Contenido

La Máquina del Arte y la Cultura

Una conversación
Modo lectura

El escritor Jaim Royo ha reunido en su casa al escritor José Ángel Mañas, el cantaor flamenco Arcángel y el filósofo y galerista Jacobo Fitz-James Stuart, para hablar del estado de la cultura y del arte y de otras cosas que les interesen. Subvenciones, ejercicios de musculación, talento, éxito repentino, son algunos de los temas que irán apareciendo. 

Estamos merendando.

Hay vino y cerveza. 

Aprieto el ON.

Revuelo, como si hubiera espantado a una bandada de pájaros de los cables de la luz.

JOSÉ ÁNGEL MAÑAS (M): Se acabó, aquí ya nadie habla normal.

ENTREVISTADOR (E): El queso, los dulces y el vino contra la grabadora.

ARCÁNGEL (A): La máquina está en desventaja.

M: Digamos lo que digamos, nos va a apañar.

E: Me gusta eso de que “la máquina está en desventaja”. Es una buena manera de empezar saltándonos el orden. ¿Quién programa La Máquina del Arte y la Cultura?

JACOBO FITZ-JAMES (JF-J): El arte es un reflejo del mundo en el que se inscribe, así que ya sabes lo que pasa: grandes concentraciones y dificultad para chiringos autónomos. En nuestro caso, las ferias marcan la tendencia. Las galerías somos un sándwich entre las ferias y el artista.

E: ¿Qué va antes: el marketing o el talento?

M: En el mundo literario ya no se sabe quién discrimina. Una de las conclusiones de la película documental Generación Kronen (Luis Mancha, 2015) es que uno de los efectos de la crisis del sector es la degradación de los mecanismos de validación del escritor. Antes estaba claro. En los noventa, Babelia era una institución. Críticos como Conte, Bértolo o Echevarría te consagraban. Hoy, eso se ha venido abajo. ¿Quién es un buen novelista? No se sabe, sólo se sabe quién vende mucho.

E: La crisis ha obligado a la industria a apostar por los best-sellers de masa con portadas de cine.

M: Ha sido un tsunami bestial. Si Vargas Llosa vendía 200.000 ejemplares en los noventa, hoy vende 20.000. Y el que vendía 20.000, hoy vende 2.000.  Sin embargo, el libro que vende mucho vende más que nunca. Lo que ha desaparecido ha sido la clase media literaria.

E: Otra vez el reflejo social.

M: Efectivamente.

A: Yo iría a un análisis más personal del asunto. Lo que manda es el desprestigio. El arte ha pasado de ser algo respetable que incidía en la vida de las personas a ser algo excepcional y desvalorizado.

E: ¿Qué es el arte, Arcángel?

A: Para mí, es una vía de expresión a los sentimientos puros.

M: Y también manejo de una forma.

A: Eso ya es el artista. Volviendo al tema de quién maneja el cotarro y pone a la gente en el sitio, hay que hacer un ejercicio de responsabilidad. Los artistas hemos sido demasiado pudorosos a la hora de opinar. Hemos dejado que factores y personajes externos sean los que valoren nuestra cuestión. No nos hemos atrevido a emitir juicios para evitar problemas.

E: ¿Se está siendo desconsiderado con el público desde los despachos?

A: Directamente.

E: ¿Cómo se lucha contra eso?

M: Los escritores valoramos la crítica del tío que escribe, no la del periodista cultural. De mí, sin conocerme, habló bien Umbral. Y es lo que me ha quedado del boom de Historias del Kronen. El que está todo el día picando piedra sabe de qué va la cosa. Esto tiene una vertiente especial: la del escritor para escritores, por lo general alejado del público. Cada uno tiene su espacio. Lo que no puede ser es que todo sea para el consumidor de gama baja, y, por lo mismo, el mercado tampoco puede decantarse hacia las élites. Ha de haber un equilibrio.

E: Pero en los despachos, ¿se hace una reflexión cultural para entender el momento histórico-social y publicar en consonancia, o sólo se manejan variables económicas? Al fin y al cabo, los creadores que han marcado época hablaron de su tiempo. ¿Cuáles son los derroteros del siglo XXI?

JF-J: Hay una enorme dificultad para encontrar espacios adecuados. El contexto importa. Por ejemplo, un texto maravilloso se diluye en Facebook. Parte del problema es que este hábitat impide que se levanten sentidos: los diluye. Eso obliga a los artistas a hacer cosas que llamen la atención. Quizás tienen trabajos elaborados y, sin embargo, se ven en la necesidad de hacer sketches. Mi labor es precisamente la de crear espacio y tiempo para ellos.

M: Eso es muy importante, porque hay creadores que nunca encuentran a su público, y tú te encargas de conectarlos.

A: Yo encuentro el mundo del arte demasiado conservador en alguno de sus pensamientos. Quiere nadar sin mojarse, guardar las formas. Tenemos que decir las cosas alto y claro, sin ofender y con el máximo respeto, pero hay que decirlas. Yo creo que tú, como galerista, y tú, como escritor, y yo, como cantaor flamenco, tenemos la responsabilidad de orientar a la gente. Y no por ello estamos siendo sectarios, ni obviando a nadie. Parte de nuestra profesión, de nuestro derecho y de nuestro deber es mostrar el camino. Esto es como el que estudia siempre lo que ya sabe; pues sabrá un poco más de lo mismo, pero no sabe nada de lo que no sabe. Y es lo que estamos potenciando: que nadie aprenda lo diferente.

JF-J: Yo entré en el mundo del arte por curiosidad. Para mí, es un aprendizaje. Y cuando alguien entra a mi galería me interesa preguntarle qué es lo que ve, no soltarle un rollo, que es de lo que se ha abusado.

E: Arcángel habla de educar al público para la belleza.

M: Es un tema muy complicado, porque entre medias tienes editores, productores, etc. Pero estoy de acuerdo en que hay que compartir valores estéticos para aprender a apreciar. El gusto estético es una construcción cultural.

E: ¿Cómo se da un golpe de estado a la Industria?

A: Tomando la responsabilidad. Los dueños de las editoriales tenían que ser artistas, los dueños de las casas discográficas tenían que ser artistas y los dueños de las galerías también, o al menos saber apreciar la esencia y práctica del arte. El arte no es teoría, concepto y números.

JF-J: Pero hay que hacerlo de manera suave.

E: Con suavidad no se gana. Ahí tenemos a Alberto Olmos partiendo la pana con tijeras de sastre, a Pron cuestionando la vigencia de Cela o a Blackie Books apostando por historias del siglo XXI. No son nada suaves.

A: Cuando vamos al médico exigimos que el que te mira esté preparado para hacerlo. No tenemos el mismo rasero con los artistas.

M: Me gusta el ejemplo del médico. Veámoslo también desde el tenis. Llega uno y dice, soy el number one. Respuesta: Ok, mira, aquí tienes a Djokovic y a Nadal, gánales y me lo dices. Es decir, la jerarquía se respeta. El problema es que en el arte es más complejo. Todos gritan: «¡aquí estoy yo!» Y los criterios de discernimiento están difusos. Necesitamos un Nadal y un Djokovic que nos pongan en nuestro lugar.

E: Eso es como pedirle tres años de experiencia a quien busca su primer trabajo.

M: A ver, la industria editorial venía funcionando de manera que un editor publicaba diez libros, de los cuales a él le parecían excelentes tres, que, sin embargo, eran deficitarios para su estructura. ¡Pero con uno de los otros siete cubría el presupuesto total! ¿Qué es lo que pasa ahora? Que quieren que cada libro cubra sus propios gastos. Y ahí se acaba el margen del editor para  apostar por el talento. Lo matas. Desbaratas su porcentaje para asumir riesgos. Por otra parte está el artista que vive de ello y no puede hacer lo que quisiera porque no le dejan. ¿Qué hace? ¿Se queda en la calle? Flaubert era rentista, pero el escritor que depende del mercado tiene que sacarse las castañas del fuego.

E: Y en ese caso, lo que hace ¿es cultura o producto?

M: Bueno, Dickens y Dostoievski vivían colgados de las deudas y por tanto eran esclavos de sus jefes. No hay que demonizar al mercado. Hay veces que te exprime para bien.

A: A nivel privado, que un galerista, un editor y un hombre de negocios hagan con su dinero lo que quieran me parece correcto. El problema es que el mundo del arte está sustentado por dinero público e instituciones públicas que están eludiendo su responsabilidad.

JF-J: Sí, pero también, por otra parte, las subvenciones ha arruinado a una generación de artistas que vivían de ellas y en cuanto se ha caído el chiringo ha quedado claro que no son nada.

E: Eso es mucho decir.

M: Es verdad que se habla de la dictadura del público, pero también es cierto que el público se traga lo que le das. Así que tenemos al creador por un lado, al público por otro, y a los intermediarios tratando de ponerles de acuerdo, que es lo que Jacobo hace desde su galería.

JF-J: No se puede homogeneizar el gusto, te perderías cosas.

E: ¿Pero no se ha homogeneizado precisamente el gusto desde los despachos, y por lo bajo?

JF-J: Yo no podría permitirme ser cerrado de miras, y desde luego tengo que responder a muchas propuestas con un “no me interesa”.

E: Arcángel, ¿qué es la ortodoxia?

A: La ortodoxia es algo maravilloso que deja de serlo cuando se convierte en verdad absoluta. Que uno se rija por los principios de la tradición es lo suyo, pero cuando esos principios se utilizan como arma arrojadiza me deja de parecer bien.

E: Hay que interpretar el legado de acuerdo al siglo en el que se vive.

A: La fuente inagotable es la ortodoxia. Lo que no entienden sus defensores a ultranza es que cada uno bebe a su manera. Yo soy amante de la estética homogénea, ordenada y coherente. Eso no quiere decir que no  me pueda salir ni una coma del camino. Me hubiera encantado tomar un café con La Niña de Los Peines para ver qué opinaba, y como no puede ser, pues la interpreto como mi oído rescata y mi talento dice.

JF-J: El tradicional por tradicional es tan absurdo como el rupturista por el rupturista.

M: Pero en tu mundo, Jacobo, la vanguardia pesa mucho más.

JF-J: Yo apuesto por jóvenes que aportan una nueva mirada a la tradición, y creo que el siglo XXI va a ir por ahí. Hay que hacer universo.

M: En literatura, el canon de alta cultura es el texto postmoderno que hibrida distintos registros.

E: De acuerdo, ¿y es posible hacer una carretera hacia la tradición con estos adoquines?

JF-J: Está claro que se han desatado grandes energías.

A: Lo único que importa es el talento. Tendemos a creer que todo el mundo tiene talento, y no es así.

E: ¿Y a ti de dónde te viene el arte?

A: ¡Yo qué sé! ¡Me lo encontré un cajón! Lo que sí sé es que el arte no es una botella de vino.

M: ¡El arte es plagio!

JF-J: ¡Lo que no es tradición es plagio!

M: Se trata de darle un enfoque, una visión y un acento personal.

A: Pues yo no creo que haya tantas visiones de las cosas.

M: Pon a veintisiete personas fotografiando al mismo tipo y te saldrán veintisiete retratos distintos.

A: Sí, pero el tipo es el mismo.

M: O no, a veces nos sorprende el modelo. Probablemente el tipo fotografiado sea la suma de las veintisiete fotos, más todas las que no le han hecho.

E: La visión completa es esférica, una visión lineal es sólo un radio de la circunferencia. Esto nos lleva a la creación. Arcángel apuesta por el orden, Mañas ha escrito que “el artista oscila entre el deleite de cabalgar el caos y la nostalgia de la pureza” (Un alma en incandescencia, 2008, Ed. Buscarini) y a Jacobo le escuché una vez decir que no hay que “perder el contacto con el abismo.” ¿Cómo conjugar creación y caos?

M: Eso es la vida, la tendencia hacia el orden y la atracción por el caos. Unos artistas derivan más hacia un lado y otros hacia el contrario.

A: El poeta Juan Cobos Wilkins, buen amigo mío, dice que es un funámbulo caminando sobre el vacío con una pértiga, a un extremo de la misma lleva la pasión y la razón al otro.

M: Todo clásico tiene un romántico dentro que ha aprendido su oficio.

A: Sí, pero en última instancia debe primar el orden, ¿no?

JF-J: Hay cosas muy ordenadas que son terroríficas.

A: Más terrorífico será cuando el sol haga el movimiento de la Tierra y entonces a tomar por culo la bicicleta.

E: ¿El caos es la materia prima del artista?

A: Yo eso lo compro.

JF-J: Yo no, falta un puente entre caos y creación. Y es un puente extraño porque intuyo que está más en el propio caos que en el artista. Pero bueno, esto ya es esoterismo.

M: Zidane no sería Zidane si a cada minuto le mueves la portería de sitio. Me refiero a que si te inventas las normas a cada segundo no puedes construir un sistema de juego. Sin orden no hay perfección. ¿Te gusta construir, o no? Si te gusta, necesitas puntos de referencia definidos.

A: Al caos hay que llegar, beber y salir corriendo.

(Mañas se descojona.)

JF-J: ¡Ése es el camino del héroe: exilio, iniciación y regreso al hogar!

M (a Arcángel): ¿Son mejores los gitanos que cantan flamenco?

A: Tienen una forma diferente de entenderlo.

M (a Arcángel): ¿Se les nota que son gitanos cuando cantan?

A: Es un cliché, y ya está. Pero a mí la forma gitana me determina porque es la tradición de la que yo bebo para hacer lo mío.

JF-J: ¡Entre genética para el arte y adoctrinar al personal lo estamos bordando!

M: Decía Groucho Marx que más vale estar callado y parecer imbécil que hablar y demostrar lo imbécil que eres.

E: “Un sabio calla lo que sabe y un necio dice todo lo que sabe”, es una frase
yiddish.  

A: La experiencia vital determina lo que se dice, quizás uno que no tenga cultura te mata con tres frases.

JF-J: El metalenguaje funciona, hay personas que son hechiceras sin saberlo.

M: Y también hay mucho bluff, gente que se calla porque no sabe y parece un entendido.

JF-J: El pecado de nuestra época es el ruido.

E: José, ¿qué pasa cuando las editoriales te imponen plazos de entrega?

M: En su momento hice un contrato por tres novelas, pero el editor no es tonto y nadie te obliga. Lo que pesa es el éxito.

A: Es verdad. Si no te viene a tiempo, te machaca.

M: A mí me vino de golpe y porrazo. Fue excesivo y fulminante, me hizo saltarme todos los escalones. Es traumático, no estaba a gusto. Tardas en asimilarlo, te descoloca. Yo metí un manuscrito en un sobre, lo mandé a un premio, quedé finalista y entré en un mundo cuyos códigos desconocía. Me llamaba Rafa Conte y no le cogía el teléfono por absoluta ignorancia. Pensaba: «si el libro está en las librerías no sé qué cojones quieren hablar conmigo». Cometes muchas torpezas, te falta adecuación al medio. No me había imaginado nada de lo que estaba pasándome.

E: ¿Y a la hora de volver a escribir?

M: Inevitablemente sientes la mirada de todo el mundo sobre ti. Y sí, también pesa. No se escribe igual en la oscuridad que a la luz pública. Yo me tuve que ir, me fui unos años, compré un bar, desfasé con los amigos, me fui a Francia y después volví. Llega un momento que aterrizas y te pones a trabajar. Entre medias no sé cómo lo gestioné. Hay un momento que pierdes pie.

E: ¿Cuándo decides pasarte al género policíaco?

M: Fue un tránsito, Diario de un escritor frustrado ya era un thriller. Yo podía haber seguido haciendo siempre lo mismo, pero soy versátil. He escrito ensayo, folletón, novela histórica, realismo puro y duro, ciencia-ficción, aforismos. Me gusta intentar cosas diferentes, que cada novela se convierta en un reto. ¿Qué era lo más alejado al Kronen que podía hacer? Una novela sobre Alejandro Magno, así que me puse a ello.

E: ¿Cuál ha sido el reto con Todos iremos al Paraíso (Stella Maris, 2016)?

M: Primero meterme en el pellejo de una mujer, travestirme. Después salir de Madrid, irme a un contexto rural y playero. Pasear la cámara por sitios diferentes. Es por hacer otras cosas.

A: Aquí entra el aburrimiento, el hastío. Si un creador repite sistemáticamente lo que ya sabe deja de apetecerle. El artista necesita aire, estar con otra gente, que le cuenten cosas, aprender.

JF-J: Nietzsche decía que se cocía meses en el aburrimiento antes de escribir un libro.

E: Arcángel, tu escalada fue más paulatina.

A: Claro, ¡ahí hablaba yo del orden! Fui cumpliendo las etapas: concursos de fandangos, cantando pa’l baile, luego Cristina Hoyos, Canales, éste, el otro, empiezas a hacer tus espectáculos por las peñas, poquito a poco grabas tu primer disco. En fin, un orden lógico.

E: ¿Cómo es cantar para que otro baile?

A: Te tienes que ajustar a lo que el bailaor pide. El bailaor genera mi cante y mi cante acompaña lo que él está haciendo. Es un diálogo consciente en el que el protagonista es el bailaor. A nosotros se nos conocía como “los cantaores de atrás”, porque estamos tapaos.

M: El músico Emmet Ray (Sean Penn) en Acordes y desacuerdos (Woody Allen, 1999) estaba muy orgulloso de ser el segundo mejor guitarrista de jazz. Él, como persona, es una piltrafa humana, pero está encantado con no ser el primero. Me gusta la psicología del segundo.

A: Por desgracia estamos en una sociedad en el que al segundo se le llama segundón.

E: Tiene que haber de todo en la vida.

A: Pero eso no se asume.

E: Pues esa otra de las cosas con las que el arte debe acabar: el ansia de ser el primero es una enfermedad mental.

A: Educar en el éxito es terrible.

JF-J: En Hero (2006-10), una teleserie de escasa popularidad, salía un tío pelando cebollas que decía: «podéis elegir dos caminos: una vida feliz o una vida con sentido. La vida feliz consiste en tener bajar expectativas; la vida con sentido es una lucha de pesadilla hasta el último momento». Yo no me siento con legitimidad para proponer ninguno de los dos modelos, pero es cierto que el adoctrinamiento hacia y para con el éxito produce infelicidad.

E: No hay que ponerse en los extremos, basta con explicar que la finalidad del arte no es el éxito.

JF-J: Todo el mundo es esclavo y todo el mundo está comiendo rabos, y cuanto más alto en el escalafón más rabos te tragas. No hay un sitio para el sosiego, ni manera de enfrentarse a eso. Yo me cogí una depresión y me mandaron a un campo de concentración budista. Allí vi el camino a la felicidad: aceptar lo que hay, observar con nitidez el detalle y cuidar de tu pequeño hueco. Hoy, el orden impositivo es tan siniestro que nos hace creer libres. Por poner un ejemplo: el capitalismo ha convertido a la religión en una cabalgata de Movistar; mientras que en los países de la antigua URSS siguen siendo un rescoldo de catolicismo auténtico. Quiero decir que, paradójicamente, donde hay opresión existe una resistencia que se coloca más cerca de la libertad.   

E: La opresión que ejerce el capitalismo ya ha sido revelada: La sociedad del bienestar era un abrevadero donde se prestaban respuestas que nadie había pedido. Lo que necesitamos son preguntas que nos hagan pasar hambre. Jacobo, vienes de Casa Leibniz, que es un poco la réplica a Arco.

JF-K: No, no tienen nada que ver. La idea es presentar a un grupo de artistas jóvenes, algunos de ellos desconocidos, a un público internacional; y el mejor momento es febrero. Y de ahí, pues a las ferias, y proyectos y movimiento continuo. En breve nos vamos a Basilea.

E: Arcángel ¿qué hace el flamenco en el Palacio de la Ópera?

A: Sí… Nosotros éramos los flamencos colgaos que íbamos a hacer una ópera. Imagínate, tres meses de tu vida trabajando en el mastodonte éste que está aquí al lado[1], conociendo un mundo distinto. Era romper un límite artístico.

E: Bueno, tú cantabas flamenco, no ibas de tenor.

A: Ya, pero salía al escenario a torso desnudo, maquillado. ¡Ni mi hijo me reconoció! ¡Había ido a cantar y de repente me desvestían, quillo! Yo tenía una pelotera en la cabeza que no sabía muy bien lo que estaba pasando. Y además con una obra controvertida de Lorca, El público, que es más rara que un morcillo de Las Pardas. Inolvidable, una experiencia muy bonita.

E: Y ahora otra vez, el 30 de Julio.

A: Sí, pero distinto. Subo a la tarima a trescientas personas y le doy la vuelta a la escena. La gente lo que ve es la platea vacía. Es un tablao flamenco pero en la Ópera, una pleitesía de un género a otro.

(Mañas interviene preguntando si las cuerdas vocales se musculan, aunque advierte que él nunca ha cantado.)

(Risas)

(«¡Ni falta que te importa!», dice Arcángel.)

(Amenazo con quitarles el vino.)

 (Mañas insiste.)

M: Pero, ¿las cuerdas vocales de los cantantes son como el músculo de Nadal? Es decir, a fuerza de ejercicio, ¿crecen?

A: ¡Hombre! Igual que el músculo de Nadal no, porque necesitaba yo siete pescuezos. ¡Pero claro que se robustecen!

La charla se escapa. Terminamos el vino. Fitz-James cogió el camino de Basilea con su carromato de jóvenes artistas, Arcángel el caballito a Huelva y Mañas regresó a su escritorio en algún punto del extrarradio madrileño, donde perfectamente lo imagino haciendo ejercicios con las cuerdas vocales. 

 


[1] Teatro Real. La entrevista se realizó en el barrio de Palacio, a una manzana de la Ópera.

 

 

Las fotografías son de Patricio Alvargonzález. 

De arriba abajo, los cuatro participantes en la conversación: Jaim Royo, José Ángel Mañas, Arcángel y Jacobo Fitz-James Stuart, y sendos retratos de cada uno de los tres últimos.