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De la Smart City a la ciudad de los comunes
Tejiendo redes democráticas
Es jueves 26 de mayo y me dirijo a MediaLab-Prado para asistir al encuentro Ciudades Democráticas: tecnologías de los comunes y derecho a la ciudad democrática. El ambiente es relajado en la antigua Serrería y subo directamente a la sala lab, espacio compartido donde se amontonan diferentes mochilas y maletas entre ladrones y cables de ordenadores y conversaciones silenciosas sobre los temas que se han tratado esa semana en el Democracy Lab, la parte bicéfala de este encuentro, que tiene su continuidad institucional en las conferencias Ciudades Democráticas, alojadas en el Museo Reina Sofía y que empiezan mañana. Entreoigo frases de los asistentes “prueba con MySQL”, “sube el proxy”, “los grupos se autogestionan”, “ahora nos vamos a tomar unas cervezas”....
Me siento delante de tres chicos que hablan sobre códigos de programación: están súper concentrados creando la nueva web de Democomunes (Red de Comunes por la Democracia), uno de los varios workshops que han tenido lugar durante toda la semana de trabajo y cuya intención es crear una red de iniciativas de participación, transparencia y “tecnología digitales para la democracia” según informa la web del encuentro. De repente una paloma se cuela en la sala y soy la única persona que levanta la cabeza observándola; da vueltas hasta que la pierdo de vista mientras los demás prosiguen sus tareas.
Dejo a los programadores y me dirijo a una de las conferencias en el auditorio, titulada D Cent: tecnologías e instituciones para el siglo XXI, donde una serie de personalidades expertas en herramientas y metodologías para la innovación política debaten sobre las nuevas posibilidades que la tecnología ofrece en el ámbito de la participación y reformulación de un nuevo imaginario democrático actual.
En el auditorio también hay mochilas amontonadas y caras cansadas, y es raro ver a alguien sin un dispositivo tecnológico. Hay una mezcla de nacionalidades curiosa, y parece que durante esa semana hubiera existido un campamento Occupy instalando en las diáfanas salas del MediaLab.
Empiezo a intuir que lo allí ha ocurrido es algo más que unos cuantos workshops al uso, a juzgar por la cercanía con la que se tratan los asistentes y el ambiente de entusiasmo general que se percibe en el espacio.
Constato esta intuición cuando hablo con algunas de las personas que han formado parte del Democracy Lab. Aprovecho el recorrido que nos lleva a Lavapiés, lugar de encuentro informal para celebrar el fin de la semana de trabajo, y pregunto a Javier Toret, investigador especializado en tecnopolítica, que viene de la Nuit debout parisina para participar en este encuentro y hablar sobre la importancia de las redes en estos movimientos de protesta. Además es integrante de Democomunes y se entusiasma al comentar la importancia de la construcción de esta Red: “llevamos un año trabajando en conjunto personas que venimos de diferentes disciplinas: académica, política, activista... que estamos interesadas en compartir recursos, experiencias, procedimientos de mecanismos de participación democrática”.
Le pregunto por la dinámica de trabajo de esta Red y me cuenta que hoy se han presentado los resultados y que han participado alrededor de unas 80 personas de manera presencial y otras tantas gracias a los canales abiertos de aplicaciones como Telegram. Se han organizado en diferentes comisiones: la techie, la política, la organizativa, la comunicativa... y resalta, con orgullo, que han conseguido establecer un glosario común de terminología política, una wiki, una web, un logo… “me recuerda al 15M por la metodología participativa, la importancia del momento constitucional y lo presencial… había mucha energía y ganas”.
El 15M está presente de muchas maneras en este encuentro, parece que esta Red que ahora se presenta y que lleva un tiempo gestándose supone tanto la culminación como evolución de un proceso de germinación de las experiencias políticas venidas de aquellos días de revolución en las plazas y las calles.
Le recuerdo a Bernardo Gutiérrez, periodista e investigador y uno de los coordinadores del evento, cómo nos conocimos hace unos años, en la ocupación del Museo Reina Sofía, para iniciar una marea cultural que no llegó a cuajar más allá de aquel acto simbólico. “Ahora hemos ocupado de verdad el museo” apostilla, a colación de las jornadas que empiezan mañana y que traerán a grandes nombres del cambio y de la revolución democrática. Me comenta también la importancia del Democracy Lab y su red, “para poner en común la tecnología y sus herramientas, compartir el software”, y donde han participado desde activistas, investigadorxs, hackers hasta técnicxs de participación de diversas entidades locales.
En el ambiente festivo, con una caña de por medio, consigo hablar con más gente que ha participado en la Red. Unos chicos han venido expresamente desde Zaragoza para formar parte de la constitución de Democomunes. Uno de ellos, físico de formación, investiga algoritmos vinculados a los mecanismos participativos. Otro de ellos, abogado, me comenta que no le interesan las conferencias de mañana, porque lo importante ya ha ocurrido. Una tercera persona me dice “que le falta la praxis” y que le gustaría que hubiese una articulación más comprometida. Observo que mayoría del público es masculino y les pregunto por la participación de las mujeres. “Calculamos que serán alrededor de un 30 por ciento”, me dicen, “y es de las veces que más hemos visto”. Tenía razón, pienso, ese cartel que se desplegó frente a los gritos en contra, en la plaza Acampada Sol: la revolución será feminista o no será.
¿Ocupar el Museo?
Viernes 27 de mayo. El auditorio se va llenando mientras Carlos Prieto, responsable del Centro de Estudios del Museo, presenta la jornada mencionando el momento histórico y los “tiempos constituyentes” gracias a la transformación política que se está generando con la llegada de los Ayuntamientos del cambio y la posibilidad de la “redemocratización de los contenidos del lazo y el tejido social de las sociedades europeas”. Francesca Bria, responsable del proyecto D Cent, financiado por la Comisión Europea y que gestiona el Think Thank británico Nesta, coordinadores del encuentro junto con el Ayuntamiento de Madrid e investigadores desde hace dos años de la innovación política y democrática en once ciudades del cambio como Madrid, Barcelona o Reikiavik, hace un resumen de lo que ha sido este proyecto y de lo que nos encontraremos durante estas dos jornadas. De su discurso se extraen ideas tan vibrantes como la reacción ante la apatía, la reapropiación de la tecnología para construir un proyecto emancipatorio de ciudad, qué significa la democracia hoy, cómo atraer a la gente hacia estas nuevas formulaciones democráticas, o cómo ganar autonomía y transparencia ante la opacidad de las multinacionales y que éstas paguen sus tasas.
Se rompe el auditorio en una ovación cuando Manuela Carmena entra en escena para ser entrevistada por Paul Mason, periodista de The Guardian, pero aún se oyen más aplausos cuando termina la conversación, que ha versado sobre una variedad de temas con una constante básica, esa que suele envolver a Carmena en un aire de santidad por su apelación a la asertividad, al sentido común y la humildad frente a la confrontación: “soy una vecina más, que tiene la obligación de gestionar grandes intereses y servicios, movimientos en una ciudad”. Con respecto al ascenso de la Smart City, Carmena apuesta por una tecnología que incluya los vínculos asociativos y los nuevos elementos de las ciudades, pero no parece tener una argumentación más elaborada y recuerda que confía, para estos asuntos, en la concejalía de participación. Su discurso más contundente toma fuerza, sin embargo, cuando habla de derechos sociales y desigualdad, “recuperar el patrimonio social de viviendas y la consolidación de un derecho exigible”.
Una buena dosis crítica añade Raquel Rolnik, arquitecta y urbanista, que observa una estrecha relación entre el poder financiero y la influencia que éste ejerce en las transformaciones urbanas vividas en las recientes décadas, en un proceso de privatización del espacio público de las ciudades. En este sentido, las Smart Cities convierten los estados en una suerte de corporación empresarial, equiparando el papel del alcalde al del CEO de una start up. Frente a este modelo de imposición neoliberal, se deben “activar los movimientos contrahegemónicos para restitución de los bienes comunes y generar un proceso de commoning”.
El cuestionamiento del neoliberalismo de Rolnik nos pone a tono para recibir a Julian Assange en videoconferencia, charlando con Pablo Soto, concejal de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Madrid. Enloquece el público cuando aparece en pantalla la imagen del fundador de Wikileaks. La breve conversación tuvo sus hits en frases como “Madrid es ahora una ciudad libre de TTIP” y “we are waiting for you. Don't give up”. El resto de la charla resulta algo vaga y nebulosa; Assange parece decaído.
La jornada continúa con dos mesas redondas. Destacan las aportaciones del filósofo Franco Berardi, conocido como Bifo, que en su línea habitual de pensamiento crítico deja sentencias como “the system is broken”. También Paul Mason insiste en la formulación de una era poscapitalista. Se recuerdan las posibilidades que ofrece el paradigma de las nuevas tecnologías, en especial de open source, porque “posibilitan las utopías socialistas”. Adam Greenfield, conocido por sus posiciones contrarias a la Smart City, recuerda la importancia de las infraestructuras asamblearias que se crearon durante los movimientos de protesta como forma directa de participación democrática y además reflexiona sobre el reverso de los sistemas blockchain, plataforma de encriptación que ha posibilitado la creación de la moneda virtual bitcoin, puesto que suponen un gasto de energía y de impacto ambiental considerable.
Evgeny Morozov, escritor escéptico de las Redes Sociales e Internet, iba a formar parte de una de las mesas redondas, pero se retrasa y no aparece hasta el final del día, con un discurso espídico sobre la mercantilización de los datos y su uso privativo por parte de las grandes corporaciones, y la sospecha de que todo el movimiento a favor del basic income que se está gestando entre los grandes inversores de Silicon Valley constituye, en realidad, una artimaña para que los ciudadanos sigan pagando religiosamente los servicios que ofrecen dichos entramados tecnológicos.
28 de mayo, sábado. La jornada se vertebra en tres mesas redondas. La primera de ellas sobre vigilancia digital y sus peligros, con un fructífero debate posterior entre el público; la segunda mesa redonda se plantea como una exposición de ejemplos prácticos sobre iniciativas concretas de participación democrática de raigambre tecnológica, como el de Wikipolitica Jalisco, una red política descentralizada de jóvenes mexicanos que ganaron un distrito en Guadalajara, mediante nuevas maneras de enfocar una campaña política, lo que ellos llaman “hackeo a la partitocracia”.
Otro de los casos fue el de la iniciativa Gov Taiwan, una plataforma de publicación masiva de datos gubernamentales en el que participó la activista y hacker Audrey Tang, que explicó con un montón de emoticonos su propuesta de transparencia. Habló también el creador de la herramienta Loomio, muy popular entre los círculos de Podemos, que permite la toma de decisiones online. Su creador, Richard Bartlett, se inspiró en los movimientos Occupy y en la posibilidad de conectar la dimensión física de las plazas con la virtual. La tercera mesa redonda se convierte en un homenaje a las ciudades del cambio. La vicealcaldesa de Oviedo, Ana Taboada, junto a Luciana Genro, de Porto Alegre, son las más aplaudidas por sus posiciones políticas.
Alguien de los asistentes recuerda que no todos los ciudadanos somos iguales para la Unión Europea, que mientras las fronteras permanezcan cerradas no puede existir un verdadero cambio. Otra persona recuerda que el 15M sigue vivo en las plazas y en las asambleas vecinales y que no debe ser absorbido por las instituciones.
Se clausura en el encuentro con la llamada de Birgitta Jónsdóttir, miembro del parlamento islandés en representación del Partido Pirata y conocida activista, que se disculpa por no haber podido llegar a tiempo y cierra su intervención con un “we are the future”.
Pienso en esa frase, y en si podemos o no ser el futuro, en un contexto precario como el nuestro, o si como decía el escritor Manuel Vilas en un reciente estado de Facebook sólo “podemos aspirar a la repartición surrealista de la miseria”.
Me viene a la cabeza también, entre los canapés y los vinos servidos en el hall, si esto ha sido una ocupación de un museo o una colonización, algo que Pablo Soto comentó al clausurar la jornada de ayer: “this is a museum. Can you believe that? Anything can happen in Madrid”.
Las fotografías son de MediaLab, La Manada (David Fernández, Elvira Megías, Alvaro Minguito).
De la Smart City a la ciudad de los comunes
Es jueves 26 de mayo y me dirijo a MediaLab-Prado para asistir al encuentro Ciudades Democráticas: tecnologías de los comunes y derecho a la ciudad democrática. El ambiente es relajado en la antigua Serrería y subo directamente a la sala lab, espacio compartido donde se amontonan diferentes mochilas y maletas entre ladrones y cables de ordenadores y conversaciones silenciosas sobre los temas que se han tratado esa semana en el Democracy Lab, la parte bicéfala de este encuentro, que tiene su continuidad institucional en las conferencias Ciudades Democráticas, alojadas en el Museo Reina Sofía y que empiezan mañana. Entreoigo frases de los asistentes “prueba con MySQL”, “sube el proxy”, “los grupos se autogestionan”, “ahora nos vamos a tomar unas cervezas”....
Me siento delante de tres chicos que hablan sobre códigos de programación: están súper concentrados creando la nueva web de Democomunes (Red de Comunes por la Democracia), uno de los varios workshops que han tenido lugar durante toda la semana de trabajo y cuya intención es crear una red de iniciativas de participación, transparencia y “tecnología digitales para la democracia” según informa la web del encuentro. De repente una paloma se cuela en la sala y soy la única persona que levanta la cabeza observándola; da vueltas hasta que la pierdo de vista mientras los demás prosiguen sus tareas.
Dejo a los programadores y me dirijo a una de las conferencias en el auditorio, titulada D Cent: tecnologías e instituciones para el siglo XXI, donde una serie de personalidades expertas en herramientas y metodologías para la innovación política debaten sobre las nuevas posibilidades que la tecnología ofrece en el ámbito de la participación y reformulación de un nuevo imaginario democrático actual.
En el auditorio también hay mochilas amontonadas y caras cansadas, y es raro ver a alguien sin un dispositivo tecnológico. Hay una mezcla de nacionalidades curiosa, y parece que durante esa semana hubiera existido un campamento Occupy instalando en las diáfanas salas del MediaLab.
Empiezo a intuir que lo allí ha ocurrido es algo más que unos cuantos workshops al uso, a juzgar por la cercanía con la que se tratan los asistentes y el ambiente de entusiasmo general que se percibe en el espacio.
Constato esta intuición cuando hablo con algunas de las personas que han formado parte del Democracy Lab. Aprovecho el recorrido que nos lleva a Lavapiés, lugar de encuentro informal para celebrar el fin de la semana de trabajo, y pregunto a Javier Toret, investigador especializado en tecnopolítica, que viene de la Nuit debout parisina para participar en este encuentro y hablar sobre la importancia de las redes en estos movimientos de protesta. Además es integrante de Democomunes y se entusiasma al comentar la importancia de la construcción de esta Red: “llevamos un año trabajando en conjunto personas que venimos de diferentes disciplinas: académica, política, activista... que estamos interesadas en compartir recursos, experiencias, procedimientos de mecanismos de participación democrática”.
Le pregunto por la dinámica de trabajo de esta Red y me cuenta que hoy se han presentado los resultados y que han participado alrededor de unas 80 personas de manera presencial y otras tantas gracias a los canales abiertos de aplicaciones como Telegram. Se han organizado en diferentes comisiones: la techie, la política, la organizativa, la comunicativa... y resalta, con orgullo, que han conseguido establecer un glosario común de terminología política, una wiki, una web, un logo… “me recuerda al 15M por la metodología participativa, la importancia del momento constitucional y lo presencial… había mucha energía y ganas”.
El 15M está presente de muchas maneras en este encuentro, parece que esta Red que ahora se presenta y que lleva un tiempo gestándose supone tanto la culminación como evolución de un proceso de germinación de las experiencias políticas venidas de aquellos días de revolución en las plazas y las calles.
Le recuerdo a Bernardo Gutiérrez, periodista e investigador y uno de los coordinadores del evento, cómo nos conocimos hace unos años, en la ocupación del Museo Reina Sofía, para iniciar una marea cultural que no llegó a cuajar más allá de aquel acto simbólico. “Ahora hemos ocupado de verdad el museo” apostilla, a colación de las jornadas que empiezan mañana y que traerán a grandes nombres del cambio y de la revolución democrática. Me comenta también la importancia del Democracy Lab y su red, “para poner en común la tecnología y sus herramientas, compartir el software”, y donde han participado desde activistas, investigadorxs, hackers hasta técnicxs de participación de diversas entidades locales.
En el ambiente festivo, con una caña de por medio, consigo hablar con más gente que ha participado en la Red. Unos chicos han venido expresamente desde Zaragoza para formar parte de la constitución de Democomunes. Uno de ellos, físico de formación, investiga algoritmos vinculados a los mecanismos participativos. Otro de ellos, abogado, me comenta que no le interesan las conferencias de mañana, porque lo importante ya ha ocurrido. Una tercera persona me dice “que le falta la praxis” y que le gustaría que hubiese una articulación más comprometida. Observo que mayoría del público es masculino y les pregunto por la participación de las mujeres. “Calculamos que serán alrededor de un 30 por ciento”, me dicen, “y es de las veces que más hemos visto”. Tenía razón, pienso, ese cartel que se desplegó frente a los gritos en contra, en la plaza Acampada Sol: la revolución será feminista o no será.
¿Ocupar el Museo?
Viernes 27 de mayo. El auditorio se va llenando mientras Carlos Prieto, responsable del Centro de Estudios del Museo, presenta la jornada mencionando el momento histórico y los “tiempos constituyentes” gracias a la transformación política que se está generando con la llegada de los Ayuntamientos del cambio y la posibilidad de la “redemocratización de los contenidos del lazo y el tejido social de las sociedades europeas”. Francesca Bria, responsable del proyecto D Cent, financiado por la Comisión Europea y que gestiona el Think Thank británico Nesta, coordinadores del encuentro junto con el Ayuntamiento de Madrid e investigadores desde hace dos años de la innovación política y democrática en once ciudades del cambio como Madrid, Barcelona o Reikiavik, hace un resumen de lo que ha sido este proyecto y de lo que nos encontraremos durante estas dos jornadas. De su discurso se extraen ideas tan vibrantes como la reacción ante la apatía, la reapropiación de la tecnología para construir un proyecto emancipatorio de ciudad, qué significa la democracia hoy, cómo atraer a la gente hacia estas nuevas formulaciones democráticas, o cómo ganar autonomía y transparencia ante la opacidad de las multinacionales y que éstas paguen sus tasas.
Se rompe el auditorio en una ovación cuando Manuela Carmena entra en escena para ser entrevistada por Paul Mason, periodista de The Guardian, pero aún se oyen más aplausos cuando termina la conversación, que ha versado sobre una variedad de temas con una constante básica, esa que suele envolver a Carmena en un aire de santidad por su apelación a la asertividad, al sentido común y la humildad frente a la confrontación: “soy una vecina más, que tiene la obligación de gestionar grandes intereses y servicios, movimientos en una ciudad”. Con respecto al ascenso de la Smart City, Carmena apuesta por una tecnología que incluya los vínculos asociativos y los nuevos elementos de las ciudades, pero no parece tener una argumentación más elaborada y recuerda que confía, para estos asuntos, en la concejalía de participación. Su discurso más contundente toma fuerza, sin embargo, cuando habla de derechos sociales y desigualdad, “recuperar el patrimonio social de viviendas y la consolidación de un derecho exigible”.
Una buena dosis crítica añade Raquel Rolnik, arquitecta y urbanista, que observa una estrecha relación entre el poder financiero y la influencia que éste ejerce en las transformaciones urbanas vividas en las recientes décadas, en un proceso de privatización del espacio público de las ciudades. En este sentido, las Smart Cities convierten los estados en una suerte de corporación empresarial, equiparando el papel del alcalde al del CEO de una start up. Frente a este modelo de imposición neoliberal, se deben “activar los movimientos contrahegemónicos para restitución de los bienes comunes y generar un proceso de commoning”.
El cuestionamiento del neoliberalismo de Rolnik nos pone a tono para recibir a Julian Assange en videoconferencia, charlando con Pablo Soto, concejal de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Madrid. Enloquece el público cuando aparece en pantalla la imagen del fundador de Wikileaks. La breve conversación tuvo sus hits en frases como “Madrid es ahora una ciudad libre de TTIP” y “we are waiting for you. Don't give up”. El resto de la charla resulta algo vaga y nebulosa; Assange parece decaído.
La jornada continúa con dos mesas redondas. Destacan las aportaciones del filósofo Franco Berardi, conocido como Bifo, que en su línea habitual de pensamiento crítico deja sentencias como “the system is broken”. También Paul Mason insiste en la formulación de una era poscapitalista. Se recuerdan las posibilidades que ofrece el paradigma de las nuevas tecnologías, en especial de open source, porque “posibilitan las utopías socialistas”. Adam Greenfield, conocido por sus posiciones contrarias a la Smart City, recuerda la importancia de las infraestructuras asamblearias que se crearon durante los movimientos de protesta como forma directa de participación democrática y además reflexiona sobre el reverso de los sistemas blockchain, plataforma de encriptación que ha posibilitado la creación de la moneda virtual bitcoin, puesto que suponen un gasto de energía y de impacto ambiental considerable.
Evgeny Morozov, escritor escéptico de las Redes Sociales e Internet, iba a formar parte de una de las mesas redondas, pero se retrasa y no aparece hasta el final del día, con un discurso espídico sobre la mercantilización de los datos y su uso privativo por parte de las grandes corporaciones, y la sospecha de que todo el movimiento a favor del basic income que se está gestando entre los grandes inversores de Silicon Valley constituye, en realidad, una artimaña para que los ciudadanos sigan pagando religiosamente los servicios que ofrecen dichos entramados tecnológicos.
28 de mayo, sábado. La jornada se vertebra en tres mesas redondas. La primera de ellas sobre vigilancia digital y sus peligros, con un fructífero debate posterior entre el público; la segunda mesa redonda se plantea como una exposición de ejemplos prácticos sobre iniciativas concretas de participación democrática de raigambre tecnológica, como el de Wikipolitica Jalisco, una red política descentralizada de jóvenes mexicanos que ganaron un distrito en Guadalajara, mediante nuevas maneras de enfocar una campaña política, lo que ellos llaman “hackeo a la partitocracia”.
Otro de los casos fue el de la iniciativa Gov Taiwan, una plataforma de publicación masiva de datos gubernamentales en el que participó la activista y hacker Audrey Tang, que explicó con un montón de emoticonos su propuesta de transparencia. Habló también el creador de la herramienta Loomio, muy popular entre los círculos de Podemos, que permite la toma de decisiones online. Su creador, Richard Bartlett, se inspiró en los movimientos Occupy y en la posibilidad de conectar la dimensión física de las plazas con la virtual. La tercera mesa redonda se convierte en un homenaje a las ciudades del cambio. La vicealcaldesa de Oviedo, Ana Taboada, junto a Luciana Genro, de Porto Alegre, son las más aplaudidas por sus posiciones políticas.
Alguien de los asistentes recuerda que no todos los ciudadanos somos iguales para la Unión Europea, que mientras las fronteras permanezcan cerradas no puede existir un verdadero cambio. Otra persona recuerda que el 15M sigue vivo en las plazas y en las asambleas vecinales y que no debe ser absorbido por las instituciones.
Se clausura en el encuentro con la llamada de Birgitta Jónsdóttir, miembro del parlamento islandés en representación del Partido Pirata y conocida activista, que se disculpa por no haber podido llegar a tiempo y cierra su intervención con un “we are the future”.
Pienso en esa frase, y en si podemos o no ser el futuro, en un contexto precario como el nuestro, o si como decía el escritor Manuel Vilas en un reciente estado de Facebook sólo “podemos aspirar a la repartición surrealista de la miseria”.
Me viene a la cabeza también, entre los canapés y los vinos servidos en el hall, si esto ha sido una ocupación de un museo o una colonización, algo que Pablo Soto comentó al clausurar la jornada de ayer: “this is a museum. Can you believe that? Anything can happen in Madrid”.
Las fotografías son de MediaLab, La Manada (David Fernández, Elvira Megías, Alvaro Minguito).