Contenido

Registros (I)

Modo lectura

 

 

Lo que sucedió es la forma en que lo cuento. Lo que cuento, una sucesión de mudanzas emprendidas con el sencillo deseo de sentirme en casa. Esta casa, en cuyo silencioso ahora desaparece el ruido por medio del cual el mundo me enemistó conmigo mismo. Aquí, la espiga del esparto ondea entre guijarros, y labra el horizonte monótonos diamantes jornada tras jornada. Como único sustento, la lectura; como veneno verdadero, la escritura, ese agridulce quehacer que siempre otorga la oportunidad de volver a equivocarse.

Pueden decirse tantas cosas viejas sobre el futuro como nuevas acerca del pasado. La realidad está presidida por un incesante proceso de coincidencia y divergencia. La paradoja es el lenguaje mismo del acontecer. A remolque de la fugacidad, la vida deviene infinita. Porque morimos, filosofamos. Y porque filosofamos, vivimos.

Aunque separados por más de mil quinientos años, la lengua materna de ambos fue el latín. Pese a estar —o por el hecho de estar— profundamente involucrados en la realidad de su tiempo, prestaron mayor atención al estudio de sí mismos que al espectáculo de la época. «Me bastan pocos; me basta uno; puedo contentarme con ninguno», observa Séneca. «Soy yo mismo la materia de mi libro», advierte Montaigne. Análoga complexión moral, idéntica destreza para sortear los caminos ociosos. No seducidos por otra expectativa que la honestidad, el estilo es para ambos la conducta. Persuadidos de la estrecha vinculación entre el cuerpo y el espíritu, no esperan de la filosofía otra recompensa que la salud. «Permanecer tranquilo y contemplar el mercado sin comprar ni vender nada» (Séneca). «Quiero que la muerte me encuentre plantando mis coles, pero sin preocuparme por ella y menos aún por mi jardín imperfecto» (Montaigne). Aficionados a las disquisiciones fúnebres, la educación para la muerte los mantiene vivos. «¿Ignoras acaso que morir es también uno de los deberes de la vida?», pregunta Séneca. «De los pensamientos sobre mi muerte, obtengo un gran consuelo», musita Montaigne.

Los buenos muertos saben regresar.

 

Madruga el amor para hacer realidad el bien soñado. Desde antes del alba, acechan su paso los perros del ocaso.

La experiencia sólo enseña que no: que no es el camino conocido el que conduce a casa.

Con el bolígrafo que me obsequió el viajero a quien habían asaltado y socorrí, escribo: «El dolor es el sufrimiento que sabe por qué; el sufrimiento es el dolor que ignora. Toda la literatura se basa en el hallazgo de una convergencia, de una discordancia. Cada analogía, cada disonancia representa para el escritor un cabo de vela, un último tren, una dama con quien bailaría si no estuviera muerta».

En el fondo de sus ojos sería posible adivinar el valor actual de nuestras reservas espirituales. La echadora de cartas. El título del cuadro —adquirido por capricho en un hospital psiquiátrico hacia 1977, e inolvidable, sin duda, por el hecho de estar destinado a perderse— evocaba el enigma encerrado en aquella mirada de esfinge. Cinco monedas hicieron de mí su efímero dueño; cinco círculos trazó el pintor en una esquina del lienzo. Conjurábamos así cualquier sombra de desavenencia entre imaginación poética y vida cotidiana. El azar que jugó con aquellas monedas despliega hoy sobre la mesa las cartas de la pitonisa. Todo lo que se pierde guía nuestros pasos. Todo lo que se pierde acaricia el enigma.

Cada muerte renueva el misterio de estar vivo. El misterio del fugitivo intercambio de los mortales con lo eterno.

Eterno es aquello que sólo se vive una vez.

Declinada la agridulce primavera, difuminado el claroscuro estío, brindar una íntima bienvenida al invierno, ahora, en el corazón del otoño, cuando envejecen las hojas y brilla un último quehacer inexcusable: comenzar a dar las gracias.

José Luis Gallero

José Luis Gallero (Barcelona, 1954) es editor, poeta, antólogo y estudioso del pensamiento breve. Fue redactor de Sur Exprés y El Europeo. Autor de Sólo se vive una vez. Esplendor y ruina de la movida madrileña (1991) y Heráclito. Fragmentos e interpretaciones (2009). Vive y trabaja en Madrid.