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La noticia del día
A una tía de mi madre la quitó Dios de un manotazo y la dejó con la palabra en la boca. Fue estando al teléfono que un rayo alcanzó un poste del tendido y la ira celeste, cableada, tomó tierra en su cabeza. Le frió el cerebro. No sabemos lo que pudo escuchar en aquel instante, si pudo ver venir la luz antes del trueno o si se llevó a la tumba alumbrado algún secreto, nadie puede saberlo pero en las sobremesas familiares se conoce que aquella noche la tía Felisa había llamado a información para interesarse por la evolución de la tormenta eléctrica.
En los periódicos te suelen poner lo que va a pasar y después lo que ya ha pasado. Lo segundo son los sucedidos y lo primero suele ser la espera, la especulación, el anhelo de nuevos acontecimientos de presumible interés común que nos evitarán la ocasión, el imprevisto individual y todo trato con el fantasma intangible de la libertad. Lo que llamamos actualidad es la gárgola que protege a la manada, el aglutinante que le otorga a la jornada una temática, una cosmética y sobre todo una recurrencia. A seguir la actualidad lo llaman estar al día, que es como ir buscando la sombra para no tener que estar al quite, porque seguir la actualidad implica ir detrás de ella y por lo tanto no enfrentarla, es una manera de estar en todo para así ausentarse de lo demás, de uno mismo, de la imaginación y al fin y al cabo de lo que está pasando, que es algo que no vamos a poder saber hasta pasado mucho tiempo.
La actualidad nos trae la noticia del mismo modo que en algunos hoteles un poco amanerados te dejan sobre la almohada una pequeñez, un dulce diplomático que debería recordarnos que tal vez alguien nos pueda estar haciendo la cama y que toda diplomacia no es más que una perversión redicha de la mentira. Porque la noticia del día va a ser siempre de ayer o como mucho de última hora, ilusoria como la de mañana y en realidad sólo capaz de su categoría natural en las catástrofes. El aliciente es que viene por estrenar, novísima todos los días para que en esa cualidad depositemos cada mañana nuestra ilusión burguesa, nos sintamos obsequiados y perseveremos en el compromiso de servidumbre.
Lo contrario del miedo es acercarse, y hay un momento en que al adolescente, que vive en el miedo de serlo para siempre, le entran las prisas y se hace con el periódico del padre para localizarle la importancia, el secreto. Durante un par de semanas lo lee todos los días de cabo a rabo, hasta la última coma, con una curiosidad inicial que con suerte, si todavía no está podrido de codicia, de aburrimiento o de cretinismo, le llevará a decidir que todo aquello no tiene ni pies ni cabeza, nada que ver con él ni con nadie y que es nocivo hasta el malestar. Pero ese rito de paso también se cobra muchas víctimas para las que no habrá vuelta atrás y en el futuro conoceremos personas supergustadoras de información e incluso adultos que, instalados en la caverna, leerán varios periódicos de sesgos opuestos (o sea de los que no pueden ser el uno sin el otro) para así en la tensión dar con el fiel de la balanza, confiados al silogismo de que verdad sólo hay una pero para destilarla se necesita al menos un par. Al fondo, detrás de esos apóstoles de la información, se intenta hacer oír un oponente de pega que les increpa señalando todos los males en un cumbre de conspiradores, de pronto un patriarcado al trote o según sople el viento la estela tóxica de un avión. Hay también quien llama a la información ciencia y a las personas recursos humanos. Estamos todos muy perjudicados.
Zona franca ya no queda y es difícil permanecer a resguardo de esos nombres propios y extraños que insisten en metérsenos en casa y hacérsenos familiares, omitir debates que pretender darnos motivos para la expresión escatimándonos la dignidad. El primer paso es la abstención, no hacer parada en bares con televisor y mucho menos en uno con wifi, acelerar el paso junto a los quioscos, que eran una cosa que había, y en el momento en que el alguacil desenrolla el bando para darnos una explicación que nos debe, en cuanto ese hijo de puta expande su timeline, poner voces divertidas para modificar los niveles de realidad, para devolverle el sentido.
Entre pensar y cavilar el mundo hay una distancia y por lo general una problemática, son cosas distintas. No siempre es fácil vivir en modo avión, las primeras arrugas que se fijan en el rostro son las de la sonrisa y a partir de ahí todo empieza a tener menos gracia, pero esto es lo que hay, aquí es donde estamos y existe un inconveniente que a los hombres nos impide viajar en el tiempo: la hora que es. Yo ahora empiezo a verme escribir y por tanto debo ir terminando. Antes me froto el codo en la palma de la mano y si ladeo la cabeza cae un último pensamiento débil: que seguir la actualidad es comparecer todos los días ante la derrota. Puro vicio. Ese debería ser el titular.
La noticia del día
A una tía de mi madre la quitó Dios de un manotazo y la dejó con la palabra en la boca. Fue estando al teléfono que un rayo alcanzó un poste del tendido y la ira celeste, cableada, tomó tierra en su cabeza. Le frió el cerebro. No sabemos lo que pudo escuchar en aquel instante, si pudo ver venir la luz antes del trueno o si se llevó a la tumba alumbrado algún secreto, nadie puede saberlo pero en las sobremesas familiares se conoce que aquella noche la tía Felisa había llamado a información para interesarse por la evolución de la tormenta eléctrica.
En los periódicos te suelen poner lo que va a pasar y después lo que ya ha pasado. Lo segundo son los sucedidos y lo primero suele ser la espera, la especulación, el anhelo de nuevos acontecimientos de presumible interés común que nos evitarán la ocasión, el imprevisto individual y todo trato con el fantasma intangible de la libertad. Lo que llamamos actualidad es la gárgola que protege a la manada, el aglutinante que le otorga a la jornada una temática, una cosmética y sobre todo una recurrencia. A seguir la actualidad lo llaman estar al día, que es como ir buscando la sombra para no tener que estar al quite, porque seguir la actualidad implica ir detrás de ella y por lo tanto no enfrentarla, es una manera de estar en todo para así ausentarse de lo demás, de uno mismo, de la imaginación y al fin y al cabo de lo que está pasando, que es algo que no vamos a poder saber hasta pasado mucho tiempo.
La actualidad nos trae la noticia del mismo modo que en algunos hoteles un poco amanerados te dejan sobre la almohada una pequeñez, un dulce diplomático que debería recordarnos que tal vez alguien nos pueda estar haciendo la cama y que toda diplomacia no es más que una perversión redicha de la mentira. Porque la noticia del día va a ser siempre de ayer o como mucho de última hora, ilusoria como la de mañana y en realidad sólo capaz de su categoría natural en las catástrofes. El aliciente es que viene por estrenar, novísima todos los días para que en esa cualidad depositemos cada mañana nuestra ilusión burguesa, nos sintamos obsequiados y perseveremos en el compromiso de servidumbre.
Lo contrario del miedo es acercarse, y hay un momento en que al adolescente, que vive en el miedo de serlo para siempre, le entran las prisas y se hace con el periódico del padre para localizarle la importancia, el secreto. Durante un par de semanas lo lee todos los días de cabo a rabo, hasta la última coma, con una curiosidad inicial que con suerte, si todavía no está podrido de codicia, de aburrimiento o de cretinismo, le llevará a decidir que todo aquello no tiene ni pies ni cabeza, nada que ver con él ni con nadie y que es nocivo hasta el malestar. Pero ese rito de paso también se cobra muchas víctimas para las que no habrá vuelta atrás y en el futuro conoceremos personas supergustadoras de información e incluso adultos que, instalados en la caverna, leerán varios periódicos de sesgos opuestos (o sea de los que no pueden ser el uno sin el otro) para así en la tensión dar con el fiel de la balanza, confiados al silogismo de que verdad sólo hay una pero para destilarla se necesita al menos un par. Al fondo, detrás de esos apóstoles de la información, se intenta hacer oír un oponente de pega que les increpa señalando todos los males en un cumbre de conspiradores, de pronto un patriarcado al trote o según sople el viento la estela tóxica de un avión. Hay también quien llama a la información ciencia y a las personas recursos humanos. Estamos todos muy perjudicados.
Zona franca ya no queda y es difícil permanecer a resguardo de esos nombres propios y extraños que insisten en metérsenos en casa y hacérsenos familiares, omitir debates que pretender darnos motivos para la expresión escatimándonos la dignidad. El primer paso es la abstención, no hacer parada en bares con televisor y mucho menos en uno con wifi, acelerar el paso junto a los quioscos, que eran una cosa que había, y en el momento en que el alguacil desenrolla el bando para darnos una explicación que nos debe, en cuanto ese hijo de puta expande su timeline, poner voces divertidas para modificar los niveles de realidad, para devolverle el sentido.
Entre pensar y cavilar el mundo hay una distancia y por lo general una problemática, son cosas distintas. No siempre es fácil vivir en modo avión, las primeras arrugas que se fijan en el rostro son las de la sonrisa y a partir de ahí todo empieza a tener menos gracia, pero esto es lo que hay, aquí es donde estamos y existe un inconveniente que a los hombres nos impide viajar en el tiempo: la hora que es. Yo ahora empiezo a verme escribir y por tanto debo ir terminando. Antes me froto el codo en la palma de la mano y si ladeo la cabeza cae un último pensamiento débil: que seguir la actualidad es comparecer todos los días ante la derrota. Puro vicio. Ese debería ser el titular.