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‘Magistral’ y el escritor procedente de Los Bosques

Sobre la novela y su autor, Rubén Martín Giráldez
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Leí Magistral durante un viaje en barco a Roma. El viaje fue movido y me provocó mareos. Entonces me pareció divertido imaginar que la novela —Rubén Martín Giráldez, su autor: “¿Acaso alguien pone en duda que Cinco horas con Mario es una novela por el simple hecho de ser un monólogo?”— había provocado una sensación similar en autores y críticos consagrados e intocables de la literatura española que se atrevieron a abrir el artefacto explosivo que les proponía el de Cerdanyola del Vallès. Mi lápiz, aunque tambaleante por el eco de las olas, no cesaba de subrayar frases o párrafos enteros que básicamente me proporcionaban carcajadas.

Pero no voy a copar ni una sola frase de Magistral porque de ello ya se han encargado las decenas de críticas que se han publicado hasta ahora. Y porque esto que están leyendo no es una crítica, sino una entrevista que tuvo lugar en un bar de la plaza Virreina del barrio de Gràcia de Barcelona poco después que se supiera que habrá segunda edición del libro porque ya se ha agotado la primera tirada de mil ejemplares. “Cuando hablo con un crítico o con un periodista, intento no decir toda la verdad. No es que diga mentiras, pero me guardo algunas cosas para que sea el lector quien se encargue de los puntos principales del libro”. Por ejemplo, un asunto que RMG no ha desvelado hasta hace poco es que le ha influenciado mucho la sátira de Sade, de quien actualmente está leyendo la correspondencia y de quien le interesa su forma de buscar decir lo que no se puede decir. “Más adelante no descarto hacer un libro con contenido político. Como hay cosas que, teniendo en cuenta las normas actuales, no podré tocar, tendré que probar de inventar una forma diferente de decir las cosas”.

Y nos centramos en el asunto básico de Magistral: la recepción que ha tenido el libro. Quien haya estado mínimamente atento durante los últimos meses a los círculos literarios españoles en Facebook, Twitter y webs especializadas habrá observado que se han creado dos bandos claramente diferenciados: los que les ha parecido una genialidad y los que les ha parecido una mierda. “Hay críticos que se creen cultos para leer el libro pero que consideran que sus lectores no lo son. De esta forma, los ahuyentan. Les dicen, toma nota: este libro es genial pero no hace falta que lo leas porque no lo vas a entender”, explica RMG. A mí mismo me han entrado dudas de si recomendarla a mi círculo cercano de amigos lectores. Sí, se supone que es un libro especialmente interesante y a ti te lo parece, pero albergas una gran duda sobre si a ellos, no tan influenciados por lo que dicen los demás que lo han leído y han opinado, les parecerá lo mismo. “De aquí a diez años, y si hay más críticas negativas, estaría justificado hacer una reedición de Magistral con un anexo con todas las críticas. El libro se va completando con las lecturas que hacéis los demás y no creo que envejezca en un periodo de diez años”. Al fin y al cabo, cuenta RMG, Magistral habla de los defectos y de la recepción de Menos Joven, su primera novela, que tan solo sufrió un par de críticas negativas y que reflexiona sobre haber crecido en un hogar donde solo había cinco o seis libros y donde no se creía que se tuviese que favorecer la lectura —experiencia que él vivió en la vida real—. «Los padres sin estudios acaban criando veterinarios de la cultura, porque, al haberla sorteado con más fortuna que otros, idealizan en extremo la formación académica. Esto es generalizar, niños: ya os podéis ir acostumbrando. Los padres que han recibido una buena educación crían hijos desagradecidos y agradecidos y saludables y, si está de dios, poderosos: verdaderos Hombres del Saco para los poetas. Intrigan durante un tiempo y, con su actitud irritante, hacen que los hombres que se tienen por sencillos sueñen por las noches con infligirles sencillos linchamientos, con hogueras nuevas; pero cuando se cansan de ser geniales y saludables, de agradecer y desagradecer, se conforman con ser poderosos», se lee en uno de los fragmentos.

Una confusión ridícula que ha tenido lugar entre los lectores de Magistral es considerar la opinión del narrador como el pensamiento del autor. Esto me hacer recordar unas declaraciones de un actor de telenovela que se quejaba de que en la calle lo insultaban porque en la ficción era un violador. “Yo no pienso que el español esté muerto, eso lo piensa el narrador. Lo que sí que pienso es que hay que volver a lo popular y de ahí sacar el idioma. Me voy a la literatura del barroco para rescatar esa lengua y actualizarla. Soy más clásico de lo que puede parecer”. Aquí hay que pararse para citar a Borges, quien consideraba que «en la literatura, lo barroco peca de vanidoso». Pero se hace difícil pensar que RMG, que en persona guarda su timidez —“a mí lo que me gustaría es salir a un escenario y declamar todo eso, pero no valgo para ello”— tras unos ojos insultantemente azules, creara Magistral como un ejercicio de vanidad. Cuando lo escribía, en la cabeza tenía las inventivas de Quevedo contra Góngora. Como también El encomio del tirano de Giorgio Manganelli.

Estas afirmaciones contrastan con la crítica de Ana Llurba en Ahora Semanal: «Exhibe una visión estética limitada hacia la literatura en castellano peninsular (…) Esto, sumado a la insufrible devoción del narrador hacia Notable North American Women, la novela experimental de Ben Marcus, exponen un remedio muy reduccionista al problema: la mitomanía. Sí, los autores españoles leen poco y nada en otras lenguas, pero ¿la solución es empacharse de la Boca Norteamericana que glorifica el narrador? ¿Para qué? ¿Para escribir en una neolengua ripiosa, excitada y artificial, como si se estuviera traduciendo a sí mismo?». La respuesta que me da Rubén: “Considero que esta visión es la contraria a la que yo quería expresar. Yo no soy nada mitómano norteamericano. Leo más a franceses e italianos. En Magistral hay una crítica a que hablamos con calcos del inglés. Ataco eso, que sucede por una cuestión de pereza”. Por otro lado, Diego Sánchez Aguilar apunta en El Coloquio de los Perros que en la tercera parte de Magistral se usa un lenguaje cercano a la escritura automática. “Yo odio a muerte la escritura automática y el surrealismo. Sí que hay un párrafo en el que cuando la Boca Norteamericana engulle a la lengua castellana las cosas no tienen sentido en la narración, pero es porque el lenguaje se está resistiendo. En ese momento de la novela, la Boca Norteamericana está aprendiendo las normas del castellano. Y en la página siguiente, empieza a hablar”.  Pero RMG admite que, la de Sánchez Aguilar, es una de las críticas que más le han gustado y que le ha sorprendido gratamente que en ella se haya citado a Maurice Blanchot como una de las claras influencias que tiene el libro. “Yo nunca he mencionado a Blanchot en público porque no quería que se pensara en Magistral como un libro intelectualista. No quiero que pierda ese divertimiento que yo pretendía. Hay intención de que la tesis revuelva y de placer”.

El libro se presentó en Barcelona una tarde de finales de junio en la Llibreria Calders. Contraprogramaba un Portugal-Hungría de la fase de grupos de la Eurocopa, cuando todavía nadie podía imaginarse que Portugal sería la campeona. El presentador fue el hiperactivo Gonzalo Torné, quien dictó tres puntos: Magistral no es vanguardista —“son vanguardistas las cosas que ya sabemos por dónde van, que ya nos esperamos”—, Magistral no es minoritaria —“lo innovador, al principio, siempre es minoritario. Enrique Vila-Matas es un buen ejemplo de ello”— y Magistral no es rara —“afirmar que algo es raro sirve para decir: ‘ah sí, esto está bien, pero no molestará’. Pues a mí me parece que es raro Arturo Pérez-Reverte, que escribe sobre espadachines de siglos pasados mezclándolo con recuerdos de reportero de guerra”—. Y añadió: “si algo hay que decir sobre Magistral es que es original”. Otros críticos la han llamado experimental —también a Fábula de Isidoro de Julio Fuertes, de la que hablaré más tarde—. Da la sensación de que quien escribe que es una novela experimental, en verdad, lo que quiere decir es que es algo que no es similar a nada que haya leído antes. Dejando de lado si este hecho es mérito del escritor o demérito del crítico, en todo caso, como dice Torné, sería una novela original. “Llamarlo vanguardista o experimental es apartarlo de los lectores”, sentencia RMG. Y le interesan más las críticas negativas argumentadas que las elogiosas. “Lo único que me podría afectar de una crítica negativa es que dijera que la novela es deshonesta. Es decir, que yo sé que es mala y que igualmente la he publicado y defendido durante unos meses”.

Fran G. Matute ha sido uno de los que ha escrito que Magistral no le ha parecido nada del otro mundo, para ser suaves. «Por cada frase lapidaria que alabáis, por cada sentencia esculpida en piedra que encontráis (pues según vosotros ese es uno de sus encantos: su lectura acertadísima del estado de las cosas) yo veo, de corrido, cinco más que son, con suerte, una chorrada. (…) Y así es Magistral, un artefacto estancado, atrapado en su propio mecanismo, como esas novelas que al final resultan ser un sueño. (…) Magistral es una pamplina de proporciones épicas. Mi más sincera enhorabuena». De todas maneras, este hecho no es un impedimento para que RMG lo quiera como presentador del libro en Sevilla en otoño. Magistral se creó por casualidad, cuando RMG estaba centrado en otra novela que actualmente está aparcada. “Cuando ya tenía escritas cien páginas aparecieron Alabanza de Alberto Olmos y La mala puta de Miguel Dalmau y Román Piña Valls, y algún otro libro que también hablaba del mundillo literario. Entonces rectifiqué algunas cosas y fui por donde finalmente he ido. De hecho, Magistral se tenía que llamar Menosprecio de corte, título demasiado parecido al de Olmos”.

Ahora ya piensa en lo siguiente que va a publicar. El modelo va a ser Las mentiras de la noche de Gesualdo Bufalino. “La recepción que ha tenido Magistral me ha refirmado en que quiero hacer algo completamente distinto a lo que ya he hecho. No voy a hacer nada que vuelva a tener un juego paratextual y va a haber más personajes. Estará en primera persona porque la veo como una novela oral”. También está escribiendo un diario en el que habla de las traducciones que está haciendo últimamente, de la salida a la venta de Magistral y de su recepción.

Parece que con Magistral ha sucedido algo parecido a la situación que propone Luis Magrinyà en Los dos Luises aunque, de momento, con desenlace radicalmente diferente. En la novela del mallorquín existe una región inhóspita denominada Los Bosques —podría ser una metáfora de Cerdanyola del Vallès o de Zaragoza, la ciudad de Jekyll and Jill, la editorial de Magistral; también podría serlo de los márgenes novedosos de la literatura española— donde dicen que solo aparece un genio cada siglo. Y el trono ya está ocupado por Luis Oberón. Pero de repente aparece un tal Luis U. que se postula para rivalizar con él por este honor. Aquí, en nuestra realidad, el trono de Los Bosques de la literatura española en la actualidad es para Rubén Martín Giráldez. Aunque hay otro autor, un tal Julio Fuertes de Valencia nacido en el 89, que está cerca de ser el otro Luis. Acaba de publicar su primera novela, Fábula de Isidoro, también en Jekyll and Jill. La trama recuerda tanto al intento de golpe de estado en Turquía como a Black Mirror; el estilo y las tesis, a RMG —quien lo llama ‘el eterno Gracián’ y de quien dijo que «es probable que este hombre sea el único autor vivo con el que me gustaría ir de la mano»— con una dosis de LSD. Aquí la prueba: «Escúchame bien y que esto sirva de última lección; verás que soy muy dado a la clase magistral intertextual y repentina. La enseñanza de hoy es que una condición sine qua non del arte es que debe poder ser sometido a censura: ¡de nada le sirve a tu hijo convertir una pechuga de pollo en una astracanada obscena! ¡Ningún censor se la aliñará con rombos! ¡Ahora muere!».