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Rotondas murcianas

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Son las 4 de la tarde de un miércoles caluroso y agrio. Tengo que ir al dentista y está en un pueblo que se llama Molina de Segura. Como no tengo coche, he de coger el transporte público. Primero un autobús de mi barrio a la Redonda, allí esperar media hora a otro autobús que me lleva al pueblo. Este acto no tendría mayor problema de no ser porque en Murcia el urbanismo como tal ya no existe. Primero pavimentaron las calles, un ejercicio de limpieza radical que dejó a la ciudad alisada y llana, sin impurezas. Después, para cumplir esta tarea con total éxito, arrancaron paulatinamente todos los árboles que molestaban y daban sombra. En lugar de los árboles con enormes copas, hermosos y gigantescos, fueron colocados en fila las moreras, que si bien tienen un cierto gusto y ritmo estético y son autóctonas, no producen el mismo tipo de sombra porque las podan todo el tiempo, sin apenas dejarlas crecer.

Alcanzo mi primera parada en la Redonda y allí me toca esperar más de 20 minutos. La parada de autobús está a pleno sol, intento sentarme pero el asiento arde fuego porque está hecho de hierro materializado. No hay ningún otro lugar cerca de la parada donde huir de los 37 grados que marca el termómetro y sólo puedo dirigirme a la puerta del Mercadona, me apoyo en una tienda de ortopedia al lado de un par de latas vacías.

El autobús hace un recorrido por varias rotondas estrafalarias que tenemos en Murcia. Si hay algo en que destacamos es por tener el mayor número de rotondas con esculturas surrealistas, superados quizás por Castellón y Valencia. Será algo típico del Levante.

Hay un par, en concreto, que me estremecen cada vez que paso por ellas. Una está en la carretera de Monteagudo. He intentado varias veces comprender el sentido artístico y simbólico de semejante armatoste, pero nunca he hallado respuesta. Quizá sea un guiño a Miró. Si la miras con detenimiento (al comienzo de este texto)  puedes imaginarte muchas cosas; parece un hierro gigante que absorbe los desechos férreos de la región.

Pero no quedándonos contentos con este monumento a la transgresión y a la imposibilidad, nos encontramos con su hermano gemelo, el homenaje a la luna y el sol que se encuentra en Alhama. Es muy agradable cuando vas en tu coche tan tranquilo y aparece en el horizonte esta escultura mastodóntica de connotaciones astrales.

Sin embargo, a mí siempre me ha conmovido La sardina, que no está en ninguna rotonda, sino en el rio Segura. Es el símbolo murciano por excelencia, quien haya pasado por aquí alguna vez sabe que los murcianos sienten autentica devoción por este pescadito. Está situado de camino a mi barrio y siempre la veo. Justo en el “puente viejo” que no los Calatravas que también tenemos, como toda ciudad moderna que se preste. Una vez, en un paseo nocturno, un amigo y yo le echamos unas flores y le pedimos un deseo.

Ya he llegado a mi destino. Molina, es famosa por tener las aceras mas estrechas de España. El problema es que se hace difícil que dos personas pasen a la misma vez, así que es común entre los lugareños andar en fila india. Casi como las moreras dispuestas en orden, pero que ya no dan sombra.

También es popular por su afición a la literatura y su corrupción. Sin ir mas lejos, hace cosa de dos meses, Michel Houllebecq vino a dar una charla y de paso fue investido “asteroide honorario” de la “Orden del Meteorito”. Se le ve muy cómodo en la instantánea que sacaron los medios al lado de la réplica de un meteorito que calló un día de 1858. Ese meteorito explicaría porqué hay tantos escritores en Molina, y en general en toda la región. También podría explicar el diseño de las esculturas de las rotondas. 

 

Imágenes tomadas de:

  1. http://jpcachero.blogspot.com.es/2012/07/las-rotondas.html
  2. http://puedescorrer.es/2007/10/21/murcia-la-ciudad-con-las-esculturas-mas-feas-de-espana/
  3. google.earth
  4. http://guapamurcia.es/not/8436/michel-houellebecq-investido-lsquo-asteroide-honorario-rsquo-/