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Vacaciones en sodoma

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En el derecho penal se contempla la denominada fórmula –o ratio– de Blackstone, según la cual “es mejor que diez personas culpables escapen a que un inocente sufra”. Relacionada con la presunción de inocencia, esta máxima puede también ser la pantalla de legitimidad bajo la que ciertos beneficios sociales sean disfrutados por aquellos que realmente son dignos de su recepción, pese a que lo hagan también irregularmente otros mendaces perceptores. Ya saben: trabajadores en negro que perciben subsidios de desempleo; niños escolarizados con becas de comedor cuyos padres podrían pagar con holgura su manutención; jubilados a los que sus médicos prescriben fármacos para el disfrute de sus familiares. Las modalidades de la picardía se ensanchan en un país que fabrica Lázaros, magullados y demás afines al estrago, a quienes la privación empuja a dirigir su talento hacia la trampa.

Los impíos portavoces de la Reacción Liberal, desde sus tribunas mediáticas, se arropan de negrura hobbesiana y dicen que el hombre es un lobo de dientes limados que camina sobre dos pies, y que los servicios sociales engendran caraduras y vagos. Exigen que se desincentive el desempleo, que se expulse a la intemperie económica a los descartados de la feria de esclavos. Lo que están poniendo en entredicho es la socialdemocracia misma, un prestigioso estado de excepción de cuando había bolcheviques. Otto von Bismarck fue pionero en proveer a los trabajadores industriales de beneficios sociales, pensiones y otras medidas encaminadas a mitigar el azote del capitalismo entre unas masas laborales seducidas por el obrerismo.  Pero fue Bismarck quien dijo, invirtiendo la fórmula de Blackstone que “era mejor que diez inocentes sufrieran a que escapara un culpable”.

También el Dios del Antiguo Testamento, que parece un tipo razonable al lado de los reptiles despiadados que piden galeras para el pueblo, puso como condición a Abraham el recuento de diez hombres justos para perdonar la destrucción de Sodoma: “no destruiré la ciudad por amor a esos diez justos”. Llegados los dos ángeles a Sodoma, enviados por Dios como agentes del censo de la virtud o primitivos cascos azules de la ONU destacados en zona de conflicto, fueron puestos a resguardo de la avilantez sexual de sus paisanos por Lot, el sobrino de Abraham. Enterados de las novedades, la exaltada población masculina de sodomitas se reunió junto a la casa de Lot demandando la presencia de los forasteros: “queremos divertirnos con ellos”. Ante la negativa de Lot y la amenaza sexual intrínseca, Dios cegó a la masa de potenciales violadores, no obstante lo cual, y como en las consabidas escenas de cualquier película zombi, los sodomitas siguieron intentando atinar con la puerta, sin éxito. Instado Lot a la evacuación de su familia, los ángeles procedieron a continuación a la destrucción de semejante lugar tan alérgico a la hospitalidad. No encontraron ni los diez justos de Blackstone.

La socialdemocracia, como ideal compasivo de ordenamiento social orientado a mitigar los daños que el Capital inflige al Trabajo, está en sus horas más bajas. Siempre tuvo por objeto aminorar el quebranto del capitalismo, dulcificar la ordalía. Sobre los escombros y los cadáveres de la Comuna parisina se cimentó la Segunda República y el posterior Imperio de Napoleón III. Se dice que la margarina fue inventada por un químico francés en 1869, tres años después de que Napoleón III aportara fondos para desarrollar un alimento graso destinado a las clases bajas con que paliar el deficiente suministro de mantequilla entre la población urbana. Fue Hippolyte Mège-Mouriés quien tuvo la idea de mezclar sebo de vaca con leche y de amasar la mezcla de idéntica manera a la mantequilla. Parecida pero sin ser lo mismo, la margarina era más barata. Grasa para el pueblo para que reine el orden.

El Carlos Berlanga de las postrimerías firmó un elegante álbum, Impermeable, que suena a manifiesto y a despedida. En él se encuentra una deliciosa pieza que tiene por nombre “Vacaciones”, una indagación irónica de hechuras pop sobre las relaciones gay donde se formula un dilema venal: “¿qué prefieres, mantequilla o tulipán?”. Y parece que el progresismo se atiene religiosamente a dicha disyuntiva, suspirando por un lubricante con que encajar los embates del sistema económico. Enterrada bajo la pesada tierra donde yace el sujeto histórico de la revolución, la famélica legión es hoy una desdibujada masa con la tibia etiqueta apaciguadora de ciudadanía. Sus portavoces, surgidos de las redes sociales y de la telecracia antes que de las trincheras sociales, reclaman más socialdemocracia, justo en el momento en que ésta es desmontada del escenario por falta de antagonistas rojos. Y habrá quien diga: pues mire, no, tampoco queremos margarina. Se trata más bien de no echarla de menos.

Viñetas pertenecientes al Génesis ilustrado por Robert Crumb