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Cuatro cisnes

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Nunca se sabe muy bien qué sobrevivirá. Hace casi dos décadas, al mudarme de Los Ángeles a Madrid, solo me traje algún recuerdo que cupiese en la maleta. Fue el caso de unos cisnes pintados de purpurina que compré en una tienda de segunda mano y que hacían las veces de pequeños candelabros. Coloqué esa pieza kitch en lo alto de la estantería de mi mesa de trabajo, en nuestro refugio del campo. Hace unas semanas, mientras escribía poco inspirada, los fotografié. Así, para darme un respiro. Días después unos ladrones asaltaron el recinto. Se llevaron muy pocas cosas, ninguna demasiado importante. ¡Entre ellas, mis cisnes! ¿Me acompañarían aún si no los hubiese fotografiado?