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Epílogo a la locura

“La mentira originada en defensa propia deriva en auto-engaño. Es el final de la salud, 
puesto que lleva a la negación de uno mismo, que es el fin del ser y la ansiedad última.”
J.M. Shien

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Las enfermedades mentales son una pandemia. Según el psicoanalista belga Pierre Daco, el número de alienados se duplicó durante el siglo XX. La prevalencia de enfermedades mentales excede ya a la del crecimiento poblacional. La E.C.A. (Epidemiological Catchment Area) señala que el 38% de los evaluados ha experimentado al menos un desorden psiquiátrico a lo largo de su vida. En 1994, R.C. Kessler señaló que uno de cada dos americanos había padecido algún desorden psiquiátrico y el 14% se había visto afectado por tres o más desórdenes, tratándose en un 90% de casos severos. A la vista de estos datos resulta paradójico que, aún hoy, padecer una enfermedad mental estigmatice al enfermo. La sociedad al completo está bajo sospecha. 

Transcurridos los tres primeros lustros del siglo XXI, el ingreso en una institución psiquiátrica sigue colgando una etiqueta indecorosa que ejerce como factor de prejuicios y exclusión social aun después de haberte curado. La gente se protege de los locos igual que en el medievo se protegían de los leprosos. Sin embargo, del mismo modo que el cáncer era hace poco tabú, una palabra cuya mención causaba temor remitiendo a la Muerte, y, gracias a los avances oncológicos y las campañas informativas, pasó a considerarse a los afectados como ejemplos de coraje y ganas de vivir; así, la paulatina comprensión de las psicopatologías y sus causas derivará en que los enfermos que las superen sean, finalmente, paradigmas de estabilidad y positivo diálogo. Una estabilidad basada en la primacía de los hechos sobre la interpretación subjetiva de los mismos. Es decir, de la razón sobre las emociones; pues éstas, “como un río crecido que arrasa sus orillas, pueden ser anárquicas y destructivas”.

Quienes regresan de estar locos son testigos de ello. 

Conocen el largo pasillo del infierno y su puerta de salida. Al escucharles, la sociedad podrá nutrirse de la experiencia psicopatológica en vez de fisgar con morbo en sus manifestaciones. Si el cáncer deriva en fuerza vital, las enfermedades mentales atraen al intelecto. Quizás todo sea una broma infinita.

 

“Cuando utilizamos una excusa
para no hacer caso a la conciencia,
colocamos un ladrillo en
la torre del ego”
 

En 2011 tuve un episodio psicótico que mejoró rápidamente con el tratamiento farmacológico. Su eclosión es lo de menos. La llaga dice poco del mal que la causa; avisa, no explica, es el cráter de la escoria. La génesis, por el contrario, es reveladora, y su desarrollo embrionario puede medirse con pulcra exactitud por quienes han padecido y posteriormente sanado de una enfermedad mental. La extraordinaria potencia cosmogónica de una psicopatología se condensa en su génesis. Allí está la raíz y allí debe acudirse para extirparla. 

El cuadro del delirio, en su expresión más colorida y profusa, entremezcla la lucidez implacable de un discurso fidedigno con la rebeldía exculpatoria y justificadora que lo niega para mantener su hegemonía. Por así decir, la conciencia acosa a nuestro ego. Lo subterráneo emerge devastando de la superficie lo inconsistente y lo superfluo. La locura es el grito de la conciencia que desea vivir sobre la simulación. Es una lucha definitiva. O el alma se impone, o el afectado colapsa. Cada loco es testigo de sí mismo, la posibilidad de un mutante capaz de verter luz sobre generaciones sedimentarias de oscuridad y miedo. Porque la ocultación está en la raíz de todas las psicopatologías. Y lo que trata de ocultarse es, en primer lugar, un acto que avergüenza; y después, las estrategias que se elaboran para justificarlo. Dichas estrategias son más ruines conforme se persiste en defender la transgresión cometida. De este modo, se genera una vorágine que alcanza un volumen superior al de su origen, hace más daño y, por tanto, precisa a su vez tácticas más enrevesadas y sublimes de sostenimiento o secretismo de nuestra maldad. La presión que se genera en el subconsciente es inaudita, y éste, como el magma de las profundidades subterráneas, comienza a bullir y buscar escapes. Según la vía de salida que encuentre, el paciente manifestará unos u otros síntomas y será diagnosticado. Esta es la tesis de la Psiquiatría Existencialista, perfecta y detalladamente expuesta por M.D. Niv, M.D. en Reason in Madness, Ever Publishing, Nueva York. 1996, cuya lectura recomiendo a los interesados. 

La locura es un combate definitivo del alma. 

Dicho de otro modo, cuando utilizamos una excusa para no hacer caso a la conciencia, colocamos un ladrillo en la torre del ego. De ahí el necesario concepto de Caída: Babel podría ser una representación de todas las sumas de subterfugios, artimañas e inteligencias que pretenden levantarse por encima de la ética moral. Así, los audaces hablan lenguas distintas, pues cada cual sostiene su propio engaño y como consecuencia no pueden entenderse. Epítome de la Soberbia, Lucifer es también el arquetipo del Ego. No importa cuán inteligentes sean nuestras tácticas, la conciencia
pura inserta en cada hombre permanece inalterable, e inalterable observa la magnífica hecatombe de los sistemas levantados cuando estos revientan su riqueza contra el suelo. 

La herida que pudre a la razón es no reconocer la verdad. 

¿Quiénes somos? ¿Qué hemos hecho? ¿Cómo remediarlo?

Así como un enfermo anhela la salud, el loco se anhela a sí mismo.

Ahora, aplíquese a ello la premisa de las naciones como representación de los individuos que las componen. El creciente y desorbitado índice de psicopatologías en nuestras sociedades civilizadas indicaría que estas ya no se creen su propia imagen, que la repudian y les atormenta a pesar de todos y cada uno de las excusas de distracción ideadas; pero también que tenemos la oportunidad de un retorno brillante hacia las fuentes. Ésa es la crisis del XXI; y ésta la inevitabilidad de un nuevo paradigma. 

“There is an inner drive in human beings to truth and to reality.”
Lying and its Detection
J.A. Larson

Jaim Royo

Jaim Royo (Madrid, 1971) es escritor. Ha publicado, entre otras, las novelas Malvania Gran océano, traducida al coreano.