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Poniendo de acuerdo al mundo
Wayne Shorter (Newark, 1933) apareció con su cuarteto en Madrid el pasado domingo en el concierto inaugural del ciclo de jazz organizado por el Centro Nacional de Difusión Musical. Con la excusa de los setenta minutos de música que ofreció junto a Danilo Pérez (piano), John Patitucci (contrabajo) y Brian Blade (batería) intentamos dimensionar la importancia de un verdadero gigante de la música contemporánea.
El saxofonista y compositor Wayne Shorter ha pasado por distintas formaciones que han cambiado de manera esencial la historia del jazz. Junto a los Jazz Messengers que iniciara Horace Silver y continuase Art Blakey durante casi medio siglo, Shorter formó parte (desde 1959) de una de las canteras más importantes de grandes solistas que haya dado el género. Con el reverenciado segundo quinteto de Miles Davis (Ron Carter al contrabajo, Herbie Hancock al piano, Tony Williams a la batería) Wayne Shorter tocó el saxo y, desde que en 1964 Miles dejara progresivamente de componer como protesta ante lo que consideraba un trato racista por parte de varias gestoras de derechos de autor estadounidenses, ejerció de compositor principal de una de las bandas que cambió las reglas del juego en cuanto a la creación de espacios en los que mandaba el silencio como parte de las propias composiciones. A principios de los años 70, Weather Report, que Shorter fundara junto a Joe Zawinul (piano y teclados) y Miroslav Vitous (contrabajo) se convirtió en uno de los primeros y más sólidos estandartes del jazz-rock.
Además de haber formado parte de tan ilustres grupos, Shorter cuenta con varios discos como líder absolutamente referenciales en el sello Blue Note. Desde el año 64 y hasta el 69 el saxofonista y compositor firmó para este sello títulos como Speak No Evil, Juju, The All Seeing Eye, Adam’s Apple, o Schizophrenia, entre otros. Estos son los primeros signos de que estamos ante una cabeza pensante que va más allá del jazz tal y como lo conocíamos, que incorpora referencias a la música contemporánea en sus composiciones con absoluta naturalidad y utiliza el instrumento más como un investigador de lugares y espacios posibles dentro de la composición que como una herramienta de lucimiento al servicio de la técnica. Shorter toca poco, y utiliza sus saxos (soprano y tenor) más como creadores de atmósferas o buscadores de texturas y colores que como intérpretes de melodías o ejecutores de solos. Podemos afirmar que, junto a Eric Dolphy y Herbie Hancock, Wayne Shorter creó escuela en esta nueva manera de afrontar composiciones e interpretaciones en las que lo que no sonaba era tan importante como lo que sí lo hacía, en las que el silencio y los espacios abiertos eran más importantes que las estructuras clásicas de la composición jazzística.
Activo durante los 70 y hasta mediados de los 80 con Weather Report, nuestro protagonista tuvo tiempo de experimentar con sonoridades brasileñas junto a Milton Nascimento en Native Dancer (Columbia, 1974), y se dedicó en los 80 y los 90 a embarcarse en proyectos colindantes con otras músicas. Experimentos más o menos afortunados entre el jazz, el funk, la electrónica y el pop dominaron los escasos seis discos –menores en su carrera– que Shorter publicara entre 1974 y 2002.
De manera ciertamente inesperada, Shorter, a punto de cumplir setenta años, monta en 2001 un nuevo cuarteto de “inspiración clásica”. Junto a los anteriormente mencionados Danilo Pérez, John Patitucci y Brian Blade gira por primera vez durante el verano de 2001 por algunos de los más renombrados festivales de jazz europeos (entre ellos, el Festival de Jazz de Vitoria). El clamor de que algo importante está en ciernes es prácticamente unánime y se rubrica con la edición, a principios de 2002, de la primera grabación del cuarteto, Footprints Live! (que documenta la gira del verano anterior).
Este disco era la primera muestra discográfica de que un nuevo idioma había nacido en la historia del jazz. Desde ese momento hasta el pasado domingo en el Auditorio Nacional de Madrid, Shorter y su cuarteto se han dedicado a subir el listón concierto tras concierto, a aumentar la apuesta de la creatividad sin límites ciudad tras ciudad, escenario tras escenario.
Los cuatro practican una música absolutamente libre y nueva cada noche, con territorios de referencia sobre los que pivotan radicalmente diferentes en cada ocasión. El diálogo es el lenguaje principal y punto de partida, un entorno de pregunta y respuesta en el que no hay límites estilísticos, estéticos o referenciales. Shorter y sus secuaces convocan con radical naturalidad al John Coltrane de la época espiritual junto a Stravinski o Béla Bartók; se escuchan, se miran, se intuyen, crean un lenguaje único y esencial noche tras noche, reforman y deforman composiciones como si les fuera la vida en ello. Pueden ser líricos o salvajes en sus conversaciones, abstractos y concretos, texturales o incipientemente físicos. Se divierten y gritan su entusiasmo, se convierten en transmisores de una tradición tan clásica y contemporánea a un tiempo que al público no le queda más opción que entusiasmarse junto a ellos, ser cómplice y partícipe de un ritual que irremediablemente lo incluye.
Wayne Shorter, igual que hicieran –entre tantos otros– Duke Ellington, Charlie Parker, Charles Mingus, Miles Davis, Thelonious Monk o John Coltrane, está escribiendo y reescribiendo noche tras noche nuevos caminos posibles. Exigiendo al gran público un esfuerzo de más, abriendo puertas sin cerrar otras a su paso. Consiguiendo objetivos que nunca fueron tales. Poniendo de acuerdo al mundo.
Discografía recomendada:
Introducing Wayne Shorter (Vee Jay, 1959)
Speak No Evil (Blue Note, 1964)
JuJu (Blue Note, 1964)
The All Seeing Eye (Blue Note, 1965)
Adam’s Apple (Blue Note, 1966)
Footprints Live! (Verve, 2002)
Beyond the Sound Barrier (Verve, 2005)
Without a Net (Blue Note, 2013)
Poniendo de acuerdo al mundo
Wayne Shorter (Newark, 1933) apareció con su cuarteto en Madrid el pasado domingo en el concierto inaugural del ciclo de jazz organizado por el Centro Nacional de Difusión Musical. Con la excusa de los setenta minutos de música que ofreció junto a Danilo Pérez (piano), John Patitucci (contrabajo) y Brian Blade (batería) intentamos dimensionar la importancia de un verdadero gigante de la música contemporánea.
El saxofonista y compositor Wayne Shorter ha pasado por distintas formaciones que han cambiado de manera esencial la historia del jazz. Junto a los Jazz Messengers que iniciara Horace Silver y continuase Art Blakey durante casi medio siglo, Shorter formó parte (desde 1959) de una de las canteras más importantes de grandes solistas que haya dado el género. Con el reverenciado segundo quinteto de Miles Davis (Ron Carter al contrabajo, Herbie Hancock al piano, Tony Williams a la batería) Wayne Shorter tocó el saxo y, desde que en 1964 Miles dejara progresivamente de componer como protesta ante lo que consideraba un trato racista por parte de varias gestoras de derechos de autor estadounidenses, ejerció de compositor principal de una de las bandas que cambió las reglas del juego en cuanto a la creación de espacios en los que mandaba el silencio como parte de las propias composiciones. A principios de los años 70, Weather Report, que Shorter fundara junto a Joe Zawinul (piano y teclados) y Miroslav Vitous (contrabajo) se convirtió en uno de los primeros y más sólidos estandartes del jazz-rock.
Además de haber formado parte de tan ilustres grupos, Shorter cuenta con varios discos como líder absolutamente referenciales en el sello Blue Note. Desde el año 64 y hasta el 69 el saxofonista y compositor firmó para este sello títulos como Speak No Evil, Juju, The All Seeing Eye, Adam’s Apple, o Schizophrenia, entre otros. Estos son los primeros signos de que estamos ante una cabeza pensante que va más allá del jazz tal y como lo conocíamos, que incorpora referencias a la música contemporánea en sus composiciones con absoluta naturalidad y utiliza el instrumento más como un investigador de lugares y espacios posibles dentro de la composición que como una herramienta de lucimiento al servicio de la técnica. Shorter toca poco, y utiliza sus saxos (soprano y tenor) más como creadores de atmósferas o buscadores de texturas y colores que como intérpretes de melodías o ejecutores de solos. Podemos afirmar que, junto a Eric Dolphy y Herbie Hancock, Wayne Shorter creó escuela en esta nueva manera de afrontar composiciones e interpretaciones en las que lo que no sonaba era tan importante como lo que sí lo hacía, en las que el silencio y los espacios abiertos eran más importantes que las estructuras clásicas de la composición jazzística.
Activo durante los 70 y hasta mediados de los 80 con Weather Report, nuestro protagonista tuvo tiempo de experimentar con sonoridades brasileñas junto a Milton Nascimento en Native Dancer (Columbia, 1974), y se dedicó en los 80 y los 90 a embarcarse en proyectos colindantes con otras músicas. Experimentos más o menos afortunados entre el jazz, el funk, la electrónica y el pop dominaron los escasos seis discos –menores en su carrera– que Shorter publicara entre 1974 y 2002.
De manera ciertamente inesperada, Shorter, a punto de cumplir setenta años, monta en 2001 un nuevo cuarteto de “inspiración clásica”. Junto a los anteriormente mencionados Danilo Pérez, John Patitucci y Brian Blade gira por primera vez durante el verano de 2001 por algunos de los más renombrados festivales de jazz europeos (entre ellos, el Festival de Jazz de Vitoria). El clamor de que algo importante está en ciernes es prácticamente unánime y se rubrica con la edición, a principios de 2002, de la primera grabación del cuarteto, Footprints Live! (que documenta la gira del verano anterior).
Este disco era la primera muestra discográfica de que un nuevo idioma había nacido en la historia del jazz. Desde ese momento hasta el pasado domingo en el Auditorio Nacional de Madrid, Shorter y su cuarteto se han dedicado a subir el listón concierto tras concierto, a aumentar la apuesta de la creatividad sin límites ciudad tras ciudad, escenario tras escenario.
Los cuatro practican una música absolutamente libre y nueva cada noche, con territorios de referencia sobre los que pivotan radicalmente diferentes en cada ocasión. El diálogo es el lenguaje principal y punto de partida, un entorno de pregunta y respuesta en el que no hay límites estilísticos, estéticos o referenciales. Shorter y sus secuaces convocan con radical naturalidad al John Coltrane de la época espiritual junto a Stravinski o Béla Bartók; se escuchan, se miran, se intuyen, crean un lenguaje único y esencial noche tras noche, reforman y deforman composiciones como si les fuera la vida en ello. Pueden ser líricos o salvajes en sus conversaciones, abstractos y concretos, texturales o incipientemente físicos. Se divierten y gritan su entusiasmo, se convierten en transmisores de una tradición tan clásica y contemporánea a un tiempo que al público no le queda más opción que entusiasmarse junto a ellos, ser cómplice y partícipe de un ritual que irremediablemente lo incluye.
Wayne Shorter, igual que hicieran –entre tantos otros– Duke Ellington, Charlie Parker, Charles Mingus, Miles Davis, Thelonious Monk o John Coltrane, está escribiendo y reescribiendo noche tras noche nuevos caminos posibles. Exigiendo al gran público un esfuerzo de más, abriendo puertas sin cerrar otras a su paso. Consiguiendo objetivos que nunca fueron tales. Poniendo de acuerdo al mundo.
Discografía recomendada:
Introducing Wayne Shorter (Vee Jay, 1959)
Speak No Evil (Blue Note, 1964)
JuJu (Blue Note, 1964)
The All Seeing Eye (Blue Note, 1965)
Adam’s Apple (Blue Note, 1966)
Footprints Live! (Verve, 2002)
Beyond the Sound Barrier (Verve, 2005)
Without a Net (Blue Note, 2013)