 2013 y que se encuentra en fase de traducción al español. Sus páginas constituyen un original testimonio de lo que fueron los momentos previos a la eclosión del punk y ofrece aspectos poco conocidos de la vida de Strummer antes de The Clash.
Dudanski presentó no hace mucho el contenido del libro en Berlín. Pero es en Granada, su ciudad y la mía también ˗aunque yo lleve lustros viviendo en el extranjero˗, donde nos vemos para hablar de sus memorias. A sus 63 años, este inglés lleva décadas afincado en una preciosa casa del mágico barrio del Albayzín. Vive a unos diez minutos a pie de la Alhambra, y frente a su casa están las imponentes Torres Bermejas, una fortaleza del siglo IX de la Granada musulmana. En términos inmobiliarios, según me dijo un promotor en mis días de periodista en prácticas para la extinta Localia Televisión, esa zona del centro granadino es “pata negra”.
Con esto en mente, surge la pregunta ¿Cómo se explica que alguien vinculado al movimiento punk pueda vivir en semejante lugar? Pues Richard Dudanksi vive ahí, precisamente, porque siempre ha sido punki. Pero su forma de comulgar con lo punk no es una cuestión de look. “Es muy complicado y a la vez muy importante dar una definición al punk, de hecho, ya hay muchas definiciones; yo no sé lo que es exactamente, pero sí sé lo que no es el punk”, dice Dudanski. “No es una forma de vestir ni de tocar, y si es eso no me interesa nada, para mí lo de ser punki es vivir la vida siguiendo el dicho do it yourself”. Su casa en el Albayzín es justamente producto de esa manera de ver el punk. Antes de tener como hogar un lugar extremada y curiosamente acogedor –hay una batería en el salón–, su casa fue una ruina que tuvo que rehacer Dudanski con sus propios y escasos medios cuando seguramente nadie quería vivir en ese barrio granadino. A estas alturas es raro ver ese tipo de construcciones antiguas a punto de desmoronarse en tan exclusiva zona de Granada. Pero todavía quedan. Cuando salimos a la azotea para hacer la foto que ilustra esta entrevista, Dudanski me señala una antigua casa medio derruida por el paso de los años y el desuso. “La mía era como esa”, recuerda.
Ya instalados en el salón, Dudanski no tarda en entrar en materia. No hay tiempo que perder, este veterano batería tiene previsto irse a tocar en unas horas con su banda actual (Doghouse) en el Bar de Jo, un garito de moteros en Los Escullos (Almería). Asegura que si bien a la etapa anterior al nacimiento del punk se le ha puesto la etiqueta de “proto-punk”, ninguno de los que participaron en lo que duró la aventura de los 101ers entre 1974 y 1976 eran muy conscientes de cuál era su género musical. “Con la etiqueta del proto-punk se alude a la fermentación del cambio del punk, aunque sin realizarse como movimiento”, pero “cuando yo empecé en los 101ers, aquello era tocar por tocar, se llamaba pub-rock porque se tocaba en pubs, y en este sentido era igual que el punk, que también era pub-rock porque se tocaba en los pubs”, dice Dudanski.
La intensidad con la que se vivía la música punk sobre el escenario ya estaba presente cuando Strummer, Dudanski y compañía tocaban en directo. Los conciertos de los 101ers “eran muy físicos, especialmente para Joe y para mí”, por eso “mucha gente pensaba que estábamos de speed, coca, o algo así, pero el hecho es que nunca tomamos nada”, se lee en sus memorias. Strummer lo dijo en su día, los 101ers “no tenían dinero ni para pagarnos un trago”. Dudanski confiesa en su libro que él apenas podía costearse baquetas nuevas, con el agravante de que las rompía a pares en los conciertos. Lo que sí atesoraba Joe Strummer, a diferencia de sus primeros compañeros musicales, es lo que Dudanski supone que es carisma. “Joe tenía un interés auténtico por cuanto había a su alrededor”, escribe el otrora batería de los 101ers.
Por eso, según Dudanski, a Strummer no se le escapó el tren del punk, al que Joe vio calentar motores especialmente en un par de conciertos en los que los 101ers tocaron con los emergentes Sex Pistols. “Joe estaba más al corriente que ninguno de nosotros del significado de lo que estaba ocurriendo, pues era un lector asiduo de la prensa musical” en un momento en el que “los Pistols estaban teniendo un impacto enorme”, sostiene Dudanski. En 1976, Bernard Rhodes, quien se convertiría ese año en mánager de The Clash, llegó a dar un ultimátum a Strummer para que formara parte de la que sería una de las bandas que cambiaría la escena musical alternativa. Strummer quería que su batería le acompañara en esa aventura. Pero Dudanski se negó porque desconfiaba de los mánagers que manejaban a los grupos punk. “Yo no iba a decir eso de que 'Chuck Berry está muerto', porque durante años tocamos música de Chuck Berry, aunque Joe lo hizo”, explica.
Dudanski no duda en apuntar que el punk “fue absorbido por la industria”. Pero eso no quiere decir que ese movimiento esté muerto, al menos según lo entiende él. “Si hablamos del punk como una moda de llevar crestas o cosas así, entonces el punk sí puede morir, pero entendido como una actitud, el punk no puede morir”, sostiene. Peinados aparte, donde Dudanski ve atisbos de vida punki es en cuanto emprenden los jóvenes que mantienen en funcionamiento casas okupas, “para tocar música, electrónica, rock, heavy, lo que sea, la gente se junta, y menos mal que allí todavía existe un poco de espíritu de rebelión”. Él se pasó su juventud en ese ambiente, cuando Londres aún tenía sitio para esas experiencias. Ahora, en la capital británica el fenómeno okupa ha quedado minimizado. “Ya no hay comunidades okupas, porque antes lo que había eran comunidades, muchos edificios de protección oficial por los que el Gobierno no había hecho nada para rehabilitarlos y estaban ahí vacíos, y la gente los cogía y formaban comunas”, mantiene Dudanski.
Aún hoy, en España, él sí ha podido experimentar de primera mano iniciativas okupas. Su hijo, sin ir más lejos, estuvo viviendo un tiempo en una de ellas en Barcelona. La capital catalana, como toda metrópolis que se precie, también está sometida a la presión de una gentrificación similar a la que en su día sufrió Londres. Pero incluso teniendo en cuenta ese fenómeno, una conversación con Dudanski ofrece una visión esperanzadora sobre el futuro de aquellos que creen en formas alternativas de ver y organizar su vida. El punk, entendido como moda juvenil, puede estar bajo tierra. Pero las ideas es más difícil enterrarlas. Seguro que ese do it yourself que Dudanski plantea como lema del punk tiene mucha vida por delante.
Detalle de la portada de Squat City Rocks; Richard Dudanski en la terraza de su casa del Albayzín de Granada, fotografiado por Salvador Martínez Mas; Joe Strummer y Richard Dudanski fotografiados por Julian Yewdall.
El punki de Torres Bermejas
El músico inglés Richard Nother quemó su juventud en los años 70 viviendo en casas okupas de Londres. Participó, como batería del grupo 101ers, en el ambiente en que se forjó el punk. Amigo y compañero suyo en esa banda fue Joe Strummer, líder mítico de The Clash. El propio Strummer fue quien lo “bautizó” como Richard 'snakehips' Dudanski en sus años mozos. Y como Richard Dudanski se ha quedado. Porque desde entonces a este baterista se le conoce por ese nombre artístico. Sus memorias, que le animó a escribir el propio Strummer antes de morir en 2002, las firma, de hecho, como Richard Dudanski. Se titulan Squat City Rocks, un libro que este músico autoeditó en 2013 y que se encuentra en fase de traducción al español. Sus páginas constituyen un original testimonio de lo que fueron los momentos previos a la eclosión del punk y ofrece aspectos poco conocidos de la vida de Strummer antes de The Clash.
Dudanski presentó no hace mucho el contenido del libro en Berlín. Pero es en Granada, su ciudad y la mía también ˗aunque yo lleve lustros viviendo en el extranjero˗, donde nos vemos para hablar de sus memorias. A sus 63 años, este inglés lleva décadas afincado en una preciosa casa del mágico barrio del Albayzín. Vive a unos diez minutos a pie de la Alhambra, y frente a su casa están las imponentes Torres Bermejas, una fortaleza del siglo IX de la Granada musulmana. En términos inmobiliarios, según me dijo un promotor en mis días de periodista en prácticas para la extinta Localia Televisión, esa zona del centro granadino es “pata negra”.
Con esto en mente, surge la pregunta ¿Cómo se explica que alguien vinculado al movimiento punk pueda vivir en semejante lugar? Pues Richard Dudanksi vive ahí, precisamente, porque siempre ha sido punki. Pero su forma de comulgar con lo punk no es una cuestión de look. “Es muy complicado y a la vez muy importante dar una definición al punk, de hecho, ya hay muchas definiciones; yo no sé lo que es exactamente, pero sí sé lo que no es el punk”, dice Dudanski. “No es una forma de vestir ni de tocar, y si es eso no me interesa nada, para mí lo de ser punki es vivir la vida siguiendo el dicho do it yourself”. Su casa en el Albayzín es justamente producto de esa manera de ver el punk. Antes de tener como hogar un lugar extremada y curiosamente acogedor –hay una batería en el salón–, su casa fue una ruina que tuvo que rehacer Dudanski con sus propios y escasos medios cuando seguramente nadie quería vivir en ese barrio granadino. A estas alturas es raro ver ese tipo de construcciones antiguas a punto de desmoronarse en tan exclusiva zona de Granada. Pero todavía quedan. Cuando salimos a la azotea para hacer la foto que ilustra esta entrevista, Dudanski me señala una antigua casa medio derruida por el paso de los años y el desuso. “La mía era como esa”, recuerda.
Ya instalados en el salón, Dudanski no tarda en entrar en materia. No hay tiempo que perder, este veterano batería tiene previsto irse a tocar en unas horas con su banda actual (Doghouse) en el Bar de Jo, un garito de moteros en Los Escullos (Almería). Asegura que si bien a la etapa anterior al nacimiento del punk se le ha puesto la etiqueta de “proto-punk”, ninguno de los que participaron en lo que duró la aventura de los 101ers entre 1974 y 1976 eran muy conscientes de cuál era su género musical. “Con la etiqueta del proto-punk se alude a la fermentación del cambio del punk, aunque sin realizarse como movimiento”, pero “cuando yo empecé en los 101ers, aquello era tocar por tocar, se llamaba pub-rock porque se tocaba en pubs, y en este sentido era igual que el punk, que también era pub-rock porque se tocaba en los pubs”, dice Dudanski.
La intensidad con la que se vivía la música punk sobre el escenario ya estaba presente cuando Strummer, Dudanski y compañía tocaban en directo. Los conciertos de los 101ers “eran muy físicos, especialmente para Joe y para mí”, por eso “mucha gente pensaba que estábamos de speed, coca, o algo así, pero el hecho es que nunca tomamos nada”, se lee en sus memorias. Strummer lo dijo en su día, los 101ers “no tenían dinero ni para pagarnos un trago”. Dudanski confiesa en su libro que él apenas podía costearse baquetas nuevas, con el agravante de que las rompía a pares en los conciertos. Lo que sí atesoraba Joe Strummer, a diferencia de sus primeros compañeros musicales, es lo que Dudanski supone que es carisma. “Joe tenía un interés auténtico por cuanto había a su alrededor”, escribe el otrora batería de los 101ers.
Por eso, según Dudanski, a Strummer no se le escapó el tren del punk, al que Joe vio calentar motores especialmente en un par de conciertos en los que los 101ers tocaron con los emergentes Sex Pistols. “Joe estaba más al corriente que ninguno de nosotros del significado de lo que estaba ocurriendo, pues era un lector asiduo de la prensa musical” en un momento en el que “los Pistols estaban teniendo un impacto enorme”, sostiene Dudanski. En 1976, Bernard Rhodes, quien se convertiría ese año en mánager de The Clash, llegó a dar un ultimátum a Strummer para que formara parte de la que sería una de las bandas que cambiaría la escena musical alternativa. Strummer quería que su batería le acompañara en esa aventura. Pero Dudanski se negó porque desconfiaba de los mánagers que manejaban a los grupos punk. “Yo no iba a decir eso de que 'Chuck Berry está muerto', porque durante años tocamos música de Chuck Berry, aunque Joe lo hizo”, explica.
Dudanski no duda en apuntar que el punk “fue absorbido por la industria”. Pero eso no quiere decir que ese movimiento esté muerto, al menos según lo entiende él. “Si hablamos del punk como una moda de llevar crestas o cosas así, entonces el punk sí puede morir, pero entendido como una actitud, el punk no puede morir”, sostiene. Peinados aparte, donde Dudanski ve atisbos de vida punki es en cuanto emprenden los jóvenes que mantienen en funcionamiento casas okupas, “para tocar música, electrónica, rock, heavy, lo que sea, la gente se junta, y menos mal que allí todavía existe un poco de espíritu de rebelión”. Él se pasó su juventud en ese ambiente, cuando Londres aún tenía sitio para esas experiencias. Ahora, en la capital británica el fenómeno okupa ha quedado minimizado. “Ya no hay comunidades okupas, porque antes lo que había eran comunidades, muchos edificios de protección oficial por los que el Gobierno no había hecho nada para rehabilitarlos y estaban ahí vacíos, y la gente los cogía y formaban comunas”, mantiene Dudanski.
Aún hoy, en España, él sí ha podido experimentar de primera mano iniciativas okupas. Su hijo, sin ir más lejos, estuvo viviendo un tiempo en una de ellas en Barcelona. La capital catalana, como toda metrópolis que se precie, también está sometida a la presión de una gentrificación similar a la que en su día sufrió Londres. Pero incluso teniendo en cuenta ese fenómeno, una conversación con Dudanski ofrece una visión esperanzadora sobre el futuro de aquellos que creen en formas alternativas de ver y organizar su vida. El punk, entendido como moda juvenil, puede estar bajo tierra. Pero las ideas es más difícil enterrarlas. Seguro que ese do it yourself que Dudanski plantea como lema del punk tiene mucha vida por delante.
Detalle de la portada de Squat City Rocks; Richard Dudanski en la terraza de su casa del Albayzín de Granada, fotografiado por Salvador Martínez Mas; Joe Strummer y Richard Dudanski fotografiados por Julian Yewdall.