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El silenciamiento de Filósofa Frívola
Este horrible verano donde la bilis ha ido subiendo y bajando de nuestros hígados de vertebradas por culpa de los constantes asesinatos machistas ha ocurrido un hecho que puede parecer banal pero sobre el que creo que merecería la pena que pensáramos juntas: una twittera ha dejado el Twitter. Este acontecimiento no sólo es destacable porque está relacionado con el clima de violencia contra las mujeres que estamos viviendo sino también por la importancia y la posición de ese personaje, la Filósofa Frívola, dentro de ese canal.
Para las que nunca han transitado los pasillos comerciales, los vertederos o las tertulias de las redes sociales y sólo conocen Twitter por el Ministro de Interior, la Filósofa Frívola era lo que se conocía como una “tweetstar”, un anglicismo horroroso para señalar a una persona con muchos seguidores. La Filósofa Frívola era y es desde luego muchas cosas más: escritora, humorista, activista… pero eso poco importa para hablar de cómo desató la ira de la turba y cómo fue linchada virtualmente. Y esta omisión no pretende menospreciar su valía en estos terrenos –yo siempre he preferido cuando escribía más de 140 caracteres– sino subrayar su papel en las redes sociales.
Un linchamiento virtual es, desde luego, un tema delicado donde entra en juego todos los matices de las redes sociales. Entremos en harina: no sé si estarán de acuerdo conmigo pero podríamos decir que las redes sociales son herramientas de auto-ficcionalización dominadas por una serie de ideologías particulares. A ver si logro explicar esta perogrullada académica. Queda claro que las redes sociales, por muy invasivas que sean, no son la realidad, sino una herramienta con la que construirnos de manera ficticia para, generalmente, subrayar nuestros momentos más felices, la bondad de nuestras opiniones y nuestra solidaridad con toda clase de víctimas.
Por otro lado, y según tengo entendido, ningún software o aplicación informática es ideológicamente neutra ya que todas portan en su modo de funcionar una serie de valores distintivos. Por ello, si bien tanto Facebook® como Twitter® sirven para auto-ficcionalizarnos, Facebook está basado en crear una falsa sensación de intimidad, fomentando una pseudo-conexión con una serie de personas extrañas y Twitter está basado fundamentalmente en que cualquier persona puede convertirse en un creador o creadora de opiniones. El peso de una persona en Twitter depende del número de seguidores. Entendedme bien, creo que con ambas plataformas se pueden crear cosas excepcionales en situaciones excepcionales, pero nuestro uso diario de esas plataformas se aproxima bastante a esas ideologías de intimidad y el prestigio relacionado con la popularidad.
La Filósofa Frívola había mezclado esos dos elementos, el de la auto-ficcionalización y el del prestigio, de manera excepcional. Como personaje ficticio había logrado pulir su discurso para representar a la perfección una puñetera pesadilla patriarcal: ruidosa, bocazas, cabezona, peleona, toca-pelotas, exagerada, payasa, incisiva e inteligente. A eso le deberíamos de sumar su aspecto de personaje socialmente torpe que a mí, por deformación académica, siempre me recordaba a la heroína de una comedia romántica que se hubiera cabreado porque descubre que como mujer estaba destinada a vivir en ese tipo de películas. Todo ello por no olvidar su papel de azote de machitos de izquierdas dentro de un autoproclamado izquierdismo incómodo que le llevó, ni más ni menos, que a ser protagonista de un alucinante verso de Los Chikos del Maíz: “Feminismo es Tania Sánchez, no filósofa frívola”.
Bueno, una vez aclarado lo que Los Chikos del Maíz piensan que es feminismo sigamos con lo nuestro.
Este personaje, creado por una persona a la que conozco como sólo se puede conocer a la gente en la era de Facebook, superficialmente, había logrado tener mucho éxito dentro de su canal, Twitter. Un prestigio ganado en un continuo boxing con todo tipo de machitos, progres confundidos, imbéciles y usuarios de Forocoches en una continua necedad intercambiable. Allí donde la mayoría bloqueaba, la Filósofa Frívola continuaba luchando y golpeando hasta la extenuación de su público o de su contrincante que no del suyo propio. Y digo bloquear porque esa parece la única salida ante la imbecilidad machista generalizada, ya que nuestras redes sociales continúan siendo sordas ante el acoso que sufren sus usuarias más prestigiosas, más visibles y, por lo tanto, las más necesarias. Este es el caso de la Filósofa Frívola como lo fue hace un par de años el de la inglesa Caroline Criado-Perez, quien inició una campaña para aumentar la presencia femenina en los billetes ingleses y sufrió por ello una brutal persecución.
Este linchamiento de twitteras así como el hecho de que Wikipedia tenga un problema con la escasez de colaboradoras que eran, hace unos años, tan sólo un 15% deja claro que el prestigio en las redes sociales tiene también una lectura de género: mientras que siendo hombre es más probable convertirte en un creador de opinión, siendo mujer es más fácil que se te tache de bocazas, ególatra o loca, calificativos todos que lleva años recibiendo la Filósofa Frívola. Si esas opiniones se revisten de una ficcionalización, de un personaje llamativo y estridente, la incomprensión campa a sus anchas. Algunas amigas feministas (no todas) me han comentado el hastío que les producen este tipo de personajes, pero esas amigas, como yo misma, tenemos un Twitter destinado a anuncios oficiales, con poca vida y dedicado a predicar entre las conversas. La Filósofa Frívola era una aliada muy valiosa no sólo por su popularidad, convertida en prestigio dentro del canal, sino por su comprensión del medio y su interés por batallar en terrenos difíciles pero esenciales como los de las redes sociales. Y hacerlo no sólo con sentido del humor sino expresando unas opiniones controvertidas que cuando menos llevaban a la reflexión y cuando más llevaban al cabreo de los cabecicubos.
Claro que ahora viene el morbo ¿qué ha pasado?, ¿por qué ha dejado Twitter? Pues lamento comentarles que no lo sé muy bien y que me ha dado vergüenza preguntar (soy fatala como periodista). Pero rastreando los restos que ha dejado la turba, las ascuas de sus antorchas, las papeleras volcadas y los escaparates rotos he podido reconstruir que el usual discurso encendido de la Filósofa Frívola se fue calentando en un agosto escalado de terrorismo machista y donde desde foros usualmente machistas y violentos se pedía que, por favor, “no se generalizase”. Se dice que dijo que los afroamericanos por menos te quemaban barrios enteros, que si fuera al revés otro gallo cantaría. Se dice que dijo muchas cosas, expresando una rabia generalizada, pero ya no dice nada, porque los usuarios de un Twitter cada vez más machista se han dedicado a silenciarla, utilizando para ello tanto el calificativo grueso de Forocoches como el bromazo de Los Chikos del Maíz, porque a la hora de silenciar a la mujeres que destacan en este país, generalmente dividido y cainita, la unanimidad es aplastante.
Vergüenza.
El silenciamiento de Filósofa Frívola
Este horrible verano donde la bilis ha ido subiendo y bajando de nuestros hígados de vertebradas por culpa de los constantes asesinatos machistas ha ocurrido un hecho que puede parecer banal pero sobre el que creo que merecería la pena que pensáramos juntas: una twittera ha dejado el Twitter. Este acontecimiento no sólo es destacable porque está relacionado con el clima de violencia contra las mujeres que estamos viviendo sino también por la importancia y la posición de ese personaje, la Filósofa Frívola, dentro de ese canal.
Para las que nunca han transitado los pasillos comerciales, los vertederos o las tertulias de las redes sociales y sólo conocen Twitter por el Ministro de Interior, la Filósofa Frívola era lo que se conocía como una “tweetstar”, un anglicismo horroroso para señalar a una persona con muchos seguidores. La Filósofa Frívola era y es desde luego muchas cosas más: escritora, humorista, activista… pero eso poco importa para hablar de cómo desató la ira de la turba y cómo fue linchada virtualmente. Y esta omisión no pretende menospreciar su valía en estos terrenos –yo siempre he preferido cuando escribía más de 140 caracteres– sino subrayar su papel en las redes sociales.
Un linchamiento virtual es, desde luego, un tema delicado donde entra en juego todos los matices de las redes sociales. Entremos en harina: no sé si estarán de acuerdo conmigo pero podríamos decir que las redes sociales son herramientas de auto-ficcionalización dominadas por una serie de ideologías particulares. A ver si logro explicar esta perogrullada académica. Queda claro que las redes sociales, por muy invasivas que sean, no son la realidad, sino una herramienta con la que construirnos de manera ficticia para, generalmente, subrayar nuestros momentos más felices, la bondad de nuestras opiniones y nuestra solidaridad con toda clase de víctimas.
Por otro lado, y según tengo entendido, ningún software o aplicación informática es ideológicamente neutra ya que todas portan en su modo de funcionar una serie de valores distintivos. Por ello, si bien tanto Facebook® como Twitter® sirven para auto-ficcionalizarnos, Facebook está basado en crear una falsa sensación de intimidad, fomentando una pseudo-conexión con una serie de personas extrañas y Twitter está basado fundamentalmente en que cualquier persona puede convertirse en un creador o creadora de opiniones. El peso de una persona en Twitter depende del número de seguidores. Entendedme bien, creo que con ambas plataformas se pueden crear cosas excepcionales en situaciones excepcionales, pero nuestro uso diario de esas plataformas se aproxima bastante a esas ideologías de intimidad y el prestigio relacionado con la popularidad.
La Filósofa Frívola había mezclado esos dos elementos, el de la auto-ficcionalización y el del prestigio, de manera excepcional. Como personaje ficticio había logrado pulir su discurso para representar a la perfección una puñetera pesadilla patriarcal: ruidosa, bocazas, cabezona, peleona, toca-pelotas, exagerada, payasa, incisiva e inteligente. A eso le deberíamos de sumar su aspecto de personaje socialmente torpe que a mí, por deformación académica, siempre me recordaba a la heroína de una comedia romántica que se hubiera cabreado porque descubre que como mujer estaba destinada a vivir en ese tipo de películas. Todo ello por no olvidar su papel de azote de machitos de izquierdas dentro de un autoproclamado izquierdismo incómodo que le llevó, ni más ni menos, que a ser protagonista de un alucinante verso de Los Chikos del Maíz: “Feminismo es Tania Sánchez, no filósofa frívola”.
Bueno, una vez aclarado lo que Los Chikos del Maíz piensan que es feminismo sigamos con lo nuestro.
Este personaje, creado por una persona a la que conozco como sólo se puede conocer a la gente en la era de Facebook, superficialmente, había logrado tener mucho éxito dentro de su canal, Twitter. Un prestigio ganado en un continuo boxing con todo tipo de machitos, progres confundidos, imbéciles y usuarios de Forocoches en una continua necedad intercambiable. Allí donde la mayoría bloqueaba, la Filósofa Frívola continuaba luchando y golpeando hasta la extenuación de su público o de su contrincante que no del suyo propio. Y digo bloquear porque esa parece la única salida ante la imbecilidad machista generalizada, ya que nuestras redes sociales continúan siendo sordas ante el acoso que sufren sus usuarias más prestigiosas, más visibles y, por lo tanto, las más necesarias. Este es el caso de la Filósofa Frívola como lo fue hace un par de años el de la inglesa Caroline Criado-Perez, quien inició una campaña para aumentar la presencia femenina en los billetes ingleses y sufrió por ello una brutal persecución.
Este linchamiento de twitteras así como el hecho de que Wikipedia tenga un problema con la escasez de colaboradoras que eran, hace unos años, tan sólo un 15% deja claro que el prestigio en las redes sociales tiene también una lectura de género: mientras que siendo hombre es más probable convertirte en un creador de opinión, siendo mujer es más fácil que se te tache de bocazas, ególatra o loca, calificativos todos que lleva años recibiendo la Filósofa Frívola. Si esas opiniones se revisten de una ficcionalización, de un personaje llamativo y estridente, la incomprensión campa a sus anchas. Algunas amigas feministas (no todas) me han comentado el hastío que les producen este tipo de personajes, pero esas amigas, como yo misma, tenemos un Twitter destinado a anuncios oficiales, con poca vida y dedicado a predicar entre las conversas. La Filósofa Frívola era una aliada muy valiosa no sólo por su popularidad, convertida en prestigio dentro del canal, sino por su comprensión del medio y su interés por batallar en terrenos difíciles pero esenciales como los de las redes sociales. Y hacerlo no sólo con sentido del humor sino expresando unas opiniones controvertidas que cuando menos llevaban a la reflexión y cuando más llevaban al cabreo de los cabecicubos.
Claro que ahora viene el morbo ¿qué ha pasado?, ¿por qué ha dejado Twitter? Pues lamento comentarles que no lo sé muy bien y que me ha dado vergüenza preguntar (soy fatala como periodista). Pero rastreando los restos que ha dejado la turba, las ascuas de sus antorchas, las papeleras volcadas y los escaparates rotos he podido reconstruir que el usual discurso encendido de la Filósofa Frívola se fue calentando en un agosto escalado de terrorismo machista y donde desde foros usualmente machistas y violentos se pedía que, por favor, “no se generalizase”. Se dice que dijo que los afroamericanos por menos te quemaban barrios enteros, que si fuera al revés otro gallo cantaría. Se dice que dijo muchas cosas, expresando una rabia generalizada, pero ya no dice nada, porque los usuarios de un Twitter cada vez más machista se han dedicado a silenciarla, utilizando para ello tanto el calificativo grueso de Forocoches como el bromazo de Los Chikos del Maíz, porque a la hora de silenciar a la mujeres que destacan en este país, generalmente dividido y cainita, la unanimidad es aplastante.
Vergüenza.