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La bestia de perfil

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Un caballo de quinientos kilos sobre mi cabeza. Un caballo disecado que sustentan cuatro cuerdas. 500 kilos de muerte o de arte contemporáneo. 500 kilos más o menos: quién sabe el peso exacto del animal ni cuánta grasa y cuántos órganos se perdieron en el proceso artístico —que antes llamaban taxidermia—. Había visto la foto tantas veces que ya pensaba que me sabía de memoria la obra. Pero no. Para eso viajamos. Por eso convertimos la pantalla en pasos, en cuerpos. Todas las fotos de Novecento 1997, la famosa obra o estatua o pieza o peso muerto del artista italiano Maurizio Cattelan, muestran a la bestia de perfil, enmarcada por esta magnífica sala barroca del Castello di Rivoli. Ninguna foto lo muestra por debajo.

De modo que doy tres, cuatro pasos. Y en el ecuador exacto de su cuerpo descubro una polla negra, sujeta con cordones del mismo color: una polla neutralizada. Hubiera sido tan fácil, soltarla. Cattelan no tenía más que ignorar los cordones, dejar que la polla colgara. Entonces, al entrar en esta sala, lo primero que secuestraría tu atención no sería ese cuerpo inerte que cae como un elefante en forma de lágrima, no serían esas cuatro patas pardas que se vuelven blancas antes de convertirse en pezuñas, no serían la cabeza y la cola que penden simétricas como un principio y un fin. No: sería la polla. La polla eclipse. La polla negrísima. La polla: un escándalo embalsamado.

Antes de ser diseñador de muebles y artista contemporáneo, Cattelan trabajó entre la vida y la muerte: en una morgue, en una cocina, en una clínica de donación de esperma. La taxidermia llegó a su vida en 1995, cuando comenzaba a ser reconocido internacionalmente. Caballos, burros, ratones, perros, palomas. Su instalación para la Bienal de Venecia de 2011 sumó hasta 2.000 palomos y palomas disecados: la tituló Turistas. Sus estatuas son tan hiperrealistas que son idénticas a sus referentes reales: Hitler (vendido por quince millones de euros), el Papa Juan Pablo II (sufriendo el impacto de un meteorito) o él mismo (ligeramente caricaturizado). Sus remakes son tan literales que es muy difícil encontrar tres, ya no siete, diferencias entre Novecento 1997 y La balada de Trotsky, otro caballo disecado, hecho el año anterior, otros 500 kilos de muerte o arte contemporáneo o provocación —digamos—.

Porque ése es el aura que rodea al Damien Hirst del arte italiano: la de gamberro, la de provocación constante (que rima con irritante). Por eso no me esperaba la sutileza de la polla del caballo. Si la polla colgara, la pieza no valdría nada. El detalle importa. Sin esa distracción, doy vueltas alrededor de la mole animal, siento su peso, me hipnotiza: me impresiona. No es una broma ni una estafa: es arte. Y lo es por el concepto, por la realización, por el efecto en el sistema y en el espectador. Y por la decisión de ocultar esos cincuenta centímetros. Porque el arte puede ser muchas cosas, pero fácil: no.

 

Fotografía de © Paolo Pellion di Persano.