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Así se estudia en Singapur
Un vistazo desde dentro a su sistema educativo
Uno de los hechos por los cuales se conoce mundialmente a Singapur es por obtener puntuaciones altísimas en el informe PISA (Programme for International Student Assesment) de la OCDE de modo consistente. O siendo más precisos, tanto en las, al menos, dos ediciones en las cuales ha participado y cuyos resultados tengo a la vista (2009 y 2012) cuanto en el informe sin nombre de la OCDE de 2015 que unifica los resultados de PISA 2012, TIMSS 2011 (Trends in International Mathematics and Science Study) y TERCE 2014 (Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo) latinoamericano de la UNESCO. Si algo se toman en serio los singapurenses, aparte de la defensa nacional con un ejército de primer nivel, es la educación pública, hasta el punto de que en las escuelas no hay superficie desaprovechada, como se ve en la foto cuyo mapa une lisérgicamente Marruecos y España.
A modo de resumen breve en caso de que algún lector perezoso no tenga ganas de buscar la información por sí mismo, los resultados han sido los siguientes (doy los cinco primeros más España):
PISA 2009
Matemáticas: 1. Shangái, 2. Singapur, 3. Hong Kong, 4. Corea del Sur, 5. Taiwán, 34. España.
Ciencias: 1. Shangái, 2. Finlandia, 3. Hong Kong, 4. Singapur, 5. Japón, 36. España.
Lengua: 1. Shangái, 2. Corea del Sur, 3. Finlandia, 4. Hong Kong, 5. Singapur, 33. España.
PISA 2012
Matemáticas: 1. Shangái, 2. Singapur, 3. Hong Kong, 4. Taiwán, 5. Corea del Sur, 33. España.
Ciencias: 1. Shangái, 2. Hong Kong, 3. Singapur, 4. Japón, 5. Finlandia, 29. España.
Lengua: 1. Shangái, 2. Hong Kong, 3. Singapur, 4. Japón, 5. Corea del Sur, 30. España.
OCDE 2015 (TIMSS 2011 + PISA 2012 + TERCE 2014)
Matemáticas + Ciencias: 1. Singapur, 2. Hong Kong, 3. Corea del Sur, 4. Taiwán y Japón empatados, 27. España.
Para entender cómo funciona Singapur hay que tener en cuenta el hecho geopolítico que lo condiciona todo: es una ciudad-Estado de mayoría china no musulmana, sin recursos naturales, rodeada por tres países de mayoría malayoindonesia musulmana: Indonesia, inmensa y de comportamiento impredecible; Malasia, grande y más bien amistosa; y Brunéi, pequeña e íntimamente ligada a Singapur en defensa y economía hasta el punto de que el dólar de Brunéi se cambia a la par por ley con el de Singapur. Desde que Malasia expulsara a Singapur de la Federación en 1965 y llegara así la independencia de modo, digamos, accidental, Lee Kuan Yew, el segundo padre del país tras Sir Thomas Stamford Raffles, comprendió que la única manera de evitar los frecuentes disturbios étnico-religiosos y de sacar adelante una isla minúscula sin clase media, con barrios dominados por clanes mafiosos que se liaban a machetazos en plena calle y con familias enteras durmiendo en botes en ríos malolientes era a través de la instauración de una educación pública en inglés, la única lengua común de los ciudadanos, que aspirara a la excelencia y que garantizara el funcionamiento correcto del ascensor social en un sistema meritocrático. Literalmente, Lee Kuan Yew se inventó un país y lo dotó de escuelas donde cuelgan placas de contenido heraclíteo.
Las escuelas públicas y concertadas poseen fondos para contratar los servicios privados que deseen con vistas a aumentar el nivel académico de los alumnos. Para un servidor fue toda una experiencia plantarse en Singapur para dar clase de Analytical Thinking Skills desde Parvulario hasta Secundaria a través de una empresa privada que vendía servicios educativos a quien los comprase. Tal trabajo me ayudó a ver el sistema desde dentro y a comprender por qué este país funciona como funciona y qué se puede esperar de él. La consciencia de la pequeñez de Singapur y de la dificultad de competir con vecinos de muchísima más población y pegada ha generado una mentalidad conocida aquí como kiasu, palabra que en lengua hokkien significa «miedo a perder» y que, en la práctica, se traduce en progenitores de clase media y media-alta que, por un lado, preparan a sus hijos académicamente de modo tan obsesivo como agobiante e innecesario, mientras que, por otro lado, exigen que el Estado los proteja mediante la restricción de la entrada de inmigrantes cualificados que los obliguen a competir en un mercado libre para el cual, precisamente y en teoría, se han estado preparando de manera tan obsesiva. Para este viaje no se necesitan tantas alforjas.
Mas empecemos por el principio. En Singapur hay cinco vías de escolarización, cada una más cara que la anterior: pública, concertada, privada, internacional y doméstica (homeschooling), con la religión restringida a la concertada, la privada y la doméstica. Algunas concertadas y privadas son religiosas. Los alumnos que profesen una fe que no sea la oficial de la concertada están exentos por ley de las actividades religiosas escolares y, como es de esperar, quienes asisten a una privada religiosa lo hacen porque pertenecen a la comunidad de fieles, como es el caso de los alumnos musulmanes de las madrasas, todas privadas y de enseñanza en malayo con el inglés como lengua secundaria. A los 4 años se inicia el parvulario, a los 6 años la Primaria y a los 12 años la Secundaria obligatoria hasta los 16 años, cuando ya es legal ponerse a trabajar. De otro modo, uno puede o bien asistir a una de las seis escuelas de formación profesional (cinco Polytechnics y un National Institute of Education) o bien a uno de los varios JC (Junior Colleges) preparatorios para ingresar a los 18 años en la universidad, ya sea en una de las seis singapurenses (incluida una de titulación por internet, la única exclusivamente privada) o en uno de los campus que ciertas universidades extranjeras tienen aquí, estén o no asociadas con universidades nacionales. De las seis universidades singapurenses, NUS (National University of Singapore) y NTU (Nanyang Technological University) atesoran prestigio mundial; SMU (Singapore Management University) y SUTD (Singapore University of Technology and Design), regional; y SIM (Singapore Institute of Management, la universidad digital) y SIT (Singapore Institute of Technology), nacional. De todos modos, muchos singapurenses de posibles deciden estudiar en el extranjero anglosajón para ver mundo, ya que el tamaño de Singapur hace que se agote pronto. Los destinos preferidos son las más cercanas Australia y Nueva Zelanda o el antiguo centro imperial británico.
El ascensor social singapurense se refleja en la estructuración del sistema educativo. Los seis años de Primaria terminan a los 12 años con un examen, dicen que de pesadilla, conocido como PSLE (Primary School Leaving Examination). Según el resultado de esta primera selectividad, por decirlo a la española, los alumnos quedan clasificados en tres grupos posibles para el primer año de los cuatro de Secundaria, a saber: NT (Normal Technical, o sea, mal), NA (Normal Academic, o sea, bien) y Express (muy bien). Dichos grupos se subdividen en subgrupos, de modo que, por ejemplo, los Express más flojos no están lejos de los mejores NA, y de hecho los malos alumnos caen de categoría para que los buenos suban, como en una liga de fútbol, de manera que si a un alumno le ha ido mal el PSLE a los 12 años, se clasificará inicialmente como NT, pero si luego espabila y se pone a estudiar en serio, puede terminar entrando en cuarto de Secundaria por la parte baja de Express. Meritocracia desde la cuna. Al término de la Secundaria a los 16 años llega la segunda selectividad, llamada O Levels por «Ordinary Levels» según el modelo británico. Estos exámenes determinarán si el estudiante merece entrar en un JC que le permita saltar a la universidad, previo paso por una tercera selectividad llamada A Levels por «Advanced Levels» a los 18 años.
En otro orden de cosas, dada la política lingüística que fuerza a todos los singapurenses, no siempre con éxito, a ser al menos bilingües en inglés y en otra de las tres lenguas nacionales (mandarín, malayo y tamil), la Primaria y la Secundaria pública y concertada se hacen en dos lenguas, siendo la principal el inglés, y los mejores alumnos de Secundaria Express, la crème de la crème, tienen como premio la opción de elegir entre alemán, español, francés o japonés como tercera lengua a cambio de pagar un extra mensual.
Es muy significativo que todos los estudiantes, desde Parvulario hasta JC, tengan que ir de uniforme. Cada escuela tiene sus colores. Los chicos no deben llevar el pelo particularmente largo, las chicas llevan falda y si son musulmanas no pueden cubrirse en la escuela pública o concertada. Huelgas, manifestaciones, piercings y tatuajes están prohibidos. Cuando suena el himno nacional a las 7:30h, uno debe permanecer de pie, clavado allí donde se halle como de hecho me sucedió una vez, y cuando entra el maestro en el aula los alumnos deben saludarlo respetuosamente en pie y al unísono. Naturalmente, nada de lo dicho significa que no haya malos alumnos ni fracaso escolar. Los hay, pero los folloneros no sabotean las lecciones ni las ganas de aprender de los mejores porque la segregación en los tres niveles mencionados (NT, NA y Express) en Secundaria lo impide. Los malos estudiantes quedan agrupados en clases únicas que, doy fe, son muy difíciles de manejar, pero se asegura la creación de una elite intelectual Express que avanza a toda máquina en las tres ramas cognoscitivas que caracterizan a la Secundaria singapurense: Matemáticas, Ciencias y Lenguas.
Veamos ahora el menú escolar y las instalaciones de públicas y concertadas. En relación con el primero, las escuelas ofrecen puestos de venta fijos en el comedor para que proveedores privados de menús vendan la vianda que los alumnos prefieran, a menudo en función de su religión. No recuerdo la proporción exacta, pero diría que si hay, digamos, ocho puestos en fila, siempre hay al menos uno de bebidas solas, otro de comida halal para musulmanes, otro de comida india y otro de vegetariana en general. El resto es de comida china. En relación con las instalaciones, las escuelas siguen el mismo patrón arquitectónico: simplicidad y jardín central de rollo zen, incluyendo estanques con peces que los alumnos suelen pasarse por el forro, dado que al salir de clase no están para meditar sino para correr y gritar.
Sin embargo, ni siquiera una educación pública de tanta calidad ni canales televisivos en inglés han conseguido terminar con el Singlish, la lengua criolla de Singapur que se desarrolló añadiendo vocabulario mixto simplificado morfológica y fonéticamente (inglés, malayo, hokkien, cantonés, etc.) a estructuras sintácticas propias de las lenguas chinas y malayo-polinesias. En su forma pura, es una lengua ininteligible que requiere tanto estudio como cualquier otra lengua. La forma simplificada y más cercana al inglés es la que suelen usar los taxistas incluso con occidentales como este vuestro humilde servidor. La siguiente fotografía, tomada en una escuela pública de Primaria, es una muestra fehaciente de los esfuerzos de la administración por reconducir a alumnos extraviados.
La implantación del inglés como lengua de instrucción pública en un país de mezclas étnico-religiosas imposibles, hecho que ahora parece una obviedad y que ha sido clave para colocar a Singapur en posiciones prominentes en escenarios internacionales, no fue ni mucho menos fácil. Lee Kuan Yew tuvo que enfrentarse a los nacionalistas chinos que, tras la independencia del país en 1965, querían que el mandarín fuera la lengua oficial impuesta, a buenas o a malas, al resto de la población. Es decir, no sólo a hablantes de otras lenguas chinas como teochew o wu, tan distintas del mandarín como el portugués del italiano, sino también a musulmanes hablantes de javanés o malayo y a indios, fueran musulmanes o no, hablantes de tamil o malabar. Que eso ponía el país al borde de la guerra civil estaba claro para quien no estuviera ciego. Afortunadamente, Lee Kuan Yew fue capaz de imponer el inglés como lengua común neutral con el beneplácito de la inmensa mayoría de la población. Eso sí: pactó con las distintas comunidades para evitar que la disparidad colosal de lenguas interfiriera en la construcción de la nueva ciudad-Estado, reduciéndolas mediante criterios racionales al sistema de 3+1 (inglés + otras tres). Así, más allá del inglés, para los musulmanes se eligió el malayo sobre el javanés porque los lazos con Malasia son más fuertes que con Indonesia; para los chinos se eligió el mandarín (de escritura simplificada) sobre el hokkien, el cantonés y otras (de escritura tradicional) porque era la lengua oficial de China; y para los indios se eligió el tamil por una sencilla cuestión aritmética: la mayor parte de los indios de Singapur, independientemente de la religión que profesen, siempre han sido hablantes de tamil. De ahí que la mano de obra barata que se importa a miles para satisfacer la demanda de la industria de la construcción (desde rascacielos hasta nuevas líneas de metro) provenga mayoritariamente de Tamil Nadu, al sur de la India. Ni hay suficientes singapurenses para construir Singapur ni quieren dedicarse a eso.
Para terminar, los hijos de inmigrantes que se insertan en el sistema público o concertado tienen que pasar por un curso de adaptación de nivel diseñado para superar un examen específico centrado en las asignaturas de Matemáticas e Inglés. Es sabido que el currículo singapurense gira alrededor de las matemáticas. De hecho, Singapur desarrolló en los 80 su propio sistema de enseñanza de matemáticas desde parvulario hasta 6º de Primaria, el último curso antes del PSLE, con un éxito que ha resonado en la comunidad educativa internacional y que ha permitido la exportación tanto de los libros cuanto de la pedagogía que los acompaña. Algo plenamente coherente con una ciudad-Estado de 720 kilómetros cuadrados, que crece ganándole terreno al mar mediante obras titánicas de ingeniería y que sólo puede destacar internacionalmente en el campo de los intangibles.
Fotografías del autor del artículo.
Así se estudia en Singapur
Uno de los hechos por los cuales se conoce mundialmente a Singapur es por obtener puntuaciones altísimas en el informe PISA (Programme for International Student Assesment) de la OCDE de modo consistente. O siendo más precisos, tanto en las, al menos, dos ediciones en las cuales ha participado y cuyos resultados tengo a la vista (2009 y 2012) cuanto en el informe sin nombre de la OCDE de 2015 que unifica los resultados de PISA 2012, TIMSS 2011 (Trends in International Mathematics and Science Study) y TERCE 2014 (Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo) latinoamericano de la UNESCO. Si algo se toman en serio los singapurenses, aparte de la defensa nacional con un ejército de primer nivel, es la educación pública, hasta el punto de que en las escuelas no hay superficie desaprovechada, como se ve en la foto cuyo mapa une lisérgicamente Marruecos y España.
A modo de resumen breve en caso de que algún lector perezoso no tenga ganas de buscar la información por sí mismo, los resultados han sido los siguientes (doy los cinco primeros más España):
PISA 2009
Matemáticas: 1. Shangái, 2. Singapur, 3. Hong Kong, 4. Corea del Sur, 5. Taiwán, 34. España.
Ciencias: 1. Shangái, 2. Finlandia, 3. Hong Kong, 4. Singapur, 5. Japón, 36. España.
Lengua: 1. Shangái, 2. Corea del Sur, 3. Finlandia, 4. Hong Kong, 5. Singapur, 33. España.
PISA 2012
Matemáticas: 1. Shangái, 2. Singapur, 3. Hong Kong, 4. Taiwán, 5. Corea del Sur, 33. España.
Ciencias: 1. Shangái, 2. Hong Kong, 3. Singapur, 4. Japón, 5. Finlandia, 29. España.
Lengua: 1. Shangái, 2. Hong Kong, 3. Singapur, 4. Japón, 5. Corea del Sur, 30. España.
OCDE 2015 (TIMSS 2011 + PISA 2012 + TERCE 2014)
Matemáticas + Ciencias: 1. Singapur, 2. Hong Kong, 3. Corea del Sur, 4. Taiwán y Japón empatados, 27. España.
Para entender cómo funciona Singapur hay que tener en cuenta el hecho geopolítico que lo condiciona todo: es una ciudad-Estado de mayoría china no musulmana, sin recursos naturales, rodeada por tres países de mayoría malayoindonesia musulmana: Indonesia, inmensa y de comportamiento impredecible; Malasia, grande y más bien amistosa; y Brunéi, pequeña e íntimamente ligada a Singapur en defensa y economía hasta el punto de que el dólar de Brunéi se cambia a la par por ley con el de Singapur. Desde que Malasia expulsara a Singapur de la Federación en 1965 y llegara así la independencia de modo, digamos, accidental, Lee Kuan Yew, el segundo padre del país tras Sir Thomas Stamford Raffles, comprendió que la única manera de evitar los frecuentes disturbios étnico-religiosos y de sacar adelante una isla minúscula sin clase media, con barrios dominados por clanes mafiosos que se liaban a machetazos en plena calle y con familias enteras durmiendo en botes en ríos malolientes era a través de la instauración de una educación pública en inglés, la única lengua común de los ciudadanos, que aspirara a la excelencia y que garantizara el funcionamiento correcto del ascensor social en un sistema meritocrático. Literalmente, Lee Kuan Yew se inventó un país y lo dotó de escuelas donde cuelgan placas de contenido heraclíteo.
Las escuelas públicas y concertadas poseen fondos para contratar los servicios privados que deseen con vistas a aumentar el nivel académico de los alumnos. Para un servidor fue toda una experiencia plantarse en Singapur para dar clase de Analytical Thinking Skills desde Parvulario hasta Secundaria a través de una empresa privada que vendía servicios educativos a quien los comprase. Tal trabajo me ayudó a ver el sistema desde dentro y a comprender por qué este país funciona como funciona y qué se puede esperar de él. La consciencia de la pequeñez de Singapur y de la dificultad de competir con vecinos de muchísima más población y pegada ha generado una mentalidad conocida aquí como kiasu, palabra que en lengua hokkien significa «miedo a perder» y que, en la práctica, se traduce en progenitores de clase media y media-alta que, por un lado, preparan a sus hijos académicamente de modo tan obsesivo como agobiante e innecesario, mientras que, por otro lado, exigen que el Estado los proteja mediante la restricción de la entrada de inmigrantes cualificados que los obliguen a competir en un mercado libre para el cual, precisamente y en teoría, se han estado preparando de manera tan obsesiva. Para este viaje no se necesitan tantas alforjas.
Mas empecemos por el principio. En Singapur hay cinco vías de escolarización, cada una más cara que la anterior: pública, concertada, privada, internacional y doméstica (homeschooling), con la religión restringida a la concertada, la privada y la doméstica. Algunas concertadas y privadas son religiosas. Los alumnos que profesen una fe que no sea la oficial de la concertada están exentos por ley de las actividades religiosas escolares y, como es de esperar, quienes asisten a una privada religiosa lo hacen porque pertenecen a la comunidad de fieles, como es el caso de los alumnos musulmanes de las madrasas, todas privadas y de enseñanza en malayo con el inglés como lengua secundaria. A los 4 años se inicia el parvulario, a los 6 años la Primaria y a los 12 años la Secundaria obligatoria hasta los 16 años, cuando ya es legal ponerse a trabajar. De otro modo, uno puede o bien asistir a una de las seis escuelas de formación profesional (cinco Polytechnics y un National Institute of Education) o bien a uno de los varios JC (Junior Colleges) preparatorios para ingresar a los 18 años en la universidad, ya sea en una de las seis singapurenses (incluida una de titulación por internet, la única exclusivamente privada) o en uno de los campus que ciertas universidades extranjeras tienen aquí, estén o no asociadas con universidades nacionales. De las seis universidades singapurenses, NUS (National University of Singapore) y NTU (Nanyang Technological University) atesoran prestigio mundial; SMU (Singapore Management University) y SUTD (Singapore University of Technology and Design), regional; y SIM (Singapore Institute of Management, la universidad digital) y SIT (Singapore Institute of Technology), nacional. De todos modos, muchos singapurenses de posibles deciden estudiar en el extranjero anglosajón para ver mundo, ya que el tamaño de Singapur hace que se agote pronto. Los destinos preferidos son las más cercanas Australia y Nueva Zelanda o el antiguo centro imperial británico.
El ascensor social singapurense se refleja en la estructuración del sistema educativo. Los seis años de Primaria terminan a los 12 años con un examen, dicen que de pesadilla, conocido como PSLE (Primary School Leaving Examination). Según el resultado de esta primera selectividad, por decirlo a la española, los alumnos quedan clasificados en tres grupos posibles para el primer año de los cuatro de Secundaria, a saber: NT (Normal Technical, o sea, mal), NA (Normal Academic, o sea, bien) y Express (muy bien). Dichos grupos se subdividen en subgrupos, de modo que, por ejemplo, los Express más flojos no están lejos de los mejores NA, y de hecho los malos alumnos caen de categoría para que los buenos suban, como en una liga de fútbol, de manera que si a un alumno le ha ido mal el PSLE a los 12 años, se clasificará inicialmente como NT, pero si luego espabila y se pone a estudiar en serio, puede terminar entrando en cuarto de Secundaria por la parte baja de Express. Meritocracia desde la cuna. Al término de la Secundaria a los 16 años llega la segunda selectividad, llamada O Levels por «Ordinary Levels» según el modelo británico. Estos exámenes determinarán si el estudiante merece entrar en un JC que le permita saltar a la universidad, previo paso por una tercera selectividad llamada A Levels por «Advanced Levels» a los 18 años.
En otro orden de cosas, dada la política lingüística que fuerza a todos los singapurenses, no siempre con éxito, a ser al menos bilingües en inglés y en otra de las tres lenguas nacionales (mandarín, malayo y tamil), la Primaria y la Secundaria pública y concertada se hacen en dos lenguas, siendo la principal el inglés, y los mejores alumnos de Secundaria Express, la crème de la crème, tienen como premio la opción de elegir entre alemán, español, francés o japonés como tercera lengua a cambio de pagar un extra mensual.
Es muy significativo que todos los estudiantes, desde Parvulario hasta JC, tengan que ir de uniforme. Cada escuela tiene sus colores. Los chicos no deben llevar el pelo particularmente largo, las chicas llevan falda y si son musulmanas no pueden cubrirse en la escuela pública o concertada. Huelgas, manifestaciones, piercings y tatuajes están prohibidos. Cuando suena el himno nacional a las 7:30h, uno debe permanecer de pie, clavado allí donde se halle como de hecho me sucedió una vez, y cuando entra el maestro en el aula los alumnos deben saludarlo respetuosamente en pie y al unísono. Naturalmente, nada de lo dicho significa que no haya malos alumnos ni fracaso escolar. Los hay, pero los folloneros no sabotean las lecciones ni las ganas de aprender de los mejores porque la segregación en los tres niveles mencionados (NT, NA y Express) en Secundaria lo impide. Los malos estudiantes quedan agrupados en clases únicas que, doy fe, son muy difíciles de manejar, pero se asegura la creación de una elite intelectual Express que avanza a toda máquina en las tres ramas cognoscitivas que caracterizan a la Secundaria singapurense: Matemáticas, Ciencias y Lenguas.
Veamos ahora el menú escolar y las instalaciones de públicas y concertadas. En relación con el primero, las escuelas ofrecen puestos de venta fijos en el comedor para que proveedores privados de menús vendan la vianda que los alumnos prefieran, a menudo en función de su religión. No recuerdo la proporción exacta, pero diría que si hay, digamos, ocho puestos en fila, siempre hay al menos uno de bebidas solas, otro de comida halal para musulmanes, otro de comida india y otro de vegetariana en general. El resto es de comida china. En relación con las instalaciones, las escuelas siguen el mismo patrón arquitectónico: simplicidad y jardín central de rollo zen, incluyendo estanques con peces que los alumnos suelen pasarse por el forro, dado que al salir de clase no están para meditar sino para correr y gritar.
Sin embargo, ni siquiera una educación pública de tanta calidad ni canales televisivos en inglés han conseguido terminar con el Singlish, la lengua criolla de Singapur que se desarrolló añadiendo vocabulario mixto simplificado morfológica y fonéticamente (inglés, malayo, hokkien, cantonés, etc.) a estructuras sintácticas propias de las lenguas chinas y malayo-polinesias. En su forma pura, es una lengua ininteligible que requiere tanto estudio como cualquier otra lengua. La forma simplificada y más cercana al inglés es la que suelen usar los taxistas incluso con occidentales como este vuestro humilde servidor. La siguiente fotografía, tomada en una escuela pública de Primaria, es una muestra fehaciente de los esfuerzos de la administración por reconducir a alumnos extraviados.
La implantación del inglés como lengua de instrucción pública en un país de mezclas étnico-religiosas imposibles, hecho que ahora parece una obviedad y que ha sido clave para colocar a Singapur en posiciones prominentes en escenarios internacionales, no fue ni mucho menos fácil. Lee Kuan Yew tuvo que enfrentarse a los nacionalistas chinos que, tras la independencia del país en 1965, querían que el mandarín fuera la lengua oficial impuesta, a buenas o a malas, al resto de la población. Es decir, no sólo a hablantes de otras lenguas chinas como teochew o wu, tan distintas del mandarín como el portugués del italiano, sino también a musulmanes hablantes de javanés o malayo y a indios, fueran musulmanes o no, hablantes de tamil o malabar. Que eso ponía el país al borde de la guerra civil estaba claro para quien no estuviera ciego. Afortunadamente, Lee Kuan Yew fue capaz de imponer el inglés como lengua común neutral con el beneplácito de la inmensa mayoría de la población. Eso sí: pactó con las distintas comunidades para evitar que la disparidad colosal de lenguas interfiriera en la construcción de la nueva ciudad-Estado, reduciéndolas mediante criterios racionales al sistema de 3+1 (inglés + otras tres). Así, más allá del inglés, para los musulmanes se eligió el malayo sobre el javanés porque los lazos con Malasia son más fuertes que con Indonesia; para los chinos se eligió el mandarín (de escritura simplificada) sobre el hokkien, el cantonés y otras (de escritura tradicional) porque era la lengua oficial de China; y para los indios se eligió el tamil por una sencilla cuestión aritmética: la mayor parte de los indios de Singapur, independientemente de la religión que profesen, siempre han sido hablantes de tamil. De ahí que la mano de obra barata que se importa a miles para satisfacer la demanda de la industria de la construcción (desde rascacielos hasta nuevas líneas de metro) provenga mayoritariamente de Tamil Nadu, al sur de la India. Ni hay suficientes singapurenses para construir Singapur ni quieren dedicarse a eso.
Para terminar, los hijos de inmigrantes que se insertan en el sistema público o concertado tienen que pasar por un curso de adaptación de nivel diseñado para superar un examen específico centrado en las asignaturas de Matemáticas e Inglés. Es sabido que el currículo singapurense gira alrededor de las matemáticas. De hecho, Singapur desarrolló en los 80 su propio sistema de enseñanza de matemáticas desde parvulario hasta 6º de Primaria, el último curso antes del PSLE, con un éxito que ha resonado en la comunidad educativa internacional y que ha permitido la exportación tanto de los libros cuanto de la pedagogía que los acompaña. Algo plenamente coherente con una ciudad-Estado de 720 kilómetros cuadrados, que crece ganándole terreno al mar mediante obras titánicas de ingeniería y que sólo puede destacar internacionalmente en el campo de los intangibles.
Fotografías del autor del artículo.