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Un anarchivo...

Exposición en Tabakalera
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La exposición Anarchivo sida es fruto de un proceso de investigación y producción del colectivo Equipo re (Aimar Arriola, Nancy Garín y Linda Valdés). Toma como punto de partida la producción cultural en torno a la crisis del sida en el sur de Europa y América Latina. El proyecto aborda el VIH/sida no sólo como una epidemia médica, sino como un cambio de paradigma visual, afectivo y económico en plena convivencia con la consolidación de las políticas neoliberales y del proceso de globalización. 

Fluidos
¿Qué significa que el fluido por excelencia de la modernidad, la sangre, el fluido del soberano, esté fijado al imaginario visual y emocional del sida? Ese fluido que cambia de color, y que de niña intentaba imaginar cómo era que existiera gente con sangre azul, si cuando la veía viajar desde mi brazo a la jeringa se veía tan negra, a veces bordó, y roja sólo cuando se deslizaba entre mis piernas o entre mis dedos. ¿Qué significa esta toma de los fluidos para la institución disciplinar de la Medicina? ¿Qué significa esta extensión hacia el semen, el fluido del poder generativo del orden en la tierra, la relación con los imaginarios del contagio y la asquerosidad, tradicionalmente asociados a los fluidos femeninos? ¿Qué significa encontrarse con un archivo abierto sobre el sida en un espacio de arte contemporáneo? ¿Qué significa la exposición? ¿Cómo se relacionan exposición, estar expuestos, identidad y enfermedad?

Estas son algunas de las preguntas que anárquicamente cruzan conmigo la puerta cuando entro a Anarchivo Sida. Aquí hubo sangre, pienso apenas doy los primeros pasos por la sala de exposiciones. La sangre mancha las paredes. Es decir, las tensiones políticas, estéticas, identitarias del trabajo de investigación y curatorial han sido expuestas. El mismo dispositivo en el que el archivo es puesto en circulación a la vista, el tacto y el movimiento corporal no elude la visibilización de la tensión. La alfombra verde, desgastada por el uso, me envía a algún espacio doméstico de la memoria. Las diferentes alturas de los paneles, las interrupciones en el deambular, la prolija desproporción que nos invita a agacharnos, pararnos frente a un panel, rodear una mesa, inclinarnos: todo el conjunto escultural arquitectónico de Carme Nogueira nos hace entrar en una dinámica de relación con los objetos, con la memoria y con sus tensiones de producción y exposición. La distribución  espacial de los objetos de soporte de las piezas del anarchivo no es expulsivo como suele suceder muchas veces con los displays museísticos de exposición; por el contrario es un dispositivo que compromete los sentidos y por lo tanto la memoria emotiva. Nos pone a la altura de los acontecimientos.

La catástrofe como lugar del archivo
Un archivo trata generalmente y entre otras cosas sobre la producción de verdad. Los archivos existen. Son múltiples, generalmente son además grandes instituciones, es decir que instituyen sobre nuestras vidas. El Estado es un gran archivo, por ejemplo. El Anarchivo es un archivo anárquico por definición, un archivo que está estallado, un archivo que está hecho de retazos, un archivo queer, de lo raro, un archivo de la vergüenza, del armario, de la exposición, del contagio, de la transmisión humano-humano, un archivo anal también, un archivo no sólo inscripto en las políticas de la lengua o el lenguaje articulado, un archivo animal, un archivo de las diferentes formas del duelo, un archivo sobre cómo la sangre, el semen y la piel, los órganos soberanos disciplinares han determinado las políticas y las resistencias identitarias hegemónicas y disidentes occidentales. Y cómo adquieren particulares características a partir de la crisis del sida.

El Anarchivo se pregunta: ¿Cuál es la producción de verdad sobre el sida? ¿Quiénes son los y los actores de ese saber? ¿Hay un saber visual contra disciplinar, es decir en lucha con el saber médico, el saber escolar, el saber heterosexual, la institución colonial? La respuesta es sí. 

En este sentido es interesante como la exposición del Anarchivo sida logra escapar de las dinámicas del relato de un pasado heroico del activismo o de la producción artística y cultural alrededor de las políticas del sida. El archivo es la catástrofe, el diagnóstico de la catástrofe y su producción contrahegemónica de verdad. 

Archivo animal
No en vano hablamos de políticas del contacto. El contacto/el contagio, sin estructuración lingüística al uso, ha estado asociado a la animalidad: la falta de habla. Lo salvaje: la falta de cultura. La estrategia curatorial del Equipo Re invita por el contrario al contacto, y asume que de esa interacción sensorial hay un resto, una traza, un cambio material, un contagio: nos invita a movernos con las políticas del contagio. Arriola, Garín y Valdés en su puesta en escena del archivo anárquico del pensamiento visual, oral, textual de las creaciones culturales sobre el sida nos sacan del lugar de visibilidad etnográfico del “humano” viendo al “otro”, de las vitrinas ordenadas de un museo y nos pone a la altura del animal, a veces insecto a veces felino, a veces pájaro. Las plumas, las mariquitas, los pelajes manchados, los animales mitólogicos, los monos, los osos, las yeguas, los cerdos y las cerdas, las conchas y las almejas nos hacen de espejo para poder reconocernos. Casi como un lenguaje secreto que murmura por lo bajo en toda la exposición: ¡Mariquita, mira, esta es también tu memoria de lucha! ¡Mira, cerdita, aquí un retrato, aquí una escultura lesbiana! ¡Hey, tú, bella aparición emplumada! ¡Mira, mira cómo cabalgan las yeguas, mira todo lo que el sida se llevó, mira este tajo, siente el tacto de tus entrañas! Toda la polisemia del animal es utilizada para exponer el archivo del contagio: animal como el punto anterior a la cultura, al lenguaje, como el lugar de la perversión que ruje, de la emocionalidad que no se estructura más que en contacto corporal, lo que viene del “sur salvaje incivilizado”, los animales enfermos de amor sensual, los hemofílicos: amantes de la misma sangre, el mismo sexo, la plaga, la peste, las ratas, la bestia, la maravilla, el mercado, lo monstruoso y la muerte del animal como signo repetitivo, la muerte silenciosa del animal, como advertencia de que ahí aún hay alguien en el silencio.

La local GenoSida
Me sorprendió ver una bandera argentina pequeña de papel intervenida con el triángulo fucsia y manchas de sangre entre el material de Act Up. No sabía que hubiera habido una facción en el país, comenta Aimar Arriola, que en realidad era una acción de los exiliados. Fue extraño, la composición visual me llevó directo a la guerra de Malvinas, la misma época, el punk local, los campos de concentración, y el sida, remuevo unos archivos locales y encuentro cómo convivían la fiesta y las torturas, las lesbianas que se inmolaban en la guerrilla y los putos que desaparecían de las calles en Argentina en la dictadura. Mi recuerdo es anacrónico respecto al archivo, los documentos son de los 90. Es la temporalidad queer, no cronológica, que va y viene interrumpida por diferentes regímenes de producción subjetiva y de gobierno de la vida. Lo local es muy importante en el Anarchivo. Hay una lucha por la especificidad. Lo global de la pandemia deja en evidencia la transversalidad de las luchas y de los efectos sobre los procesos de construcción colectiva y subjetiva de la enfermedad pero a su vez deja ver lo específico de cada archivo biopolítico. El Anarchivo sida es un anarchivo de anarchivos. 

Así entre los documentos en exposición  podemos acceder por ejemplo a los 20 retratos de activistas y artivistas queer de la radical gay, LSD y RQTR en el Madrid de los 90 de Andrés Serna, la cobertura en prensa de la I Exposición de Arte a beneficio de la lucha contra el sida en el País Vasco con la participación de Espaliú y Chillida, la referencia a la intersección entre las luchas mapuches y las luchas del sida a través  de un folleto mapuche escrito en mapudungun (lengua mapuche) sobre prevención que es parte del extenso archivo del Centro de Educación y Prevención en Salud Social y SIDA chileno.

Archivo y memoria no están directamente relacionados unívocamente. Tampoco memoria y visibilidad. Menos aún archivo y visibilidad. Menos aún identidades y visibilidad. No toda política de archivo es una política de visibilidad. El Anarchivo sida expone toda esta complejidad que se da entre la transformación de una enfermedad en una identidad y las políticas de la visibilidad que le constituyen y le interpelan. Esto es evidente en las diferentes maneras de visibilizar el cuerpo del duelo, el archivo del dolor. Como crítica económico política a la institución clínica: “Dinero + Poder + Muerte” de Pepe Miralles. Como crítica al cuerpo social: El velorio del muerto-vivo “Hello Again” que atraviesa la ciudad de Francisco Copello y Claudio Marcone. En referencia a la desaparición forzada y al genocidio: GenoSida de Guillermo Moscoso, que sella biblias con esa palabra frente a un lugar emblemático para la lucha contra la dictadura y el pedido de justicia para las víctimas de  desapariciones forzadas y asesinatos del estado represor chileno.

Así, aparecen los trazos de una genealogía del GenoSida, es decir, de la intersección transversal entre hacer un cuerpo, producir órganos, leer genes, y las técnicas de gobierno coloniales, disciplinares, farmacológicas y sus formas de matar para dejar vivir: silencio, empobrecimiento, in/visibilidad, desaparición, aislamiento. Diego del Pozo muestra esto de una manera excepcional a través de sus dos piezas en exposición. Con la literalidad de la invitación a tocar en “Suaves se revelan, ásperas cuidan, todas se tocan...”  se hace evidente que el malestar psíquico y emocional es proporcional a la falta de tacto de lo microscópico y lo macroeconómico que aparece en “Todo el malestar que se puede soportar”. De esta manera muestra cómo la construcción de una subjetividad regida por la ansiedad y el miedo a tocar al otro son constitutivas del régimen neoliberal de gestión de la vida. 

Decir sus nombres con amor
Nombrar no sólo es una política de Estado. También es una política de apropiación de las técnicas de gobierno de los cuerpos por parte de las comunidades y colectivos, activistas o no, de las disidencias sexuales, de género, antirracistas, anticoloniales. La importancia de darnos un nombre propio no sólo comienza y concluye en nombrar a las personas por los pronombres y los nombres elegidos, que respondan a su propia creación o autopercepción de género, sino que es una larga historia de invenciones: Resignificar una patología médica como identidad disidente: lesbianas vengadoras, por ejemplo. Reclasificar partes del cuerpo como la mano como un órgano erótico. Nombrar a los seres queridos muertos por el sida en un video como hace Rafael França en “Prelúdio de uma morte anunciada” mientras se acaricia con su novio y se despide, es decir reorganizar los signos de las despedidas, de lo individual a lo genealógico, instalarse en un listado de nombres que faltan/faltarán. Hacer una memoria para los y las amigas y amores. 

Inventar el amor mil veces, volverlo una y otra vez radical: Lee lo que dicen estos labios y actúa ya. Hacer de la vulnerabilidad y la fragilidad potencia, darle un nombre al malestar del silencio: Vergüenza.

Reescenificar el legado de los colores y las formas geométricas: rosa y negro. Triángulo negro, triángulo fucsia. Rectángulo negro, rectángulo blanco. Los colores relacionados al marco de lo femenino y de la muerte, de lo blando edulcorado y los agujeros negros, del pelaje animal y el decorado de tortas, de la negritud criminalizada, la misoginia y el miedo al extranjero vueltos Orgullo/Vergüenza queer. Todas políticas del nombre, todas políticas del contagio, todas políticas del archivo.

El día que visito el Anarchivo expuesto, Miguel Belloch aparece ante mí con un hermoso tocado de plumas de pavo real y canta; lleva en la mano un pequeño mundo de tergopol con jeringas apuñalándolo. Miguel se ha vuelto pájaro y silba suave y florido.

El Anarchivo sida nos enfrenta con los múltiples rituales de la muerte, con la producción disciplinar de la salud y con la creación del cuerpo perverso/animal/virósico, el cuerpo del contagio. La pregunta insistente está escrita en tinta indeleble invisible a los ojos: ¿Cuál enfermedad?

Mientras terminaba de escribir este artículo, 50 personas queer -afrodescendientes latinas en su mayoría- eran asesinadas en Orlando, EEUU. Sudadas bailaban en contacto unas con otras, había brillo, había glam, había latin lovers y lesbian butchs, había drag queens y trans, había gays, había una fiesta latina, había múltiples fármacos y fluidos, había besos, amor, y desencuentros. Parece que “la enfermedad de los besos” no deja dormir al soberano. 

 

1) Diego del Pozo: "Suaves se revelan, ásperas cuidan, todas se tocan", 2016 (fotografía cedida por Tabakalera)
2) Pepe Miralles, "Dinero=Poder=Muerte", 1993 (fotografía realizada por Duen Xara Sacchi)
3) Anarchivo sida, 2016 (fotografía cedida por Tabakalera)
3) Act Up Latino Caucus. "Silencio = Muerte. Verso: 30 gays arrested each night in Buenos Aires. Shame!", 1996/1997 (fotografía realizada por Duen Xara Sacchi)
4) Marcha Movimiento Homosexual Chileno en los años 90. Archivo Movimiento Diversidad Sexual/ Mums (fotografía realizada por Duen Xara Sacchi)
5) Miguel Parra Urrutia."El Virus que Navega en el Amor", 1996/2016 (fotografía cedida por Tabakalera)

La exposición 'Anarchivo sida' se puede visitar hasta el 26 de junio en Tabakalera (San Sebastián).