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Amigos profesionales
¿Ves esa cola que da la vuelta a Callao? Es tan solo una muestra de los cientos de miles de seguidores de youtubers que, juran y perjuran los responsables de dicha plataforma, anidan en la Red. ¿Ves esa algarabía de móviles en alto? Es el desesperado intento de fotografiar a unos tipos que se dedican a contarte cómo pelar una cabeza de ajo sin ensuciarte las manos, cómo matar al dragón de turno y pasar de pantalla, o qué diez consejos debes seguir para petarlo en Nochevieja. Si los contadores de clics no nos mienten (que mienten, hasta cierto punto), este año se han pinchado más todos estos vídeos que capítulos de cualquier serie de éxito, discos de cualquier artista o videocreaciones de cualquier índole. Exagerado o no, lo que tiene de interesante todo esto es que pone de relieve la existencia de un ecosistema audiovisual autónomo, de inspiración televisiva, que crece y se va consolidando de espaldas al electrodoméstico rey.
Entras tras una larga espera al cine reservado para el evento. Dejas a un lado el fotocall, donde una joven ejecutiva, enfundada en un vestido negro de raso que refulge como un coche diplomático, reporta a unos periodistas:
— Esto es una fiesta. Una gran celebración. Estamos derribando la cuarta pared de internet.
Siguiendo el protocolo vas a que te empulseren —pulsera roja: prensa, azul: invitados, amarilla: artistas—; te acreditan viejos conocidos: fueron algunos de los mejores de la última generación discográfica predigital, y ahora andan metidos en esta otro negocio. ¿Ves, con sus sempiternas camisetas negras, legañosos, en sus puestos, a los técnicos de sonido? Son los mismos que llevan años sonorizándolo todo: conciertos en salas o estadios, mítines políticos, desfiles de moda. Y ahora les toca este evento, que uno de ellos describe desapasionadamente como un “rollo de peña que sale en internet”.
El público: 99% de adolescentes (el 1% restante es algún padre o madre un poco avergonzados, aunque tampoco tanto). En los smartphones de los asistentes brillan las interfaces de whatsapp, messenger o youtube; los móviles llevan orejitas de conejo, cuernecillos de diablo o fundas de osos panda. Hay buen ambiente, aunque algo hace pensar que si de repente no hubiera cobertura reinaría la inquietud y, quien sabe, quizá se produciría un estallido de violencia.
Empieza la cosa.
El evento consiste en una sucesión de ponencias y entrevistas colectivas a los youtubers en las que se mezclan distintas influencias y formatos. Se va de la proverbial charla TED (donde el fenómeno se predica como una cultura colaborativa y transmedia) a la sitcom tipo Friends (reinan la amistad, las risas y la camaradería). Tiene algo de Club Disney (son buenos chavales, con valores sanos; todos parecen agradecidos a sus padres) con Silicon Valley (nadie se tomaría a mal ser traicionado por una cámara de 8K de ultraalta definición). A este mundillo no le falta, para quien quiera encontrarla, una cara política de gusto liberal ( “Youtube es autoempleo”, “Youtube es democrático”, “los youtubers son muy listos porque saben trabajar con marcas”). Como contrapunto, suelen funcionar las explicaciones de cómo hacer cosas (para esta gente algo tan peregrino como poner una lavadora puede ser una aventura). Gusta mucho la onda Club de la Comedia (marco idóneo para la búsqueda y difusión del próximo meme) y se nota un reconocimiento al OT/GH lifestyle (cinco youtubers han montado un grupo musical y se han ido a vivir juntos). A estas alturas no extrañan los guiños al estilo canallita ultraconservador postMTV (“invitamos a la policía a la fiesta y acabamos haciendo muffins”) ni los gimmicks exportados del rock ‘n’ roll business (al final del evento se gratificará con un “meet & greet”).
Para entonces, la ejecutiva del photocall deja una rúbrica en el escenario: “hemos dejado de ser un fenómeno para ser un medio alternativo”.
Hablas con ella —es Melanie Parejo, Responsable de Alianzas Estratégicas de Youtube España— y te dice:
— Esto es una fiesta. Una gran celebración. Estamos derribando la cuarta pared de internet con estos creadores.
¿Creadores? “Sí, son creadores”. ¿Forma parte este evento de una estrategia mundial? “Sí, pero es más bien la explosión en todo el mundo de estos creadores, que ha sido simultánea y arrancó hace unos tres años”. ¿Cómo los elegís? “Nos basamos en la aceptación de los creadores por la audiencia”. Pero existirán perfiles auténticamente radicales con muchos followers, y al revés: otros que representen valores estratégicos y no tengan prácticamente audiencia. “Créeme, no entramos a dirimir contenidos ni tenemos preferencia por una categoría u otra. Nosotros trabajamos con los creadores y con las empresas creadoras de contenido que están actuando como network proporcionándoles un plató, asesorándoles con la iluminación o ayudándoles a venderse”. Vale. ¿Y después de esto qué viene? “Escuchar a los creadores, intentar que sigan rompiendo barreras. Ellos son profesionales de esto. Trabajan ocho horas, a veces siete días por semana. Se afanan en profesionalizarse, en formarse, en tener una cámara mejor, en editar mejor. No se conforman con ser el chico del ordenador y la webcam en la habitación”. ¿Y qué ganan? “Todos ellos monetizan su contenido. Muchos viven de esto. Esta es su profesión”.
El evento termina.
¿Ves al público dispersarse? Con paciencia los asistentes consiguen sus selfies con los protagonistas de la noche, y se deshacen en gratitud por sus vídeos. ¿Ves en este encuentro la actualización de la relación fans-ídolos de toda la vida? Algo es distinto. Hay una sutil diferencia en la relación del adolescente cibernauta y el youtuber millonario en followers. En tiempos de comunicación horizontal, la admiración se rebaja y vuelve cotidiana. Bajo la lógica 2.0, el éxito del youtuber se produce en relación a cierta proyección amistosa. Hablando en plata: no es un famoso, es un colega. Un amigo. El youtuber “monetiza su contenido”, “vive de esto”, “esta es su profesión”. ¿Podría alguien dedicarse profesionalmente a la amistad? No sería poco. Valdría para algo tanto clic. Serviría para algo la consecuencia de su efecto multiplicador —el follow—. Consideremos por un momento la hipótesis del amigo profesional por su utilidad social; sería tan lejana a la vergüenza de los premios logrados por clic, tan diferente a la actual lógica de las agendas atiborradas en las que uno no sabe con quien hablar, tan opuesta a la de los seguidores comprados al peso que nadie señala porque a nadie le interesa. Perdón: nos hemos ido un poco. Te dejamos con los personajes de los que toca hablar hoy; aquí se llaman Adelita Power, JPelirrojo, Rush Smith, Luzu o Mr. Jagger. En otros territorios cambian los nicknames. Los asientos, desde luego, nunca están vacíos.
Amigos profesionales
¿Ves esa cola que da la vuelta a Callao? Es tan solo una muestra de los cientos de miles de seguidores de youtubers que, juran y perjuran los responsables de dicha plataforma, anidan en la Red. ¿Ves esa algarabía de móviles en alto? Es el desesperado intento de fotografiar a unos tipos que se dedican a contarte cómo pelar una cabeza de ajo sin ensuciarte las manos, cómo matar al dragón de turno y pasar de pantalla, o qué diez consejos debes seguir para petarlo en Nochevieja. Si los contadores de clics no nos mienten (que mienten, hasta cierto punto), este año se han pinchado más todos estos vídeos que capítulos de cualquier serie de éxito, discos de cualquier artista o videocreaciones de cualquier índole. Exagerado o no, lo que tiene de interesante todo esto es que pone de relieve la existencia de un ecosistema audiovisual autónomo, de inspiración televisiva, que crece y se va consolidando de espaldas al electrodoméstico rey.
Entras tras una larga espera al cine reservado para el evento. Dejas a un lado el fotocall, donde una joven ejecutiva, enfundada en un vestido negro de raso que refulge como un coche diplomático, reporta a unos periodistas:
— Esto es una fiesta. Una gran celebración. Estamos derribando la cuarta pared de internet.
Siguiendo el protocolo vas a que te empulseren —pulsera roja: prensa, azul: invitados, amarilla: artistas—; te acreditan viejos conocidos: fueron algunos de los mejores de la última generación discográfica predigital, y ahora andan metidos en esta otro negocio. ¿Ves, con sus sempiternas camisetas negras, legañosos, en sus puestos, a los técnicos de sonido? Son los mismos que llevan años sonorizándolo todo: conciertos en salas o estadios, mítines políticos, desfiles de moda. Y ahora les toca este evento, que uno de ellos describe desapasionadamente como un “rollo de peña que sale en internet”.
El público: 99% de adolescentes (el 1% restante es algún padre o madre un poco avergonzados, aunque tampoco tanto). En los smartphones de los asistentes brillan las interfaces de whatsapp, messenger o youtube; los móviles llevan orejitas de conejo, cuernecillos de diablo o fundas de osos panda. Hay buen ambiente, aunque algo hace pensar que si de repente no hubiera cobertura reinaría la inquietud y, quien sabe, quizá se produciría un estallido de violencia.
Empieza la cosa.
El evento consiste en una sucesión de ponencias y entrevistas colectivas a los youtubers en las que se mezclan distintas influencias y formatos. Se va de la proverbial charla TED (donde el fenómeno se predica como una cultura colaborativa y transmedia) a la sitcom tipo Friends (reinan la amistad, las risas y la camaradería). Tiene algo de Club Disney (son buenos chavales, con valores sanos; todos parecen agradecidos a sus padres) con Silicon Valley (nadie se tomaría a mal ser traicionado por una cámara de 8K de ultraalta definición). A este mundillo no le falta, para quien quiera encontrarla, una cara política de gusto liberal ( “Youtube es autoempleo”, “Youtube es democrático”, “los youtubers son muy listos porque saben trabajar con marcas”). Como contrapunto, suelen funcionar las explicaciones de cómo hacer cosas (para esta gente algo tan peregrino como poner una lavadora puede ser una aventura). Gusta mucho la onda Club de la Comedia (marco idóneo para la búsqueda y difusión del próximo meme) y se nota un reconocimiento al OT/GH lifestyle (cinco youtubers han montado un grupo musical y se han ido a vivir juntos). A estas alturas no extrañan los guiños al estilo canallita ultraconservador postMTV (“invitamos a la policía a la fiesta y acabamos haciendo muffins”) ni los gimmicks exportados del rock ‘n’ roll business (al final del evento se gratificará con un “meet & greet”).
Para entonces, la ejecutiva del photocall deja una rúbrica en el escenario: “hemos dejado de ser un fenómeno para ser un medio alternativo”.
Hablas con ella —es Melanie Parejo, Responsable de Alianzas Estratégicas de Youtube España— y te dice:
— Esto es una fiesta. Una gran celebración. Estamos derribando la cuarta pared de internet con estos creadores.
¿Creadores? “Sí, son creadores”. ¿Forma parte este evento de una estrategia mundial? “Sí, pero es más bien la explosión en todo el mundo de estos creadores, que ha sido simultánea y arrancó hace unos tres años”. ¿Cómo los elegís? “Nos basamos en la aceptación de los creadores por la audiencia”. Pero existirán perfiles auténticamente radicales con muchos followers, y al revés: otros que representen valores estratégicos y no tengan prácticamente audiencia. “Créeme, no entramos a dirimir contenidos ni tenemos preferencia por una categoría u otra. Nosotros trabajamos con los creadores y con las empresas creadoras de contenido que están actuando como network proporcionándoles un plató, asesorándoles con la iluminación o ayudándoles a venderse”. Vale. ¿Y después de esto qué viene? “Escuchar a los creadores, intentar que sigan rompiendo barreras. Ellos son profesionales de esto. Trabajan ocho horas, a veces siete días por semana. Se afanan en profesionalizarse, en formarse, en tener una cámara mejor, en editar mejor. No se conforman con ser el chico del ordenador y la webcam en la habitación”. ¿Y qué ganan? “Todos ellos monetizan su contenido. Muchos viven de esto. Esta es su profesión”.
El evento termina.
¿Ves al público dispersarse? Con paciencia los asistentes consiguen sus selfies con los protagonistas de la noche, y se deshacen en gratitud por sus vídeos. ¿Ves en este encuentro la actualización de la relación fans-ídolos de toda la vida? Algo es distinto. Hay una sutil diferencia en la relación del adolescente cibernauta y el youtuber millonario en followers. En tiempos de comunicación horizontal, la admiración se rebaja y vuelve cotidiana. Bajo la lógica 2.0, el éxito del youtuber se produce en relación a cierta proyección amistosa. Hablando en plata: no es un famoso, es un colega. Un amigo. El youtuber “monetiza su contenido”, “vive de esto”, “esta es su profesión”. ¿Podría alguien dedicarse profesionalmente a la amistad? No sería poco. Valdría para algo tanto clic. Serviría para algo la consecuencia de su efecto multiplicador —el follow—. Consideremos por un momento la hipótesis del amigo profesional por su utilidad social; sería tan lejana a la vergüenza de los premios logrados por clic, tan diferente a la actual lógica de las agendas atiborradas en las que uno no sabe con quien hablar, tan opuesta a la de los seguidores comprados al peso que nadie señala porque a nadie le interesa. Perdón: nos hemos ido un poco. Te dejamos con los personajes de los que toca hablar hoy; aquí se llaman Adelita Power, JPelirrojo, Rush Smith, Luzu o Mr. Jagger. En otros territorios cambian los nicknames. Los asientos, desde luego, nunca están vacíos.