¡Dinamita!
Lorena Álvarez y su Banda Municipal, junto al Coro de Ladinamo y el Patio Maravillas, han publicado recientemente el álbum Dinamita (Producciones Doradas, 2014). El canto siempre es una suma de voces, el canto siempre son dos hablando. Algo así me decía Enrique Morente intentándome explicar su fascinación por la polifonía, las masas corales; hasta su querencia por la reverb parecía venir de ahí.
¡Qué maravilla —valga la redundancia, por los del Patio— escuchar a esta gente que canta con Lorena Álvarez! Gente que canta, sí, que sus males espanta. Agustín García Calvo acordándose de Juan de Mairena acordándose de Don Nadie. “Alba”, el tema que cierra el disco, aparecía ya en Anónimo, precisamente, una colección de florecillas —se decía así en los poemarios antiguos—, el cancionero sentimental que me dio a conocer a Lorena Álvarez y su Banda Municipal.
Pero con los primeros acordes de Dinamita no sé por qué se me vino a la cabeza este sucedido: en Cartagena, llegando la Semana Santa de 1935, miembros de las Milicias Populares rodeaban a la banda municipal de música que anunciaba, a los sones de “Micaela”, las religiosas celebraciones, y hacían callar a la banda bajo una tormenta de voces que entonaban “La Internacional”. Y eso que “Micaela” es una tonada de lo más profano y que ya traía bastante sorna a las dichosas procesiones. Sí, ya sé que parece una canción de Robert Wyatt. Pero lo que encuentro en Dinamita no es la resolución de ese antagonismo, sino la inmersión, ahí, en medio del suceso, donde se confunde la guasa popular con el canto político; ahí, donde se llega a pensar que, en la verdadera canción, concurren los mismos afectos: comunidad y anonimato.
Una amiga me dice: esto son las Vainica Doble si hubieran salido a las plazas de Madrid el 15 de mayo de 2011. Primero pienso, ¡exageraciones!; después, tarareando “Cuesta abajo”, pues claro que sí: éste no es un jueguecito del tipo, vamos a “deconstruir” el Coro del Ejército Rojo. ¡Aquí se canta de verdad!
Traigo la camisa roja, de sangre de un compañero, tralalararará. Guy Debord no ocultaba su fascinación por las canciones de soldados vencidos, las canciones que honran a los supervivientes de cualquier derrota. Sea en la Vendée, la revolución mexicana o el frente del Jarama de nuestra guerra civil. A los soldados los marca un pasado pero no un futuro. Es por eso por lo que sus canciones pueden conmovernos. Las revoluciones del presente no hablan ya de futuro, no pueden esperar; si no hay Palacio de Invierno habrá que empezar por la junta municipal. Claro que los situacionistas eran unos plastas, dirán ustedes; y sí, yo también prefiero a las musas que inspiran este disco, Lorena Álvarez dixit: Violeta Parra y ¡Carmen Amaya!, vuelvo a exclamarlo: ¡qué maravilla!
Y son raras estas modas foráneas que nos llegan, con los turistas, venidas desde los países protestantes. El descubrimiento de la fiesta, del carnaval, es el último hit, en un país festivo y festivalero como este nuestro, en el que hasta el capitalismo sabe que lo carnavalesco es la principal herramienta para la colonización de las vidas cotidianas de todos nosotros. Como dicen en Cádiz con mucha guasa y saudade brasileña: ¡cagnaval, cagnaval! Lorena Álvarez, la Banda Municipal, el coro de Ladinamo y, también, los del Patio Maravillas, saben que hay que descolonizar hasta la alegría. La alegría de vivir.
Pedro G. Romero
Pedro G. Romero (Aracena, 1964) es artista. Desde 1999 trabaja en torno a la aparición y desaparición de las imágenes en el Archivo F.X. con presentaciones en la Fundación Tàpies, el MNCARS o la Kunstvereim Stuttgart. Trabaja también en torno a la cultura popular, especialmente el flamenco, con el proyecto Máquina P.H. En este último es colaborador habitual de Israel Galván y coordina el espacio www.pieflamenco.com.