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Discos (VI)

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DISCO DEL MES

Matana roberts

Coin Coin Chapter Three: River Run Thee 
(Constellation Records, 2015)

Saxofonista, compositora, teórica, historiadora, activista, antropóloga. Natural de Chicago, de familia afroamericana de origen humilde y nómada por trabajo; expuesta a numerosos estímulos culturales y contraculturales por parte de sus padres desde pequeña. Estudiante temprana de clarinete clásico. Miembro de la AACM de Chicago entre el año 2000 y el 2009 (allí conoció a Muhal Richard Abrams, Nicole Mitchell, Roscoe Mitchell, Anthony Braxton o Amina Claudine Meyers, entre otros). Instigadora del trío (junto a Joshua Abrams y Chad Taylor) Sticks and Stones, con el que grabó para Thrill Jockey. Colaboradora puntual de TV on the Radio o Godspeed! You Black Emperor. Producida por Vijay Iyer para el sello de Barry Adamson (Central Control). Figura en movimiento constante, personalidad poliédrica donde las haya y responsable de una de las ideas más maravillosamente desproporcionadas de la cultura contemporánea: Matana Roberts tiene el proyecto de documentar en doce capítulos en forma de grabación discográfica su propia visión de algunos episodios de la cultura afroamericana (el nacimiento y desarrollo de la esclavitud, y la naturaleza del crecimiento político y económico en distintas épocas en Estados Unidos) y cómo han afectado los mismos y sus prácticamente infinitas ramificaciones a la sociedad contemporánea, norteamericana y global. Historia y contexto. Futuro y contexto. Construcción de una identidad y sus porqués. Trabajo en proceso, en procesos mutantes. 

Si en los dos sobresalientes primeros capítulos de Coin Coin Roberts lideró sendos ensembles entre el jazz y la música contemporánea (dieciséis músicos en Coin Coin Chapter One, sexteto en Coin Coin Chapter Two), para elaborar un discurso complejísimo intelectual y musicalmente entre la libre improvisación, modos propios de composición y notación, técnicas de field recording, voces líricas y spoken word, Roberts entrega ahora el tercer capítulo de su dodecalogía sin banda que la acompañe, en solitario. En sus propias palabras, este River Run Thee funciona como cuaderno del viaje (a pie, en autobús, en tren, haciendo auto-stop) que llevó a cabo durante veinticinco días por el sur de Estados Unidos en 2014. He aquí el punto de partida. Estructurado en doce partes que funcionan como una sola composición, Roberts vuelve a ensamblar una pieza de gran altura conceptual y musical. Aquí conviven grabaciones de campo realizadas por Matana durante su viaje, extractos de discursos y manifiestos históricos, letras de canciones populares y standards de jazz, spoken word, frases de saxo improvisadas, varios teclados Korg y sus correspondientes efectos, un piano vertical. A modo de collage con las mismas dosis de concreción que de abstracción, Roberts construye una auténtica obra de orfebrería a base de repeticiones y cut-ups, intervenciones a tiempo real sobre sus propias grabaciones, cambios de velocidad y sentido en los discursos, atmósferas asfixiantes de electrónica oscura, improvisaciones más o menos feroces en frases más o menos largas al saxo… Lo ancestral y lo contemporáneo. La lucha por los derechos civiles. Los esclavos liberados por un marinero anónimo. La naturaleza y la ciudad. El blanco y negro y el color; el concepto de lo post-racial. La vida en un pequeño barco anclado en un canal de Brooklyn. Malcolm X y Marie Thérèse Coincoin. Todo ello y cientos de posibilidades (siempre mutantes) más existen en este tercer capítulo de Coin Coin. Y una certeza: Matana Roberts está escribiendo una página fundamental de la historia de la música contemporánea.

 

 

 

AFRICA EXPRESS

Africa Express Presents...Terry Riley’s in C Mali 
(Transgressive, 2015)

In C es una obra fundamental en el desarrollo de la composición contemporánea. Es una pieza referencial en el nacimiento y primeros pasos del minimalismo (su primera versión data de 1964), y una clara toma de posición en contra de los modos intelectuales nada aperturistas de aproximación a la composición de los serialistas de mediados del siglo veinte.

Terry Riley ideó su obra maestra como una estructura abierta, de duración indeterminada y número de participantes e instrumentaciones variables. La base es sencilla: un músico empieza (habitualmente en piano o marimba) tocando una progresión de notas interpretadas en Do mayor; el resto de músicos participantes en cada ocasión ha de responder a esta primera frase en un tono y melodías que no rompan la armonía pero son libres de escoger el momento de su entrada y salida en la obra (aunque las primeras frases de cada solista suelen estar definidas). Se trata de escuchar e improvisar más que de leer e interpretar una partitura (que existe, pero está plagada de instrucciones que invitan a no seguirla), de preguntar y responder preguntando. El resultado de las distintas interpretaciones en directo o grabaciones de estudio suele cristalizar en un trance onírico en el que la repetición aleatoria de frases y el modelo pregunta-respuesta culmina en una poderosa sensación de caos controlado.

Africa Express es el proyecto en perenne movimiento liderado por Damon Albarn. En él lleva años acercando con criterio a músicos africanos a otros de tradición anglosajona (generalmente europeos). El ensemble que ha formado para la reinterpretación de In C está integrado por diecisiete músicos: Bijou, Olugbenga
y Brian Eno en las voces; Jeff Wootton y Nick Zinner (Yeah, Yeah, Yeah’s) a las guitarras; Alou Coulibaly, Andi Toma (Mouse on Mars, también coproductor del disco) y Badou Mbaye a las percusiones; Defily Sako y Modibo Diawara en las koras; Memé y Kalifa Koné en los balafones; Adama Koita al kamele n’gnoni; Cheick Diallo a la flauta; Guindo Sala en el imzad; el propio Albarn aparece tocando la melódica y André de Ridder dirige al grupo.

Aunque existen multitud de relecturas de In C, estamos seguramente ante una de las de mayor peso específico. La marimba de la versión original es reemplazada aquí por instrumentos de percusión africana que insuflan una mayor dinámica al conjunto de la pieza y serán el leitmotiv que la dirigirá durante sus casi cuarenta y dos minutos de duración. La flauta de Cheick Diallo añade un aire ancestral que se convierte en lugar central de la obra, y tanto los instrumentos de cuerda africanos como las guitarras añaden o restan color y velocidad mediante apariciones más o menos esporádicas durante todo el minutaje. Las voces entran y salen en distintos formatos –al fondo en aparición fantasmal, indefinida; a modo de dulce recitado hipnótico sin prácticamente acompañamiento hacia el centro de la pieza; repitiendo frases en bambara hasta llegar al drone–, mientras que el resto de instrumentos encuentran su lugar y lo abandonan durante toda la grabación sumando o rebajando intensidades de manera exquisita. Estructurada en pequeñas suites que dividen la composición en varias secciones con un tempo interno muy distinto entre ellas (quizás sea esta el mayor hallazgo de esta revisión de In C, la genial división interna de la obra y la personalidad propia de cada una de estas divisiones), la obra fundacional de Riley conserva intacta su poesía de la repetición y su capacidad para capturar al oyente en una liturgia absolutamente personal, pero toma además en esta interpretación europeo-maliense otro vuelo, una dimensión nueva, otro camino que explorar y definitivamente otro continente al que mirar.

 

ILYAS AHMED

I Am All Your Own 
(Immune Records, 2015)

Ilyas Ahmed es un esquivo compositor y guitarrista de origen pakistaní criado en Estados Unidos, poseedor de un discurso único y responsable de una amplia discografía absolutamente imposible de etiquetar (del field recording al trío de power rock pasando por experimentos a guitarra sola, discos de soft noise, colaboraciones con Steve Gunn o Grouper y obras de cantautor sin letras en un lugar indefinido entre Asia y Estados Unidos).

I Am All Your Own es el expresionismo abstracto llevado a ese terreno en el que se componen canciones. Guitarras y voces dobladas, triplicadas, repetidas hasta el infinito; letras que se intuyen y no acaban de entenderse por decisión estética: la búsqueda es de atmósferas y matices más que de lugares geográficos y concreciones. De sonido claramente americano y filtro árabe, Ahmed canta etéreo, desde una posición a medio camino entre la necesidad y la desgana absolutas. El trabajo de las canciones es lento pero invita siempre al movimiento, la importancia de las melodías es relativa y central a un tiempo; hay una clara querencia por el error como punto de partida en este trabajo, por el error como principio de un camino hacia lugares siempre más interesantes por desconocidos. 

Muros volátiles de efectos, guitarras acústicas, eléctricas que matizan y crean tensión desde el fondo de la habitación; lugares de inspiración india, repeticiones, cortes completos de misterio radical, climas creados a base de distorsiones y dos piezas que bajo el mismo no-título (“Untitled”) funcionan como puentes entre lugares del disco, codas, transiciones instrumentales; de la oscuridad a la luz, si la hubiere. Hay algo de clásico y algo de rompedor en Ahmed y en este álbum, y en ambos casos los porqués son difíciles de explicar. Sí, hay oscuridad y luz en este trabajo, pero esta última siempre se intuye, poco clara, al final del túnel. Hay sombra en las luces. “I Need to Fix My Body So I Can Light My Mind On Fire Again” y “Closer Tonight” cierran esta galería subterránea de la que quizás sí haya salida, rubrican un disco extraño entre los raros en el que a veces apetece quedarse a vivir y del que otras veces necesitamos escapar de modo perentorio. En ambos casos vislumbramos que hay una realidad más allá de la que estamos escuchando y quizás sea ésta la que convierta a I Am All Your Own en una obra de alto contenido adictivo.

 

OREN AMBARCHI

Live Knots 
(PAN, 2015)

“Knots” fue la pieza central del disco Audience of One que el guitarrista y compositor australiano Oren Ambarchi firmara para el sello Touch en 2012. PAN presenta ahora dos relecturas en directo de una obra en evolución continua: en la cara A Ambarchi enfrenta la reinterpretación en el club Superdeluxe de Tokyo (marzo de 2013) sin más acompañamiento que el de Joe Talia (uno de sus colaboradores más cercanos) a la batería; en la cara B (grabada en el Festival Unsound de Cracovia en octubre de 2013) le acompañan Eyvind Kang a la viola, Crys Cole en los micros de contacto, Joe Talia a la batería y las cuerdas de la Sinfonietta Cracovia (dirigida por Kang).

Minimalismo rock, lo llaman. Batería, guitarra y sus correspondientes tratamientos de efectos más o menos extremos –dependiendo del lugar de desarrollo de la pieza en el que nos encontremos– conforman la primera cara y su correspondiente versión de “Knots”. Planteamiento, presentación: el principio es sutil, de colores y texturas, de acercamiento lento y casi silencioso. El ritmo de los platos se repite con variaciones mínimas para que la guitarra de Ambarchi sobrevuele a su presa; la amenaza es real y evidente. El camino se estrecha y las tensiones entre ritmo y color crecen de modo paralelo a este estrechamiento. Nudo: sucede a partir de aproximadamente el minuto 8 de esta primera cara, aquí la batería de Talia recurre a sus otras piezas para segur libre pero más contundente, para invitar a Ambarchi a seguir libre pero creando riffs y melodías de ruido intenso y estética rock. El camino se complica, se estrecha más si cabe, se articula en ángulos imposibles, a través de dos extraños buscando un idioma común que alcanzan tras una antipática pero interesantísima negociación; fuerza bruta y elegancia de altura, los contrarios se atraen irremisiblemente. Desenlace: sucede aproximadamente en el minuto 18 y, como si de un círculo perfecto se tratara, Ambarchi y Talia vuelven por donde vinieron, ensanchan el camino, descomprimen lo que comprimieron, el principio es el fin, colores y texturas (otros, otras) vuelven a ser protagonistas y la primera cara de este LP se extingue casi sin quererlo.

La segunda versión de Knots ocupa la cara B completa de este disco. Aquí Ambarchi habrá de medir sus ideas frente a un ensemble mayor. La presentación es similar: las cuerdas del ensemble y la batería desarrollan una atmósfera permeable, abstracta y mutante en la que la guitarra de Ambarchi (y la cacharrería que la engrandece, extraordinaria) busca su lugar, su papel protagonista para el que parece no tener prisa. La tensión crece, lenta pero imparable; el camino decrece. Nudo: el aire se torna irrespirable alrededor del minuto dieciocho de esta segunda cara, cuando cuerdas y batería dejan de entretejer una estructura conjunta para destejerla, intensificar el diálogo e invitar a Ambarchi a tensionar progresivamente esta estructura de base frágil pero indestructible. Vuelven los riffs, las melodías eléctricas y las progresiones de ruido y efectos sin concesiones sobre ritmos de batería que practican la misma estética con igual contundencia. Las cuerdas quizás estén pero nadie las ve: se oyen de fondo repitiendo motivos sabiendo que la batalla está perdida. Desenlace: el principio del fin sucede al borde del minuto 28. Volvemos al principio, y esta vuelta se extenderá durante trece minutos de pérdida de presión de un lirismo atroz. El drama ha terminado pero ya vive en nosotros. Minimalismo rock, lo llaman.

 

lightning bolt

Fantasy Empire 
(Thrill Jockey, 2015)

Lightning Bolt son realeza del underground de nuestros días, un dúo de auténticos outsiders practicantes del DIY que de manera prácticamente fortuita salieron del circuito de los house-concerts ilegales de Rhode Island (Providence, USA) para instalarse en un merecido lugar de privilegio del rock contemporáneo. Tras veinte años de carrera y seis discos para el sello Load, acaban de fichar por el prestigioso sello de Chicago Thrill Jockey y llevarán sus directos salvajes y semi-caóticos de gira por todo el mundo.

Un riff de guitarra a medio camino entre dos Blacks (Flag y Sabbath) de alta alcurnia abre un disco que no decepcionará a aficionados al metal clásico ni a aquellos que se acercan al género desde una posición más aperturista. El principio de Fantasy Empire da pistas claras sobre lo que habrá de escucharse en los siguientes cuarenta y ocho minutos y nueve canciones del nuevo largo (tras cinco años de paréntesis) de la banda formada por Brian Chippendale (batería, voces) y Brian Gibson (bajo eléctrico): un extraordinario disco de rock con pasión por el ruido, las altas velocidades del punk,
la estética del metal más académico y actitud contemporánea con cierta querencia por lo experimental. 

Ritmos frenéticos que mutan a su antojo cuantas veces sea necesario en cada una de las piezas y recorren estilos infinitos; un bajo eléctrico que funciona con la misma contundencia despojado de efectos que pasado por múltiples y radicales distorsiones hasta confundirse en guitarra y en prácticamente cualquier instrumento de cuerdas; sintetizadores que se intuyen analógicos que añaden color y dinámica a un sonido puramente físico; conocimiento y buen uso de algunos recursos propios del dub (bajos llevados al extremo, ecos de profundidades abismales); voces que cuentan a gritos historias articuladas en cuatro versos que se repiten como si de ello dependiera la vida... Y si a tanto músculo tan bien trabajado sumamos la extraordinaria capacidad de “los Brian” para construir melodías y, por ende, canciones, Fantasy Empire acaba por imponerse como uno de los grandes discos de rock escuchados en los últimos tiempos.

 

Ryley Walker

Primrose Green 
(Dead Oceans, 2015)

Virtuoso de la guitarra con poso más allá de la técnica, Ryley Walker es un joven norteamericano al que podríamos situar en esa estirpe de continuadores del camino iniciado por John Fahey allá por los años sesenta y setenta.

Tras varios lanzamientos de perfil muy minoritario, Walker empezó a disfrutar de cierto reconocimiento con All Kinds Of You (Tompkins Square, 2014), trabajo en el que junto a su personalísima guitarra acústica se estrenaba como cantante y añadía nuevos instrumentos a un discurso que hasta el momento se había sostenido en las seis cuerdas de su Guild D-35.

Primrose Green suena a siguiente paso natural en la discografía de Walker. Estamos ante un disco de hechuras folk que se acerca sin complejos al jazz, el blues, el country o cualquier otra música de raíz norteamericana, además de mirar sin complejos a la época dorada del desarrollo del folk inglés pasada la mitad del siglo veinte. Estamos, también, ante una colección de canciones escritas desde lo que parece un talento único para formalizar las mismas desde una visión muy personal.

“Primrose Green” abre el álbum en una especie de ejercicio de tanteo en el que la voz y la guitarra buscan el que ya se intuye que será un lugar de expresión propio. “Summer Dress” y “Same Minds” flirtean con el jazz y se dejan liderar por una soberbia base rítmica (batería y contrabajo) para añadir originales arreglos de vibráfono y cello a los que la guitarra (eléctrica y acústica) guiará con elegancia, y sobre los que el fraseo y la creación de melodías vocales de Walker importará casi más que las propias historias que cuentan estas melodías (he aquí quizás el único punto débil en este disco, las letras de Walker son correctas pero no demasiado trabajadas, algo previsibles en sus amores, la vida rural y sus cotidianeidades); la forma será más importante que el fondo en todo este trabajo. El álbum prosigue con, “Griffiths Bucks Blues”, una pieza instrumental de gran poder descriptivo y cierta épica con sabor añejo; clásico. “Love Can Be Cruel” es otro ejemplo del acercamiento único de Walker al terreno de la composición: medio corte es instrumental de desarrollo narrativo, en el otro medio Walker repite frases cortas a modo de mantra para convertir la canción en un vivo diálogo entre éstas, un Fender Rhodes y una guitarra eléctrica distorsionada; pasión. “On The Banks Of Old Kishwaukee” es el tema que menos sorpresas ofrece, una miniatura de cinco minutos correcta y muy clásica formalmente; tradición. “Sweet Satisfaction” es un elegante medio tiempo de estructura clásica en el que la emoción la ponen las entonaciones de un Walker extraordinario en su modulación y sus conversaciones con un drone de guitarra eléctrica que es –otra vez– todo un hallazgo; éxtasis. En “The High Road” aparece el fantasma de Nick Drake: arreglos de cuerdas y melodías, progresiones de guitarra; sensibilidad a flor de piel. “All Kinds of You” vuelve sobre una base de contrabajo y batería de inspiración jazzística para que la eléctrica vista la frases arrastradas sin pasión y maestría por Walker; clase. “Hide In the Roses” cierra el disco a guitarra y voz; sobriedad.

Primrose Green es una puerta abierta al futuro de la mejor canción de autor, cuarenta y cinco minutos en los que lo acústico y lo eléctrico establecen una original alianza, en que las tradiciones americana e inglesa conviven intensamente, el trabajo instrumental y las voces hallan un nada forzado equilibrio; un disco que resulta en delicioso anacronismo y aspira a un tiempo a la vanguardia: un pequeño (o grande, el tiempo lo dirá) clásico contemporáneo.

Álex Sánchez

Álex Sánchez (Barcelona, 1977) estudió Historia del Arte y Humanidades en la ciudad condal. Pasó por el seminario y vivió en Londres, Tokio y Berlín por cortos periodos de tiempo. Allí trabajó en tiendas de discos y escuelas de idiomas. Hoy vive en Madrid y participa en distintos proyectos culturales relacionados con la música.