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“El enemigo de mis enemigos es mi amigo”

Carla Fibla entrevista a Abdel Bari Atwan

Pocos conocen el mundo árabe como Abdel Bari Atwan. 

Periodista incómodo y visionario, el director del nuevo diario Al Rai al Youm lleva media vida analizando una región geopolítica que marca la agenda mundial. Su mirada abarca Egipto, Siria, Argelia, Turquía e Israel. Y su diagnóstico inquieta.

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Está muy preocupado. Ya está acostumbrado a navegar contracorriente, antes desde su despacho del Al Quds al Arabi —diario árabe de referencia que dirigió durante 25 años—, ahora en una oficina alquilada de una sola habitación, en un edificio donde se comparten servicios administrativos, cafetería y baños. Abdel Bari Atwan dedica horas y esfuerzo a un nuevo proyecto, Al Rai al Youm (La Opinión del Día), el periódico digital desde el cual mantiene la misma línea editorial crítica y honesta que el verano pasado le obligó a abandonar el Al Quds, y que ya registra las visitas de más de 430.000 personas al día. 

No hay necesidad de convocar consejos de redacción, porque los textos de los colaboradores pasan de una mesa a otra para ser valorados en tiempo real, editados y colgados en la red. Atwan, bolígrafo rojo en mano, corrige, aprueba o descarta con velocidad; cada vez que busca la concentración se oxigena con la visión de los tejados de las casas pegadas a la estación de metro de Hammersmith que se impone desde un enorme ventanal. Un perchero pegado a la pared con cinta aislante, un armario lleno de libros que recogen sus investigaciones sobre Al Qaeda, una enorme fuente repleta de fruta y una máquina para destruir documentos sin actividad son los objetos que rodean a Atwan y Maha Burbar, su asistente. 

Frente a un gran café americano, ajeno al constante trasiego de compañeros anónimos de otras oficinas, Atwan salta de un país árabe a otro, cuestionando las informaciones acerca del cambio que comenzó en diciembre de 2010, lanzando pronósticos contundentes, señalando las debilidades de gobernantes y ciudadanos, así como los factores externos a las revueltas. 

Atwan intenta comprender en voz alta, buscar argumentos para cada situación caótica que está viviéndose en el Magreb y en Oriente Próximo. “Es muy extraño, los países que están siendo desmantelados son los seculares, porque los no seculares —las monarquías— permanecen intactos. Siria, Iraq, Egipto serán destruidos. Estoy convencido, al cien por cien. En dos años la situación de Egipto será terrible.” 

Abdel Bari Atwan (Deir al-Balah, Gaza, 1950) vive desde hace 40 años en Londres porque dice que no hay ni un solo país árabe donde pueda ejercer el periodismo sin acabar en la cárcel o desaparecer. 

Nació en un campamento de refugiados dos años después de la creación del Estado de Israel. Ahí vivió hasta la adolescencia junto a 11 hermanos. Su educación transcurrió entre Dair, Jordania y El Cairo, pero se formó como periodista en Arabia Saudí (diario Al Madina). Desde 1978 vive en Londres, donde ha hecho buena parte de su carrera. En 1989 un expatriado palestino fundó el rotativo panarabista Al Quds al Arabi, y le ofreció ser redactor jefe. Estuvo en el puesto hasta 2013.

En 1996 se internó en las montañas de Afganistán y tras un penoso viaje logró entrevistar a Osama Bin Laden. Entonces decidió especializarse en Al Qaeda, vocación que plasmó en sus libros The Secret
of Al Qaeda
(2006) y After Bin Laden: Al Qaeda, the Next Generation, este último editado tras la captura y muerte del líder islamista (2012). Su bibliografía se completa con A Country of Words: The Life of Adbel Bari Atwan. A Palestinian Journey from the Refugee Camp to the Front Page (2008), autobiografía en la que aborda la lucha y dificultades del pueblo palestino.

Su capacidad para contrastar puntos de vista, acceder a testimonios y —desde Europa— lanzar sus análisis le ha convertido en un referente en medios occidentales como BBC World News (donde participa en el programa Dateline). En octubre lanzó un nuevo diario digital: Al Rai al Youm (La Opinión del Día). Hoy se declara más combativo e independiente que nunca.

¿En tan poco tiempo? 

Sí, claro. Egipto va a la deriva, hacia la anarquía. Tras la revolución se esperaba que se consolidase la democracia, pero la situación fue secuestrada por los Hermanos Musulmanes y su propaganda. Pasamos a una sociedad semiislámica a punto de convertirse en un Estado islámico, y ahora hay un Estado militar. Tres estados en tres años. Es increíble. El Estado civil ha sido destruido. 

¿Cree que los militares retomarán el control como lo hizo el expresidente Hosni Mubarak? ¿Vuelve el viejo régimen?

Eso es difícil. Es imposible. 

¿Por qué? 

No puedes prescindir de los Hermanos Musulmanes (HM en adelante), aislarlos e impedir que formen parte del proceso político. Para que exista un proceso democrático no puedes dejar fuera a un porcentaje considerable de la población. El Ejército les ha dicho: “Sois terroristas, no sois aceptables”. Es una estupidez, porque en la clandestinidad a la que les abocan son mucho más peligrosos que en la superficie. Hosni Mubarak era muy listo: sabía que existía una amenaza real para la sociedad. Por eso pactó con ellos y les dio una cuota de 100 miembros del Parlamento. Los problemas empezaron cuando el estúpido de su hijo Gamal, junto con Ahmed Aiz, propusieron convocar nuevas elecciones y los HM no ganaron un solo escaño. Entonces la cosa entró en ebullición. Es lo mismo que ha ocurrido ahora: Abdel Fatah al Sisi les ha excluido completamente del proceso político. Pasan a la clandestinidad y será el ala radical de la formación la que tome las riendas. Ya ha empezado la lucha armada interna. Y en Egipto hay 40 millones de personas que viven por debajo de la línea de pobreza… ¡es una locura! Habrá más inestabilidad en la economía y el país se colapsará. 

Usted siempre ha dicho que los HM y Al Qaeda se odian y nunca se aliarán. Son diferentes formas de pensar y actuar, pero debido a la situación actual, con Sisi presionando, ¿pueden llegar a colaborar? 

Nunca trabajarán juntos.

¿Y acercar posturas?

No, no pasará. Tienen diferentes escuelas de pensamiento. Cada uno lo hará a su manera, no se coordinarán. Los salafistas son los que están más cerca de los HM, y no trabajan juntos. Al Qaeda es más radical que los salafistas y que otros grupos islámicos. Puede que se repita el escenario de los años setenta y ochenta en Egipto. Pequeños grupos radicales cogerán las armas, porque, sin duda, las encontrarán. Hay más de 30 millones de armas en Libia, Sudán del Sur, incluso en el Sinaí. Egipto está rodeado por la anarquía que reina en otros países y zonas. Además, habrá gente que financie a esos grupos. O se autofinanciarán, como lo ha hecho Al Qaeda en el Norte de África, secuestrando gente. 

El gran error de los militares, insisto, ha sido excluir a los HM. Los militares tienen el poder, pero no pueden luchar contra coches bomba. Mira lo que ocurre en Siria: hay 1.300 grupos armados que varían sus alianzas a diario. A veces están con Jibs al Islam, otras con el Frente Islámico, otras con Al Nusra, y otras ni lo sabemos. Cuando has perdido el control, es el fin. 

¿Cómo explica “el error” de los militares, considerando la trayectoria de los HM en Egipto y en otros países de la región?

No lo ven. Me he reunido con ellos recientemente porque me permitieron regresar a Egipto por primera vez en 18 años. Me entrevisté con Mohamed Mursi durante 45 minutos, y pude ver la rivalidad entre los HM y los militares. Cuando terminé el encuentro con Mursi, el Ejército me acribilló a llamadas porque querían invitarme a cenar. Les dije que tenía otras citas y me pidieron que las cancelase, que Sisi quería verme. Advertí a los militares: “Mantened al Ejército fuera de esta división. La institución tiene que ser de todos, porque en Egipto todo el mundo confía en ellos. A la gente le gusta el Ejército. No destruyáis su imagen”. No creen en lo que tienen delante sino en el pasado. No tienen una nueva visión, un proyecto, les falta un plan para la situación actual. 

¿Cuál es el modelo a seguir? 

El turco. La solución en Egipto pasa por reconocer que Sisi es odiado por un cuarto de la sociedad civil, si no la mitad, que son los HM, y que existe un conflicto, una rivalidad, una guerra entre ambas partes. Sugiero la intervención de una tercera parte, que no puede provenir de la calle —porque están agotados y confundidos—, sino del propio Ejército. Tendría que aparecer otro general que le dijera a Sisi que ha cometido un gran error excluyendo a los HM, y que debe retirarse para que el país recupere la estabilidad. Y que al mismo tiempo a los HM les dijera: “Vamos a trabajar juntos”. Y a los liberales: “Quiero dirigir este país durante tres años, preservar o imponer la estabilidad, contener la crisis económica mediante la seguridad; después celebraremos elecciones libres”. Ésa es la única solución, porque los árabes —igual que los españoles— somos muy emocionales. Acuérdate de cuando Sadat firmó los Acuerdos de Oslo: los árabes boicotearon a Egipto y trasladaron la Liga Árabe a Túnez. Los árabes sólo perdonaron a Egipto cuando Sadat fue asesinado y reemplazado por Hosni Mubarak. Ahora los HM odian a Sisi pero no al Ejército; si éste se va se reconciliarán con la institución, con ese general que representa la tercera opción. 

Esa solución sólo puede funcionar en países árabes con un ejército sólido, como Egipto. ¿Cuál es la salida para Túnez o Libia?

En Túnez, Habib Bourguiba creó una sociedad civil fuerte en el marco de un Estado civil poco corrupto y con algo de opresión. Ése es un país muy civilizado, tienen una buena educación y sanidad, una clase media potente y capacidad para recuperar la economía. Tienen lo básico para disfrutar de un Estado civil. Cuando Ganuchi, que es un hombre sabio y sensato, asumió el poder después de 20 años de exilio en Londres, aplicó la experiencia. Tuvo que coexistir en el Gobierno de la troika, y reaccionó cuando observó que en las calles empezaba la insatisfacción hacia el Gobierno de Ennahda. Su partido no impuso la ley islámica, fueron muy listos. Él dijo: “No quieren un gobierno de Ennahda: establezcamos un ejecutivo tecnócrata para dirigir el país durante siete meses, hasta las elecciones”. No existe la misma experiencia en Egipto. Los tunecinos son más visionarios y saben lo que es la democracia en esa parte del mundo.

Pero les ha costado dos años votar una Constitución, y ya hay voces que alertan sobre las dificultades para su aplicación.

La mayoría de los tunecinos están satisfechos con la Constitución porque la sharia no es la única fuente de derecho. Es una Constitución muy secular, nada religiosa o islámica, y fue aprobada por la mayor parte de la gente, lo que es fantástico. Si una minoría la critica también es positivo, eso es democracia. Pero esa minoría no tiene un argumento contundente. Túnez está saliendo del cuello de botella, tiene una Constitución, un gobierno independiente, y hay coexistencia: Ennahda y la oposición están trabajando juntos bajo la supervisión de los sindicatos. Hay estabilidad y la gente mira al futuro, no al pasado. Túnez es el ejemplo ideal de revuelta árabe, el único país donde la revolución ha sido un éxito. 

También es el único país donde se está logrando preservar la coexistencia.

Sí. Y a día de hoy sigue sin haber exclusión; incluso los antiguos partidarios de Ben Ali están regresando y se están uniendo a La llamada de Túnez (Al ida Tunis). Todo lo contrario de lo que sucedió en Libia, donde apartaron a todo el que hubiera trabajado para Gaddafi sin tener en cuenta que todo el mundo lo había hecho porque durante 40 años no hubo otra opción. En Egipto, ya lo hemos dicho, los HM han quedado completamente descartados. Y en Iraq, los suníes, los baazistas también han quedado fuera. No puedes excluir a la gente que ha participado en la dirección del país durante 40 años.

Túnez es un modelo porque el Ejército es muy pequeño y no interfiere en procesos políticos, excepto cuando es por el bien del país: por eso le pidieron a Ben Ali que se fuera. No ocurre lo mismo en Siria. Y otro factor que jugó a favor de la revuelta en Túnez es que, al ser un país periférico —y no central como Egipto, Iraq o Siria— la injerencia extranjera es muy limitada. Está en el borde del mundo árabe y no tiene petróleo. Ésa es la receta del éxito junto con su gente abierta y sabia. 

Infografía "un vistazo al mundo árabe"

En su opinión, Argelia podría experimentar el cambio que han provocado las revueltas populares en otros países árabes. ¿En qué basa esa afirmación, cuando las pequeñas muestras en la calle han sido frustradas con dureza? 

El poder militar hizo pequeñas concesiones en 1991, tras los “años de plomo” y la destrucción del Frente Islámico de Salvación (FIS), pero se han dado cuenta de que no pueden gobernar como lo hacían antes de los comicios. Trajeron a Bouteflika y organizaron una especie de elecciones. Permanecen en el poder pero se han situado detrás de la escena. Y Bouteflika ha introducido algunas reformas y creado estabilidad, auspiciando una especie de reconciliación nacional. La población sigue muy asustada, no puede repetirse lo que ocurrió en los noventa, con más de 200.000 muertos. La élite argelina está aprendiendo de la experiencia de Egipto, Siria, Yemen… países dominados ya por la anarquía. Seguirán haciendo concesiones para evitar ese camino.

¿Considera que en algunos países árabes esas concesiones sí están funcionando, que por eso no progresa el movimiento de cambio de régimen en territorios como Marruecos, Jordania u Omán?

Así es. Existen algunos dirigentes sensatos. Cuando empezó la revolución Mohamed VI llevó a cabo algunas concesiones: disolvió el Parlamento, quitó al primer ministro y permitió a los islamistas gobernar el país. Igual sucedió en Omán: cuando la población —que es especialmente tranquila— comenzó a protestar, el sultán Qabus Bin Said también disolvió el Parlamento y el Gobierno, retiró a dos de sus consejeros más odiados (uno de ellos su primo) y levantó un poco las restricciones sobre la libertad de expresión, además de crear 60.000 puestos de trabajo para paliar un poco las cifras del paro. Resultado: la gente está contenta, o al menos se ha contenido el descontento.

En cambio, Hamad Bin Isa al Jalifa de Baréin intentó hacer lo mismo al principio de la revuelta sin lograrlo. 

En Baréin los hechos tomaron otro curso porque la familia gobernante está dividida. El primer ministro defendía la mano dura, mientras que el príncipe heredero quería establecer un diálogo y otorgar ciertas concesiones. La posición del primer ministro se impuso al acudir a los saudíes y pedirles ayuda con la intervención militar pocos días después de que comenzase la revuelta, y esto provocó el colapso del diálogo. La rivalidad interna de la familia dirigente complicó que se pudiera aprovechar la protesta para solventar desigualdades sociales o la profunda división entre suníes y chiíes que padece el país. La capacidad de Omán para que la existencia de ibadíes, suníes, hindúes no genere conflicto ni diferencias contrasta con lo que
ocurre en Baréin o Arabia Saudí. Igual
que en Marruecos, donde, por el momento, existe un acuerdo tácito de convivencia entre árabes y bereberes. En ambos casos los dirigentes hicieron concesiones. 

¿Le sorprendió que Bachar al Assad no hiciera esas concesiones cuando se trataba de un dirigente del que se podría esperar que las hiciera?

Bachar al Assad oprimió a su pueblo, pertenece a una minoría (alauí) y sus oponentes son sectarios. Cuando accedió al poder en el año 2000 el aparato de seguridad del Estado le impidió ejecutar concesiones, y eso es lo que le sigue pasando ahora. Fue mal guiado al creer que por defender el nacionalismo árabe —el que dice no a Israel— y apoyar a las milicias de Hezbollah en Líbano, sería inmune de las revueltas árabes. Pero cometió un error de cálculo, porque aunque hubiese intentado llevar a cabo las reformas, no se le concedió tiempo suficiente para obtener resultados. Aunque dudo que ésa fuera su intención. 

En su análisis sobre Ginebra II apuntó que ahora en Siria todo se centra en la guerra contra el terrorismo, en lugar de las razones por las que la gente salió a la calle. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? 

En el pasado las prioridades de Occidente eran dos: Israel y el petróleo. Desde el 11-S se convirtieron en tres: Israel, petróleo y terrorismo. Al principio los turcos, los qataríes y los saudíes convencieron a los occidentales de que el régimen de Al Assad es autoritario y brutal por lo que, una vez que nos deshagamos de él, tendremos una Siria moderada que firmará la paz con Israel. Por lo que la prioridad occidental se concentró en terminar con Al Assad, cambiar el régimen. Fue el momento en que Barack Obama y Ehud Barak dijeron que “los días de Al Assad estaban contados”. Yo opinaba lo contrario, igual que muchos otros árabes. Siria es diferente de Libia, y Al Assad aguantó gracias al apoyo de Irán, Hezbollah y Rusia. Además, la oposición, apoyada por Arabia Saudí, Qatar y Turquía, actuó de forma estúpida porque al intentar deshacerse de Al Assad por todos los medios, abrió las puertas a los afiliados a Al Qaeda. Querían desesperadamente terminar con él, empezaron a correr como el hámster, en una rueda sin fin. Si ahora dejan de hacerlo caen y mueren. 

 

Chino Moya Imagen

¿Por qué no fueron capaces de medir los tiempos y analizar la respuesta del régimen a las protestas? 

Estaban obsesionados con seguir corriendo hasta terminar con Al Assad. Dejaron de importar los medios y así fue como Al Qaeda encontró la grieta para introducirse en el conflicto. Pero Al Assad no cayó, Siria entró en la anarquía, y Occidente sintió mucho miedo. Siria no es precisamente Afganistán; está en la rivera este del Mediterráneo, y como está muy cerca de Europa, la presencia de Al Qaeda allí es un factor muy peligroso para Occidente. Si Al Qaeda construye bases en Siria os alcanzarán, llegarán a España, Grecia… y Turquía se verá afectada. 

Los estadounidenses aprendieron la lección en Yemen y Libia, en especial de la completa anarquía en que se ha convertido el país magrebí. Hoy Libia está gobernada por Al Qaeda, no existe un gobierno central con poder. 

¿Las prioridades han cambiado? 

Sí, al comienzo del conflicto querían terminar con Al Assad, pero ahora hay dos líneas de pensamiento. La primera, liderada por Francia, Arabia Saudí, Qatar y Turquía, dice que deben acabar con Al Assad y después expulsarán a Al Qaeda del país. La segunda, defendida por Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Gran Bretaña y otros países europeos, que primero quieren terminar con Al Qaeda y sus afiliados, y que después será fácil deshacerse de Al Assad. Por eso ha habido una pausa en la contienda: para solventar el conflicto de prioridades. Creo que han llegado a un acuerdo que consiste en mantener aislado a Al Assad y acabar con los grupos islamistas, en particular de Al Qaeda y el Estado Islámico en Iraq y Levante (ISIL). Ha vencido la corriente que opina que Al Assad puede ser útil para deshacerse de los radicales islamistas.

¿Cree que van a utilizar a Al Assad para terminar con Al Qaeda y el ISIL en Siria? ¿A cambio de qué?

Por el momento no, es una baza que se guardan. Los saudíes han logrado unir a ciertos grupos bajo la bandera del Frente Islámico. Incluso han tolerado el
Frente An Nusra, que es parte de Al Qaeda. Estoy asombrado: después de estudiar Al Qaeda durante los últimos 20 años, nunca se me habría ocurrido que An Nusra —que anunció públicamente su alianza con Al Qaeda y con Ayman Zawahiri— se llegara a convertir en una facción moderada y aceptada por Occidente, incluido Estados Unidos. Y eso ocurre porque ahora el ISIS es lo más peligroso, la prioridad; más tarde se ocuparán de An Nusra junto con los otros que ahora están utilizando contra
Al Qaeda. Aun así me resulta increíble, porque si toleras An Nusra aceptas que este grupo está en el mismo lado que Estados Unidos, en el mismo frente que es apoyado por saudíes y qataríes, en lucha contra el Estado Islámico. Son musulmanes luchando contra musulmanes.

¿Cómo explica que Occidente acepte la situación que acaba de describir y rechace la existencia del “islam político”?

Hay dos tipos de islam político, el de Al Qaeda y el de los Hermanos Musulmanes. Se acepta el islam político moderado que no utiliza las armas, con el que pueden coexistir y que puede combatir a los afiliados de Al Qaeda, porque ahora el islam político es muy fuerte. Hay que tolerar la rama moderada y utilizarla contra la radical. Eso es lo que está ocurriendo en Siria. Igual que en Iraq se establecieron las milicias Shawa (Despertar), eran considerados como islamistas tolerados porque combatían contra Al Qaeda. El baremo con el que se mide la tolerancia del islam político, el termómetro, son Al Qaeda y los radicales. Si estás contra Al Qaeda eres tolerado, mientras que si estás con Al Qaeda eres muy peligroso y serás combatido con el islam político. An Nusra es Al Qaeda pero como está en contra de ISIL, que son los más radicales, se acepta.

“Los cambios en las prioridades de Al Qaeda la han convertido en un peligro menor a los ojos de Occidente. Mientras luchan contra Al Assad, no hay problema; incluso se les apoya”

En su último libro aseguró que Al Qaeda intentará ser aceptada para entrar en política…

Y mi predicción se ha confirmado como correcta, porque An Nusra se está uniendo a la fuerza de otros y aparece como un partido político, más que como una rama militar. Además, Zawahiri ha dado muestras de apoyo a An Nusra, que es menos radical que
ISIL. Junto a esto, no hay que olvidar que Al Qaeda es completamente diferente bajo el mandato de Zawahiri, de como lo era con Osama Bin Laden al frente. Y un factor más: Al Qaeda era odiada porque estaba contra Estados Unidos, pero ahora ya no lucha contra América ni Occidente. En Siria está luchando contra Al Assad, y en el Iraq actual contra Maliki. Ha cambiado el mandato. Los cambios en las prioridades de Al Qaeda la han convertido en menos peligrosa a los ojos de Occidente. Mientras luchan contra Al Assad, no hay problema; incluso se les apoya. 

¿Esto hará que Al Qaeda sea más aceptada, a pesar del pasado reciente?

Ya lo está siendo. En el pasado, el énfasis estaba en la lucha contra Estados Unidos, pero ahora es una lucha contra los dirigentes en Iraq, Siria… y quizás mañana contra los gobernantes de Egipto o Yemen. Por eso ha cambiado.

¿Por qué cree que se ha producido este cambio?

Porque Estados Unidos ya no está sobre el terreno. Obama ha retirado a Estados Unidos del objetivo; ya no está luchando en Iraq, dejará Afganistán a finales de este año, no está luchando en Siria.

Pero Estados Unidos sigue siendo muy poderoso en esos países; deciden y apoyan a las partes para determinar la victoriade unos u otros.

Siguen muy fuertes, pero la fuerza es utilizada contra los gobernantes, no contra Occidente. Ya no vemos a miembros de Al Qaeda venir a Europa para cometer atentados. No lo hacen porque están ocupados en otras prioridades. Incluso Estados Unidos está luchando con Al Qaeda contra Al Assad. El enemigo de mis enemigos es mi amigo. Así está cambiando el mapa de Oriente Próximo.

¿Qué opina de la división generada en la última década entre suníes y chiíes? ¿Es insalvable? ¿Se ha perdido la tradicional coexistencia?

Estamos viviendo en la mayor brecha conocida, y será cada vez más grande. Porque hay dos tendencias ideológicas en Oriente Próximo: los islamistas y los seculares. Los islamistas, bajo el paraguas de los HM, quieren unir a los musulmanes alrededor de una sola bandera, y los seculares intentan unir a los árabes al amparo de la bandera del nacionalismo árabe. El arabismo está por encima de chiismo, sunismo y minorías étnicas: quieren una fórmula para unir a la gente, para que coexistan. Hoy en día no tenemos ni islamismo ni nacionalismo árabe. Ambos han muerto, sólo existe la anarquía. La gente vaga sin rumbo por el desierto, no hay guía ni bandera que seguir. Eso es lo más peligroso en Oriente Próximo. En el pasado, el nacionalismo árabe fue una idea occidental copiada, sin divisiones entre musulmanes y cristianos, ni entre suníes y chiíes; teníamos árabes y no árabes. Hoy el distanciamiento es mayor, se apoya en las armas y no deja de crecer. Los chiíes son muy fuertes, con Al Assad e Irán, que es un poder regional; al otro lado los suníes tienen el dinero de Arabia Saudí.

Si no hay líderes que actúen, ¿cuánto poder le queda a la sociedad civil para cambiar las cosas, para que las minorías vuelvan a contar en la región?

La sociedad civil está marginalizada. Solía ser la mayoría y hoy está completamente apartada de la toma de decisiones. Líbano, que solía ser el ejemplo de coexistencia, de sociedad civil integrada, hoy está dividido entre suníes y chiíes. Hoy no se formula el diálogo a base de teorías y reformas, sino mediante coches bomba, ataques, asesinatos selectivos y otras demostraciones de fuerza. Está pasando en Iraq, pasará en Egipto… jamás habíamos vivido esto.

Habla del deterioro del islamismo y el secularismo, pero la gente sigue definiéndose en esos términos. ¿Por qué?

El nacionalismo árabe ha sido destruido por los líderes que se autoproclamaban nacionalistas árabes, como Muammar Gaddafi, Saddam Hussein o Hafez al Assad. Pero ellos no fueron capaces de implantar el buen ejemplo en la sociedad vía democracia, derechos humanos, lucha contra la corrupción, parlamentos elegidos en las urnas. El nacionalismo árabe ha sido destruido por los que así se proclaman —como los baasistas— igual que la sociedad civil ha sido destruida por los que aseguraban ser sus promotores. Como Hosni Mubarak, que no se presentaba como nacionalista árabe sino como liberal, y que al decir que estaba con la sociedad civil generó el peor tipo de corrupción. En el Estado islámico pasa igual: no hay buenos ejemplos en Arabia Saudí, donde el 13% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza y el paro alcanza el 25%. Todos, nacionalistas e islamistas, han fracasado en crear un buen modelo. Piense que las figuras relevantes de la sociedad civil en Egipto son Hamdeen Sabaji, Amr Moussa, Mohamed el Baradei… Todos apoyaron el golpe militar de junio para derrocar a los islamistas, a la opción elegida por el pueblo en las urnas. ¿Cómo han podido hacerlo, tras corear en la calle: “Abajo el Estado militar”?

¿Son reacciones oportunistas? ¿Están perdidos?

Están confusos, pero sobre todo no son líderes reales de la sociedad civil, porque no son fieles a sus principios y se limitan a mover el arma de un hombro a otro. 

Usted asegura que las cadenas privadas del Golfo, en especial Al Yazeera, han perjudicado la evolución de las revueltas populares. ¿En qué se basa?

No puede imaginar el daño causado por Al Yazeera y Al Arabiyya en nuestros países. Yo era un colaborador habitual en Al Yazeera, mis opiniones eran muy apreciadas en la cadena, era tan popular que si hubiese querido podría haber organizado una revolución, pero hace tres años, cuando me di cuenta de cómo estaban manipulando la situación, decidí no volver a aparecer. 

Pero todos los medios de comunicación tienen agendas políticas y económicas. ¿Por qué culpabilizar más a Al Yazeera?

El daño hecho por Al Yazeera es diferente. Es como cuando dispones de un gran crédito en el banco. Al Yazeera creó ese crédito aliándose con Iraq contra la ocupación estadounidense, aliándose con la oposición contra los dirigentes corruptos en el mundo árabe, dando un espacio a los oprimidos, a las oposiciones, convirtiéndose en una referencia muy popular en el mundo árabe. Y utilizaron esa posición para aplicar una agenda determinada. En especial en Siria, Yemen y Egipto. La Al Yazeera del pasado desapareció y comenzaron a incitar a la gente de acuerdo con su agenda, que desconocemos. Lo que sí sé es que han jugado un papel muy peligroso fabricando noticias, inventándose testigos, elaborando las cifras de muertos… El acoso a la figura de Al Assad fue tremendo, aún no entiendo cómo logró sobrevivir. Y después apoyaron a los islamistas, a Al Qaeda y a sus afiliados en Siria. No han triunfado, creyeron que lo lograrían como pasó, en un tiempo limitado, en Túnez, Egipto, Libia y Yemen. Estaban convencidos de que Siria caería, y ahora no se pueden retirar. ¿A qué coste? 

¿Les importa el coste?

No, de hecho una vez un ministro de Asuntos Exteriores sirio me lo dijo. Intento mantener una línea muy objetiva respecto a las posturas gubernamentales de los gobiernos árabes… lo cual choca con las grandes divisiones que tenemos en el mundo árabe, en las que te tienes que definir constantemente. No les gusta que seas neutral, quieren que te posiciones por uno u otro lado, porque era fácil decantarse contra la invasión de Iraq y en una revolución contra un dirigente corrupto como Gaddafi, pero cuando la OTAN interviene tampoco puedes estar a favor de la injerencia extranjera. Es un gran dilema. No puedes estar contra la OTAN y con los revolucionarios a la vez, por eso hay que mantenerse en el medio. Al Yazeera y Al Arabiyya han jugado un papel muy dañino para el mundo árabe; y su intención es continuar. De hecho, estaban planeando crear una revolución en Argelia, y llegaron a montar una cadena de televisión en Londres para cubrirlo; pero como la revolución siria no triunfó, han tenido que congelar la iniciativa.

Estas cadenas hablan de forma diferente cuando se dirigen a un público árabe y a una audiencia occidental. ¿Usted hace lo mismo?

No, yo no cambio la esencia del mensaje, pero mi discurso para los extranjeros es muy refinado, más sofisticado, porque los que ven la CNN o la BBC son una élite en comparación con la audiencia de las televisiones árabes. En Occidente, el 40% de los que te escuchan no son analfabetos. No se puede usar el mismo discurso, igual que no lo harías para la gente de Oxford, Cambridge o Harvard. La audiencia es diferente y el objetivo es pasar el mensaje. En el canal en inglés no se grita para tomar la palabra ni te incitan para que digas lo que ellos quieren oír, no te obligan a perder los nervios como ocurre en las cadenas árabes. Sin contar con el tiempo del que dispones para expresarte, entre 5 y 10 minutos en las cadenas occidentales frente a la hora y media en la que hablas de las mismas ideas y cuestiones sobre Iraq o Palestina. 

Y hoy, ¿para qué sirven los tradiciona-les periódicos panarabistas como Al Quds al Arabi

Ese tipo de medios de comunicación está muriendo porque ahora tampoco existen los principios del panarabismo de la época en que se crearon periódicos de referencia como Asharq al Awsat, Al Hayat y Al Quds al Arabi. Han quedado obsoletos. Además, no han sabido adaptarse a internet, a estar conectados siempre a la red. La actualidad está en la red, Twitter está tomando el relevo. Empecé a utilizarlo hace dos años y ahora tengo 360.000 seguidores; no hay un periódico árabe con tantos lectores. Cuando escribí mi editorial de despedida de Al Quds al Arabi, el 92% de los lectores estaban conectados. En Arabia Saudí, los periódicos más populares son los que están en la red. Esto forma parte de los cambios en el mundo árabe, por eso he creado Al Rai al Youm, porque sé que la gente ya no lee periódicos, ni puede esperar 24 horas para enterarse de lo que está pasando. 

¿Pertenece también al pasado la existencia de la umma en el mundo árabe?

La umma islámica está dividida entre suníes y chiíes, y la umma árabe también está fraccionada. Estamos viviendo el peor período de nuestra historia y carecemos de un proyecto propio, de la misma forma que existen los proyectos israelí, turco, persa… No hay un proyecto árabe. No existe una umma árabe y eso es muy negativo. 

¿También ha variado el concepto de resistencia en el mundo árabe?

La resistencia se genera contra un enemigo extranjero, pero hoy sólo se está ejecutando contra los regímenes árabes, líderes sectarios, corruptos... Esa es la diferencia. Existe un cambio en la cronología de la descripción de la resistencia. Antes se daba contra Israel y sus aliados, como Estados Unidos. Hoy la resistencia se materializa contra los regímenes y contra la otra secta: los chiíes contra los suníes y viceversa; lo que es terrible. Por ejemplo, Hezbollah combatió contra Israel y les venció; perdieron a muchos mártires, pero si hoy preguntas sobre Hezbollah y pides que les apoyen, los radicales suníes te matarán. La resistencia de ese grupo ha quedado fuera de juego. Cuando lucharon contra Israel en 2006, el 95% de los árabes les apoyaban, pero en los últimos dos años han pasado a ser odiados. La foto está cambiando, en especial en el norte de África, porque los saudíes movilizan a la gente contra Irán, no tanto diciendo “son persas y nosotros árabes” como hacía Saddam Hussein, sino apuntando “son chiíes y nosotros somos suníes”. Incitan al enfrentamiento entre suníes y chiíes porque su plan es debilitar a cualquiera que esté cerca y utilizar a Occidente para luchar en sus guerras. Como ya ocurrió contra Nasser, contra Saddam Hussein, ahora pretenden hacerlo contra Irán. Por eso crearon esta profunda ruptura entre suníes y chiíes. De hecho recientemente, cuando los estadounidenses llegaron a un acuerdo con Irán y Obama optó por no comenzar una nueva operación militar, los saudíes enfurecieron porque habían gastado cien mil millones de dólares en armas pensando que Estados Unidos bombardearía Irán. Existe la resistencia de chiíes contra los islamistas suníes, y viceversa. Y esta situación no variará hasta que se produzca algún tipo de despertar. Ahora no hay resistencia contra los israelíes, pero volverá a la escena. Estoy convencido. 

Parece que el enfrentamiento con Israel está dormido. 

Regresará, y muy pronto, porque los israelíes perdieron una oportunidad de oro de alcanzar la paz cuando rechazaron la Iniciativa Árabe de los palestinos, basada en la coexistencia. Siempre quieren más.
Y lo que no entienden es que Líbano caerá en la anarquía y se convertirá en un estado fallido, Siria será un estado fallido… Y lo que unirá a Al Qaeda con sus diversas ramas —An Nusra, ISIL—, será Israel. Se convertirá en el punto de unión en un futuro muy próximo. La lucha contra Israel unirá a todos los combatientes. Imaginemos que Al Assad es vencido mañana, ¿qué ocurrirá? Necesitan un líder. Ahora la batalla contra Al Assad está uniendo a los 1.300 grupos combatientes. Imaginemos que Al Assad es asesinado mañana —porque terminará siendo asesinado, es la única manera de librarse de él—; ¿quién unificará la lucha? Israel. Tendrán que luchar igual que lo hizo Saddam Hussein, que combatió a los iraníes durante ocho años y, cuando se alcanzó un acuerdo de paz, se encontró con un enorme ejército sentado, sin hacer nada. Y decidió mandarlos a Kuwait. Recuerdo que en aquella época participé en un programa en la radio británica y me preguntaron qué iba a ocurrir después del acuerdo de paz entre Iraq e Irán? Les dije que Saddam Hussein se concentraría en terminar con la crisis económica, en atender a las familias que habían perdido a sus seres queridos, pero que al ejército lo tenía que mantener ocupado para que no se volviera contra él. Anticipé que lo más probable era que enviase sus tropas a Israel. Los estadounidenses se dieron cuenta de esto y lograron desviar la atención del ejército iraquí de Israel hacia Kuwait. Ellos provocaron a Saddam Hussein, estoy convencido de que algún día saldrán a la luz documentos que lo prueben. Kuwait fue el anzuelo: su papel consistió en provocar a Saddam. Ahora ocurriría lo mismo, hay 1.300 grupos islamistas en Siria. Al Assad será asesinado o quitado de en medio. El ataque contra Israel procederá de Siria y de Líbano, que ya está infiltrado. Desconocemos lo que Estados Unidos y Rusia están cocinando.

 

Carla Fibla

Carla Fibla (Valencia, 1973) es periodista. Ha vivido 15 años en el mundo árabe. Creó AISH (www.aish.com.es), un portal de información y análisis sobre el Magreb y Oriente Próximo. Imparte clases prácticas de periodismo internacional mientras busca la forma de volver a pisar tierra árabe.

Fotografías de Chino Moya