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A lo bonzo

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Si usted quiere escribir y se encuentra sin ideas, bájese a un bar, tómese una cerveza y espere a escuchar alguna frase anónima que le cautive. Lo normal es que no llegue a sus oídos ninguna brillante porque la sabiduría popular está muy sobrevalorada. Pero es mejor hacer esto que no hacer nada.

No hay que rendirse, llevo una hora en el bar, sin ideas y escuchando tonterías. Hasta que alguien ha dicho que solamente le quedaquemarse a lo bonzo”. ¿Es una buena frase? No lo sé, pero seguramente se pueda sacar algo de ella. No he tardado en descubrir que el pionero en esto de prenderse fuego voluntariamente fue un tal Thich Quang Duc, en 1963. Se convirtió en un mártir de la desobediencia civil.

Los santos cristianos acaban sufriendo siempre el mismo destino: el de ser manoseados, plastificados y banalizados. Son como las botellas de agua de Lourdes, los rosarios fosforescentes o esas láminas estereoscópicas que por un lado son un Cristo y por otro una Virgen Santísima. Algo parecido sucedió con los bonzos, que acabaron apareciendo en camisetas, pósteres, edredones, y demás artículos de infame mercadotecnia. ¿Cómo pudo suceder algo así?

Thich Quang Duc sufrió la insólita circunstancia de ser retratado en la portada del primer disco de Rage Against the Machine, un superventas de los años 90. Lo cierto es que el desdichado monje tuvo la mala suerte de ser el primero, y eso se paga muy caro. Hoy en día no es sencillo adquirir notoriedad por quemarse vivo. Wikipedia señala seis casos en todo el siglo XX y contabiliza dieciséis en lo que llevamos del XXI. No se puede decir que sea un comportamiento generalizado, pero desde luego ya no es tan llamativo, como mucho da para ocupar veinte segundos de un telediario.

No sé quién había dicho en el bar que se iba a quemar a lo bonzo, pero está claro que no pienso levantarme para convencerle de lo contrario. En fin, escribir sobre este tema ha hecho que tenga ganas de fumarme un pitillo. ¿Alguien tiene fuego?