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Apología del bufonismo pre-revolucionario

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Todo esto de la abdicación del rey me ha hecho pensar de nuevo en aquella cuestión que tantas veces debatimos en los días de la RESAD, antes de que me echasen por bufón (yo, en el despacho del director, incapaz de Hamlets y Chejovs, en mallas muy ceñidas, como avatar de ese fabuloso personaje de la obra Los tontos mueren, de Peter Handke, cuando decía aquello de «Inmediatamente todo lo que se supone serio se convierte en mí en broma»), me ha hecho pensar, decía, en la cuestión que debatíamos, muy serios con nuestras narices de gomaespuma, en el Café de los Austrias, a propósito de la función del payaso después de Brecht y Mayakovski (Pepe Sacristán, que solía bajar a desayunar a media mañana, dos mesas más allá, hacía como que leía el periódico y sonreía). Por entonces éramos muy fans de Dario Fo y de Heiner Müller, y nos encantaba el concepto de «teatro de la bufonería» de Lyubimov. Luego vendría Leo Bassi y «el grito sordo» de mi admiradísimo Ignatius Farray. Prohibiciones, multas y censuras. Incluso artefactos explosivos en los camerinos por mofarse de lo «inmofable» (si tal cosa existiera o existiese, que yo creo y quiero que no, ni Su Santidad ni la muerte).

Así es que, partiéndome la caja con el aluvión de bufonadas que han inundado las redes sociales de manera casi instantánea al anuncio oficial, he vuelto a acordarme del cerdo de Durov ridiculizando al Káiser Wilhem II, del Ubú Rey de Alfred Jarry, del payaso Vitaly  Lazarenko, «Bufón de Su Majestad El Pueblo», de Marcel Duchamp pintándole un bigote a la Mona Lisa, de Chaplin en el El Gran Dictador, de las caricaturas de Grosz, del Mime Troupe de San Francisco y el Bread and Puppet Theatre de Nueva York, del payaso Mockinpott de Peter Weiss anticipando los elementos bufonescos del Marat/Sade, de Lenny Bruce, de los yippies presentado la candidatura del cerdo Pigasus en la Convención Demócrata de Chicago, de Les Clowns del Théatre du Soleil, del incisivo Dario Fo de Morte accidentale di un anarchico o Pum Pum Chi é? La polizia!, del God Save the Queen de los Sex Pistols, del Flying Circus de los Monty Python y de todas esas gloriosas cubiertas y noticias que nos han estado brindando en estos últimos tiempos los terroristas de El Jueves, Mongolia y El Mundo Today

"Y yo quiero creer que hoy la república de los bufones ha contribuido a esta jubilosa abdicación."

En aquellos días estudiábamos a Stanislavski porque no nos quedaba otra, pero en lo que de verdad creíamos era en los payasos del circo político pre-revolucionario de nuestro querido Vladimir, incluso aunque acabase pegándose un tiro en el corazón. Dario Fo (Mistero Buffo) continúa suscribiendo lo que una vez dijera nuestro hombre en Moscú (Mistery Bouffe): «El fin de la sátira es la primera señal que marca el fin de una auténtica democracia». Y yo quiero creer que hoy la república de los bufones ha contribuido a esta jubilosa abdicación. Es un primer paso. Habrá que seguir afilando las risas hasta que no quede un solo Borbón en el castillo.

Para terminar diré que cuando el profesor de interpretación me invitó a marcharme de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (también manda huevos lo de «Real») por el crimen intolerable de ser incapaz de Chejovs y Hamlets (a causa de ese malditismo atávico y contagioso de Rey Midas que por lo que se ve me hace transformar todo lo que toco en comedia) me sentí como el niño Fellini al que aquel lamentable profesor quiso ridiculizar una vez delante de toda la clase diciéndole que era un payaso, es decir, por un momento llegué a ser el niño más feliz del mundo: «como si de repente hubiera reconocido algo que me pertenecía desde siempre y que era también mi futuro, mi trabajo y mi vida». Recuerdo que al salir del despacho después de hablar con aquel imbécil tan circunspecto (cuya carrera de actor dramático sí que da risa, por cierto) le hice unas cuchufletas y me fui cantando el Lucky Man For You de La Polla Records: «Si esto es vivir en serio / preferimos hacer el indio / ¡papa, papa, papa, papa, papa, papa!».