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Unidos a Goku no hay que temer

Me encuentro arrebatada hacia una defensa de la valía modal que se desprende de la estética del manga japonés orientado al público infantil entre finales de los años setenta y mediados de los noventa.

Pese a las duras críticas que este género ha recibido por parte de los moralistas occidentales, sólo a través de esta prolífica colección de dibujos animados experimenté un acercamiento hacia una sabiduría oriental que nos hacía falta, a mí y a toda mi generación, más que el comer.

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La crítica desde el temor paternalista o cuando violencia y sexo valen la pena.

Violencia y sensualidad pueden convertirse en estrategias altamente efectivas cuando se trata de alcanzar un alto calado estético. El reclamo visual de sangre y tetas al que se aferra Akira Toriyama en Bola de Dragón nos inunda con la preciada ética de su ideario cultural. Que tal vez lo hiciera sin querer no cambia nada. El agradecimiento se lo debemos igual. Comencemos esta oda con una canción especialmente dedicada a todos aquellos progenitores que trataron de apartarnos de la verdad sobre la majestad cósmica de Son Goku. Una bonita melodía ejecutada con gorgoritos y su correspondiente baile por Eric Cartman: “Jodeos, jodeos”.

 

Oriente vs Occidente: una aproximación a la sabiduría oriental con nuestras propias armas.

A Goku mi generación le debe la primera descomposición de la dualidad heredera de lo platónico, nefasto cáncer de nuestra tierra que rompe la realidad en dos mundos y nos aleja del más importante. Nociones básicas para la supervivencia del espíritu nietzcheano. Al carajo el mito de la caverna.

Le debe también la idea de reminiscencia de un pasado extraterrestre que descentraliza nuestro planeta y lo ubica en un mapa de interpretaciones infinitas. No por ello renunciando a la posibilidad mística de otros mundos. En efecto, nuestro protector es capaz de morir, renacer y devenir niño de nuevo con la única fuerza de su propia concentración. Ciencia-ficción y espiritualidad se fusionan. Mito y logos son uno. Cielo y tierra no son lugares incompatibles.

Bola de Dragón despliega una fascinante mitología plagada de elementos mágicos en la que los dioses tienen cabida y su reino en las nubes es visitable en busca de consejo, protección o defensa. La existencia de un dios de color verde que no se asemeja a la raza humana no impide que el tesón de otra criatura, en este caso el eterno luchador saiyan, alcance la categoría de deidad a su vez tras el debido esfuerzo personal. Todo expuesto a lo largo de una gama cromática exquisita y un desenfado tan apetitoso que te lo has tragado sin darte cuenta enrollado en el Fosquito.

Las conclusiones en común sacadas por budismo y física cuántica adquieren su expresión a modo de fusiones y separaciones de cuerpos y viajes en el tiempo —un tiempo que puede llegar a ser reversible— en los que un mismo personaje puede coincidir con su propia yoidad en un formato anterior, dando lugar a sensacionales paradojas temporales.

 

Cuestiones de género: la ruptura binaria definitiva.

En cuanto al tratamiento de la sexualidad, dentro del manga japonés el asunto no deja de resultar tanto motivo de mofa liviana como de cuestionamiento de roles. Chicho Terremoto por su lado tiene la capacidad de cambiar de forma física como encarnación de su estado de ánimo. Para los chistes será un retaco cabezón, un enano paticorto capaz de saltar hasta el techo. Mientras frente a su amada Rosita se mostrará como un galán adolescente de ojos soñadores, todo espigado con la chaqueta del uniforme.

El niño Goku, ídolo desde el minuto en que aterriza en nuestro planeta, sólo un bebé con la colita al aire, tiene que aprender a distinguir hombres de mujeres al no haber sido instruido en tal discernimiento. Se ha criado solo y salvaje en mitad de la Naturaleza. El vestido, elemento tradicionalmente jerárquico y genérico en todas las culturas, no posee por lo tanto sentido alguno para él. Censurar el comportamiento de este personaje sólo puede ser obra de un educador asustadizo. Para un joven en desarrollo este tema provoca un hervidero de interesantes y muy necesarias preguntas sobre los roles establecidos.

Pero es Ranma quien desmantela la máquina binaria primordial fruto de uno de los esenciales tormentos de nuestra especie: el género. Un protagonista masculino que bajo el contacto con el agua fría torna su cuerpo en femenino, manteniendo su propio carácter y viendo su autoconcepto gravemente alterado por este acontecimiento. No desempeñará jamás la figura de un héroe masculino al uso y tampoco la de una heroína. Al no encontrar cura, decidirá cultivar las artes que le son propias a cada sexo por igual. Se volverá un gran virtuoso en ambos terrenos para terminar fusionándolos, llegando a atravesar momentos de leve calado erótico, como si de un ser de múltiples y mutantes reinterpretaciones se tratase.

La zoofilia y la identidad de los animales, dulces y remotas materias, conocerán también el honor a través de varios personajes que se transforman en bestias, con todas sus ventajas y limitaciones. Sacándole en ocasiones buen partido al hechizo. Sin el truco de convertirse en adorable cerdito, de qué otro modo hubiera podido acceder Ryoga al lecho de Akane.

 

Onda vital: Goku como superhombre nietzscheano.

En Bola de Dragón hay un vistoso y excelente resumen para no iniciados de lo que nuestros cercanos y orientalistas Nietzsche, Deleuze y Bergson trataron de explicar con su característico ardor. Una apertura de miras para los jóvenes criados bajo el yugo capitalista, de la exaltación de la ciencia, parca dotadora de sentido para la existencia pese a la insistencia de Nancy en cuanto a lo innecesario de lo sagrado. Se trata de un debate complejo y aquí estamos para pasarlo bien.

Nuestro protagonista encarna a un superhombre que, permaneciendo siempre infantil e incluso retrocediendo a su propia infancia, aumenta sus capacidades. Lo conseguirá gracias a voluntarioso entrenamiento y reconcentración de energía, el llamado ki, concepto místico deudor de doctrinas milenarias como el Tao o su versión nietzscheana y afrancesada, el élan vital de Bergson. Resulta imposible no mencionar que de superguerrero, Goku se vuelve rubio.

 

Más allá del manga: la filosofía post-apocalíptica de Hora de Aventuras.

Con el declive de un manga movido por la inercia desde finales de los noventa, siempre con una estética acertada y estilo propio pero carente de contenido modal —como es el caso de los bonitos Pokémon—, este vacío educativo quedó latente hasta la milagrosa realización en 2007 de Hora de Aventuras.

En un mundo anárquico e incomprensible movido por fuerzas que escapan a su control, una pareja de virtuosos amigos se entregarán a su propio amor fraternal mezclándose hasta desafiar los límites de lo físico en un hermosísimo ejercicio de esencias spinozianas. Como hiciera el propio Spinoza en su día y rememorando a su más entregado discípulo Deleuze, en Hora de Aventuras son capaces de pensar lo impensable. El príncipe de los filósofos narrándose para los niños. “Niños, futuro.” Un futuro prometedor.

Hora de Aventuras reunirá cada posible elemento emocional, didáctico, motor de transformación social e impulsor de debate en el marco de una estética inmejorable y un entorno remoto que se aproxima al fin de los días. Todas las estructuras y órdenes establecidos son cuestionados. No en vano a mis sobrinos les han prohibido el programa como a muchos otros antes les negaron el visionado de Bola de Dragón. Pero basta con asomarse a un episodio para que ya sea tarde.

Elisa Victoria

Elisa Victoria (Sevilla, 1985), creadora del magazine cultural Ardemag, teclista en A German Brunette y colaboradora en varias publicaciones bonitas de pequeña tirada, es autora del libro Porn & Pains con el sello Esto no es Berlín Ediciones. En 1992 se rompió la paleta izquierda jugando al pollito inglés.

Dibujos de Marta Altieri 

* Nota para niños: Tranquilos, amiguitos. Con la fuerza de Goku, de Finn y de Jake pronto seréis capaces de entender que estos dibujos no son una guarrería sino un chiste. Que no son sucios, que son graciosos. Un saludo, coleguis. Sed valientes.