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PSJM, arte lúcido en barricada
Las estrategias cada vez más sofisticadas de manipulación de masas, fruto de la alianza de tecnócratas, publicistas, economistas y psicólogos, llevan al arte implicado en revelar dichas tácticas de persuasión a reinventarse continuamente. El dúo artístico escudado en las siglas PSJM (Pablo San José y Cynthia Viera) es paradigmático de la habilidad proteica de la creación contemporánea para desvelar los peligrosos procesos de naturalización de “estilos de vida” sustentados sobre políticas de polarización social, pauperizando a unos, disuadiendo a otros, sometiendo a todos a las leyes del mercado.
Se apropian de los métodos del merchandising (registrar patentes, lanzar campañas de promoción), de su parafernalia gráfica (eslóganes, ideogramas corporativos), de sus estudios estadísticos (encuestas, gráficos) y de sus canales de distribución (televisión, marquesinas, catálogos publicitarios), redefiniendo en cada proyecto las fórmulas más idóneas para subrayar diferentes facetas del poliédrico imperio del simulacro: la reducción de la cultura a logotipo o los pactos secretos que subyacen a la supuesta democracia electoral.
Disparan desde distintos flancos contra el uso normalizado de tácticas espectaculares para inocular ideología y desinformar a la población: “sobre-identificándose” con el objeto de estudio (en términos de Žižek), practicando el culture jamming (tergiversando lemas comerciales para desvelar intenciones ocultas), sirviéndose de la estética formalista de la pintura abstracta para empañar esas superficies límpidas con mensajes codificados que cuantifican el grado de racismo o los índices de descontento social.
Sus proyectos a menudo constan también de una publicación que da cuerpo teórico y amplía el debate más allá del ámbito artístico. Han incursionado en géneros y temas dispares, de la ciencia-ficción al ensayo, desde utopías “de emisión 0” hasta reflexiones sobre el ominoso avance del anarcocapitalismo.
De esto último trata Mercado Total / Total Market (Aural Ediciones, 2015), libro que forma parte de la exposición ANCAPS: Total Market recién inaugurada en la galería Aural de Alicante y cuyo vídeo se presentó previamente en el contexto de la Bienal de Venecia (Beyond the Tropics).
A. A.: ANCAPS: Total Market reproduce parafernalia e iconografía anarcocapitalista transformando el espacio expositivo con banderolas y emblemas de este movimiento ultraliberal, reproduciendo en fotografías salas de conferencia vacías presididas por el lema ancap: “Es preciso vender el Estado en pequeñas piezas”, y emitiendo en vídeo una voz en off de un conferenciante. Asumís aquí la sobre-identificación formal con dicha ideología para, parafraseando a Žižek, subrayar el elemento obsceno que la sustenta. ¿Podríais explicar de qué modo se revelan esos elementos obscenos?, ¿mediante la descontextualización?, ¿acentuando su carga retórica?
PSJM: En este caso, la sobre-identificación —identificarse obsesivamente con el discurso y las formas del poder para presentar abiertamente y sin eufemismos su verdaderas intenciones— se ejercita de un modo particular, ya que, por un lado, damos visibilidad a los preceptos académicos del anarcocapitalismo que, ya en sí mismos, y al contrario de lo que ocurre con el neoliberalismo, no pretenden esconder sus verdaderas intenciones. En este sentido, como señalamos en el libro Mercado Total…, el neoliberalismo funciona como la máscara pública del anarcocapitalismo. Pero, por otro lado, la presentación visual —el reordenamiento y normalización de la iconografía ancap en la dirección de una estética totalitaria— supone el ejercicio de una retórica que lleva al extremo la máxima ancap de establecer un “mercado total” sin regulación alguna, sin alternativa posible, esto es, “totalitario”.
A. A.: Este ensayo, realizado en colaboración con José María Durán, combina revisión histórica con pronóstico de los efectos de un individualismo extremo. La simiente del anarcocapitalismo parece localizarse en los escritos del economista Ludwig von Mises. ¿Ejemplificaría ello el modo en que los nombres legitiman ideologías que radicalizan las ideas originales (sobre lo que de algún modo ya ironizasteis en Grandes Marcas)?
PSJM: Ciertamente, Mises funciona como una “marca académica” para los anarcocapitalistas, al igual que otros autores, especialmente Murray Rothbard, el discípulo de Mises que acuña el término “anarcocapitalismo” en 1949 para identificar su liberalismo individualista radical.
En el proyecto Grandes Marcas señalábamos, en realidad, cómo estas “marcas académicas” o “marcas culturales” son invocadas por los agentes de la izquierda. Una tesis que podemos encontrar en los escritos sobre los campos de la producción cultural de Pierre Bourdieu. Suponemos que en el caso de los académicos de derechas ancaps no deberían sentirse muy incómodos con este uso simbólico-comercial de las firmas académicas; sin embargo, con Grandes Marcas lo que se problematiza es que esta situación impregne también los campos de producción intelectual que se suponen contrapuestos a tales estructuras. De algún modo, con Grandes Marcas se anticipa esta idea de un “mercado total” que permea todas y cada una de las actividades sociales hasta llegar a su naturalización.
A. A.: Los anarcocapitalistas abogan por la supresión del Estado, traspasando al mercado el suministro de bienes y servicios. Entre sus postulados destaca la supeditación de la protección ciudadana a las leyes de la oferta y la demanda, de modo que la policía sería sustituida por agencias privadas, lo mismo que los tribunales. Ello me recuerda aquel vídeo (Corporate Armies) en el que emulabais el formato teaser para “anunciar” en clave apocalíptica la inminente provisión de efectivos armados a las grandes empresas, soldados corporativos que acabarían sustituyendo los ejércitos nacionales.
PSJM: Sí, se puede establecer una clara conexión entre ambos proyectos, aunque tanto las técnicas y estrategias formales como la, digamos, esfera social de la que se extrae el objeto a tratar son diferentes. En Corporate Armies empleábamos los procedimientos de seducción espectacular vinculados a la publicidad y las grandes producciones de cine y videojuegos —actualmente indiscernibles—, y partíamos de un hecho real que leímos en el periódico The Guardian para imaginar una distopía, un ejercicio de política-ficción que se ha revelado cada vez más real y menos ficcional: vivimos en la distopía. El lúgubre paisaje que pintábamos en Corporate Armies podría interpretarse como la consecuencia natural del proyecto que ahora presentamos. Pero en ANCAPS: Total Market el vídeo no utiliza el lenguaje publicitario ni la estética de la cultura de masas, sino que su narrativa se articula a partir del discurso académico. La Academia tiene una presencia absoluta también en la imagen, que muestra un gran auditorio universitario, vacío, tan sólo vestido con la parafernalia ancap: ideología pura; o, si se quiere, puede ser visto desde una óptica foucaultiana, como una manifestación de los lazos entre poder y saber. En este caso el diseño, una disciplina constante en nuestra obra, es utilizado también de un modo distinto, como ya explicamos antes. Por otro lado, si en Corporate Armies se partía de la realidad, de la prensa y los medios de comunicación como fuente, aquí son los libros de economía política y filosofía política y moral que legitiman las acciones ultraliberales los que nos sirven de punto de partida, objeto de análisis teórico y materia para la transformación plástica.
A. A.: En 2009, con la crisis financiera en ciernes, realizasteis una intervención urbana “pronosticando” la muerte del capitalismo mediante esquelas que a modo de carteles publicitarios decoraban varias marquesinas de paradas de autobús. ¿Consideráis el auge del anarcocapitalismo como su último coletazo? ¿Podría llegar a imponerse? ¿En cierto modo ya está aquí? ¿Qué vendrá luego?
PSJM: Bueno, con la esquela del capitalismo (Capitalismo D.E.P.) exponemos más un deseo que una realidad. Aunque, obviamente, la obra puede interpretarse en ambas direcciones. Como deseo, por desgracia, es bastante improbable que sucumba el capital y todo su sistema de explotación, aunque en manos de los ciudadanos está que el curso de la historia tome otra dirección. Como realidad, es claro que el capitalismo tal como lo conocíamos, o al menos la percepción popular que se tenía de él, ha ido mutando hacia un capitalismo abiertamente totalitario, hacia un autoritarismo financiero de reminiscencias feudales. ¿Qué vendrá luego? Es cierto que en muchas ocasiones hemos presentados obras que, al estar basadas en un análisis de las tendencias sociales, pasados los años se han entendido por una parte del público como “proféticas”, pero no somos futurólogos, ni lo pretendemos. De hecho, albergamos la esperanza de que el futuro no esté escrito. En manos de todos está que la dirección que tomen las democracias liberales no sea la de un mero maquillaje de un poder autoritario y cruel. Cuesta mantener esta esperanza a la luz de los acontecimientos, al ver que la población continúa votando a políticos corruptos, al sentir que las nuevas alternativas adoptan procedimientos y estructuras propias de los viejos partidos. Es difícil mantener la esperanza, no hay duda, pero estamos convencidos de que, a pesar de estas contradicciones y contratiempos históricos, si no se insiste con perseverancia en oponer un contrapoder —simbólico, activista, de conductas individuales y colectivas—, si abandonamos toda esperanza, los que explotan, los que nos despojan de nuestra dignidad y nuestros recursos, camparán a sus anchas, más aun de lo ya lo hacen. Hay que seguir, no queda otra.
A. A.: En varios trabajos desveláis el lado perverso latente en todo proyecto mesiánico, no sólo en la retórica neoliberal, también en el seno de utopías comunitarias high-tech. Evidenciáis asimismo la ambivalencia de los actos de protesta, la rápida absorción de los gestos de rebeldía por el lenguaje publicitario y, a la inversa, lo fácil que es desvirtuarse a uno mismo cuando la resistencia deviene panfleto vacuo. ¿Cómo evitar que el ideal utópico se adultere o caiga en totalitarismo cuando se lleva a la práctica? ¿Realmente hay espacio para la utopía?
PSJM: Si bien no somos ingenuos respecto a las utopías y a la resistencia, aun así pensamos que la utopía nos hace caminar, siempre hacia ese horizonte que se mueve, inalcanzable; porque sin utopía, como apuntaba Bloch, las sociedades son estáticas, no tienen vida, se acercan a la muerte, que es la antiutopía en sí.
En cuanto a los símbolos, maneras y comportamientos de la resistencia, nos sucede un poco como con el mundo del arte y la cultura: lo que nos molesta es que muchos de sus agentes están atrapados en estereotipos, mitos y tópicos propios de estos campos y que cristalizan en estilos de vida, vestimentas y comportamientos que se adoptan sin una mínima reflexión. Toda una serie de patrones de cultura más o menos alternativa, que son el campo de cultivo perfecto para un nicho de mercado. En cierto modo, tanto en el mundo de la resistencia como en el mundo del arte hay ciertas cosas que se pueden decir y otras que no, si te mantienes en los códigos marcados, te irá bien. Si no, siempre serás un personaje incómodo. Lo decimos por experiencia (risas).
A. A.: Da la impresión de que economistas ultraliberales como David Friedman se escudan en apelativos engañosamente vinculados a la izquierda, como libertario y anarquista, para filtrar a amplias capas sociales su ideología de extrema derecha. Escuchando su plática resulta escalofriante el modo en que hablan de la conducta humana en términos de “eficacia”, desvinculándola de toda ética.
PSJM: Sí, es escalofriante, pero es algo que la población tiene bastante asumido, ya que el mercado y su racionalización impregna toda relación social. En el libro Mercado Total/Total Market, José María Durán hace un exhaustivo análisis de esta teoría de la acción humana, la praxeología de Mises y su individualismo metodológico, que conforma la base de la economía política libertariana. Por nuestra parte, abordamos el problema de la ética, un pilar sobre el que Rothbard pretende legitimar —y naturalizar— su economía política. Esta cuestión que apuntas en referencia a Friedman es de suma importancia. Estos autores no hacen distinciones entre distintas racionalidades, entienden que sólo hay un tipo de razón, aquella que Habermas, siguiendo a la primera generación de la Escuela de Frankfurt, denominará “razón estratégica”, pero que él diferencia de la “razón práctica” —ética—. Un liberal social como Rawls —considerado un peligroso socialista igualitario por los autores anarcocapitalistas— nos ofrece esta clasificación de un modo que puede resultar muy didáctico, con su distinción entre lo “racional” y lo “razonable”. Hay acciones del ser humano que pueden ser “racionales” —en términos estratégicos o de eficacia objetiva—, pero que no son “razonables” —en términos humanos, éticos—. Los ancaps, por más que insistan en la libertad individual y la inviolabilidad de este derecho —y de la sagrada propiedad privada— no son “razonables”, es decir, siempre van a tratar las relaciones entre personas como relaciones entre objetos; o, peor aún, una determinada clase social, la de los “emprendedores”, la de los aptos en el sentido del darwinismo social más cruel, ostenta el derecho de una libertad que los otros, los no aptos, los obreros, los débiles, nunca tendrán, pues ni nacen ni se encuentran nunca en igualdad de condiciones respecto a esa nobilitas naturalis de la que ellos hablan. Así que ellos son personas, y el resto objetos. En definitiva, el tema se reduce a una cuestión de clase.
A. A.: En el libro repasáis nociones como libertad, anarquismo, individualismo y libertarismo, aprehendiendo su complejidad paradójica, pues pueden ser usadas por personas con idearios incompatibles. ¿Es el individualismo el principal enemigo de la libertad? ¿El anarquismo puede también caer en puro individualismo?
PSJM: Sí, el anarquismo entendido como puro individualismo es una corriente que podemos rastrear hasta la filosofía de Stirner y que tendrá gran predicamento entre los anarquistas de Boston. Todo esto no permite una lectura simplista, porque aunque el anarquismo individualista sea invocado por Rothbard y los ancaps, la influencia de Stirner ha marcado ciertas posiciones de la izquierda que conjugaban tendencias contrapuestas como los situacionistas americanos y su “egoísmo comunista” o el anarco-feminismo de Emma Goldman. Todas estas relaciones son complejas.
Y es que sin duda el individualismo es una gran cosa, pero, eso sí, siempre sujeto a ciertos límites necesarios para que “todos” podamos gozar de libertad individual, esto es, no mermar ni la libertad ni las oportunidades materiales de poder elegir del resto de los individuos. En suma, que la libertad individual sea universal y que no la gocen unos pocos. La clave es encontrar un equilibrio entre el individuo y el grupo, pero un equilibrio regulado, ya que los teóricos liberales entienden que ese equilibrio vendrá, libre de toda normatividad, de esa “mano invisible” smithiana que, a la vista está, no equilibra nada, sino que crea niveles crecientes de desigualdad.
A. A.: La naturaleza humana tiende a la empatía pero también a la entropía, como ocurría en aquellas islas tropicales sobre las que fabulasteis en La Isla de Hidrógeno. En la trama de esta novela el mal se engendra en el seno del propio sistema, nace de sus propias paradojas. Para mantener a rajatabla los niveles empáticos de la población, una élite tecno-mística movía los hilos desde la sombra. Todo y así, el modelo de comunidad horizontal basada en la descentralización del poder y de la energía (que defendía Jeremy Rifkin) parece sostenible en el seno de estos archipiélagos de “emisión 0”. ¿Creéis que podría hacerse realidad, o la entropía siempre acabaría imponiéndose?
PSJM: Bueno, ya decíamos antes que no somos ingenuos ante la posibilidad de hacer real la utopía, como tampoco lo somos respecto a la bondad del ser humano, una especie que alcanza tan altas cotas de inteligencia como de mezquindad. Ahora bien, sin duda debemos luchar por una descentralización del poder y la energía. Y en ocasiones es tan fácil como no votar a un partido como el PP, que en vez de promover las energías renovables —de las que España, por sus condiciones geográficas y climáticas, podría estar a la vanguardia—, las grava con altos impuestos, simplemente para favorecer a las grandes compañías energéticas. Quizá no sea posible alcanzar una sociedad perfecta, pero ir hacia su encuentro y luchar contra el retroceso cavernario del neoliberalismo, que en el Estado español adopta sus formas más rancias, es una necesidad urgente.
A. A.: El análisis crítico del capitalismo pasa necesariamente por la autocrítica del mundo del arte, siendo en el objeto artístico donde mejor se hace explícito el valor simbólico de la mercancía. Proyectos como MARX®, que incluía el montaje de una boutique en las salas de un museo, se hacían eco de la sustitución de lo real por su simulacro, tal como advertía Baudrillard. Veo en las commodity sculptures de Haim Steinbach (con las que el artista emulaba la estética seductora de los escaparates) un precedente en la visualización de la conversión del arte en fetiche. Pero frente al frívolo escepticismo de Steinbach, PSJM se infiltran en las cadenas simbólicas que coartan los modos de pensar y actuar. ¿Es así?
PSJM: Tenemos que reconocer que la obra de Steinbach es un referente, aunque también que, más allá de la aparente “neutralidad” de los simulacionistas de la segunda mitad de los ochenta, nuestra obra viene cargada de una crítica que en muchas ocasiones se emite desde el objeto estético, irradiando la cicuta crítica como un aspersor, en todas direcciones. Como expresaba Cereceda en una ocasión, “damos a diestra y siniestra”. Pero, aparte de este componente crítico, evidente en nuestra obra, tenemos una deuda adquirida con toda la historia del arte, con autores como Steinbach y con otros muchos: el minimalismo, el pop, el conceptual, las primeras vanguardias… La historia del arte siempre ha sido para nosotros un recurso sobre el que volver, casi siempre de modo irónico.
A. A.: En otro ensayo vuestro que también llega estos meses a las librerías, Fuego amigo. Dialéctica del arte político en el capitalismo total (Cendeac, Murcia, 2015), desglosáis la diversidad de fórmulas que hoy adopta el arte para deconstruir o fagocitar la lógica del sistema capitalista. ¿La exposición Beyond the Tropics en el contexto de la Bienal de Venecia, en la participáis con el vídeo ANCAPS: Total Market, se hace eco de esta diversidad de estrategias? ¿Se encuentra en un buen momento el arte comprometido? ¿Cuál es vuestra valoración de la presente edición de la Bienal?
PSJM: Fuego amigo no llega a plantearse como un catálogo exhaustivo de las técnicas de resistencia artística, pero algunas de las que se señalan en él sí que son empleadas por los artistas que ha reunido Imma Prieto en Beyond the Tropics. Por citar a algunos, el vídeo de Jorge García se encuadraría en el más puro agitprop, el de Avelino Sala en el de la memoria histórica y biográfica, el de Núria Güell en el del documento de un arte activista, y el nuestro, como ya comentamos, en la pura sobreidentificación.
El arte comprometido está pasando por un buen momento, sí, pero también corre el peligro de morir de éxito: está de moda. El decepcionante comisariado de Okwui Enwezor para la Bienal así lo demuestra. Aparte de esta cuestión de la “moda comprometida”, hacía tiempo que no veíamos un montaje tan caótico y falto de toda conexión. No obstante, de esta edición nos quedamos con el buen recuerdo de la inmejorable obra de James Beckett en el Pabellón de Bélgica, con la espléndida instalación de Pepo Salazar en el Pabellón de España, con las banderas del serbio Ivan Grubanov, con la pieza en el Arsenal de Óscar Murillo, y alguna cosa más; no mucho más, la verdad.
Pero si nos preguntas por una valoración general de la Bienal, quizá la justicia poética que nos traen las imágenes del hundimiento de la pasarela de la Fundación Prada sea más revelador del presente que ninguna de las obras expuestas.
PSJM, arte lúcido en barricada
Las estrategias cada vez más sofisticadas de manipulación de masas, fruto de la alianza de tecnócratas, publicistas, economistas y psicólogos, llevan al arte implicado en revelar dichas tácticas de persuasión a reinventarse continuamente. El dúo artístico escudado en las siglas PSJM (Pablo San José y Cynthia Viera) es paradigmático de la habilidad proteica de la creación contemporánea para desvelar los peligrosos procesos de naturalización de “estilos de vida” sustentados sobre políticas de polarización social, pauperizando a unos, disuadiendo a otros, sometiendo a todos a las leyes del mercado.
Se apropian de los métodos del merchandising (registrar patentes, lanzar campañas de promoción), de su parafernalia gráfica (eslóganes, ideogramas corporativos), de sus estudios estadísticos (encuestas, gráficos) y de sus canales de distribución (televisión, marquesinas, catálogos publicitarios), redefiniendo en cada proyecto las fórmulas más idóneas para subrayar diferentes facetas del poliédrico imperio del simulacro: la reducción de la cultura a logotipo o los pactos secretos que subyacen a la supuesta democracia electoral.
Disparan desde distintos flancos contra el uso normalizado de tácticas espectaculares para inocular ideología y desinformar a la población: “sobre-identificándose” con el objeto de estudio (en términos de Žižek), practicando el culture jamming (tergiversando lemas comerciales para desvelar intenciones ocultas), sirviéndose de la estética formalista de la pintura abstracta para empañar esas superficies límpidas con mensajes codificados que cuantifican el grado de racismo o los índices de descontento social.
Sus proyectos a menudo constan también de una publicación que da cuerpo teórico y amplía el debate más allá del ámbito artístico. Han incursionado en géneros y temas dispares, de la ciencia-ficción al ensayo, desde utopías “de emisión 0” hasta reflexiones sobre el ominoso avance del anarcocapitalismo.
De esto último trata Mercado Total / Total Market (Aural Ediciones, 2015), libro que forma parte de la exposición ANCAPS: Total Market recién inaugurada en la galería Aural de Alicante y cuyo vídeo se presentó previamente en el contexto de la Bienal de Venecia (Beyond the Tropics).
A. A.: ANCAPS: Total Market reproduce parafernalia e iconografía anarcocapitalista transformando el espacio expositivo con banderolas y emblemas de este movimiento ultraliberal, reproduciendo en fotografías salas de conferencia vacías presididas por el lema ancap: “Es preciso vender el Estado en pequeñas piezas”, y emitiendo en vídeo una voz en off de un conferenciante. Asumís aquí la sobre-identificación formal con dicha ideología para, parafraseando a Žižek, subrayar el elemento obsceno que la sustenta. ¿Podríais explicar de qué modo se revelan esos elementos obscenos?, ¿mediante la descontextualización?, ¿acentuando su carga retórica?
PSJM: En este caso, la sobre-identificación —identificarse obsesivamente con el discurso y las formas del poder para presentar abiertamente y sin eufemismos su verdaderas intenciones— se ejercita de un modo particular, ya que, por un lado, damos visibilidad a los preceptos académicos del anarcocapitalismo que, ya en sí mismos, y al contrario de lo que ocurre con el neoliberalismo, no pretenden esconder sus verdaderas intenciones. En este sentido, como señalamos en el libro Mercado Total…, el neoliberalismo funciona como la máscara pública del anarcocapitalismo. Pero, por otro lado, la presentación visual —el reordenamiento y normalización de la iconografía ancap en la dirección de una estética totalitaria— supone el ejercicio de una retórica que lleva al extremo la máxima ancap de establecer un “mercado total” sin regulación alguna, sin alternativa posible, esto es, “totalitario”.
A. A.: Este ensayo, realizado en colaboración con José María Durán, combina revisión histórica con pronóstico de los efectos de un individualismo extremo. La simiente del anarcocapitalismo parece localizarse en los escritos del economista Ludwig von Mises. ¿Ejemplificaría ello el modo en que los nombres legitiman ideologías que radicalizan las ideas originales (sobre lo que de algún modo ya ironizasteis en Grandes Marcas)?
PSJM: Ciertamente, Mises funciona como una “marca académica” para los anarcocapitalistas, al igual que otros autores, especialmente Murray Rothbard, el discípulo de Mises que acuña el término “anarcocapitalismo” en 1949 para identificar su liberalismo individualista radical.
En el proyecto Grandes Marcas señalábamos, en realidad, cómo estas “marcas académicas” o “marcas culturales” son invocadas por los agentes de la izquierda. Una tesis que podemos encontrar en los escritos sobre los campos de la producción cultural de Pierre Bourdieu. Suponemos que en el caso de los académicos de derechas ancaps no deberían sentirse muy incómodos con este uso simbólico-comercial de las firmas académicas; sin embargo, con Grandes Marcas lo que se problematiza es que esta situación impregne también los campos de producción intelectual que se suponen contrapuestos a tales estructuras. De algún modo, con Grandes Marcas se anticipa esta idea de un “mercado total” que permea todas y cada una de las actividades sociales hasta llegar a su naturalización.
A. A.: Los anarcocapitalistas abogan por la supresión del Estado, traspasando al mercado el suministro de bienes y servicios. Entre sus postulados destaca la supeditación de la protección ciudadana a las leyes de la oferta y la demanda, de modo que la policía sería sustituida por agencias privadas, lo mismo que los tribunales. Ello me recuerda aquel vídeo (Corporate Armies) en el que emulabais el formato teaser para “anunciar” en clave apocalíptica la inminente provisión de efectivos armados a las grandes empresas, soldados corporativos que acabarían sustituyendo los ejércitos nacionales.
PSJM: Sí, se puede establecer una clara conexión entre ambos proyectos, aunque tanto las técnicas y estrategias formales como la, digamos, esfera social de la que se extrae el objeto a tratar son diferentes. En Corporate Armies empleábamos los procedimientos de seducción espectacular vinculados a la publicidad y las grandes producciones de cine y videojuegos —actualmente indiscernibles—, y partíamos de un hecho real que leímos en el periódico The Guardian para imaginar una distopía, un ejercicio de política-ficción que se ha revelado cada vez más real y menos ficcional: vivimos en la distopía. El lúgubre paisaje que pintábamos en Corporate Armies podría interpretarse como la consecuencia natural del proyecto que ahora presentamos. Pero en ANCAPS: Total Market el vídeo no utiliza el lenguaje publicitario ni la estética de la cultura de masas, sino que su narrativa se articula a partir del discurso académico. La Academia tiene una presencia absoluta también en la imagen, que muestra un gran auditorio universitario, vacío, tan sólo vestido con la parafernalia ancap: ideología pura; o, si se quiere, puede ser visto desde una óptica foucaultiana, como una manifestación de los lazos entre poder y saber. En este caso el diseño, una disciplina constante en nuestra obra, es utilizado también de un modo distinto, como ya explicamos antes. Por otro lado, si en Corporate Armies se partía de la realidad, de la prensa y los medios de comunicación como fuente, aquí son los libros de economía política y filosofía política y moral que legitiman las acciones ultraliberales los que nos sirven de punto de partida, objeto de análisis teórico y materia para la transformación plástica.
A. A.: En 2009, con la crisis financiera en ciernes, realizasteis una intervención urbana “pronosticando” la muerte del capitalismo mediante esquelas que a modo de carteles publicitarios decoraban varias marquesinas de paradas de autobús. ¿Consideráis el auge del anarcocapitalismo como su último coletazo? ¿Podría llegar a imponerse? ¿En cierto modo ya está aquí? ¿Qué vendrá luego?
PSJM: Bueno, con la esquela del capitalismo (Capitalismo D.E.P.) exponemos más un deseo que una realidad. Aunque, obviamente, la obra puede interpretarse en ambas direcciones. Como deseo, por desgracia, es bastante improbable que sucumba el capital y todo su sistema de explotación, aunque en manos de los ciudadanos está que el curso de la historia tome otra dirección. Como realidad, es claro que el capitalismo tal como lo conocíamos, o al menos la percepción popular que se tenía de él, ha ido mutando hacia un capitalismo abiertamente totalitario, hacia un autoritarismo financiero de reminiscencias feudales. ¿Qué vendrá luego? Es cierto que en muchas ocasiones hemos presentados obras que, al estar basadas en un análisis de las tendencias sociales, pasados los años se han entendido por una parte del público como “proféticas”, pero no somos futurólogos, ni lo pretendemos. De hecho, albergamos la esperanza de que el futuro no esté escrito. En manos de todos está que la dirección que tomen las democracias liberales no sea la de un mero maquillaje de un poder autoritario y cruel. Cuesta mantener esta esperanza a la luz de los acontecimientos, al ver que la población continúa votando a políticos corruptos, al sentir que las nuevas alternativas adoptan procedimientos y estructuras propias de los viejos partidos. Es difícil mantener la esperanza, no hay duda, pero estamos convencidos de que, a pesar de estas contradicciones y contratiempos históricos, si no se insiste con perseverancia en oponer un contrapoder —simbólico, activista, de conductas individuales y colectivas—, si abandonamos toda esperanza, los que explotan, los que nos despojan de nuestra dignidad y nuestros recursos, camparán a sus anchas, más aun de lo ya lo hacen. Hay que seguir, no queda otra.
A. A.: En varios trabajos desveláis el lado perverso latente en todo proyecto mesiánico, no sólo en la retórica neoliberal, también en el seno de utopías comunitarias high-tech. Evidenciáis asimismo la ambivalencia de los actos de protesta, la rápida absorción de los gestos de rebeldía por el lenguaje publicitario y, a la inversa, lo fácil que es desvirtuarse a uno mismo cuando la resistencia deviene panfleto vacuo. ¿Cómo evitar que el ideal utópico se adultere o caiga en totalitarismo cuando se lleva a la práctica? ¿Realmente hay espacio para la utopía?
PSJM: Si bien no somos ingenuos respecto a las utopías y a la resistencia, aun así pensamos que la utopía nos hace caminar, siempre hacia ese horizonte que se mueve, inalcanzable; porque sin utopía, como apuntaba Bloch, las sociedades son estáticas, no tienen vida, se acercan a la muerte, que es la antiutopía en sí.
En cuanto a los símbolos, maneras y comportamientos de la resistencia, nos sucede un poco como con el mundo del arte y la cultura: lo que nos molesta es que muchos de sus agentes están atrapados en estereotipos, mitos y tópicos propios de estos campos y que cristalizan en estilos de vida, vestimentas y comportamientos que se adoptan sin una mínima reflexión. Toda una serie de patrones de cultura más o menos alternativa, que son el campo de cultivo perfecto para un nicho de mercado. En cierto modo, tanto en el mundo de la resistencia como en el mundo del arte hay ciertas cosas que se pueden decir y otras que no, si te mantienes en los códigos marcados, te irá bien. Si no, siempre serás un personaje incómodo. Lo decimos por experiencia (risas).
A. A.: Da la impresión de que economistas ultraliberales como David Friedman se escudan en apelativos engañosamente vinculados a la izquierda, como libertario y anarquista, para filtrar a amplias capas sociales su ideología de extrema derecha. Escuchando su plática resulta escalofriante el modo en que hablan de la conducta humana en términos de “eficacia”, desvinculándola de toda ética.
PSJM: Sí, es escalofriante, pero es algo que la población tiene bastante asumido, ya que el mercado y su racionalización impregna toda relación social. En el libro Mercado Total/Total Market, José María Durán hace un exhaustivo análisis de esta teoría de la acción humana, la praxeología de Mises y su individualismo metodológico, que conforma la base de la economía política libertariana. Por nuestra parte, abordamos el problema de la ética, un pilar sobre el que Rothbard pretende legitimar —y naturalizar— su economía política. Esta cuestión que apuntas en referencia a Friedman es de suma importancia. Estos autores no hacen distinciones entre distintas racionalidades, entienden que sólo hay un tipo de razón, aquella que Habermas, siguiendo a la primera generación de la Escuela de Frankfurt, denominará “razón estratégica”, pero que él diferencia de la “razón práctica” —ética—. Un liberal social como Rawls —considerado un peligroso socialista igualitario por los autores anarcocapitalistas— nos ofrece esta clasificación de un modo que puede resultar muy didáctico, con su distinción entre lo “racional” y lo “razonable”. Hay acciones del ser humano que pueden ser “racionales” —en términos estratégicos o de eficacia objetiva—, pero que no son “razonables” —en términos humanos, éticos—. Los ancaps, por más que insistan en la libertad individual y la inviolabilidad de este derecho —y de la sagrada propiedad privada— no son “razonables”, es decir, siempre van a tratar las relaciones entre personas como relaciones entre objetos; o, peor aún, una determinada clase social, la de los “emprendedores”, la de los aptos en el sentido del darwinismo social más cruel, ostenta el derecho de una libertad que los otros, los no aptos, los obreros, los débiles, nunca tendrán, pues ni nacen ni se encuentran nunca en igualdad de condiciones respecto a esa nobilitas naturalis de la que ellos hablan. Así que ellos son personas, y el resto objetos. En definitiva, el tema se reduce a una cuestión de clase.
A. A.: En el libro repasáis nociones como libertad, anarquismo, individualismo y libertarismo, aprehendiendo su complejidad paradójica, pues pueden ser usadas por personas con idearios incompatibles. ¿Es el individualismo el principal enemigo de la libertad? ¿El anarquismo puede también caer en puro individualismo?
PSJM: Sí, el anarquismo entendido como puro individualismo es una corriente que podemos rastrear hasta la filosofía de Stirner y que tendrá gran predicamento entre los anarquistas de Boston. Todo esto no permite una lectura simplista, porque aunque el anarquismo individualista sea invocado por Rothbard y los ancaps, la influencia de Stirner ha marcado ciertas posiciones de la izquierda que conjugaban tendencias contrapuestas como los situacionistas americanos y su “egoísmo comunista” o el anarco-feminismo de Emma Goldman. Todas estas relaciones son complejas.
Y es que sin duda el individualismo es una gran cosa, pero, eso sí, siempre sujeto a ciertos límites necesarios para que “todos” podamos gozar de libertad individual, esto es, no mermar ni la libertad ni las oportunidades materiales de poder elegir del resto de los individuos. En suma, que la libertad individual sea universal y que no la gocen unos pocos. La clave es encontrar un equilibrio entre el individuo y el grupo, pero un equilibrio regulado, ya que los teóricos liberales entienden que ese equilibrio vendrá, libre de toda normatividad, de esa “mano invisible” smithiana que, a la vista está, no equilibra nada, sino que crea niveles crecientes de desigualdad.
A. A.: La naturaleza humana tiende a la empatía pero también a la entropía, como ocurría en aquellas islas tropicales sobre las que fabulasteis en La Isla de Hidrógeno. En la trama de esta novela el mal se engendra en el seno del propio sistema, nace de sus propias paradojas. Para mantener a rajatabla los niveles empáticos de la población, una élite tecno-mística movía los hilos desde la sombra. Todo y así, el modelo de comunidad horizontal basada en la descentralización del poder y de la energía (que defendía Jeremy Rifkin) parece sostenible en el seno de estos archipiélagos de “emisión 0”. ¿Creéis que podría hacerse realidad, o la entropía siempre acabaría imponiéndose?
PSJM: Bueno, ya decíamos antes que no somos ingenuos ante la posibilidad de hacer real la utopía, como tampoco lo somos respecto a la bondad del ser humano, una especie que alcanza tan altas cotas de inteligencia como de mezquindad. Ahora bien, sin duda debemos luchar por una descentralización del poder y la energía. Y en ocasiones es tan fácil como no votar a un partido como el PP, que en vez de promover las energías renovables —de las que España, por sus condiciones geográficas y climáticas, podría estar a la vanguardia—, las grava con altos impuestos, simplemente para favorecer a las grandes compañías energéticas. Quizá no sea posible alcanzar una sociedad perfecta, pero ir hacia su encuentro y luchar contra el retroceso cavernario del neoliberalismo, que en el Estado español adopta sus formas más rancias, es una necesidad urgente.
A. A.: El análisis crítico del capitalismo pasa necesariamente por la autocrítica del mundo del arte, siendo en el objeto artístico donde mejor se hace explícito el valor simbólico de la mercancía. Proyectos como MARX®, que incluía el montaje de una boutique en las salas de un museo, se hacían eco de la sustitución de lo real por su simulacro, tal como advertía Baudrillard. Veo en las commodity sculptures de Haim Steinbach (con las que el artista emulaba la estética seductora de los escaparates) un precedente en la visualización de la conversión del arte en fetiche. Pero frente al frívolo escepticismo de Steinbach, PSJM se infiltran en las cadenas simbólicas que coartan los modos de pensar y actuar. ¿Es así?
PSJM: Tenemos que reconocer que la obra de Steinbach es un referente, aunque también que, más allá de la aparente “neutralidad” de los simulacionistas de la segunda mitad de los ochenta, nuestra obra viene cargada de una crítica que en muchas ocasiones se emite desde el objeto estético, irradiando la cicuta crítica como un aspersor, en todas direcciones. Como expresaba Cereceda en una ocasión, “damos a diestra y siniestra”. Pero, aparte de este componente crítico, evidente en nuestra obra, tenemos una deuda adquirida con toda la historia del arte, con autores como Steinbach y con otros muchos: el minimalismo, el pop, el conceptual, las primeras vanguardias… La historia del arte siempre ha sido para nosotros un recurso sobre el que volver, casi siempre de modo irónico.
A. A.: En otro ensayo vuestro que también llega estos meses a las librerías, Fuego amigo. Dialéctica del arte político en el capitalismo total (Cendeac, Murcia, 2015), desglosáis la diversidad de fórmulas que hoy adopta el arte para deconstruir o fagocitar la lógica del sistema capitalista. ¿La exposición Beyond the Tropics en el contexto de la Bienal de Venecia, en la participáis con el vídeo ANCAPS: Total Market, se hace eco de esta diversidad de estrategias? ¿Se encuentra en un buen momento el arte comprometido? ¿Cuál es vuestra valoración de la presente edición de la Bienal?
PSJM: Fuego amigo no llega a plantearse como un catálogo exhaustivo de las técnicas de resistencia artística, pero algunas de las que se señalan en él sí que son empleadas por los artistas que ha reunido Imma Prieto en Beyond the Tropics. Por citar a algunos, el vídeo de Jorge García se encuadraría en el más puro agitprop, el de Avelino Sala en el de la memoria histórica y biográfica, el de Núria Güell en el del documento de un arte activista, y el nuestro, como ya comentamos, en la pura sobreidentificación.
El arte comprometido está pasando por un buen momento, sí, pero también corre el peligro de morir de éxito: está de moda. El decepcionante comisariado de Okwui Enwezor para la Bienal así lo demuestra. Aparte de esta cuestión de la “moda comprometida”, hacía tiempo que no veíamos un montaje tan caótico y falto de toda conexión. No obstante, de esta edición nos quedamos con el buen recuerdo de la inmejorable obra de James Beckett en el Pabellón de Bélgica, con la espléndida instalación de Pepo Salazar en el Pabellón de España, con las banderas del serbio Ivan Grubanov, con la pieza en el Arsenal de Óscar Murillo, y alguna cosa más; no mucho más, la verdad.
Pero si nos preguntas por una valoración general de la Bienal, quizá la justicia poética que nos traen las imágenes del hundimiento de la pasarela de la Fundación Prada sea más revelador del presente que ninguna de las obras expuestas.