Reenactment
El mundo actual es un gigantesco remix de materiales tiempos pasados y nuevos. ¿Vivimos o revivimos? ¿Es viejo lo nuevo?
1. Ahí va una aseveración que nos parece razonable: hoy Las Vegas es culturalmente más relevante que París. Se trata de señalar —unas veces desde la tesis, otras desde la intuición— que, en lo que llevamos de tercer milenio, no ha habido un suceso de impacto económico, social o psicológico comparable a la copia. Abunda la literatura sobre el tema, que es tan amplio como para implicar a gestores de la propiedad intelectual e ingenieros genéticos, terapeutas freudianos y empleados de locutorios. No nos interesaremos por la replicación en ceros y unos, sino por la de los hábitos y acciones humanas. La hipótesis es la repetición de patrones. Y el formato, el reenactment.
2. La consulta en Google Images identifica el reenactment —en inglés, “reconstrucción”— casi exclusivamente con la recreación histórico-militar. Soldados rasos de pacotilla, balística de fogueo, ropa de teatro comprada en eBay. Amantes de batallas —Waterloo, la carga de la brigada ligera de Balaclava, las Ardenas— y aficionados a la Historia (del Medievo al siglo XX) que, si uno se fija un poco, no tienen ya edad para estar en la reserva. Uno indaga un poco más y descubre re-actuaciones menos aparatosas y aún más recurrentes: en distintos confines del planeta triunfan las emulaciones de DiCaprio-Winslet en la proa del Titanic —es uno de los reenactments favoritos de las parejas— y del clip de Sabotage —hay remakes del famoso vídeo de Beastie Boys protagonizados por imitadores de 10 a 70 años—; se recrean versiones del viral aquel del niño anestesiado que triunfó en YouTube hace un par de temporadas (“David after dentist”) y se replican escenas de la serie Juego de tronos (la cosa va tan en serio que, en un reenactment celebrado en 2013 cerca de Ontario, Canadá, hubo una trifulca con más de 50 detenidos por un asunto relacionado con una catapulta defectuosa y un barril de explosivos fuera de control).
De acuerdo a la voz latina scena (“acto o manifestación en que se descubre algo de aparatoso, teatral y a veces fingido, para impresionar el ánimo”) y al griego pathos (“todo lo que se siente o experimenta: estado del alma, tristeza, pasión, padecimiento, enfermedad”), se podría considerar escenopático todo esto.
3. La afición por reinterpretar hazañas bélicas (que se remonta a los romanos, que ya se celebraba en los torneos medievales, que incluso permea en los fastos religiosos actuales) nos divierte y cautiva. Más inquietante es que determinadas actualidades —las escaramuzas en Crimea, el repunte del fascismo en Europa Central, el neonazismo— parezcan empeñadas en repetir guerras y atavismos del pasado.
4. El consumidor medio de productos culturales ya está acostumbrado a las réplicas, reediciones, relanzamientos, remakes: a lo re. Siempre es el aniversario de una obra magna, de algo que se hizo. Valdría como broma considerar como “aniversario 0” la fecha de lanzamiento de un producto nuevo que fuera capaz de crear alguna expectativa. La industria discográfica —lo que queda de esta— se capitaliza vendiendo cajas de luxe que celebran el fondo de catálogo (a escenificar en vivo por bandas-tributo, cada vez más populares bajo nombres como Nervana, AZ/DC o The Rollin’ Stoned). Grupos desaparecidos son ahora logotipos estampados en camisetas producidas en China; H&M las vende para quien vivió (o no) aquello. Los artistas del pasado han pasado de cánones a géneros. Cuando se muere alguno de los que quedaban, envejece súbitamente, se museíza, aquel que lo vio en vida. No existe un modo de hablar de música sin apelar a estos referentes; se podría observar —es el discurso de Simon Reynolds en Retromanía— que parte importante de la música nueva pone al día la antigua (“Fulano es el nuevo Dylan”) y así el escaparate actual empieza o termina dando la razón a la revista Mojo. El Rock ‘n’ Roll Hall of Fame, que reconoce e invita a su panteón a los números primos del oficio, no se ve muy abierto a nuevas incorporaciones.
El fenómeno alcanza al hardware: vuelve el casete —no digamos el vinilo—, y eso es notable porque es la primera vez que la Humanidad recupera una tecnología más incómoda y supuestamente menos evolucionada sin que medie una obligación perentoria. Aún es modesta una moda nueva, la de la vuelta al sonido monoaural; hay que señalar, en todo caso, que una marca fetiche, Ortofon acaba de lanzar su cápsula 2M Mono para deleite de aquellos amantes del vinilo que valoran el sonido antiguo en sus mono LP listening sessions.
¿Revive lo antiguo en otros campos? Las distribuidoras de cine lanzan otros aparatosos cofres que incluyen documentales, escenas nunca vistas, lo que el director quiso mostrar y no pudo. Dejamos fuera al mundo literario y/o editorial, cuya apuesta por lo no-joven tiene la (relativa) excusa del paso de los años que requiere la maestría. La urgencia por comunicar el gusto propio respecto a todos estos discos, películas, libros y demás, se corresponde con el furor revisionista en plazos cada vez más cortos: nunca fueron tan populares ni frecuentes las listas con lo mejor del año, del semestre o ya hasta del trimestre. En ellas —haced la prueba— todo o casi todo se parece a algo de las últimas tres décadas.
5. Durante 2014, cualquier cosa de los '70 tendrá entre 34 y 44 años
Este año, cualquier cosa de los '80 tendrá entre 24 y 34 años.
A día de hoy, cualquier cosa de los '90 tendrá entre 14 y 24 años.
6. La nueva fotografía también tiene la pátina antigua. Filtradas, nuestras imágenes parecen rescatadas de las colecciones familiares de una época en la que el selfie era una acción anatómicamente compleja y obligaba a la carrera contra el temporizador de la cámara. Instagram aparte, el sepia arrasa: basta una vuelta por Twitter para ver con qué furor hacemos follow a cuentas como @Foto_Historia (607.308 seguidores), @Historiaenfotos (360.672) y hasta una parodia de estas (@FotosEnHistoria: 68.586).
En cuanto al vídeo, merece la pena destacar las reediciones que tocan la fibra vintage, fenómeno que va desde aplicaciones telefónicas como Super 8™ y VHS Fx Maker hasta —y sobre todo—, la recién presentada Logmar S-8, primera cámara de Super 8 fabricada en 30 años.
7. Determinados artículos que han salido del nicho de la memorabilia sirven para medir la fuerza de lo no-nuevo. Lego y Playmobil han trascendido su condición de juguetes clásicos y reclamado su condición de idiomas útiles al storytelling contemporáneo. De la familia Obama a la saga Star Wars —paradigmática película para la cultura reenactor—, cualquier personalidad, historia o acontecimiento es susceptible de ser relatado con estos ladrillitos daneses patentados hace exactamente 80 años, o escenificado con estos muñequitos alemanes comercializados por primera vez hace exactamente 40.
Algunas de estas referencias —y otras más, mucho más locales— confluyen en un fenómeno online y offline llamado “Yo fui a EGB”, blog, libro (13ª edición) y web obra de un periodista y un publicista, Javier Ikaz y Jorge Díaz, que eligieron como lema: “No somos nostálgicos porque no hay nostalgias como las de antes”. El éxito del proyecto —a 782.825 personas les gusta esa página, 165.595 personas de las cuales “están hablando” del asunto en Facebook al cierre de este artículo— ha sido la revisión de la infancia del baby boom: esos programas de televisión, aquella bollería industrial, esas campañas políticas…
8. También —y sobre todo— lo político se relaciona con lo ya vivido. En los últimos días de lo viejo o los primeros días de lo nuevo, se reconocen las señales de lo cíclico. La experiencia, casi espeleólogica, del regreso a los orígenes de nuestra joven democracia, nos reconecta con vocablos decanos: “consenso”, “convergencia”, “Transición” por un lado; “compa”, “lucha”, “rebelión” por otro. Muchos de nosotros ya hablamos de enfrentamientos con los antidisturbios como la puesta al día del correr detrás de los grises. El vigoroso regreso de la reclamación feminista es proverbial. El pujante anhelo de un proceso constituyente. La vuelta de Marx a la conversación. Para quienes estudian la contrapolítica de fuera, recuperan vigencia historias de organizaciones como Yippies, Weathermen y Yes Men. Nos importan años-símbolo: 1968, 1975, 1978, los '80. ¿Cuál ha sido el suceso televisivo más sonado de los últimos tiempos? ¿Ochéntame otra vez? No: Operación Palace, el falso documental —perfecto formato reenactor— con el que el periodista Jordi Évole desempolvó el 23-F a la manera de H. G. Wells.
"Todo destello político ha desaparecido, solamente queda la ficción de un universo político”, decía Jean Baudrillard en el mismo libro donde escribía: “Cuando lo real ya no es lo que era, la nostalgia asume su pleno significado”. Qué reveladoras han sido estas citas y cómo nos han servido durante tanto tiempo y hasta hace tan poco tiempo.
9. Todo reverdece reinterpretado por quien no lo vivió; todo deja de ser viejo y es nuevo otra vez. Saturado de imágenes que impiden recordar cómo era el mundo antes —¿antes de qué, de quién en cualquier caso?— el mundo y las impresiones de las que está hecho se presentan como un gigantesco remix hecho de materiales del pasado y del futuro. Lo antiguo-nuevo —Foucault o la nouvelle vague, el cine quinqui o lo hegeliano— es lo nuevo-viejo. Nuestro pasado —preguntadle al discjockey— es el perfecto tema para una fiesta.
10. En este contexto experimentamos una nueva con(s)ciencia del pasado. Facebook entendió algo clave cuando reconvirtió nuestro timeline en una línea biográfica que comienza el día del nacimiento —el icono de los pañales— y se ordena por décadas, luego por años, luego por meses, al fin por semanas y días y así hasta hoy mismo. Nuestra existencia queda perfectamente delimitada y resumida en un álbum de fotos vertical que pasa de lo entrañable y anecdótico a la hiperdocumentación fotográfica. O si lo preferís, en una película apaisada. Una reproducción artificial de ese supuesto relato vital que vemos antes de la luz blanca. Nuestros momentos álgidos, vistos como fotogramas. Nuestras vidas, como películas. Vistas desde dentro, distintas a todas las demás. Vistas desde fuera, como cualquier otra. Miramos nuestras vidas. Mark Zuckerberg nos ve verlas.
11. El reenactment es la ritualización en la cual construimos nuestro presente con retazos del pasado. Formaliza el remake. Certifica el revival. Es imitativo y predecible. Freudiano y primate. Requiere de la mínima suspensión de credibilidad y brinda a cambio una satisfacción emocional. Alivia un trauma. Es predecible y añade confianza. Tunea la Historia. Es colectivo y es lúdico: pensad en el Harlem Shake. Es transgeneracional: consultad la curiosa recreación de un diálogo mantenido entre unos fans de Justin Bieber a cargo de dos veteranos actores británicos; la descontextualización —parte de la serie YouTube Comment Reconstruction— va por los 2.709.114 visionados. Reenactment es pasear la imagen de Cristo vestido de nazareno y también es asistir a un flashmob para recrear un baile de Lady Gaga. Reenactment es Raphael haciendo el mismo programa de navidad año tras año (y también vosotros viendo ese programa un año más). Reenactment es la coronación de Felipe VI y son los San Fermines en Chicago. Reenactment es lo que hacen los sicarios retirados del documental The Act of Killing cuando acuden a los lugares donde torturaron y asesinaron a centenares de miles de personas inocentes, y piden a los transeúntes que les sirvan de modelo para escenificar, frente a la cámara del cineasta Joshua Oppenheimer, un fiel making of del genocidio indonesio de Suharto.
12. El selfie de la presentadora Ellen DeGeneres en los últimos Óscars: esa imagen —que reúne en gran angular a Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Julia Roberts, Brad Pitt o Meryl Streep— vale entre 581 y 798 millones de euros, según se apresuró a contar Publicis, la agencia que lleva la cuenta de Samsung. La cifra no solo parece descabellada por su elevado precio, sino por el hecho de no exista un original disociable de la máquina que lo ha originado. ¿Acaso, enmarcada, no perdería su sentido? ¿Cómo distinguirla de sus copias? Habrá que considerar que su importancia reside en la proliferación de emulaciones que ha generado —una vez más, consúltese Google Images— en cada rincón del mundo.
El reenactment en la era del autorretrato favorece un nuevo fenómeno: el de las personas adultas que repiten una foto anterior. Lo vemos habitualmente entre celebridades: Susan Sarandon y Geena Davis re-escenificaron hace unos meses su famosa imagen como Thelma y Louise. Menos reconocibles pero tanto o más famosas, las gemelas Lisa y Louise Burns volvieron este verano al hotel Overlook para recrear la terrorífica imagen de las gemelas en el pasillo en El resplandor. El trabajo en esta modalidad “now & then” culmina con la exposición de las dos fotos, pasado y presente, una junto a otra, y sin que se llegue a saber si el público al que van destinados dichos trabajos son los modelos retratados o quien contempla el resultado. Tal es la avidez del reenactor que él o ella llega a repetir a los 40 años las mismas caras o acciones de cuando era un bebé. Hay quien ha logrado resultados conmovedores retratándose con su propio yo infantil, como la fotógrafa anglo-japonesa Chino Otsuka, cuyos montajes han roto la barrera temporal sintetizando el selfie premoderno y la melancolía Kodak.
13. Kierkegaard escribía en “Repetición” (1841): “Repetir es para el hombre moderno lo que recordar era para el antiguo”. Quizás esas palabras no han tenido su máximo sentido hasta estos días. Parece oportuno preguntarse si el hombre antiguo y el moderno son ahora —como en el juego steampunk, que inventa la fusión del ciberpunk y las máquinas de vapor— las dos caras de un mismo humano fascinado antes por un futuro prometedor y al fnal por un pasado irrecuperable. Tal vez ser contemporáneo es ser un buen curador del pasado; buen reto para el hipster (vocablo que, como ya es sabido por todos, deriva del argot jazzístico de los años '40). Tal vez así son las cosas en 2014.
14. Quedan 55 años para los próximos años '70.
Faltan 65 años para que vuelvan a ser los '80.
Todavía 75 años para que sean los nuevos '90.
Queda poco para que, en nuestros reenactments futuros, emulemos la primera conexión a internet, nos citemos en un Second Life desierto, restauremos servidores ICQ, abramos perfiles y chateemos en redes sociales abandonadas, imprimamos cosas en 2D, hagamos llamadas telefónicas a líneas fijas, nos reunamos en las plazas como en la época de las antiguas políticas, antes del fin de ciclo. Queda mucho pasado por delante. Estos tiempos, ¿los recordaremos así? ¿Haremos en el futuro todo esto que hicimos antes?
Bruno Galindo
Bruno Galindo es escritor y periodista.
Es redactor de El Estado Mental desde su arranque y coordinador de EEM Radio.