Contenido

El mago y los mandarines

Modo lectura

Era el año 1988 cuando en el programa de “referencia” cultural de la TVE, dirigido por el indómito Fernando Sánchez-Dragó, Fernando Arrabal se tambaleaba víctima de una masiva intoxicación etílica. Gritaba fuera de orden «¡El milenarismo va a llegar!». En medio del caos, sorprendía la actitud de esa elite intelectual que en lugar de arrebatarse alarmados o tratar de conducir a la cordura al dramaturgo Arrabal optaron por la serenidad y la distancia. Arrabal había pasado a ser ese loco desconocido que uno se encuentra en la calle e ignora deliberadamente. En el ágora del plató, mientras Arrabal apuntaba al cielo («la minoría silenciosa es católica, fea y sentimental…y judía»), Dragó señalaba al suelo («No te sientes en la mesa que la tiene que sujetar Campillo que si no se vence»). La exclusión de Arrabal era ya radical e inevitable, y esto no se debió solo a su (más que evidente) borrachera. La situación puede ser comprendida en otros términos mediante dos explicaciones que tienen que ver con la verdad y el conocimiento. Por una parte, tenemos la explicación de tipo Foucault: Arrabal se había excluido al situarse en el discurso del loco. Por otra parte, tendríamos una situación de injusticia testimonial, es decir, aquellos mandarines que le escuchan agravian la credibilidad de Arrabal porque consideran que Arrabal-borracho no es un adecuado sujeto con conocimiento. En ambos casos el resultado es el mismo, tratar de silenciar sus palabras («¡Dejardme hablá!», pedía Arrabal).

Durante marzo del 2015 la BBC emitió la miniserie Jonathan Strange & Mr. Norrell, adaptación de la novela homónima de Susanna Clarke (2004). Tanto el libro como la adaptación son pequeñas joyas de la fantasía. Pese a que el libro tuvo una considerable aceptación en el mundo anglosajón debido a la campaña que realizó la editorial Bloomsbury (la misma de Harry Potter) y a que recibió el Hugo y el Locus a la mejor novela, la historia es poco conocida en nuestro país. Probablemente sucedió esto porque su publicación en España por parte de Salamandra, la editorial que tradujo Harry Potter, coincidió con el momento de mayor expansión de las novelas del niño mago; tal vez Salamandra no daba para más magia o trató de vender Jonathan Strange & Mr. Norrell como si fuese otra novela de magos aprovechando-ahora-que-está-de-moda, cuando la obra de Clarke está en una dimensión bien distinta a la de Potter. Quedó esta novela como un libro de culto para los enterados de la fantasía. En lo que resta me referiré en exclusiva a la miniserie, aunque la mayoría de los comentarios podrían aplicarse perfectamente a la novela.

Jonathan Strange & Mr. Norrell es una irónica e incisiva revisión de la sociedad británica, sus costumbres, tics, elitismos y demás. Al situarse en un siglo XIX alternativo, mezcla hechos históricos con referencias a las novelas de Jean Austen pero como si las hubiese adaptado Cary Fukunaga (True Detective, Jean Eyre). Jonathan Strange & Mr. Norrell va más allá del pastiche postmoderno. La historia circula por una senda filosófica acerca de lo importante que resulta el reparto justo del conocimiento en la construcción del espacio social y de quién se puede decir que tiene conocimiento. Ahí radica su fuerza y su importancia.

La miniserie se ambienta en Inglaterra durante las guerras napoleónicas. En este mundo alternativo la magia era una práctica común hasta que John Ukglass, un destacado mago, abandonó el mundo de los humanos en el 1500. Al irse desapareció la magia. Desde entonces aquellos que se siguieron denominando a sí mismos como magos son escolásticos que jamás han realizado un conjuro. Entonces surgen dos magos prácticos: Mr. Norrell y Jonathan Strange. Norrell, quiere restaurar la magia sea una forma de conocimiento respetable, como cuando la astronomía se separó de la astrología. En Strange la magia es espontánea y salvaje, por lo que éste se convierte en el pupilo de Norrell para controlar sus habilidades. Al poco tiempo comienza una serie de rivalidades relacionadas sobre cómo entender la magia. Norrell cree que ésta debe ser hermética, sutil y respetable, mientras que Strange tiende a la arrogancia y la teatralidad.

Existen dos niveles en el desarrollo de la narración que están conectados entre sí, como en el caso de Arrabal. Por un lado, las ideas de Foucault sobre la relación estructural entre el poder y la forma del discurso; por el otro, el de la injusticia testimonial que se ejerce contra un individuo concreto al que se le niega su credibilidad como sujeto con conocimiento, posición expuesta por Miranda Fricker en Epistemic Injustice (2007) y seguida por José Medina en The Epistemology of Resistance (2013). Estos dos niveles de exclusión se estructuran mediante dos tramas: La disputa entre Mr. Norrell y Jonathan Strange representaría el problema foucaultiano, mientras que la historia secundaria de Lady Pole y Stephen Black trataría las propuestas de Fricker y Medina.

Foucault, Strange y Norrell

El conflicto por controlar el discurso sobre la magia es el que articula la relación entre Norrell y Strange. Es un juego de poder en el que se está poniendo sobre la mesa las cartas de quién debe ser excluido o incluido dentro de la categoría que la institución mágica, representada exclusivamente por Norrell y su corte de mandarines, determinó como magia. El criterio fundamental para esta inclusión pasa por someterse a los designios de Norrell. Toma el control de lo que podía llamarse mago. Por ejemplo, Norrell desmontar las asociaciones de magos y obliga a sus miembros a que renuncien a denominarse a sí mismos como tales.

Es la forma de Norrell de entender cómo respetar el discurso mágico. Comienza a dictar normas de decoro y prohíbe la magia faerica –aunque él incumplió esa norma al pactar con un duende. Norrell sufre eso que Foucault llama miedo al desorden del discurso; le preocupa que no pueda controlar la práctica y el conocimiento mágico. Hay cierta razón en sus temores: el conocimiento es un peligroso elemento de desequilibro.

La chispa del conflicto entre ambos magos salta cuando Strange considera ridícula las división de Norrell entre magia respetable e irrespetuosa. Esto lleva a Strange a escribir un libro de divulgación mágica en el que invita a su uso, incluso el de la faerica. Norrell trata de expulsarle de la magia usando las estrategias que Foucault señala como las formas principales de exclusión del discurso: la palabra prohibida (convertir determinados enunciados en tabú), la separación de la locura (el discurso desarticulado de aquellos marginados institucionalmente nunca es recogido o escuchado) y la voluntad de verdad (una forma de ritualización de los enunciados que se ajuste a las pretensiones del poder). Pero Strange desarrolla una curiosa estrategia de resistencia contra Norrell: abrazará la palabra prohibida, buscará la lucidez en la locura y adecuará la verdad a las condiciones de su discurso.

Lady Pole y Stephen Black

La injusticia testimonial consiste en que los prejuicios del que escucha afectan a la credibilidad del testimonio del hablante. Por ejemplo, un policía que no se cree el testimonio de alguien porque es negro. Así, el que escucha agravia la capacidad del hablante como dador de conocimiento sobre un aspecto de la realidad. La historia de Lady Pole y Stephen Black es uno de estos casos. No es casual que los dos personajes afectados por esta injusticia sean una mujer y un negro.

Emma Wintertone, hija de una de las familias más influyentes de Londres, muere antes de casarse con Sir William Pole. Como esto puede desmontar por completo sus intereses políticos le pide ayuda a Norrell. Este la resucita mediante un pacto con un faerie que consiste en que la mitad de la vida de ella le pertenecerá. Así, siempre que Emma duerme el duende la secuestra y le obliga a participar en las alocadas fiestas del mundo de los faeries. En poco tiempo la salud de Emma se ve seriamente afectada. Mientras Emma enloquece, Sir William se casa con ella convirtiéndola en Lady Pole. El duende también hechiza a Stephen Black, el mayordomo de los Pole. Stephen es el hijo de una esclava que fue criado en todas las costumbres británicas y mantiene cierto autoengaño sobre su posición social y el respecto que se le tiene. El grado de dependencia de Emma y Stephen es doble: por las mañanas sirven a William Pole y por las noches al duende.

Mediante un conjuro el duende evita que Emma y Stephen puedan contar su aflicción. Cuando tratan de explicarse balbucen historias extravagantes. Así, sus testimonios son desestimados por ininteligibles y dementes. Esta es una de las consecuencias de la injusticia testimonial: silenciar el sufrimiento de los colectivos oprimidos.

Los prejuicios de alguien que escuche un testimonio suelen estar influidos por las relaciones de poder y dominio por las que se rige la sociedad donde se ubica la comunicación. Los personajes masculinos de clase alta de Jonathan Strange & Mr. Norrell sufren arrogancia sobre el conocimiento –lo que llamamos sabelotodo. La arrogancia, en este sentido, es una “dominación del conocimiento” de los oprimidos. El testimonio de Lady Pole es explicado como los delirios de una mujer histérica y asunto zanjado. Las mujeres en Jonathan Strange (así como en nuestro mundo) saben bien de qué trata este vicio, esto es, negarles que puedan saber algo.

El arrogante se vuelve descuidado ante la posibilidad de adquirir conocimientos nuevos. Esto es un problema importante pues el conocimiento es un logro que requiere la participación activa del sujeto. Una sociedad de arrogantes solo contribuye a que se mantengan prejuicios e instituciones que promueven el desconocimiento, es ciega e insensible. Esta actitud, propia de los dirigentes, no solo silencia a los oprimidos sino que es una manera de humillar y minar la confianza en las capacidades para conocer y trasmitir conocimiento de un colectivo. Lady Pole y Stephen sufren injusticia testimonial porque se les niega que sepan algo. Su deseo de ser reconocidos comienza con el quejido ¡Dejadme hablar!

Lo contrario a la arrogancia sería la virtud de la humildad sobre el conocimiento que se tiene. Esta humildad lleva al individuo un estado de auto-cuestionamiento, de afinar en las complejidades del mundo y a tratar de comprender mejor cómo funcionan las relaciones del juego social, lo que les puede situar en una posición de conocimiento superior al de sus opresores. Esto supone un peligro para el oprimido, por lo que éste aprende a ocultar lo que sabe. Esa será la estrategia de Stephen que ni siquiera trata de explicar lo que le pasa. El estar oprimido no garantiza una clarividencia superior a la de los opresores. Tal vez su punto de partida sea más lúcido pero no por ello le constituye automáticamente en un sujeto con conocimiento. Debe buscarlo e implicarse para serlo.

La injusticia testimonial nos afecta a todos, aunque los grupos oprimidos son siempre los más castigados por este tipo de agravio. Pero hay formas de poder, que tal vez no puedan llamarse de opresión, que actúan de una manera similar al de la injusticia testimonial. Por ejemplo, la arrogancia es un vicio bastante extendido entre los intelectuales. Estos deben cuidarse mucho de la arrogancia pues son un grupo de riesgo que no suele vacunarse, y sus actos producen formas de exclusión.

Una sociedad más justa reparte medios suficientes para que cualquiera ciudadano acceda al conocimiento. Pero el conocimiento es un logro. Cultivar la humildad ayudaría considerablemente a no quedar deslumbrados por los sujetos que creen detentar el conocimiento. Tal vez alentaríamos una sociedad más inquieta y activa en el deseo de buscar el conocimiento. Pero tal vez quedé hechizado por algún faerie de la “nueva política” y no tenga idea sobre lo qué hablo.