Contenido

Afroamérica y el Islam

Cuando el Tea Party emitió la información de que Barack Obama era musulmán, pareció que esta vez sí se podría dañar al presidente, que ya había podido demostrar sin dificultad la falsedad de otra noticia surgida desde ese mismo partido: su nacimiento fuera de las fronteras estadounidenses. 

Modo lectura

a acusación de profesar una religión muy denostada después del ataque a las Torres Gemelas, lanzada mientras se producía el rechazo a la construcción de una mezquita —existen unas 1.200 por todo el país— cerca de la Zona Cero, pareció, desde fuera de Estados Unidos, grave. El hecho de que Obama fuera hijo de un musulmán y asistiera a una escuela islámica cuando residía en Indonesia presentaba cierta base para poder creer en la veracidad de lo que decía el partido ultraconservador. Pero Norteamérica no pareció alarmarse. Y es que el Islam en Estados Unidos posee un largo recorrido, singular y dual. No es lo mismo ser un inmigrante árabe musulmán1 que ser un afroamericano musulmán. Al primero se le atribuyen rasgos foráneos —o sea, sospechosos— en tanto que el segundo forma parte intrínseca del tejido social del país. Por otra parte, como se ha podido observar en la última campaña presidencial, hoy día los estadounidenses otorgan gran importancia al hecho de que los representantes del pueblo sean religiosos pero en cambio no parecen tener tan en cuenta qué credo profesan.

En un ensayo escrito cuando aún era senador2, Barack Obama reflexiona sobre el papel que juega la religión en la política. Los grandes reformistas de la historia americana, dice, utilizaron la fe para argumentar su causa3; defiende la separación del Estado y la religión —opina que este principio preserva no sólo la democracia sino la robustez de las prácticas religiosas— y agrega que fuera lo que fuera América anteriormente, ya no es únicamente una nación cristiana: es una nación judía, musulmana, budista, hindú y también una nación de no creyentes. Los americanos, prosigue, conforman un pueblo religioso que desea mantener un diálogo profundo sobre religión y rehúsa que éstas sean causa de divisiones. Especifica que un 90% cree en Dios, un 70% está afiliado a alguna religión organizada (grupo en el que se incluye), un 38% son cristianos comprometidos y añade que más gente cree en los ángeles que en la evolución. Estados Unidos es la nación del mundo donde confluye un mayor número de religiones. La musulmana ocupa el segundo puesto (también en España y Francia) en cuanto a seguidores, y es la que más crece. La negritud de Obama jugaba a favor de la veracidad del “descubrimiento” del Tea Party: numerosas etapas de la historia de la comunidad negra se entretejen con la del Islam. Un hecho con el cual se convive desde el principio de la colonización.

Aunque parece que el primer musulmán que pisó tierras americanas fue el morisco Esteban o Estebanico, quien en 1527 llegó en una expedición al servicio de Narváez y que durante casi una década exploró tierras desconocidas del sudoeste, fue con el comercio de la esclavitud cuando la religión musulmana empezó a practicarse en suelo americano. De entre los esclavos importados —la mayoría desde el África occidental—, alrededor de un 10% (las cifras oscilan entre el 8 y el 15%) eran musulmanes. Esta minoría, que se distinguía por una religión muy estructurada y una tradición de escritura4, conservaba sus nombres islámicos, celebraba el ramadán y recitaba el Corán. Costumbres que influyeron en su pronunciada resistencia u oposición a la esclavitud y le otorgaron ascendencia en la organización de la vida cotidiana de las comunidades de esclavos. Como las creencias animistas no persiguen ningún proselitismo, los esclavos musulmanes se hicieron cargo, en numerosas ocasiones, de las prácticas religiosas de estas comunidades. Cuando el New Deal de Roosevelt estableció el Work Progress Administration (WPA, 1935) para proporcionar trabajo a los que se habían quedado en el paro y empleo a artistas e intelectuales, muchos de éstos —fotógrafos, sociólogos, escritores— aceptaron el cometido de documentar las costumbres de la nación. Los que entraron en contacto con nietos de esclavos se encontraron con que muchos de ellos practicaban, a menudo sin saberlo, rituales musulmanes o que muy conscientemente los conservaban en memoria de algún predecesor. El puente ideológico entre el viejo Islam de los antiguos esclavos y el “nuevo Islam americano” lo suministra el panafricanismo, que se extendió entre los afroamericanos a partir de la mitad del siglo XIX y que a principios del XX tuvo un gran número de seguidores a través, sobre todo, de una figura política muy visible: Marcus Garvey.

Pero vayamos al principio. En 1850 llega a Estados Unidos, desde la isla caribeña de Saint Thomas, Edward Wilmot Blyden, joven pastor presbiteriano, con intención de estudiar Teología en la Universidad de Rutgers. Como la estancia prolongada en el país le fue denegada, se puso en contacto con la American Colonization Society, constituida por blancos en 1816 con el propósito de fundar una patria en África para los negros libres norteamericanos—seguían el ejemplo de los británicos, quienes en 1787 establecieron la colonia de Sierra Leona— y de paso introducir el cristianismo en ese continente. Liberia fue fundada tres años antes de la llegada del joven pastor, que aceptó irse al continente africano sobre todo porque ese mismo año (1850) se promulgó la Fugitive Slave Law —una ley que resultó ser un hito en la historia del nacionalismo negro—, según la cual era legal el arresto y extradición de los esclavos huidos del sur en busca de libertad. Esta ley produjo pánico entre los afroamericanos, ya que a menudo los agentes federales arrestaban equivocadamente a hombres que nunca habían sido esclavos. Con esta ley quedó claro que, aunque hubiese perdido la Guerra de Secesión (1812), el Sur aún ganaba batallas. La comunidad afroamericana en su totalidad sintió que en ninguna parte de Estados Unidos podía encontrarse en casa y empezó a contemplar con interés la idea de emigrar a África.

Así es como, desde Liberia, Blyden se convirtió en el padre del movimiento panafricanista del siglo XIX. Él y sus colegas5 debatieron sobre posibles formas de volver a África para resolver los problemas de la esclavitud y el racismo en Occidente y lograron, a pesar de sus divergentes puntos de vista, redactar la Constitution of the African Civilization Society (1858), que se proponía cristianizar África, destruir el comercio de esclavos y elevar las condiciones de vida de los negros en general. Es en el curso del desarrollo del panafricanismo cuando nace el nacionalismo negro. Resulta difícil separar el uno del otro, ya que ambos se preocupan por la cooperación económica, la conciencia cultural y la solidaridad política internacional, y asumen que la etnia entera tiene un destino colectivo comparable al de una nación.

lyden aportó a este discurso la visión de que el Islam del África occidental era un paradigma para el nacionalismo cultural negro. Este nacionalismo se basa en que los negros, sean de donde sean, poseen culturas específicas y diferentes de la de los blancos con fuertes conexiones entre sí. El nacionalismo, que ensalza esta cultura en todos sus aspectos, resulta esencial para liberarse de la tradición occidental y reafirmar una forma de vida propia. Blyden viajó por todo el continente africano estudiando tanto las religiones como las diferentes formas de organización social y política. Todo lo que tenía que ver con el Islam es lo que más le interesó, y escribió muy positivamente sobre la experiencia negra en el mundo musulmán. Consideró que ése era el único mundo donde los negros habían podido mantener autonomía social, cultural y política. Debido a sus ansias de encontrar una alternativa monoteísta al racismo consustancial del cristianismo de la época, nunca denunció el existente en las sociedades musulmanas —que también traficaban con esclavos negros y ejercieron de puente con los esclavistas blancos—, estableciendo así en América la noción de que en el Islam no existía racismo6. Blyden, quien creía que la presencia europea en África era un mal necesario, pronto llegó a la conclusión de que una mezcla del Islam y del cristianismo podía aportar soluciones a los problemas atendidos por la Constitution of the African Civilization Society.

En la amalgama de su visión también entraba la idea de la superioridad de la pureza racial, de ahí la poca simpatía que despertó entre los mulatos instalados en Liberia. Esta idea de pureza permeó el panafricanismo separatista que se extendió en EE.UU. a principios del siglo XX a través de varios grupos, siendo los más importantes The Moorish Science Temple of America, del autoproclamado profeta Noble Drew Ali, y sobre todo UNIA, fundado y liderado por Marcus Garvey. Antes de ocuparnos de su figura, quisiéramos recalcar la importancia que tuvo la Feria Mundial de Chicago de 1893 para esta aceptación del panafricanismo separatista. Entre los diferentes ámbitos de esta feria —a la cual acudieron 30 millones de personas procedentes de 70 países— figuraba el Parlamento Mundial de Religiones, un evento repleto de conferencias, durante las cuales un numeroso público pudo informarse de primera mano sobre las diferentes tradiciones religiosas y los planes que cada una de ellas albergaba para América. La manera en que el Islam se adaptaba a la realidad de los afroamericanos no pasó desapercibida entre una población procedente del Sur que había vivido el fiasco de la Reconstrucción7: los linchamientos campaban a sus anchas y se avecinaba una nueva ley que acabaría conociéndose por el nombre de Jim Crow8.

Para entender la eclosión del Islam durante este período se ha de tener en cuenta el panorama de la América negra a principios del siglo XX. Antes de la Primera Guerra Mundial, los inmigrantes europeos proveían la mano de obra en las fábricas del norte del país. Con la guerra en ciernes, esta inmigración decayó enormemente. Es cuando el norte industrial ofreció puestos de trabajo a los afroamericanos que poblaban todo el sur rural. Este éxodo, conocido como The Great Migration, fue fruto de las ofertas recibidas (viajes pagados por adelantado, ayudas para encontrar casa…) por unas gentes que vivían en condiciones muy duras tanto económicas como sociales, ya que la violencia racista disfrutaba de impunidad.

La subsistencia en las ciudades no fue fácil para los afroamericanos: barrios hacinados, condiciones de salubridad deplorables, magros salarios, escuelas deficientes. Pobreza y discriminación. Pero también amplias comunidades donde se podían organizar lejos de la interferencia blanca y dar rienda suelta a su propia cultura. Filadelfia, Detroit, Chicago, Nueva York se convirtieron en centros donde nacían grupos político-culturales y congregaciones eclesiásticas capitaneados por importantes líderes: el socialista Philip Randolph, fundador del primer sindicato de trabajadores negros; el marxista Cyril Briggs; Father Divine, un reverendo estrafalario que acumuló un sorprendente número de seguidores; la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP), que se ocupaba de organizar grupos de presión con el fin de erradicar los linchamientos y la discriminación; The National Urban League, centrada en obtener puestos de trabajo en negocios que sólo empleaban a blancos; grupos feministas… Surgieron educadores como Booker T. Washington, creador de importantes escuelas de formación profesional, o intelectuales de la talla de W. E. B. Du Bois, un panafricanista integrador que había ayudado al gobierno a reclutar afroamericanos para la guerra a cambio de la promesa de plena integración en las tropas y ayuda a encontrar empleo a los soldados que volvían del frente. A raíz del incumplimiento de estos compromisos por parte del Estado, las ideas de Du Bois fueron evolucionando hacia el separatismo.

Du Bois siempre conectó con una minoría educada9, pero no con la población obrera minada por el desempleo, que empezó a prestar atención a un jamaicano llamado Marcus Garvey, quien había recogido en Inglaterra la experiencia de los nacionalistas irlandeses y en Panamá la del movimiento obrero; representaba al negro de piel más oscura y educación más básica y era directamente separatista: había que desistir de la idea de integración y construir “una nación dentro de la nación”, desarrollar una economía propia y finalmente regresar a África. “Back to Africa” fue el eslogan de la Universal Negro Improvement Association (UNIA), organización nacionalista fundada por él en 1917. Aunque sus programas no tuvieran siempre éxito, su retórica y su imagen pública atrajeron a los líderes musulmanes porque compartían los mismos objetivos. La fertilización de ideas entre UNIA y el Islam era cosa lógica, ya que Garvey tenía seguidores en Asia y África, además de Europa, América Central y el Caribe.

UNIA ofrecía a las masas participar activamente en proyectos de autogestión: una compañía naval, colegios, universidades, hospitales, industrias. Fundó una iglesia de corte baptista, pero abierta hacia otras confesiones, lanzó una publicación y organizó un ejército. La pompa utilizada por Garvey (uniformes, carruajes, símbolos napoleónicos o inspirados en el Islam…), las distinciones sociales que otorgaba (la Legión Africana, la Noble Orden de los Caballeros del Nilo…), los desfiles en días señalados, conferían estatus de Estado, lo cual empezó a inquietar al gobierno de Estados Unidos. En 1927, Garvey fue acusado de fraude a los servicios postales y, después de pasar un tiempo en prisión, fue deportado. El partido comunista y los islámicos negros se repartieron la mayoría de sus seguidores norteamericanos.

Así, entre los afroamericanos, tanto el Islam como el separatismo no fueron introducidos por corrientes extremistas, sino que tomaron cuerpo como alternativas resultantes de numerosos y variados debates internos. Estaba eclosionando el brillante período llamado Renacimiento de Harlem, con el jazz como música de fondo. En todo caso, el panafricanismo sirvió de puente entre el antiguo y el nuevo Islam. Este último llegó de la mano de Noble Drew Ali, que se autoproclamó profeta del Islam moderno. En 1913 establece su primera Moorish Community en Nueva Jersey, que diez años después contaba con 30.000 seguidores y comenzó a expandirse por el norte del país: Detroit, Pittsburg, Cleveland, Lansing, Filadelfia, Milwaukee, Chicago… A pesar de esta creciente presencia, el Islam era cosa de una minoría carente del nivel económico que pudiera otorgarle cualquier poder político significativo.

Pero con los nuevos templos empezaron a surgir otros profetas, imanes o líderes. Nacieron así varias ramas y tendencias; unas más ortodoxas, otras menos; unas de tradición africana, otras hindú…10 En 1930 entra el FBI en escena y en los años cuarenta —era McCarthy— clasifica a todos los grupos musulmanes como “extremistas”. Se formula el estereotipo de Occidente versus Oriente. Esas malas relaciones entre el Federal Bureau of Investigation y los diferentes grupos afroamericanos, incluidos los Black Panthers, se prolongarán hasta el presente. Sin embargo, después del ataque del 11-S, la separación existente entre musulmanes afroamericanos y musulmanes inmigrantes o descendientes de inmigrantes árabes ha sido tomada en cuenta por esta agencia federal.

En 1930 llega a un empobrecido barrio de Detroit —corría la Gran Depresión— un vendedor ambulante que decía llegar directamente de la Meca. Se introducía fácilmente en las casas ofreciendo baratijas y alargaba la visita contando fascinantes historias que pronto se tornaban en enseñanzas. Su nombre también era objeto de curiosidad: utilizaba varios, que iban cambiando11. Contaba que los negroamericanos eran miembros perdidos —y por fin hallados— de la tribu de Shabazz, capturados en La Meca por mercaderes. W. D. Fard, como comúnmente se le conoce, tuvo muchos adeptos y entre ellos encontró a su más fiel seguidor y sucesor: Elijah Poole, hijo de un predicador baptista, a quien rebautizó como Elijah Muhammad. En 1932, Fard es arrestado y obligado a abandonar Detroit, asentándose desde entonces en Chicago, aún hoy día cuartel general de su iglesia. Dos años más tarde desaparece tan misteriosamente como había llegado (existen varias teorías y leyendas al respecto, en gran parte alimentadas por el FBI que lo vigilaba de cerca). Pero sus ideas y, sobre todo, las de Elijah Muhammad (a quien rodea la sospecha de que tuvo algo que ver con esa desaparición) se dieron a conocer internacionalmente a través de un brillante exconvicto, hijo de activos miembros de la UNIA de Garvey, que acabaría convirtiéndose en el representante de la Nation of Islam.

La emergencia de Malcolm Little —rebautizado Malcolm X12— como el mayor portavoz de los musulmanes negros de América en los años 60 está conectada con el resurgimiento del Islam en la política internacional, coincidiendo con la descolonización de Asia y de África. Malcolm, que adoptó inicialmente las ideas racistas y separatistas de la Nation of Islam, fue evolucionando no sólo hacia la inclusión racial, sino que sus intereses, al principio casi exclusivamente religiosos, dieron paso a un inteligente activismo político en pro de los derechos humanos. En cuanto a la política interna, su época fue la de las grandes luchas por los derechos civiles (con muchos blancos respaldándola) y la de la primera guerra de Vietnam, que una significativa parte de la población no apoyaba. En la externa, se estaba asentando la articulación de las teorías post colonialistas y la puesta en cuestión del equilibrio político mundial. Después de romper con Elijah Muhammad, Malcolm fundó la Muslim Mosque Inc., se convirtió en el incuestionable interlocutor norteamericano con el tercer mundo y empezó a dialogar seriamente con el líder de la gran mayoría de la América negra, Martin Luther King. Si Martin era escuchado por el establishment se debía a que sus ideas, hasta entonces pacifistas, frenaban la propagación del modelo mucho más extremo de Malcolm. El diálogo entre las dos personas que conjuntamente arrastraban a toda la población negra de Estados Unidos y parte de la izquierda blanca, y atraían los focos internacionales sobre el profundo racismo del país, tuvo el resultado conocido: ambos fueron asesinados en el intervalo de tres años.

En la actualidad, aunque existen varias ramas, se puede decir que las dos más importantes del Islam negroamericano son las representadas o dirigidas por Warith Deen Mohammad y por Louis Farrakhan. Warith Deen, que murió en el 2008, era hijo de Elijah pero siguió a Malcolm cuando éste se separó de su padre. Después de la muerte de Malcolm se reconcilió con su progenitor y se convirtió en su heredero, pero recondujo su iglesia hacia las ideas aperturistas de Malcolm. Hoy día es una comunidad suní que apoya el voto13, y cuyo poder se ha descentralizado. El propio Warith quiso ser un líder pero no el líder. Louis Farrakhan, que había permanecido cercano a Elijah Muhammad —era su mano derecha—, rompió con Warith después de la muerte del padre y restauró las ideas de éste. Debido a la centralización de su liderazgo ha sido, desde la muerte de Malcolm, el líder musulmán afroamericano más conocido. En 1995 organizó la Million Men March, una controvertida manifestación donde reclamaba a los hombres negros responsabilidad familiar. El mensaje era claro: su organización estaba de parte del orden. No hay que olvidar que Nation of Islam es la única organización religiosa que ha desarrollado un intenso trabajo en las cárceles del país, pobladas por un número desproporcionado de afroamericanos14: “limpia” la vida de los que han estado relacionados con la delincuencia15, incide en los derechos de los presos y les ayuda a buscar trabajo cuando son liberados16. El 80% de los presos que se adhieren a alguna confesión religiosa lo hacen, como el propio Malcom X, a la islámica. Desde el 2006, Farrakhan —cuyas ideas se han ido acercando a las suní de Warith Deen— sufre problemas de salud que le han obligado a menguar sus apariciones públicas.

 

l Islam está y ha estado presente tanto en la vida cotidiana como en la cultura popular del país17. En la década de los 60 del siglo XX, las modas y arquetipos árabes, africanos, hindús y nativoamericanos se mezclaban profusamente y eran adoptados por todo tipo de gente. Lo mismo ocurría con las creencias espirituales y religiosas. Una de las características de la llamada era hippy fue un ecumenismo que permeaba toda la sociedad. Norteamérica está acostumbrada a la pluralidad. Hoy día nadie en el país desconoce el Kwanzaa —la navidad celebrada por los afroamericanos— y su iconografía árabe. Alex Haley acercó el Islam al gran público con Roots (1976), su exitosísima novela que dio pie a una no menos exitosa serie televisiva, y con la Autobiografía de Malcolm X (1965), personaje rechazado y hasta temido en el pasado y que ocupa actualmente un puesto en el panteón de los hombres ilustres. Ishmael Reed entró en el elenco de los grandes nombres de la escritura con su irreverente Mumbo Jumbo (1972), donde el Islam ocupa lugar destacado. George Schuyler, reconocido escritor del Renacimiento de Harlem, supo, en su novela satírica Black No More (1931), hablar del papel que todas las fracciones negras jugaban en la política global del país, incluyendo, claro está, a las musulmanas. Los amantes del jazz saben que un buen número de sus intérpretes pertenecen a esa religión o son simpatizantes, como ocurre con el poeta LeRoi Jones (que adoptó el nombre de Amiri Baraka, padre del Black Arts Movement18). Tampoco faltan musulmanes en la cultura hip hop (como el rapero Ice Cube, sin ir más lejos) o en el deporte (Shaquille O’Neal). Se acepta con naturalidad que un héroe nacional, Muhammad Ali, sea musulmán —seguidor de la comunidad de Warith Deen— y al mismo tiempo lleve a cabo misiones para el Gobierno o para la ONU. Después del ataque al World Trade Center, el alcalde de Nueva York emplazó a Ali para que aportase públicamente una perspectiva crítica y calmara los ánimos de la gente. En 2002, el popular David Frost mantuvo con él una entrevista para la cadena televisiva HBO en la que la leyenda del boxeo declaró: “El Islam no es una religión de matanza. Islam significa paz. No puedo quedarme sentado en casa y dejar que la gente etiquete a los musulmanes como la razón del problema”.

  • 1. En esta última década el proceso para adquirir residencia permanente o nacionalidad norteamericana se ha complicado considerablemente para los inmigrantes musulmanes.
  • 2. “One Nation… Under God?” Soujourners Magazine, noviembre de 2006.
  • 3. Frederick Douglass, Abraham Lincoln, William Bryan, Dorothy Day y Martin Luther King son los que Obama nombra en su ensayo.
  • 4. Algunos de los primeros relatos de esclavos —los primeros se publicaron en la segunda mitad del siglo XVIII— fueron escritos en árabe, como el de Omar Ibn Said o el de Abd Al-Rahman Ibrahima.
  • 5. Entre los colegas de Blyden se encontraba el clérigo Alexander Crummell. Nacionalista al principio, panafricanista después, vivió entre Liberia y EE UU, y acabó siendo uno de los fundadores de la American Negro Academy (1897), la primera institución que se ocupó de promocionar el trabajo de académicos afroamericanos.
  • 6. La amargura hacia el racismo encerrado en el cristianismo conforma un importante factor a tener en cuenta para comprender la acogida del Islam en EE.UU. Eclesiásticos como Henry McNeal Turner, obispo de la African Methodist Episcopal Church, acabaron también impulsando la solución musulmana. Blyden terminó renunciando a su puesto en la iglesia presbiteriana y fue profesor de árabe en la universidad de Liberia. A menudo viajaba a Estados Unidos para dar conferencias y se cree que después de asumir una doble identidad religiosa se fue aproximando cada vez más al Islam.
  • 7. Entre los años 1865 y 1877, las tropas federales y el Freedman’s Bureau asumieron la protección de los derechos —a tierras, voto, educación— de los antiguos esclavos, que no se estaban cumpliendo en el derrotado Sur. Ante esta regresión y la aparición del Ku Klux Klan, formado por fervientes protestantes, muchos negroamericanos se acercaron a religiones no europeas.
  • 8. El “separados pero iguales” que se formalizaría en 1876 y duraría hasta 1965.
  • 9. W. E. B. Du Bois afirmaba que el 10% con preparación sería el responsable de “elevar” la posición del resto de los afroamericanos, una teoría que se conoce como la de los Talented Tenth, el diez por ciento talentoso.
  • 10. Las de procedencia hindú fueron, quizá, las de más arraigo: el Movimiento Ahmadiyya de vocación multirracial fue durante varias décadas el más mayoritario.
  • 11. Wallace D. Fard, Farrad Mohammad, F. Mohammad Ali, Abdul Wali Farad Muhammad, Mister F. M. Ali, Mister Wali Fard, Professor Fard.
  • 12. Cambiarse de nombre es toda una tradición entre los afroamericanos. Las ganas de deshacerse de la identidad impuesta por los amos —o heredada de ellos— hizo que fuera común adoptar apelativos árabe-africanos.
  • 13. En el siglo XX, los musulmanes votaban mayoritariamente a los republicanos. En las elecciones del 2000, casi un 80% votaron a George W. Bush, pero debido a las invasiones de Iraq y Afganistán, que tuvieron lugar bajo su administración, y debido a la retórica antiislámica de los republicanos después del 11-S, la cosa ha cambiado: en 2008, Obama obtuvo entre el 70 y el 90% de los votos musulmanes.
  • 14. EE UU tiene más prisioneros per capita que cualquier país. Un tercio de los afroamericanos entre 20 y 30 años son encarcelados en algún momento de sus vidas. La meta para los activistas que combaten esta encarcelación masiva (mass incarceration) es cambiar leyes federales y estatales a fin de descriminalizar infracciones menores cuyo acumulación lleva a la cárcel, y denunciar el auge de la privatización del complejo industrial penitenciario convertido en un negocio.
  • 15. Nation of Islam prohíbe el juego, la bebida, fumar, comer en exceso o comprar a crédito.
  • 16. Entre las pertenencias de Nation of Islam se cuentan templos, escuelas, propiedades inmobiliarias, colmados, restaurantes, granjas…
  • 17. Después del 11-S se han inaugurado el Museum of Muslim Cultures, en Jackson, Misisipi, en el 2001, y el America’s Islamic Heritage Museum, en Washington DC, en el 2011.
  • 18. El Black Arts Movement es la rama artística del movimiento Black Power. Se fundó en 1965.

Mireia Sentís

Mireia Sentís (Barcelona, 1947), periodista, artista y codirectora de la Biblioteca Afroamericana Madrid (BAAM), es autora de Al límite del juego y En el pico del águila. Una introducción a la cultura afroamericana, ambos en Árdora Ediciones. Vive y trabaja en Madrid y Nueva York.