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El misterio Elena Ferrante
¿Quién es la escritora invisible que revoluciona las letras italianas?
Imagínense una elegante sala donde se encuentran los más reconocidos escritores italianos, y que de repente entre un fantasma. Habrá quien salga corriendo y quien se mantenga firme en su asiento. Ahora imagínense que también el fantasma es escritor, y que recorriendo la sala recite de memoria una tetralogía que, los demás escritores lo intuyen, vendería millones de copias si saliera del intramundo de los fanstasmas. ¡Esto es inadmisible¡, gritarían algunos, ¡Los fantasmas no pueden escribir! Pero si te detienes un momento a escuchar, verás lo bonito que es, sugieren los más valientes.
Es una escena que se ha producido en estos días en la ciudad de Benevento, donde se celebra el Premio Strega, el galardón literario más prestigioso de Italia. El premio se llama así, Strega (Bruja), en honor al homónimo licor que lo patrocina desde 1947. Y el licor, cuya receta es absolutamente secreta, se llama así porque Benevento es el lugar de encuentro de las legendarias hechiceras fieles a Hécate, señora de la ultratumba. Mejor lugar no habría podido elegirse para tan distinguida reunión, y hasta Lawrence Sterne, que mencionó a los “demonios de Benevento” en su Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, atravesaría el Tártaro para asistir.
El fanstama en cuestión es Elena Ferrante, escritora inexistente que ha publicado siete novelas sin revelar nunca su nombre. Fue invitada por Roberto Saviano, que le envió una carta a través de un periódico, dado que nadie sabe quién es ni dónde vive. Saviano también es invisible, obligado a esconderse por las amenazas de la camorra desde que publicó su libro Gomorra: así que podríamos decir que un fantasma invitó a otro fantasma. Pero ¿por qué invitar a Elena Ferrante sabiendo que no se presentaría el próximo 2 de julio, cuando se otorgue el Premio Strega, limitándose a asustar a los presentes? Para romper la baraja de las grandes editoriales, según las palabras del mismo Saviano.
La aparición del ectoplasma, como era previsible, no ha sentado nada bien a varios miembros del jurado. Si eliges ser invisible no puedes presentarte a un concurso, dijo Sandro Veronesi, ganador del certamen en 2006 con Caos calmo y representado por Nanni Moretti en la posterior transposición cinematográfica. Veronesi añadió que se ausentaría de la sala en caso de participación ultraterrena, pero se olvidó del caso de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que ganó el Premio en 1959 con El gatopardo cuando llevaba dos años de invisible, pues murió en 1957. Es una mera operación comercial, sostienen muchos de los demás escritores asustados, que observan los acontecimientos con un pie dentro y uno fuera de Benevento. La verdad es que competir con un fantasma sería incómodo para cualquiera: no sabes quién es exactamente, para quién publica ni dónde localizarlo en cada momento. El Premio Strega, además, en los últimos años es propiedad de los escritores de Mondadori y Rcs, los grandes del panorama editorial italiano, y Elena Ferrante publica para e/o, la pequeña editorial de los ghostbusters. Sin embargo el reglamento del Premio no contempla ninguna restricción con respecto a los ectoplasmas, ni podría visto que la invisibilidad es una característica admitida en literatura. ¿Quién es el escritor sino un fantasma que va dejando indicios de su efectiva existencia en forma de libros?
En honor a la verdad, no es la primera vez que esto ocurre, puesto que Elena Ferrante concurrió también en 2006 (sin ganar), pero en aquel entonces no era tan famosa. No había vendido un millón de copias entre Italia y Estados Unidos y no había sido incluída por la revista Foreign Policy entre los 100 hombres (sin machismos, significa hombres y/o mujeres) más influyentes del mundo. Sobre todo, en 2006 aún no había empezado la caza para descubrir su verdadera identidad, y el escritor Domenico Starnone (que por una de esas extrañas coincidencias que gustarían a Edgar Poe nació en un lugar llamado Saviano) no había tenido aún que desmentir por activa y por pasiva que ni él ni su mujer, Anita Raja (Nápoles, 1953), están detrás de su seudónimo. Los indicios son serios, Elena Ferrante ambienta sus novelas en Nápoles, y tanto Starnone como su mujer son de ahí, sin contar que Anita Raja era la responsable de la colección en la que salió el primer libro de Elena Ferrante, El amor molesto (1992). Después vinieron La amiga estupenda (2011), Un mal nombre (2012), Storia di chi fugge e di chi resta (2013) e Storia della bambina perduta (2014), que estará en manos del fantasma haciendo gritar de miedo a los demás escritores, ¡imagínenselo!
Se ha llegado a suponer que detrás de Elena Ferrante se esconden Guido Ceronetti, Erri De Luca o Riccardo Fofi, pero todo el mundo guarda silencio. Así las cosas, el profesor Luigi Galella ha llegado a encargar una investigación a la Universidad La Sapienza de Roma para averiguar con qué escritura conocida se asemeja el estilo de Elena Ferrante. La investigación se basaba en el estudio de algoritmos y fue llevada a cabo por el físico Vittorio Loreto, el mismo que desveló que detrás del seudónimo de Marek van der Jagt, autor de Cómo me quedé calvo y ganador del premio Anton Wachter, se escondía el holandés Arnon Grunberg. El software confirmó que las páginas de Starnone y las de Elena Ferrante se parecen sospechosamente, pero ni así Starnone ha confesado. Me llevaré el secreto hasta la tumba, ha afirmado con cierto énfasis.
El anonimato es difícil de mantener si eres extremadamente famoso, parece que a muchos les cueste aceptarlo, y el de Elena Ferrante está entre los pocos casos literarios que trascienden el público especializado. Se entiende que lo mantengas intacto si has cometido un crimen (los culpables suelen intentarlo), pero ¿por qué molestarte si has escrito una buena novela? En ese caso el anonimato se vuelve contra los mismos espectadores: Quiero esconderme por miedo al mal que podríais causarme. A lo mejor es por eso por lo que muchos se empeñan en descubrir la verdadera identidad del fanstama, para demostrar que no son tan malos como para justificar tanta prudencia. Pero en este caso Roberto Saviano ha logrado volver la acusación directamente hacia los grupos editoriales más poderosos: a ver si sois capaces de maniobrar para que la mejor escritora italiana no gane el premio más importante de su país. Y los editores parecen haber entendido la trampa: Es una excelente escritora y firme candidata al Premio Strega, afirma Antonio Franchini, responsable de Mondadori para la narrativa italiana, y Gianluca Foglia (Feltrinelli) va más allá: No digo que me gustaría que ganara Elena Ferrante, pero casi. En teoría, los dos deberían apoyar a los escritores de su propia escudería.
La invisibilidad es un magnífico aliado para observar el mundo sin que nadie te moleste, sostiene el mismísimo fantasma en un libro que recoge su carteo con algunos admiradores, La frantumaglia. Tiene que ser divertido, y si aceptamos que la fama puede ser un peligro, hay que reconocer a Elena Ferrante una forma de hacerse invisible más eficaz de la que adoptaron en su momento Salinger, Pynchon y compañía. Se ha escondido desde el principio, obligando a detener la atención sobre sus textos. Es sobre ellos, de hecho, donde se basan los cazafantasmas para atraparle, en los detalles de la ciudad de Nápoles que pueden ser revelados sólo por una persona que la conoce a la perfección. En lugar de sacar provecho del oficio del escritor, Elena Ferrante se ha refugiado en él, y en el misterio de su anonimato observa, como un espía que no quiere participar en otra cosa que no sean sus relatos. En Italia se ha llegado al extremo de acusarla de lo contrario: de esconder detrás del anonimato unos libros ordinarios. Pero si nadie se atrevería a acusar a Banksy de aprovecharse de su invisibilidad, ¿por qué deberíamos hacerlo con Elena Ferrante? Imagínense por último que se descubra que es un fontanero, o una mujer de la limpieza... Se habría cumplido un hecho literario en sí mismo: porque Elena Ferrante es un envoltorio, una armadura vacía que cualquiera podría rellenar. Es un nombre que sobrevuela las calles de Nápoles, de Madrid o de Nueva York y que podría aterrizar sobre cualquiera, como la mano ciega de la Fortuna.
El misterio Elena Ferrante
Imagínense una elegante sala donde se encuentran los más reconocidos escritores italianos, y que de repente entre un fantasma. Habrá quien salga corriendo y quien se mantenga firme en su asiento. Ahora imagínense que también el fantasma es escritor, y que recorriendo la sala recite de memoria una tetralogía que, los demás escritores lo intuyen, vendería millones de copias si saliera del intramundo de los fanstasmas. ¡Esto es inadmisible¡, gritarían algunos, ¡Los fantasmas no pueden escribir! Pero si te detienes un momento a escuchar, verás lo bonito que es, sugieren los más valientes.
Es una escena que se ha producido en estos días en la ciudad de Benevento, donde se celebra el Premio Strega, el galardón literario más prestigioso de Italia. El premio se llama así, Strega (Bruja), en honor al homónimo licor que lo patrocina desde 1947. Y el licor, cuya receta es absolutamente secreta, se llama así porque Benevento es el lugar de encuentro de las legendarias hechiceras fieles a Hécate, señora de la ultratumba. Mejor lugar no habría podido elegirse para tan distinguida reunión, y hasta Lawrence Sterne, que mencionó a los “demonios de Benevento” en su Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, atravesaría el Tártaro para asistir.
El fanstama en cuestión es Elena Ferrante, escritora inexistente que ha publicado siete novelas sin revelar nunca su nombre. Fue invitada por Roberto Saviano, que le envió una carta a través de un periódico, dado que nadie sabe quién es ni dónde vive. Saviano también es invisible, obligado a esconderse por las amenazas de la camorra desde que publicó su libro Gomorra: así que podríamos decir que un fantasma invitó a otro fantasma. Pero ¿por qué invitar a Elena Ferrante sabiendo que no se presentaría el próximo 2 de julio, cuando se otorgue el Premio Strega, limitándose a asustar a los presentes? Para romper la baraja de las grandes editoriales, según las palabras del mismo Saviano.
La aparición del ectoplasma, como era previsible, no ha sentado nada bien a varios miembros del jurado. Si eliges ser invisible no puedes presentarte a un concurso, dijo Sandro Veronesi, ganador del certamen en 2006 con Caos calmo y representado por Nanni Moretti en la posterior transposición cinematográfica. Veronesi añadió que se ausentaría de la sala en caso de participación ultraterrena, pero se olvidó del caso de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que ganó el Premio en 1959 con El gatopardo cuando llevaba dos años de invisible, pues murió en 1957. Es una mera operación comercial, sostienen muchos de los demás escritores asustados, que observan los acontecimientos con un pie dentro y uno fuera de Benevento. La verdad es que competir con un fantasma sería incómodo para cualquiera: no sabes quién es exactamente, para quién publica ni dónde localizarlo en cada momento. El Premio Strega, además, en los últimos años es propiedad de los escritores de Mondadori y Rcs, los grandes del panorama editorial italiano, y Elena Ferrante publica para e/o, la pequeña editorial de los ghostbusters. Sin embargo el reglamento del Premio no contempla ninguna restricción con respecto a los ectoplasmas, ni podría visto que la invisibilidad es una característica admitida en literatura. ¿Quién es el escritor sino un fantasma que va dejando indicios de su efectiva existencia en forma de libros?
En honor a la verdad, no es la primera vez que esto ocurre, puesto que Elena Ferrante concurrió también en 2006 (sin ganar), pero en aquel entonces no era tan famosa. No había vendido un millón de copias entre Italia y Estados Unidos y no había sido incluída por la revista Foreign Policy entre los 100 hombres (sin machismos, significa hombres y/o mujeres) más influyentes del mundo. Sobre todo, en 2006 aún no había empezado la caza para descubrir su verdadera identidad, y el escritor Domenico Starnone (que por una de esas extrañas coincidencias que gustarían a Edgar Poe nació en un lugar llamado Saviano) no había tenido aún que desmentir por activa y por pasiva que ni él ni su mujer, Anita Raja (Nápoles, 1953), están detrás de su seudónimo. Los indicios son serios, Elena Ferrante ambienta sus novelas en Nápoles, y tanto Starnone como su mujer son de ahí, sin contar que Anita Raja era la responsable de la colección en la que salió el primer libro de Elena Ferrante, El amor molesto (1992). Después vinieron La amiga estupenda (2011), Un mal nombre (2012), Storia di chi fugge e di chi resta (2013) e Storia della bambina perduta (2014), que estará en manos del fantasma haciendo gritar de miedo a los demás escritores, ¡imagínenselo!
Se ha llegado a suponer que detrás de Elena Ferrante se esconden Guido Ceronetti, Erri De Luca o Riccardo Fofi, pero todo el mundo guarda silencio. Así las cosas, el profesor Luigi Galella ha llegado a encargar una investigación a la Universidad La Sapienza de Roma para averiguar con qué escritura conocida se asemeja el estilo de Elena Ferrante. La investigación se basaba en el estudio de algoritmos y fue llevada a cabo por el físico Vittorio Loreto, el mismo que desveló que detrás del seudónimo de Marek van der Jagt, autor de Cómo me quedé calvo y ganador del premio Anton Wachter, se escondía el holandés Arnon Grunberg. El software confirmó que las páginas de Starnone y las de Elena Ferrante se parecen sospechosamente, pero ni así Starnone ha confesado. Me llevaré el secreto hasta la tumba, ha afirmado con cierto énfasis.
El anonimato es difícil de mantener si eres extremadamente famoso, parece que a muchos les cueste aceptarlo, y el de Elena Ferrante está entre los pocos casos literarios que trascienden el público especializado. Se entiende que lo mantengas intacto si has cometido un crimen (los culpables suelen intentarlo), pero ¿por qué molestarte si has escrito una buena novela? En ese caso el anonimato se vuelve contra los mismos espectadores: Quiero esconderme por miedo al mal que podríais causarme. A lo mejor es por eso por lo que muchos se empeñan en descubrir la verdadera identidad del fanstama, para demostrar que no son tan malos como para justificar tanta prudencia. Pero en este caso Roberto Saviano ha logrado volver la acusación directamente hacia los grupos editoriales más poderosos: a ver si sois capaces de maniobrar para que la mejor escritora italiana no gane el premio más importante de su país. Y los editores parecen haber entendido la trampa: Es una excelente escritora y firme candidata al Premio Strega, afirma Antonio Franchini, responsable de Mondadori para la narrativa italiana, y Gianluca Foglia (Feltrinelli) va más allá: No digo que me gustaría que ganara Elena Ferrante, pero casi. En teoría, los dos deberían apoyar a los escritores de su propia escudería.
La invisibilidad es un magnífico aliado para observar el mundo sin que nadie te moleste, sostiene el mismísimo fantasma en un libro que recoge su carteo con algunos admiradores, La frantumaglia. Tiene que ser divertido, y si aceptamos que la fama puede ser un peligro, hay que reconocer a Elena Ferrante una forma de hacerse invisible más eficaz de la que adoptaron en su momento Salinger, Pynchon y compañía. Se ha escondido desde el principio, obligando a detener la atención sobre sus textos. Es sobre ellos, de hecho, donde se basan los cazafantasmas para atraparle, en los detalles de la ciudad de Nápoles que pueden ser revelados sólo por una persona que la conoce a la perfección. En lugar de sacar provecho del oficio del escritor, Elena Ferrante se ha refugiado en él, y en el misterio de su anonimato observa, como un espía que no quiere participar en otra cosa que no sean sus relatos. En Italia se ha llegado al extremo de acusarla de lo contrario: de esconder detrás del anonimato unos libros ordinarios. Pero si nadie se atrevería a acusar a Banksy de aprovecharse de su invisibilidad, ¿por qué deberíamos hacerlo con Elena Ferrante? Imagínense por último que se descubra que es un fontanero, o una mujer de la limpieza... Se habría cumplido un hecho literario en sí mismo: porque Elena Ferrante es un envoltorio, una armadura vacía que cualquiera podría rellenar. Es un nombre que sobrevuela las calles de Nápoles, de Madrid o de Nueva York y que podría aterrizar sobre cualquiera, como la mano ciega de la Fortuna.