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Antologar es un arma de la clase dominante

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El pensamiento más conservador ha grabado a fuego en nuestros esquemas mentales, y nuestros escolares libros de texto de literatura, el relato de generaciones sucesivas con una serie de autores que las representan. O, más que las representan, la son. Aquellos autores, y sobre todo autoras, que no coinciden en edad, amistad o estilo con los líderes generacionales, desaparecen de nuestra memoria, como si nunca hubieran existido.

Aunque Azorín ya lo había planteado antes, es Ortega y Gasset quien instaura la presentación generacional de pensadores y literatos, hablando de la Generación del 98 en “El tema de nuestro tiempo” (1923) y “En torno a Galileo” (1933). Llegó la siguiente generación y Pedro Salinas cargó contra Azorín y Ortega, aduciendo que se habían basado en opiniones personales para hincarle el diente al asunto generacional. Salinas, cuya pertenencia como poeta a un grupo homogéneo como la Generación del 27 le venía bien, como a todos, para no ser verso suelto, implantó las siete condiciones del crítico literario alemán Julius Petersen como método científico para saber si hay generación que valga y quién está dentro y quién fuera. Quién gana, quién pierde. Quién sale en la foto.

“¿Por qué las generaciones son siempre juveniles?”

“Una generación no es un puñado de hombres egregios ni simplemente una masa, es como un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre” decía Ortega, para quien se es de una generación por nacer en ella. Salinas decía que generacional no se nace, se hace. Petersen escribió “Las generaciones literarias” en la Alemania de 1930, un momento que se impregna en su texto convirtiéndolo en un documento protonazi de ideas como que el anquilosamiento fuerza a la juventud a emerger como un proceso agresivo para imponerse en la historia mediante sus líderes, a los que Petersen llama führers (caudillos). La quinta condición de su lista es que haya un caudillaje, un maestro o líder visible en cada generación.

¿Por qué las generaciones son siempre juveniles? Para Petersen la nueva generación literaria se yergue en el momento en que se encuentra por primera vez con su lenguaje, necesita una verbalidad nueva y el momento de mayor viveza en la percepción de la creatividad verbal es la juventud, dice. El estilo es la agenda principal para imponerse sobre la generación anterior. Pero no necesariamente el contenido del discurso. Al hispanista de la Universidad Tulane de Nueva Orleans C. Christopher Soutas, experto en estos temas, le llama mucho la atención la limitada discusión crítica en España sobre la eficacia del significado de la evolución histórico-literaria de nuestra literatura. Le sorprende cómo hemos acatado la fórmula germana y cómo hemos permitido que todos los que no entran en el canon generacional se queden relegados al margen de la Historia.

“Hemos permitido que todos los que no entran en el canon generacional se queden relegados”

Es cierto. Es muy poco conocida la crítica del profesor de la Universidad de Granada José Antonio Fortes hacia la “Generación del 27 Marca Registrada”, desde la perspectiva marxista. “No hay escapatoria” escribe en Intelectuales de consumo (Almuzara, 2010), “la noción de sociedad anónima o generación nos viene cargada de pequeñitas nociones ideológicas: nacimiento o biologicismo, ambiente o espíritu de época, sujeto elegido o idiosincrasia, amistad o amiguismo, clientelismo, red de relaciones con los amigos políticos o amigos financieros, etc”. La del 27 es la generación también llamada “de la amistad”, es decir, de la cooptación. “Fantasmagoría generacional” dice Fortes, “que encubre una extensa y tupida red clientelar, un vínculo intenso de familiarismos y amiguismos, para el tráfico y reparto de influencias y regalías al amparo del Estado, entre miembros del mismo círculo cerrado de clase, en el que viven y trabajan las élites dirigentes de la intelectualidad republicana”. Y eso vale para 1927 y para 2027.

Quién lee hoy o qué canon acepta a las desconocidas y excluidas Cecilia Böhl de Faber (escondida tras su pseudónimo transgénero Fernán Caballero), Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Carmen Baroja, Carmen de Burgos, María de la O Lejárraga (camuflada también bajo el apellido de su marido como María Martínez Sierra). Conocida pero leída poco, la exiliada Rosa Chacel, quien ya en el 67 se le quejaba a Ana María Moix de haber sido olvidada en su país. Aquellas que los críticos no encajaron en ninguna generación como Emilia Pardo Bazán o Rosalía de Castro. O las antologadas por Diego pero poco recordadas Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre. Siguiendo con la herstory la poeta y antologista Luna Miguel se preguntaba en un artículo de enero de 2014 “¿Dónde escondéis a las chicas de la Alt Lit?”. No es que no las haya, es que apenas las traducen.

La intelectualidad hegemónica preserva el dominio de la élite, de los suyos, marcando el territorio en antologías, como la realizada por Gerardo Diego sobre el 27, los novísimos de Castellet, los grandes hits mexicanos de Tryno Maldonado, las de Granta, las de Luna Miguel, la de los Mutantes. Antologar es un arma de clase, de clase dominante. En varias entrevistas recogidas en Jaime Gil de Biedma. Conversaciones el poeta de la Generación del 50, según los manuales, se adentra en la política generacional. “Las antologías sirven como las guías de ferrocarriles. Detrás de la primera antología de Castellet estamos Carlos Barral, José Agustín Goytisolo y yo mismo, que fuimos el grupo que la movió. Volviendo a la comparación con las guías de ferrocarriles, os habréis dado cuenta de que en las guías, de vez en cuando, hay anuncios. Bien, pues en las antologías también hay anuncios intercalados entre los expresos que llegan y los rápidos que parten. Es decir, que fue una operación de política generacional, como lo fue en 1932 la antología de Gerardo Diego” dijo en El Viejo Topo en 1977. “¿Que qué me pareció lo de los “novísimos”? Fue una operación de política literaria movida sobre todo por Gimferrer, lo mismo que la anterior antología de Castellet, Veinticinco años de poesía española, fue una operación movida por Barral, por Goytisolo y por mí. La finalidad era la misma: llamar la atención sobre unos determinados poetas mediante su presentación en paquete y con prospecto” dijo en La Estafeta Literaria un año después.

“La intelectualidad hegemónica preserva el dominio de la élite, de los suyos, marcando el territorio en antologías”

Últimamente en México sí han abordado de manera crítica este amor por generacionar la literatura. El escritor Heriberto Yépez le recordó a Tryno Maldonado, editor de la antología Grandes hits. Nueva generación de narradores mexicanos (Almadia, 2008) que “incontables autorías no pertenecen a los círculos sociales prestigiados” y que “hay obras que son un diálogo con lo regional y, en general, afinidades ajenas a ‘generaciones’. Quizá hay voces literarias que conversan con jornaleros, colonias, migrantes, transporte público, largas filas para cruzar al otro lado, vecinos, paisanos”. Maldonado contestó y admitió que “la propia idea de generación es excluyente y elitista, como nuestra propia literatura”. “El concepto de generación suele aplicarse dentro de estructuras sociales relativamente estáticas y patriarcales, gerontocráticas” escribe el conciliador Maldonado en su columna de la revista Emeequis, “funciona para describir cómo los miembros menores van asumiendo los roles y el poder de los mayores, cómo van reproduciendo las estructuras sociales y las relaciones de poder. Cuando aparece un fenómeno inédito dentro de esas estructuras, es normal que se le excluya por sistema, que cause fricción, que incomode, que los individuos involucrados lo nieguen y hasta muestren posturas encontradas”.

Pablo Raphael intervino en este debate con la publicación de su libro La fábrica del lenguaje, S.A. (Anagrama, 2011) enmendando la “Generación Inexistente” que evoca Jaime Mesa como nombre para el colectivo y proponiendo el concepto de “nube” que “migra, muta, desaparece, flota”. Para Raphael, su generación está fragmentada, lo que imposibilita escuelas o tendencias y, como las nubes, tienden al individualismo. “No somos ‘generaciones’, no somos ‘nubes’. Somos un ‘nosotros’. Y somos un chingo”, les contesta Heriberto.

 

Imágenes:

Portada: Ramón María del Valle-Inclán y Ramón Gómez de la Serna, entre otros, celebrando un banquete en homenaje a Don Nadie en el Café del Pombo. 
Jaime Gil de Biedma, Agustín Goytisolo, Carlos Barral y José María Castellet fotografiados por Oriol Maspons en Barcelona, 1961.
Imagen de grupo de Bogotá 39, un evento que reunió en 2007 a 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años. Fotografía de Daniel Mordzinski.