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Guía para un futuro extremo
¿Oyes eso? Parece la bombona de gas dando bocanadas bajo la ventana de la cocina. ¿Y ese sonido grave y espeso? ¿No es la última gota de gasolina saliendo de la manguera? Por cierto, ¿hay agua? Por respuesta obtienes un tintineo al girar y girar el grifo. Puede que la situación te esté sobrepasando y no tengas ni idea de qué hacer, pero no se te ocurrirá decir que no te lo avisaron. Año 2045. Bienvenidos al futuro y buena suerte.
Treinta años antes, o sea, hoy, aún con petróleo, Internet y un gran supermercado Tesco a la vuelta de la esquina, Tom James (Sheffield, 1982) pide un café en una estación del centro de Londres. Licenciando en Política e Historia y escritor freelance, James es el responsable de uno de los artefactos más curiosos que se han podido ver recientemente en las librerías underground de Londres: A Future Manual. Mitad fanzine, mitad guía práctica, estas hojas mecanografiadas y envueltas en una bolsa de plástico son una ayuda para todo el que quiera prepararse ante el futuro. “El consumo sin medida nos ha colocado en una grave situación de vulnerabilidad física y mental, así que, ¿por qué no aprender a hacer un fuego y a cazar conejos?”, justifica este vecino de las afueras Londres, mientras guarda la cartera y cierra con cierto misterio una mochila naranja. Más que un plan, la provocación adquiere forma de quimera en esta ciudad cuya pulsión más destacada, en palabras del cronista vecino Iain Sinclair, es el dinero.
Son las 7 de la mañana en el andén de St. Pancras dirección St. Albans City, y apenas una decena de personas espera de pie. Los trenes no dejan de desembarcar con el torrente de personas y cosas del norte. “Yo vivo en las afueras, pero suelo ir en bicicleta a todas partes”, aclara.
Sobre las dos ruedas precisamente llegaron los primeros temores sobre el futuro, hace ya 5 años: mientras estudiaba en la universidad, solía ir con la bici por los campos de aerogeneradores de Sheffield. Allí, entre las turbinas y un urbanismo situacionista accidental, Tom comenzó a pensar en eso, en fuegos y en conejos. “Vemos las noticias, entendemos lo que está pasando, que tenemos que parar de consumir, de comprar, pero a la vez seguimos yendo de vacaciones 24 días cada año, consumiendo verduras que se recolectan en Sudáfrica y comprando un nuevo iPad porque el anterior es demasiado lento. Se escriben canciones y libros sobre el asunto, pero no somos capaces de asumir otro estilo de vida. Es hilarante que ante la obviedad, lo único posible es acumular cosas y alimentarnos hasta la hora de la muerte”, cuenta este moderno nigromante que niega conocer las ideas de Thoreau o ser un seguidor desfasado del economista alemán E. F. Schumacher: “Yo sólo necesitaba hacer algo, no soy predicador”.
Tras esas primeras “visiones”, Tom se mudó a Londres y siguió dando forma a lo que en septiembre de 2014 vio la luz como A Future Manual, una DIY guide para los aspirantes a supervivientes del futuro que pretende recordarnos, o enseñarnos, cómo ser autosuficientes… por lo que pudiera pasar. Tal vez no haya que descubrir la verdad sino producirla.
Aunque tenga forma de fanzine mecanografiado con una Sharp QL-210 y se utilicen fotocopias para su reproducción. Como si de un heredero de William Morris se tratara, con su ecosocialismo y la recuperación de lo artesano en contra de la máquina, Tom justifica el uso del papel y de la grapa: “Sé que muchos me dicen que esto que hago podría ser más efectivo en forma de blog. Pero quería que fuera algo físico, que pudiera tener sentido cuando no haya Internet”, cuenta. El número dos, que ya tienen 500 personas a 5 libras la unidad, viene con un alambre circular de regalo en la solapa. “Intenta agarrarlo firmemente mientras hundes los palos en la tierra”, me indica mientras sostengo en la mano derecha el ejemplar que ha sacado de la mochila naranja junto a una navaja y algunos palos de madera ya afilados.
Hace apenas una hora estábamos en el centro de Londres, en plena hora punta, y ahora, en mitad del campo, agachados entre las zarzas del campo de la pequeña localidad de Elstree-Borehamwood, uno de los lugares favoritos de Tom, a 20 kilómetros al sur. “Descubrí este sitio por casualidad. Fue antes de lanzar el segundo número de la guía, el dedicado a la caza”, dice. “Matar a un conejo no es algo agradable… tampoco fácil. Consulté manuales en Internet y leí un par de libros sobre el tema en la British Library”, desvela. En el primero, con instrucciones, diagramas y fotografías paso a paso, se explica cómo hacer fuego. “Viene empaquetado en una bolsa de plástico, para que se conserve seco en las inundaciones, e incluye una pieza de leña.”
¿Es esto una broma? ¿Va en serio? “Mitad y mitad. Sabemos que el mundo acogedor tal y como lo conocemos terminará pronto, pero realmente desconocemos qué es lo que deberíamos hacer al respecto”, dice. Lo cierto es que si uno es observador, por Regent´s Canal, casi llegando a la zona de Hackney Wick, se puede ver a varios señores de piel curtida pescando en horario laboral. Pasa desapercibida, vestida con ropa ajada como la que usan muchos de los estudiantes de arte de la Goldsmith, pero hay una señora que pasea cada mañana con su chatarra cerca de Lewisham. Y cada noche, por Oxford Street, hombres de nuestra edad duermen al raso. “Una vez que esas personas dejan de ser invisibles para ti, son como visiones… Al menos, lo fueron para mí.” Lo que Tom pretende no es un panfleto activista más, sino mostrar que nosotros acabaremos siendo esas personas que vemos cada día; que eso, vaya, será el futuro. Él no habla del contraste entre una energía convencional en disminución y una demanda que no deja de aumentar. Ni de crisis lineales económicas. Ni del cambio climático.
“Es gracioso que no podamos prepararnos para 'el futuro' de la misma manera que lo haríamos para una guerra, porque 'el futuro', así en general, es una idea poco concreta”, cuenta mostrando las pequeñas bolas negras de excrementos que marcan la ruta de los conejos y que hemos de seguir para localizar nuevos rincones donde colocar los alambres. “Clava los palos bien en la tierra. Se trata de que cuando el conejo llegue a este punto no tenga otro hueco por el que entrar más que por el centro de la abertura. Entonces, el nudo corredizo estrechará el lazo. El conejo intentará liberarse y el lazo le apretará más.” Con los pies empapados y las manos llenas de tierra avanzamos colina arriba. El campo de Elstree es uno de esos espacios paralelos, contiguos a nuestra realidad cotidiana, que muchos de los que hemos visto mientras veníamos, en mitad del atasco matutino de la única carretera del pueblo dirección a Londres, suelen rozar sin verlo. “Yo no soy un hippie, no juego con lo espiritual, pero es verdad que aquí en el campo uno pasa un buen rato. Está tranquilo y siente conexión con algo verdadero y antiguo”, dice.
A la vuelta del paseo los alambres están vacíos. Quizás no se hayan tapado bien los huecos de escape. “Suelo poner unas diez y el mejor de los días consigo dos”, reconoce. “Hay una receta con bacon que sale genial. Ya te la pasaré.” En la despedida, Tom menciona que los conejos se introdujeron en Inglaterra desde España. Además habla de otro idealista, también vecino de Londres. “No creo que haya un vínculo entre lo que yo hago y un político como Jeremy Corbyn. Tal vez sea simplemente que la gente en general está preocupada por el futuro. Quizá alguien como él podría ayudar a las personas a encontrar un mejor equilibrio entre el hecho de poseer cosas y vivir una vida plena. Él puede hacer posible que ese debate llegue a los medios”, reflexiona en el camino de vuelta. Ambos tenemos los pies llenos de barro y tierra. Dentro de los coches, la gente, fatigada y sola, mirando sin mirar, avanza lentamente en el atasco.
La imagen de portada es obra de Pablo Gutiérrez; la ilustración de las herramientas está extraída del manual; la portada, fotografiada por Andy Felton, corresponde al número 2 de A Future Manual; el conejo sobre la esquina de ladrillos forma parte de la serie ejecutada para este artículo por Bea G. Aranda y Pablo Gutiérrez en el barrio de Hackney Wick, en Londres; en la última fotografía, Tom James al acecho de sus presas, fotografiado por Theo Simpson.
Tom James, escritor y activista, forma parte del colectivo de regeneración utópica Spacemakers.
Guía para un futuro extremo
¿Oyes eso? Parece la bombona de gas dando bocanadas bajo la ventana de la cocina. ¿Y ese sonido grave y espeso? ¿No es la última gota de gasolina saliendo de la manguera? Por cierto, ¿hay agua? Por respuesta obtienes un tintineo al girar y girar el grifo. Puede que la situación te esté sobrepasando y no tengas ni idea de qué hacer, pero no se te ocurrirá decir que no te lo avisaron. Año 2045. Bienvenidos al futuro y buena suerte.
Treinta años antes, o sea, hoy, aún con petróleo, Internet y un gran supermercado Tesco a la vuelta de la esquina, Tom James (Sheffield, 1982) pide un café en una estación del centro de Londres. Licenciando en Política e Historia y escritor freelance, James es el responsable de uno de los artefactos más curiosos que se han podido ver recientemente en las librerías underground de Londres: A Future Manual. Mitad fanzine, mitad guía práctica, estas hojas mecanografiadas y envueltas en una bolsa de plástico son una ayuda para todo el que quiera prepararse ante el futuro. “El consumo sin medida nos ha colocado en una grave situación de vulnerabilidad física y mental, así que, ¿por qué no aprender a hacer un fuego y a cazar conejos?”, justifica este vecino de las afueras Londres, mientras guarda la cartera y cierra con cierto misterio una mochila naranja. Más que un plan, la provocación adquiere forma de quimera en esta ciudad cuya pulsión más destacada, en palabras del cronista vecino Iain Sinclair, es el dinero.
Son las 7 de la mañana en el andén de St. Pancras dirección St. Albans City, y apenas una decena de personas espera de pie. Los trenes no dejan de desembarcar con el torrente de personas y cosas del norte. “Yo vivo en las afueras, pero suelo ir en bicicleta a todas partes”, aclara.
Sobre las dos ruedas precisamente llegaron los primeros temores sobre el futuro, hace ya 5 años: mientras estudiaba en la universidad, solía ir con la bici por los campos de aerogeneradores de Sheffield. Allí, entre las turbinas y un urbanismo situacionista accidental, Tom comenzó a pensar en eso, en fuegos y en conejos. “Vemos las noticias, entendemos lo que está pasando, que tenemos que parar de consumir, de comprar, pero a la vez seguimos yendo de vacaciones 24 días cada año, consumiendo verduras que se recolectan en Sudáfrica y comprando un nuevo iPad porque el anterior es demasiado lento. Se escriben canciones y libros sobre el asunto, pero no somos capaces de asumir otro estilo de vida. Es hilarante que ante la obviedad, lo único posible es acumular cosas y alimentarnos hasta la hora de la muerte”, cuenta este moderno nigromante que niega conocer las ideas de Thoreau o ser un seguidor desfasado del economista alemán E. F. Schumacher: “Yo sólo necesitaba hacer algo, no soy predicador”.
Tras esas primeras “visiones”, Tom se mudó a Londres y siguió dando forma a lo que en septiembre de 2014 vio la luz como A Future Manual, una DIY guide para los aspirantes a supervivientes del futuro que pretende recordarnos, o enseñarnos, cómo ser autosuficientes… por lo que pudiera pasar. Tal vez no haya que descubrir la verdad sino producirla.
Aunque tenga forma de fanzine mecanografiado con una Sharp QL-210 y se utilicen fotocopias para su reproducción. Como si de un heredero de William Morris se tratara, con su ecosocialismo y la recuperación de lo artesano en contra de la máquina, Tom justifica el uso del papel y de la grapa: “Sé que muchos me dicen que esto que hago podría ser más efectivo en forma de blog. Pero quería que fuera algo físico, que pudiera tener sentido cuando no haya Internet”, cuenta. El número dos, que ya tienen 500 personas a 5 libras la unidad, viene con un alambre circular de regalo en la solapa. “Intenta agarrarlo firmemente mientras hundes los palos en la tierra”, me indica mientras sostengo en la mano derecha el ejemplar que ha sacado de la mochila naranja junto a una navaja y algunos palos de madera ya afilados.
Hace apenas una hora estábamos en el centro de Londres, en plena hora punta, y ahora, en mitad del campo, agachados entre las zarzas del campo de la pequeña localidad de Elstree-Borehamwood, uno de los lugares favoritos de Tom, a 20 kilómetros al sur. “Descubrí este sitio por casualidad. Fue antes de lanzar el segundo número de la guía, el dedicado a la caza”, dice. “Matar a un conejo no es algo agradable… tampoco fácil. Consulté manuales en Internet y leí un par de libros sobre el tema en la British Library”, desvela. En el primero, con instrucciones, diagramas y fotografías paso a paso, se explica cómo hacer fuego. “Viene empaquetado en una bolsa de plástico, para que se conserve seco en las inundaciones, e incluye una pieza de leña.”
¿Es esto una broma? ¿Va en serio? “Mitad y mitad. Sabemos que el mundo acogedor tal y como lo conocemos terminará pronto, pero realmente desconocemos qué es lo que deberíamos hacer al respecto”, dice. Lo cierto es que si uno es observador, por Regent´s Canal, casi llegando a la zona de Hackney Wick, se puede ver a varios señores de piel curtida pescando en horario laboral. Pasa desapercibida, vestida con ropa ajada como la que usan muchos de los estudiantes de arte de la Goldsmith, pero hay una señora que pasea cada mañana con su chatarra cerca de Lewisham. Y cada noche, por Oxford Street, hombres de nuestra edad duermen al raso. “Una vez que esas personas dejan de ser invisibles para ti, son como visiones… Al menos, lo fueron para mí.” Lo que Tom pretende no es un panfleto activista más, sino mostrar que nosotros acabaremos siendo esas personas que vemos cada día; que eso, vaya, será el futuro. Él no habla del contraste entre una energía convencional en disminución y una demanda que no deja de aumentar. Ni de crisis lineales económicas. Ni del cambio climático.
“Es gracioso que no podamos prepararnos para 'el futuro' de la misma manera que lo haríamos para una guerra, porque 'el futuro', así en general, es una idea poco concreta”, cuenta mostrando las pequeñas bolas negras de excrementos que marcan la ruta de los conejos y que hemos de seguir para localizar nuevos rincones donde colocar los alambres. “Clava los palos bien en la tierra. Se trata de que cuando el conejo llegue a este punto no tenga otro hueco por el que entrar más que por el centro de la abertura. Entonces, el nudo corredizo estrechará el lazo. El conejo intentará liberarse y el lazo le apretará más.” Con los pies empapados y las manos llenas de tierra avanzamos colina arriba. El campo de Elstree es uno de esos espacios paralelos, contiguos a nuestra realidad cotidiana, que muchos de los que hemos visto mientras veníamos, en mitad del atasco matutino de la única carretera del pueblo dirección a Londres, suelen rozar sin verlo. “Yo no soy un hippie, no juego con lo espiritual, pero es verdad que aquí en el campo uno pasa un buen rato. Está tranquilo y siente conexión con algo verdadero y antiguo”, dice.
A la vuelta del paseo los alambres están vacíos. Quizás no se hayan tapado bien los huecos de escape. “Suelo poner unas diez y el mejor de los días consigo dos”, reconoce. “Hay una receta con bacon que sale genial. Ya te la pasaré.” En la despedida, Tom menciona que los conejos se introdujeron en Inglaterra desde España. Además habla de otro idealista, también vecino de Londres. “No creo que haya un vínculo entre lo que yo hago y un político como Jeremy Corbyn. Tal vez sea simplemente que la gente en general está preocupada por el futuro. Quizá alguien como él podría ayudar a las personas a encontrar un mejor equilibrio entre el hecho de poseer cosas y vivir una vida plena. Él puede hacer posible que ese debate llegue a los medios”, reflexiona en el camino de vuelta. Ambos tenemos los pies llenos de barro y tierra. Dentro de los coches, la gente, fatigada y sola, mirando sin mirar, avanza lentamente en el atasco.
La imagen de portada es obra de Pablo Gutiérrez; la ilustración de las herramientas está extraída del manual; la portada, fotografiada por Andy Felton, corresponde al número 2 de A Future Manual; el conejo sobre la esquina de ladrillos forma parte de la serie ejecutada para este artículo por Bea G. Aranda y Pablo Gutiérrez en el barrio de Hackney Wick, en Londres; en la última fotografía, Tom James al acecho de sus presas, fotografiado por Theo Simpson.
Tom James, escritor y activista, forma parte del colectivo de regeneración utópica Spacemakers.