Contenido

Carlos Castilla del Pino (1922-2009)

Modo lectura

El pensamiento breve, la escritura fragmentaria —o, si se prefiere, la escritura breve, el pensamiento fragmentario— se acercará tanto más a su ideal cuanto mayor correspondencia exista entre concisión verbal y densidad semántica. Durante los últimos años de su existencia, este psiquiatra cordobés amante de los cuadernos de notas tecleó en su ordenador una serie de máximas, apuntes y observaciones, a través de los cuales articula un proyecto de vida sana o, si se prefiere, de muerte sabia. En la sociedad española de la primera década del siglo XXI, desierta de certezas y maestros, Castila del Pino redacta testamento con serenidad de anacoreta.

Su definición del éxito —«Saberse querido y respetado cuando no se tiene poder»— no resulta menos reveladora que la frase de Eliot inscrita como epígrafe en uno de sus ensayos: «Hacer lo útil, decir lo justo, contemplar lo bello». Acerca de su tardía producción aforística, cuyas proposiciones designa con el término aflorismos, advierte: «El aforismo concluye. El aflorismo comienza». Podemos adivinar en qué consiste la tarea: componer preludios cuya única conclusión provisional sería el próximo aflorismo. Desnuda de toda pretensión estética salvo la imprescindible para transmitir con claridad un designio ético, su prosa se dirige directamente a lo esencial: la formación del carácter. La forja del suyo, estuvo presidida por una intensa y prolongada convivencia, no solo profesional, con el delirio, la depresión, la alucinación, la esquizofrenia, el suicidio.

Consciente de la imposibilidad de «vivir sin conflicto» y de que la «multiplicidad de yoes» acarrea una incesante contienda intestina, nuestro estoico terapeuta pone a disposición del paciente un botiquín de primeros auxilios destinados a «desactivar la desgracia». Admirador de Cajal —otro científico aficionado al pensamiento breve—, subraya: «En la relación con uno mismo lo único que hay que evitar es engañarse; si tenemos valor para ello, sabremos quiénes somos». Ácidamente, apostilla: «Si descubres quién eres, bien; si no, mejor aún».

 

Aflorismos (2003-2009)

 

La vejez comienza cuando no hay proyecto.

La compasión no mejora el mundo. La solidaridad, sí.

Hay errores en la vida, y hay vidas erradas: son cosas distintas.

No era preciso inventarse el alma. El cuerpo es el alma.

Con la cara se nace; el rostro se hace.

Saber qué representa el éxito para alguien, es una forma de saber mucho de él.

El ateo es un creyente, pero en la inexistencia de Dios. ¡Un desastre lógico!

No hagas el mal, porque te lo haces.

Las primeras experiencias son las que conforman; por eso, como recuerdos, son los últimos que se olvidan.

No competir es la independencia.

La moral es el hilo rojo, el eje de la vida humana y, como tal, debe estar oculta. Todo lo más, que se infiera, pero en ningún caso predicarla.

El carácter es nuestro esqueleto mental: así es de rígido. 

La oscuridad mental es siempre sospechosa de impostura. La verdad, aunque sea complicada, es clara.

También la desgracia tiene algo de positivo, pero hay que descubrirlo. Lo positivo de la desgracia nos protege de ser irremediablemente desgraciados.

La fantasía, un delirio en el que no se cree: un juego. El delirio, una fantasía en la que se cree y se toma en serio.

Si tu trabajo te cansa, pero no te aburre, es el tuyo.

La decisión de incorporar a la persona amada a nuestra vida se hace en condiciones muy desfavorables, a saber, cuando estamos enamorados. Sin sentido, pues, de la realidad, la catástrofe es de esperar, salvo que el azar intervenga a nuestro favor y acertemos sin más.

Los hombres, para el científico. El hombre, para la sorpresa.

La única terapia es la que pretende defender al sujeto de sí mismo cuando este se convierte en su peor enemigo. Defenderse de los demás es fácil, y llegado el caso, para eso está la policía.

La teología es el monumento a la irracionalidad.

Los teólogos describen las propiedades —los atributos— de Dios como los químicos las del clorato de potasa. ¡Admirable penetración!

Dos formas de actuar: una, la inevitable, para ir viviendo; otra, a favor de la vida más allá de la muerte.

Seamos críticos con nosotros mismos. Tratemos de obtener el prestigio interior.

Un dogma es una receta con la que se enferma inexorablemente.

Un éxito equivocado: un fracaso rotundo.

La amistad, lo más importante. Y el amor, siempre que derive en la mejor amistad.

La cultura es un instrumento con el cual interpretar el mundo. La cultura incrementa la perplejidad, porque da cuenta de la complejidad.

La estética es una manifestación de la ética. Dar lo bello, debería ser tan obligado como dar lo bueno.

Es tolerable que haya miedo en el vivir, pero vivir con miedo exige tratamiento.

De vez en cuando hay que hacer una cura de abstinencia de la actualidad.

Agradezco siempre al que con lo que hace me da ejemplo de lo que no debo hacer.

La muerte no es lo último. Lo último es la nada.

Solo somos dueños de nuestro destino en la renuncia.

Sueño, porque existo.

 

 

Fotografía portada: José Carlos Nievas