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Slow boots
Elogio del mediocentro
A menudo pienso que en España no se le concede al fútbol la importancia que merece. El futbol sería, en sentido gramsciano, a falta de otras expresiones culturales de mayor enjundia, uno de los indicadores fundamentales de la cultura hegemónica. No hay actividad que concite más atención. De lo que se sigue que si queremos conocer la westalchaung española es imperativo acudir a ella: dime cómo juegas al fútbol y te diré cómo eres. O más certeramente, como corresponde a un país que es carne de grada: dime cómo ves el fútbol y te diré cómo eres.
“Goles contra pases: dos grandes paradigmas que pugnan por definir el fútbol en tanto que manera de estar en el mundo”
De las controversias recientes en el fútbol español no es la más relevante la titularidad de Casillas/Navas, por más que los medios se hayan recreado en contarnos si, como la princesa del cuento, Iker Casillas está más triste que ayer y menos triste que mañana. En cualquier caso, todo apunta a que las maneras de contar el futbol tienen mucho que ver con la forma de concebirlo. Mi amiga Amparo suele decir que la información deportiva se ha convertido para los hombres en el sustituto funcional de la prensa del corazón. Pero, ¿no será que contándonos esas milongas quieren impedir que alcancemos toda la hondura del fútbol y no tomemos conciencia de que el futbol del que informan los medios no nos representa? Hay, empero, algunas encomiables tentativas de contar el fútbol de manera inteligente, sin ir más lejos, alguna revista que aboga por “tratar la afición por este deporte sin gritar, con buen gusto y con profundidad”.
Como decíamos, la controversia futbolística más candente no es sobre quién ocupa la portería del Real Madrid, sino esa otra a la que asistimos sotto voce entre Cristiano Ronaldo y Xabi Alonso. Recientemente, los medios se han hecho eco de una curiosa coincidencia. Por un lado, Cristiano Ronaldo batía, con trece goles en seis partidos, el record de mejor arranque goleador de la Liga en sesenta años. Esa misma jornada, pero en la Bundesliga alemana, Xabi Alonso establecía un nuevo registro de pases (bien) dados en un partido (206 toques) en las cinco principales competiciones europeas (Alemania, España, Inglaterra, Italia, Francia). Las armas de los contendientes están, pues, sobre la mesa: goles contra pases. Estamos ante dos grandes paradigmas que pugnan por definir el fútbol en tanto que manera de estar en el mundo.
Otro indicio. La temporada pasada se produjo en un entrenamiento del Madrid una muy relevante anécdota, que pasó prácticamente desapercibida en los mentideros deportivos, en la que colisionaron estas dos cosmovisiones. Discutían Alonso y Ronaldo, antes de comenzar un entreno del Real Madrid, en torno a los medios de producción, esto es, las botas de fútbol. La conversación se desarrolló más o menos en estos términos:
Alonso: Comparar Adidas con Nike… Adidas es historia. Nike es baloncesto. Sí, baloncesto.
Ronaldo: ¿Baloncesto? ¿Nike? [Señalando las botas de Alonso] ¿Esas botas son mejores? Éstas [señalando las suyas], son botas de top, de jugador top.
Alonso: Esas botas son de plástico. De jugador top, pero de plástico. Nike lleva tres días en el fútbol. Lleva tres días. Adidas lleva desde el 70 con el fútbol.
Pero, ¿qué es lo que realmente se dirimía en esta discusión? Hay quien ha interpretado que este diálogo refuerza los valores de cada marca. Por un lado, Cristiano encarnaría lo que Nike busca: deseo de compra y pasión por el personaje –“Sé Ronaldo, sé Messi, pero sobre todo sé tú mismo”, dice el cholo Simeone en una reciente campaña de un canal de pago–. Xabi, por su parte, encarna la fiabilidad y la tradición, conceptos del gusto de la marca alemana. En una palabra, como una vez dijera Jorge Valdano, el gran hermeneuta del fútbol, “minimalismo guipuzcoano”.
Y obstinación. Cuentan que Xabi Alonso se ha pasado los últimos años hostigando a los agentes de Adidas para que le suministren las míticas botas negras con rayas blancas que en el mundial del 74 calzara, entre otros, el Kaiser Franz Beckenbauer. Esto supone, obviamente, un anacronismo en una época en que las botas están “personalizadas” y cambian de color más que un caleidoscopio. Pero es un anacronismo deliberado: Slow boots contra fast boots. La eterna dialéctica encarnada, esta vez, por Alonso, adalid del fútbol sostenible, del fútbol kilómetro 0, y Ronaldo, representante máximo de la obsolescencia programada de las botas (y probablemente del fútbol como deporte).
“¿Conocen a algún niño que quiera ser mediocentro?”
Dado el peso que tiene en el imaginario colectivo, el fútbol tiene una virtualidad pedagógica no desdeñable: es una interfaz con la que casi todo el mundo opera. Pero no lo hace del mismo modo. Es todo menos casual que los dos futbolistas que más captan la atención de la prensa deportiva, Casillas y Ronaldo, sean ejemplos de formas terminales del futbol: un portero y un goleador. Parar y marcar. Pero, ¿qué ocurre con lo que está en medio? ¿Por qué se le presta menos atención, porque no gusta o porque no nos han enseñado a apreciarlo? ¿Conocen a algún niño que quiera ser mediocentro? A la contra del mainstream, de las formas terminales del fútbol, Xabi Alonso opera como un hub –ahora que está tan de moda la expresión–, un centro de distribución que permite conectar entre sí varias terminales transmitiendo datos (pases) desde cualquiera de ellos hacia todos los demás.
Si se me permite la boutade, diré que el antagonismo entre un killer del área como Ronaldo y su contrario, el hub Alonso, lo es también entre dos modelos de sociedad, una basada en las formas terminales, voluntaristas y heroicas del individualismo (Nike) y otra en la complejidad sistémica (Adidas), o dicho más llanamente, entre el pelotazo y el conocimiento. Si es cierta su preferencia por Cristiano Ronaldo y todos los indicios apuntan a que así es –realmente se ven pocas camisetas de Xabi Alonso– ¿no es Expaña un país en el que se remata mucho (y no siempre con acierto) y se pasa poco?
Slow boots
A menudo pienso que en España no se le concede al fútbol la importancia que merece. El futbol sería, en sentido gramsciano, a falta de otras expresiones culturales de mayor enjundia, uno de los indicadores fundamentales de la cultura hegemónica. No hay actividad que concite más atención. De lo que se sigue que si queremos conocer la westalchaung española es imperativo acudir a ella: dime cómo juegas al fútbol y te diré cómo eres. O más certeramente, como corresponde a un país que es carne de grada: dime cómo ves el fútbol y te diré cómo eres.
“Goles contra pases: dos grandes paradigmas que pugnan por definir el fútbol en tanto que manera de estar en el mundo”
De las controversias recientes en el fútbol español no es la más relevante la titularidad de Casillas/Navas, por más que los medios se hayan recreado en contarnos si, como la princesa del cuento, Iker Casillas está más triste que ayer y menos triste que mañana. En cualquier caso, todo apunta a que las maneras de contar el futbol tienen mucho que ver con la forma de concebirlo. Mi amiga Amparo suele decir que la información deportiva se ha convertido para los hombres en el sustituto funcional de la prensa del corazón. Pero, ¿no será que contándonos esas milongas quieren impedir que alcancemos toda la hondura del fútbol y no tomemos conciencia de que el futbol del que informan los medios no nos representa? Hay, empero, algunas encomiables tentativas de contar el fútbol de manera inteligente, sin ir más lejos, alguna revista que aboga por “tratar la afición por este deporte sin gritar, con buen gusto y con profundidad”.
Como decíamos, la controversia futbolística más candente no es sobre quién ocupa la portería del Real Madrid, sino esa otra a la que asistimos sotto voce entre Cristiano Ronaldo y Xabi Alonso. Recientemente, los medios se han hecho eco de una curiosa coincidencia. Por un lado, Cristiano Ronaldo batía, con trece goles en seis partidos, el record de mejor arranque goleador de la Liga en sesenta años. Esa misma jornada, pero en la Bundesliga alemana, Xabi Alonso establecía un nuevo registro de pases (bien) dados en un partido (206 toques) en las cinco principales competiciones europeas (Alemania, España, Inglaterra, Italia, Francia). Las armas de los contendientes están, pues, sobre la mesa: goles contra pases. Estamos ante dos grandes paradigmas que pugnan por definir el fútbol en tanto que manera de estar en el mundo.
Otro indicio. La temporada pasada se produjo en un entrenamiento del Madrid una muy relevante anécdota, que pasó prácticamente desapercibida en los mentideros deportivos, en la que colisionaron estas dos cosmovisiones. Discutían Alonso y Ronaldo, antes de comenzar un entreno del Real Madrid, en torno a los medios de producción, esto es, las botas de fútbol. La conversación se desarrolló más o menos en estos términos:
Alonso: Comparar Adidas con Nike… Adidas es historia. Nike es baloncesto. Sí, baloncesto.
Ronaldo: ¿Baloncesto? ¿Nike? [Señalando las botas de Alonso] ¿Esas botas son mejores? Éstas [señalando las suyas], son botas de top, de jugador top.
Alonso: Esas botas son de plástico. De jugador top, pero de plástico. Nike lleva tres días en el fútbol. Lleva tres días. Adidas lleva desde el 70 con el fútbol.
Pero, ¿qué es lo que realmente se dirimía en esta discusión? Hay quien ha interpretado que este diálogo refuerza los valores de cada marca. Por un lado, Cristiano encarnaría lo que Nike busca: deseo de compra y pasión por el personaje –“Sé Ronaldo, sé Messi, pero sobre todo sé tú mismo”, dice el cholo Simeone en una reciente campaña de un canal de pago–. Xabi, por su parte, encarna la fiabilidad y la tradición, conceptos del gusto de la marca alemana. En una palabra, como una vez dijera Jorge Valdano, el gran hermeneuta del fútbol, “minimalismo guipuzcoano”.
Y obstinación. Cuentan que Xabi Alonso se ha pasado los últimos años hostigando a los agentes de Adidas para que le suministren las míticas botas negras con rayas blancas que en el mundial del 74 calzara, entre otros, el Kaiser Franz Beckenbauer. Esto supone, obviamente, un anacronismo en una época en que las botas están “personalizadas” y cambian de color más que un caleidoscopio. Pero es un anacronismo deliberado: Slow boots contra fast boots. La eterna dialéctica encarnada, esta vez, por Alonso, adalid del fútbol sostenible, del fútbol kilómetro 0, y Ronaldo, representante máximo de la obsolescencia programada de las botas (y probablemente del fútbol como deporte).
“¿Conocen a algún niño que quiera ser mediocentro?”
Dado el peso que tiene en el imaginario colectivo, el fútbol tiene una virtualidad pedagógica no desdeñable: es una interfaz con la que casi todo el mundo opera. Pero no lo hace del mismo modo. Es todo menos casual que los dos futbolistas que más captan la atención de la prensa deportiva, Casillas y Ronaldo, sean ejemplos de formas terminales del futbol: un portero y un goleador. Parar y marcar. Pero, ¿qué ocurre con lo que está en medio? ¿Por qué se le presta menos atención, porque no gusta o porque no nos han enseñado a apreciarlo? ¿Conocen a algún niño que quiera ser mediocentro? A la contra del mainstream, de las formas terminales del fútbol, Xabi Alonso opera como un hub –ahora que está tan de moda la expresión–, un centro de distribución que permite conectar entre sí varias terminales transmitiendo datos (pases) desde cualquiera de ellos hacia todos los demás.
Si se me permite la boutade, diré que el antagonismo entre un killer del área como Ronaldo y su contrario, el hub Alonso, lo es también entre dos modelos de sociedad, una basada en las formas terminales, voluntaristas y heroicas del individualismo (Nike) y otra en la complejidad sistémica (Adidas), o dicho más llanamente, entre el pelotazo y el conocimiento. Si es cierta su preferencia por Cristiano Ronaldo y todos los indicios apuntan a que así es –realmente se ven pocas camisetas de Xabi Alonso– ¿no es Expaña un país en el que se remata mucho (y no siempre con acierto) y se pasa poco?