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La luz negra de Hollywood

Una entrevista a Jesús Palacios
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Comparado hasta el tópico con el Olimpo, Hollywood, tal vez más parecido a una república del inframundo, se entrega esta tarde a su rito anual: la entrega de los Oscar. Jesús Palacios se ha asomado a las sombras que generan sus focos deslumbrantes. Autor del famoso libro Satán en Hollywood, acaba de publicar, también en Valdemar, Hollywood maldito, y nos explica los aspectos más oscuros del mito en una entrevista realizada por Frank G. Rubio.

Frank G. Rubio: Han pasado casi veinte años, diecisiete para ser precisos, desde la publicación de tu libro Satán en Hollywood (Valdemar, 1997) hasta la aparición de Hollywood maldito (Valdemar, 2014) ¿Qué transformaciones ves como más relevantes en el mundo del cine en este periodo?

Jesús Palacios: ¡Uff! Complicado. Ha pasado mucho y al mismo tiempo muy poco. Bien se puede decir que todo debe cambiar para seguir igual, en este caso. Más que cambios puede hablarse de una agudización extrema de los mismos fenómenos que ya se estaban dando en la segunda mitad de los años 90 del siglo pasado: la progresiva mediocridad del cine de Hollywood a la vez que su imperio absoluto a través de unos códigos narrativos globalizados e institucionalizados. La decadencia, a veces brillante pero siempre cuesta abajo, del cine europeo. El vigor de las cinematografías de países orientales y potencias emergentes. La consolidación de las series de televisión dramáticas como alternativa al papel tradicional del cine…Pero todo siempre a la sombra del dominio económico y cultural de un Hollywood infantilizado en un grado sin precedente, marcado a fuego por lo que yo llamo la “spielbergización” del cine. Una ecuación que puede resumirse en hacer pasar por profundo lo estúpido y hacer estúpido lo profundo, hasta encontrar el término medio teóricamente asequible y adecuado para todo el mundo. Es el paso, parafraseando a algunos filósofos y pensadores actuales, de la posmodernidad a la hipermodernidad cinematográficas, que para mí tiene connotaciones eminentemente negativas casi siempre. Aquí la fórmula es: más es más es siempre más… Pero raramente mejor.

FGR: El malditismo de Hollywood, por lo que veo tras leer tu libro con atención, va más allá sin duda del uso de “lo maldito” como reclamo publicitario, ¿no?

JP: Desde luego, hay una parte de reclamo publicitario, de promoción más o menos descarada de algunos títulos malditos o supuestamente malditos. Pero si eso fuera todo, el tema tendría para mí poco o ningún interés. En las películas malditas que analizo en el libro entran muchos otros factores, que las dotan de inquietante atractivo: casualidades, sincronismos, rodajes accidentados, directores, estrellas y personajes carismáticos, sociedades ocultistas, mensajes subliminales, teorías de la imagen y su uso... Los filmes que protagonizan el libro, Nosferatu, La semilla del diablo, El exorcista, Poltergeist, Superman y El Cuervo, como otros muchos que salen a relucir al hilo de los mismos, como Tabú, La profecía, El ente, Horror en Amityville, las películas de Kenneth Anger, etc., componen una suerte de historia secreta del cinematógrafo, una serie de puntos que al unirse trazan un mapa nuevo, totalmente diferente del que nos hemos acostumbrado a contemplar, del territorio de lo cinematográfico y lo real, de la ficción y la verdad, lo fantástico y lo posible, que desafía la lógica y cuestiona nuestro sentido de la realidad.

FGR: La idea de que el apagón de Nueva York de 1977 fuera causada por el rodaje de Superman me parece deliciosa ¿Qué hay de real en esto? Superman sólo atrajo desgracias a sus intérpretes...

JP: Imposible saber hasta qué punto fue el rodaje del film de Donner el que provocó realmente el apagón del 77, aunque no es algo del todo imposible, ni mucho menos. Tendría su lógica que la filmación de una superproducción sobre un superhombre provocara también un superapagón… Lo cierto es que Superman es una criatura de ficción bastante gafada. No sólo varios de los actores que le han dado vida en la pantalla, pequeña y grande, han tenido una suerte desdichada, como George Reeves, quien se suicidó o fue asesinado misteriosamente después de sufrir el encasillamiento en el personaje, o Christopher Reeve (obsérvese el parecido de sus apellidos), quien quedó parapléjico a causa de un accidente de equitación, falleciendo prematuramente, sino también sus propios autores originales, Jerry Siegel y Joe Shuster, que acabaron casi en la pobreza, litigando contra D.C. Comics, la empresa para la que crearon a Superman, y que les arrebató los derechos del personaje… Yo apunto en el libro que se trata de uno de esos casos de posesión arquetípica descritos por Jung, en los que quienes se ven abocados a encarnar un personaje de ficción sobrehumano –Superman, pero también Fausto, Peter Pan, Prometeo…– acaban tan identificados y obsesionados por éste que terminan por autodestruirse en su intento de imitarlos o, mejor dicho, de convertirse en ellos.

FGR: Parece que en Hollywood, como en Política, no hay casualidades... Pienso en el inquietante destino de Murnau, el director de Nosferatu... 

JP: …O todo es casual, si es que podemos hablar de casualidad sin asombrarnos por ello. En efecto, la suerte, mala, muy mala, de Murnau, parece responder a su constante desafío a las fuerzas de lo desconocido. Como persona, aunque era bastante supersticioso, era también un intelectual escéptico y poco creyente, por lo que, como ocurre con otros similares como Polanski (y un poco como me pasa a mí, sin querer compararme con ellos en otros aspectos, por supuesto), se sentía fascinado por lo fantástico, lo sobrenatural y lo Oculto, elementos que abordó en gran parte de su cinematografía. Al mismo tiempo, la desgracia pareció perseguirle: Nosferatu fue condenada en los tribunales a ser destruida, por plagio de la novela Drácula, denunciado por la viuda de Stoker, pero la guinda final fue su muerte en accidente de coche poco antes de asistir al estreno en Nueva York de Tabú, una película que juzgaba duramente las creencias de los nativos de los Mares del Sur. La prensa y muchos colegas no tardaron en afirmar que la trágica muerte del director era consecuencia de la maldición de los tikis, las deidades protectoras polinesias a las que había desafiado durante el rodaje de la película. La leyenda negra creció gracias a cotilleos impresos como los de Kenneth Anger, quien llegó a afirmar que el accidente se debió a que Murnau, homosexual, estaba practicando una felación al conductor, su nuevo chófer filipino. That´s Hollywood!

FGR: El cine como Industria es, sin duda, lo más oscuro de Hollywood, más allá de las afinidades con lo Oculto de algunos de sus personajes. Pienso en el triste destino de  Vic Morrow y en los niños que le acompañaban en el rodaje o en el triste papel de Tobe Hooper en la “spielbergiana” Poltergeist, que tanto ha dado que hablar por sus sincronismos siniestros.

JP: En efecto, el Hollywood más siniestro, el que está detrás de las verdaderas maldiciones que acompañan nuestras películas y muchas otras, es una especie de entidad demoníaca que se ha creado en torno a la industria misma del cine estadounidense. Hollywood es mucho más que un nombre, que un lugar geográfico, unos estudios o una serie de empresas cinematográficas. Es un ser vivo, más grande que la vida misma, confeccionado como el monstruo de Frankenstein con fragmentos de todas las artes, que se alimenta como Drácula de la sangre de quienes se dejan atrapar por su poder de fascinación, un Mefistófeles que roba el alma de aquellos a los que promete inmortalizar… Desde luego, como tal, alcanza a veces majestades divinas y alturas celestiales, pero sólo a costa de hacer descender al infierno más profundo a muchos de los que contribuyen a su causa, desde técnicos, artistas y empresarios hasta los propios espectadores. Muchos de los directores que están relacionados con las películas malditas de mi libro sufrieron las consecuencias de este Hollywood/Moloch devorador: Polanski está “exiliado” en Europa sin poder pisar los Estados Unidos bajo pena de cárcel a causa de un típico escándalo hollywoodiense, trufado de chantaje, hipocresía y prejuicios; William Friedkin ha sido anatemizado por sus películas y condenado a los márgenes de la industria, convertido a la fuerza en director de cine independiente; Tobe Hooper sufrió la manipulación e imposiciones de Spielberg, quien le “robó” su papel de director en Poltergeist y le mostró su desprecio tras el estreno de la película. El mismo Spielberg que se desentendió por completo de la tragedia que costó la vida al actor Vic Morrow y dos niños durante el rodaje de En los límites de la realidad –la caída de un helicóptero en pleno vuelo que decapitó al actor–, dejando abandonado por completo al director John Landis, cuya carrera quedó arruinada debido a este accidente… No puede uno dejar de pensar, pensando mal, que de entre aquella nueva generación del Hollywood de los últimos 70 y primeros 80, su máximo pope, Spielberg, no era quizás el más talentoso o arriesgado, sino el más astuto. En cierto modo, se libró de Hooper y Landis, eliminando competencia. Me imagino Hollywood más que como un Bosque Sagrado o como la Meca del Cine, como al demonio Chernobog de Fantasía, haciendo bailar a sus criaturas en la palma de sus gigantescas y afiladas garras, contemplando entre risotadas infernales cómo arden hasta convertirse en cenizas.  

 

Jesús Palacios, escritor y crítico de cine, es autor de más de veinte libros sobre cine, literatura, esoterismo y cultura popular. Especializado en el género fantástico y el Lado Oscuro de la cultura, es también colaborador habitual de festivales de cine, programas de radio y televisión y prensa especializada, asesor de la editorial Valdemar y conferenciante en universidades y centros culturales. Actualmente reside en Gijón, ha coordinado recientemente una edición de Los 47 ronin, de Tamenaga Shunsui, para la editorial Satori y acaba de publicar Hollywood Maldito sobre las películas malditas del cine fantástico, en Valdemar Ediciones. 

De arriba abajo, las imágenes son: un fotograma de Inauguration of the Pleasure Dome (1954), de Kenneth Anger; un fotograma de La semilla del diablo (1968), de Roman Polanski; un momento del rodaje de Superman (1978), de Richard Donner; F. W. Murnau y Emil Jannings durante el rodaje de Fausto (1926); un fotograma de El sueño de una noche de verano (1935), de William Dieterle y Max Reinhardt.