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Madres arrepentidas
Una conversación con Orna Donath
Orna Donath es socióloga, autora de varios libros sobre género y, contrariamente a lo que se espera de una mujer de cuarenta años, no tiene hijos. Mientras investigaba uno de sus estudios, Donath notó que sus entrevistados le machacaban una y otra vez que se iba a “arrepentir” de no tener hijos. Cansada de estas admoniciones con el dedo en alto, literalmente se embarcó en un estudio sobre este tabú particular y con celo científico consiguió recogió testimonios de 23 madres de todo el espectro social israelí. En 2015 publicó #madresarrepentidas. Una mirada radical a la maternidad y sus falacias sociales (#regrettingmotherhood. Wenn Mütter bereuen; edición en español de Reservoir Books, 2016).
En su país natal, donde las mujeres tienen como media unos tres niños, la polémica en torno a su libro se extinguió en apenas una semana; seguramente por el mito establecido de la madre judía sobreprotectora que se desvive por sus hijos. En cambio en Alemania, donde a las madres se les exige todo y más, el libro causó un revuelo considerable. Quizá porque en ese país el mito establecido es totalmente diferente: el de la “madre cuervo” o Rabenmutter, madres crueles que abandonan a sus hijos en el parvulario para poder ocuparse de sus asuntos y perseguir sus objetivos personales.
#madresarrepentidas aparecerá ya mismo en español y de seguro provocará su cuota de polémica.
¿Madres arrepentidas es un manual destinado a mujeres que optan por no tener hijos?
Madres arrepentidas es un manual para todas las mujeres y hombres que sientan interés por el tema, por la razón que sea. Este último año recibí mensajes de mujeres de diferente países; algunas arrepentidas de ser madres, de otras que no desean serlo, y de madres y padres y mujeres y hombres que desean saber más del arrepentimiento de ser madre.
En tu libro yuxtapones dos idiomas, el de ‘la naturaleza’ y el ‘del posfeminismo’. ¿Cómo afecta este último a las madres?
Para empezar, no creo que hayamos llegado a la era del posfeminismo, si bien muchos afirman que sí. La realidad es que aún estamos muy lejos de eso. El idioma del ‘posfeminismo’ es confuso, puede camuflar el hecho de que hoy existe en el mundo un número indefinido de mujeres que no es libre de decidir si quiere ser madre o no, y de cuántos niños. Se dirá: “No fueron violadas. Escogieron ser madres por voluntad propia”. Sin embargo, hay muchas maneras de obligar a las mujeres a convertirse en madres. Con su consentimiento, sí, pero en contra de su voluntad. Una forma de que procreen es asegurándose de que serán tildadas de locas, egoístas, inmaduras y anormales si no lo hacen. Resulta difícil vivir estas etiquetas condenatorias ya que el margen de maniobra se limita. Por ello, la noción de ‘verdadera elección’ debería repensarse.
Las madres de tu estudio contestaron preguntas incisivas. ¿Cuántas preguntas similares debieron hacerse ellas mismas?
Creo que no les hice preguntas que ellas no se hubiesen hecho a sí mismas antes de conocerme. La diferencia es que en las entrevistas tuvieron que expresar sus pensamientos y sentimientos en voz alta, algunas por primera vez. Por eso, varias mujeres que iban a participar del estudio cancelaron el día anterior. Tenían miedo de oírse decir cosas que nunca antes habían compartido con nadie.
Madres arrepentidas causó un gran debate en Alemania. ¿Cómo crees que reaccionará la sociedad española?
Lo que aprendí tras el tumultuoso debate en Alemania es que no puedo predecir cómo los lectores van a reaccionar. Sabía de antemano que mi estudio trataba un tema tabú y que podía tocar un punto sensible de la sociedad, pero nunca hubiera adivinado que Alemania sería el único país que debatiría el tema hasta el final. Otra cosa que aprendí es que las reacciones suelen abarcar un espectro de opiniones similar. Es decir, desde la negación absoluta del arrepentimiento maternal hasta la aceptación total de su existencia. Por lo que supongo que las reacciones en España serán igual de diversas. Habrá quienes dirán que no existe y quien se enfurezca ante la sugerencia del arrepentimiento y dirá que es peligroso hablar de ello. Y también habrá personas, mujeres, que comprenderán la importancia de hablar del asunto ahondando en el contexto social.
Tu libro se vale de comparaciones y contradicciones del mismo modo en que la pintura lo hace del contraste. ¿Cuál es la diferencia entre el ‘consentimiento’ y la ‘predisposición’ a querer tener un hijo?
Aprecio la manera en que describes mi libro, ya que una de las cosas que intento mostrar es que las vidas humanas y nuestros mundos internos no se pueden resumir en un color, una forma o una textura. La diferencia entre ‘consentimiento’ y ‘voluntad’ (no ‘predisposición’) es que el consentimiento toma en cuenta a otro ser humano, mientras que la voluntad sólo toma en cuenta —únicamente— a la persona. El consentimiento es una negociación entre más de un ser humano y, además, una reacción a lo que se nos plantea o impone. El consentimiento se da porque hay alguien que espera recibirlo; la voluntad no se da, se siente. Sin embargo, la propia voluntad puede ser influenciada por las expectativas sociales y por tanto no ser del todo ‘pura’, y puede resultar difícil marcar dónde termina la sociedad y dónde comienza uno, y viceversa; pero la conciencia de la voluntad existe dentro de uno mismo. En cuanto a la procreación, puede que una mujer sienta que no quiere ser madre y aun así dar su consentimiento, tras negociar con otros, como la sociedad, la familia y los amigos. A lo largo de mi estudio conocí a mujeres que me expresaron exactamente eso: ‘Yo no quería ser madre. Lo hice por la presión de mi marido, que de otro modo se hubiera divorciado de mí’.
Tu libro no sólo habla de la maternidad, también trata el tema de conocerse a uno mismo. ¿Qué nos impide conocernos a nosotros mismos?
Como socióloga, tiendo a acusar a la sociedad, que es una de las principales razones de ese desconocimiento. Sería peligroso si las personas en general, y las mujeres en particular, comprendieran quiénes son, lo que quieren y lo que necesitan. También lo sería que los demás comprendiéramos hasta qué punto la sociedad procura moldearnos a nosotros, lo que queremos y lo que necesitamos. El principal mensaje que recibimos desde el comienzo de nuestras vidas es: ‘¡Alíneate!’, ‘¡Sé como los demás!’, ‘¡Desea lo que desean todos!’, ‘No te desvíes, forma parte del grupo o serás un bicho raro’. Por otra parte, puedo afirmar que muchos no hacen preguntas porque el saber los podría expulsar a un desierto de soledad. La sociedad tiende a calumniar a quienes no se alinean. Y la persona opta por no preguntarse quién es, qué quiere y qué necesita, ya que las respuestas a esas dudas son inaceptables por el entorno y la sociedad.
Tanto en este caso como en otros, ¿por qué no se toma en serio la presión social?
De un lado, creo que da miedo ser dueños de nuestras propias vidas (aquí vale mencionar a Erich Fromm y su libro El miedo a la libertad). Del otro, muchos necesitamos creer que sí somos dueños de nuestras vidas para no aceptar la intensa presión, coerción y control a la que nos somete la sociedad. En mis clases sobre no-maternidad y maternidad, aquí en Israel, suelo pedir en los exámenes semestrales que las alumnas reflexionen sobre cómo llegaron a la maternidad. Muchas de ellas se asombran cuando caen en la cuenta de que “no estaban del todo presentes” al casarse o ser madres; muchas expresan que no recuerdan lo que en verdad querían, pues era obvio que iban a ser esposas y madres. Lo dicho no significa que estas mujeres se arrepintieran, sólo que expresaban una pérdida de contacto consigo mismas en aquel momento, como si no pudieran asegurar que habían tomado sus propias decisiones. Para la sociedad es mucho más seguro y beneficioso que nos paseemos por esta tierra con la sensación de ser libres, para no rebelarnos, para que se mantenga esta paz industrial.
En muchas culturas antiguas, matar a los recién nacidos no suponía un estigma social; hoy en cambio esta práctica está condenada casi universalmente. ¿Cree usted que la presión para ser ‘una buena madre’ también desaparecerá con el paso del tiempo?
A decir verdad, no puedo ni deseo profetizar sobre el futuro. Sí puedo afirmar que las normas paternales han cambiado enormemente a lo largo de la historia, eso es un hecho. Esto, sumado a la diversidad de culturas, debería servir como argumento para los que insisten en el argumento de la naturaleza y los instintos naturales. Estos tópicos tienden a ser utilizados como armas contra mujeres y madres, y causan sufrimiento. Hay tantas maneras de refutar estos ‘instintos naturales’ que ya sería hora de abandonarlos. Lamentablemente, no creo que ocurra mientras yo viva.
¿Crees que la conciencia de la superpoblación ayude a que la sociedad acepte tabúes como el arrepentimiento de las madres o la elección de no tener hijos?
Hace dos meses el profesor Alon Tal publicó un artículo muy extenso sobre la necesidad de reducir las tasas de nacimiento en Israel. En él sostenía que de no hacerlo en cuatro décadas nos enfrentaríamos a un desastre medioambiental y ecológico; que debíamos empezar a hacer algo al respecto, DE INMEDIATO. La entrevista se viralizó en las redes sociales israelíes y, en general, los comentarios destrozaban el argumento del profesor. Sólo el tiempo dirá si las parejas sin hijos en general —y las mujeres sin hijos, en particular— serán aceptadas como elecciones reproductivas legítimas, como una opción que también podría beneficiar a la sociedad.
¿Es éste un libro sobre derechos humanos, sobre el derecho que tiene todo ser humano a ser y hacer lo que quiere?
Nunca lo había visto de ese modo, pero no objetaré la sugerencia. Es un libro feminista y por tanto se corresponde con el discurso de los derechos humanos. Mi interés radica en el derecho de las mujeres a ser tratadas como seres humanos, a que sean las únicas dueñas de su pensamientos, cuerpos, sueños, deseos, anhelos, fantasías, emociones…, de sus vidas. Me deja boquiabierta el doble rasero con que se las trata. Tienen el derecho y la capacidad de cuidar de las vidas de los niños y, al mismo tiempo, son tratadas como si no tuvieran ni el derecho ni la capacidad de ser las dueñas de las suyas propias. O el de decidir si quieren o no ser madres, y de cuántos niños. Incluso se les arrebata el derecho de arrepentirse de haber sido madres. Es como si la sociedad les dijera: “confiamos en ti para que decidas lo que es mejor para tu niño, pero no para que elijas lo que es mejor para ti”.
¿Por qué somos tan ciegos a las vicisitudes de las mujeres, siendo que nos dieron la vida y nos criaron a todos, sin excepción?
Una razón podría ser que a las mujeres suele vérselas como objetos. Supuestamente están en el mundo para cubrir las necesidades ajenas, ya sean hombres, niños o parientes ancianos. No digo que esté mal ocuparse de los seres queridos, todo lo contrario. Pero el problema radica en que pareciera que cuidar fuera la esencia única en la vida de una mujer. En la actualidad, más y más mujeres trabajan fuera del hogar y se educan, aun así se las ve ante todo como las cuidadoras. Por otra parte, si optan por quedarse en casa cuidando de los niños se las trata como si no hicieran nada, como si se hubiesen abandonado. En este estado de cosas —del que constantemente recibimos dobles mensajes— entramos en una suerte de ceguera social respecto de las necesidades de la mujer en entornos sociales diversos. Pareciera que las cosas funcionan bastante bien así, ¿por qué cambiarlas? Mucha gente se beneficia dejando todo como está. El mensaje es: lo que ocurre es lo natural. Pero lo cierto es que lo utilitario se oculta disfrazado de la supuesta naturaleza.
En tu libro no mencionas mucho los tratamientos de fertilidad. ¿Qué opinas acerca de su ubicuidad?
Me parece significativo que se asista a las mujeres para conseguir ser madres, si eso es lo que desean. Puedo imaginar el sufrimiento y el dolor que experimentan cuando lo desean y no pueden conseguirlo. Honestamente me rompe el corazón. Por otra parte, también soy consciente del lado oscuro de los tratamientos de fertilidad, puesto que hay mujeres que se sienten obligadas a utilizar esta tecnología simplemente porque existe. He oído a mujeres decir: “¿Qué clase de mujer sería si no la utilizara?”. De hecho se las consideraría descalabradas moralmente, como si rechazar esa posibilidad significara que no lo intentaron con suficiente ahínco. De este modo, la tecnología deja de ser una ayuda y se convierte en una forma de coerción interna y externa.
La presión a las mujeres para convertirse en madres (o el estigma de la frivolidad ya mencionado, por ejemplo) ¿sólo la ejercen otras mujeres?
No, en absoluto. Los hombres también participan de esta ‘celebración de la calumnia’. Cabe notar que una de las mayores fuentes de presión es la patriarcal, y tanto hombres como mujeres cumplen la función de guardianes del orden social, por lo que el género no es tan relevante.
Leer tu libro resultará forzosamente en un cambio de paradigma para el lector. ¿Será el ‘Arrepentimiento Materno Silencioso’ una condición tan aceptada como la Depresión Post Parto o el Estrés Postraumático?
Quizá ocurra algún día, pero no es lo que deseo para la situación emocional de las madres arrepentidas. Sí espero que cada vez más de ellas puedan expresarlo si eso es lo que piensan y sienten. Sin embargo, no me gustaría ver este arrepentimiento en la próxima edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, en inglés) o sujeto a la estricta categorización de una mirada y terminología clínicas. ¿Alguien se imagina una entrada en el DSM sobre el arrepentimiento del matrimonio o la cirugía estética? Nadie, porque el arrepentimiento no es un ‘fenómeno patológico’, de hecho no es un fenómeno en absoluto. Arrepentirse es una experiencia humana que puede surgir tras cualquier decisión tomada, en cualquier relación en la que nos encontremos. Creo que el arrepentimiento de las madres debería quedar en manos de las mujeres, pues son ellas las que deben tener la libertad de expresar cómo se sienten tanto como la de elegir libremente entre sus experiencias. El arrepentimiento de la maternidad no debería ser apropiado por la ciencia o la medicina clínica y sus terminologías, que tienden a patologizar las vidas de las mujeres y las de los seres humanos en general. Tratar este arrepentimiento como si fuera un problema femenino resoluble con el tratamiento apropiado libera a la sociedad de su responsabilidad. En vez de impedirles a las mujeres que lamenten lo ocurrido, yo propongo que la sociedad examine su responsabilidad y revea por qué lo lamentable llegó a ocurrir.
La foto portada y la siguiente son de Russell Lee. © The University of Arizona Libraries y © Philbrook Museum of Art, respectivamente.
El retrato de Orna Donath es de © Tami Aven.
Madres arrepentidas
Orna Donath es socióloga, autora de varios libros sobre género y, contrariamente a lo que se espera de una mujer de cuarenta años, no tiene hijos. Mientras investigaba uno de sus estudios, Donath notó que sus entrevistados le machacaban una y otra vez que se iba a “arrepentir” de no tener hijos. Cansada de estas admoniciones con el dedo en alto, literalmente se embarcó en un estudio sobre este tabú particular y con celo científico consiguió recogió testimonios de 23 madres de todo el espectro social israelí. En 2015 publicó #madresarrepentidas. Una mirada radical a la maternidad y sus falacias sociales (#regrettingmotherhood. Wenn Mütter bereuen; edición en español de Reservoir Books, 2016).
En su país natal, donde las mujeres tienen como media unos tres niños, la polémica en torno a su libro se extinguió en apenas una semana; seguramente por el mito establecido de la madre judía sobreprotectora que se desvive por sus hijos. En cambio en Alemania, donde a las madres se les exige todo y más, el libro causó un revuelo considerable. Quizá porque en ese país el mito establecido es totalmente diferente: el de la “madre cuervo” o Rabenmutter, madres crueles que abandonan a sus hijos en el parvulario para poder ocuparse de sus asuntos y perseguir sus objetivos personales.
#madresarrepentidas aparecerá ya mismo en español y de seguro provocará su cuota de polémica.
¿Madres arrepentidas es un manual destinado a mujeres que optan por no tener hijos?
Madres arrepentidas es un manual para todas las mujeres y hombres que sientan interés por el tema, por la razón que sea. Este último año recibí mensajes de mujeres de diferente países; algunas arrepentidas de ser madres, de otras que no desean serlo, y de madres y padres y mujeres y hombres que desean saber más del arrepentimiento de ser madre.
En tu libro yuxtapones dos idiomas, el de ‘la naturaleza’ y el ‘del posfeminismo’. ¿Cómo afecta este último a las madres?
Para empezar, no creo que hayamos llegado a la era del posfeminismo, si bien muchos afirman que sí. La realidad es que aún estamos muy lejos de eso. El idioma del ‘posfeminismo’ es confuso, puede camuflar el hecho de que hoy existe en el mundo un número indefinido de mujeres que no es libre de decidir si quiere ser madre o no, y de cuántos niños. Se dirá: “No fueron violadas. Escogieron ser madres por voluntad propia”. Sin embargo, hay muchas maneras de obligar a las mujeres a convertirse en madres. Con su consentimiento, sí, pero en contra de su voluntad. Una forma de que procreen es asegurándose de que serán tildadas de locas, egoístas, inmaduras y anormales si no lo hacen. Resulta difícil vivir estas etiquetas condenatorias ya que el margen de maniobra se limita. Por ello, la noción de ‘verdadera elección’ debería repensarse.
Las madres de tu estudio contestaron preguntas incisivas. ¿Cuántas preguntas similares debieron hacerse ellas mismas?
Creo que no les hice preguntas que ellas no se hubiesen hecho a sí mismas antes de conocerme. La diferencia es que en las entrevistas tuvieron que expresar sus pensamientos y sentimientos en voz alta, algunas por primera vez. Por eso, varias mujeres que iban a participar del estudio cancelaron el día anterior. Tenían miedo de oírse decir cosas que nunca antes habían compartido con nadie.
Madres arrepentidas causó un gran debate en Alemania. ¿Cómo crees que reaccionará la sociedad española?
Lo que aprendí tras el tumultuoso debate en Alemania es que no puedo predecir cómo los lectores van a reaccionar. Sabía de antemano que mi estudio trataba un tema tabú y que podía tocar un punto sensible de la sociedad, pero nunca hubiera adivinado que Alemania sería el único país que debatiría el tema hasta el final. Otra cosa que aprendí es que las reacciones suelen abarcar un espectro de opiniones similar. Es decir, desde la negación absoluta del arrepentimiento maternal hasta la aceptación total de su existencia. Por lo que supongo que las reacciones en España serán igual de diversas. Habrá quienes dirán que no existe y quien se enfurezca ante la sugerencia del arrepentimiento y dirá que es peligroso hablar de ello. Y también habrá personas, mujeres, que comprenderán la importancia de hablar del asunto ahondando en el contexto social.
Tu libro se vale de comparaciones y contradicciones del mismo modo en que la pintura lo hace del contraste. ¿Cuál es la diferencia entre el ‘consentimiento’ y la ‘predisposición’ a querer tener un hijo?
Aprecio la manera en que describes mi libro, ya que una de las cosas que intento mostrar es que las vidas humanas y nuestros mundos internos no se pueden resumir en un color, una forma o una textura. La diferencia entre ‘consentimiento’ y ‘voluntad’ (no ‘predisposición’) es que el consentimiento toma en cuenta a otro ser humano, mientras que la voluntad sólo toma en cuenta —únicamente— a la persona. El consentimiento es una negociación entre más de un ser humano y, además, una reacción a lo que se nos plantea o impone. El consentimiento se da porque hay alguien que espera recibirlo; la voluntad no se da, se siente. Sin embargo, la propia voluntad puede ser influenciada por las expectativas sociales y por tanto no ser del todo ‘pura’, y puede resultar difícil marcar dónde termina la sociedad y dónde comienza uno, y viceversa; pero la conciencia de la voluntad existe dentro de uno mismo. En cuanto a la procreación, puede que una mujer sienta que no quiere ser madre y aun así dar su consentimiento, tras negociar con otros, como la sociedad, la familia y los amigos. A lo largo de mi estudio conocí a mujeres que me expresaron exactamente eso: ‘Yo no quería ser madre. Lo hice por la presión de mi marido, que de otro modo se hubiera divorciado de mí’.
Tu libro no sólo habla de la maternidad, también trata el tema de conocerse a uno mismo. ¿Qué nos impide conocernos a nosotros mismos?
Como socióloga, tiendo a acusar a la sociedad, que es una de las principales razones de ese desconocimiento. Sería peligroso si las personas en general, y las mujeres en particular, comprendieran quiénes son, lo que quieren y lo que necesitan. También lo sería que los demás comprendiéramos hasta qué punto la sociedad procura moldearnos a nosotros, lo que queremos y lo que necesitamos. El principal mensaje que recibimos desde el comienzo de nuestras vidas es: ‘¡Alíneate!’, ‘¡Sé como los demás!’, ‘¡Desea lo que desean todos!’, ‘No te desvíes, forma parte del grupo o serás un bicho raro’. Por otra parte, puedo afirmar que muchos no hacen preguntas porque el saber los podría expulsar a un desierto de soledad. La sociedad tiende a calumniar a quienes no se alinean. Y la persona opta por no preguntarse quién es, qué quiere y qué necesita, ya que las respuestas a esas dudas son inaceptables por el entorno y la sociedad.
Tanto en este caso como en otros, ¿por qué no se toma en serio la presión social?
De un lado, creo que da miedo ser dueños de nuestras propias vidas (aquí vale mencionar a Erich Fromm y su libro El miedo a la libertad). Del otro, muchos necesitamos creer que sí somos dueños de nuestras vidas para no aceptar la intensa presión, coerción y control a la que nos somete la sociedad. En mis clases sobre no-maternidad y maternidad, aquí en Israel, suelo pedir en los exámenes semestrales que las alumnas reflexionen sobre cómo llegaron a la maternidad. Muchas de ellas se asombran cuando caen en la cuenta de que “no estaban del todo presentes” al casarse o ser madres; muchas expresan que no recuerdan lo que en verdad querían, pues era obvio que iban a ser esposas y madres. Lo dicho no significa que estas mujeres se arrepintieran, sólo que expresaban una pérdida de contacto consigo mismas en aquel momento, como si no pudieran asegurar que habían tomado sus propias decisiones. Para la sociedad es mucho más seguro y beneficioso que nos paseemos por esta tierra con la sensación de ser libres, para no rebelarnos, para que se mantenga esta paz industrial.
En muchas culturas antiguas, matar a los recién nacidos no suponía un estigma social; hoy en cambio esta práctica está condenada casi universalmente. ¿Cree usted que la presión para ser ‘una buena madre’ también desaparecerá con el paso del tiempo?
A decir verdad, no puedo ni deseo profetizar sobre el futuro. Sí puedo afirmar que las normas paternales han cambiado enormemente a lo largo de la historia, eso es un hecho. Esto, sumado a la diversidad de culturas, debería servir como argumento para los que insisten en el argumento de la naturaleza y los instintos naturales. Estos tópicos tienden a ser utilizados como armas contra mujeres y madres, y causan sufrimiento. Hay tantas maneras de refutar estos ‘instintos naturales’ que ya sería hora de abandonarlos. Lamentablemente, no creo que ocurra mientras yo viva.
¿Crees que la conciencia de la superpoblación ayude a que la sociedad acepte tabúes como el arrepentimiento de las madres o la elección de no tener hijos?
Hace dos meses el profesor Alon Tal publicó un artículo muy extenso sobre la necesidad de reducir las tasas de nacimiento en Israel. En él sostenía que de no hacerlo en cuatro décadas nos enfrentaríamos a un desastre medioambiental y ecológico; que debíamos empezar a hacer algo al respecto, DE INMEDIATO. La entrevista se viralizó en las redes sociales israelíes y, en general, los comentarios destrozaban el argumento del profesor. Sólo el tiempo dirá si las parejas sin hijos en general —y las mujeres sin hijos, en particular— serán aceptadas como elecciones reproductivas legítimas, como una opción que también podría beneficiar a la sociedad.
¿Es éste un libro sobre derechos humanos, sobre el derecho que tiene todo ser humano a ser y hacer lo que quiere?
Nunca lo había visto de ese modo, pero no objetaré la sugerencia. Es un libro feminista y por tanto se corresponde con el discurso de los derechos humanos. Mi interés radica en el derecho de las mujeres a ser tratadas como seres humanos, a que sean las únicas dueñas de su pensamientos, cuerpos, sueños, deseos, anhelos, fantasías, emociones…, de sus vidas. Me deja boquiabierta el doble rasero con que se las trata. Tienen el derecho y la capacidad de cuidar de las vidas de los niños y, al mismo tiempo, son tratadas como si no tuvieran ni el derecho ni la capacidad de ser las dueñas de las suyas propias. O el de decidir si quieren o no ser madres, y de cuántos niños. Incluso se les arrebata el derecho de arrepentirse de haber sido madres. Es como si la sociedad les dijera: “confiamos en ti para que decidas lo que es mejor para tu niño, pero no para que elijas lo que es mejor para ti”.
¿Por qué somos tan ciegos a las vicisitudes de las mujeres, siendo que nos dieron la vida y nos criaron a todos, sin excepción?
Una razón podría ser que a las mujeres suele vérselas como objetos. Supuestamente están en el mundo para cubrir las necesidades ajenas, ya sean hombres, niños o parientes ancianos. No digo que esté mal ocuparse de los seres queridos, todo lo contrario. Pero el problema radica en que pareciera que cuidar fuera la esencia única en la vida de una mujer. En la actualidad, más y más mujeres trabajan fuera del hogar y se educan, aun así se las ve ante todo como las cuidadoras. Por otra parte, si optan por quedarse en casa cuidando de los niños se las trata como si no hicieran nada, como si se hubiesen abandonado. En este estado de cosas —del que constantemente recibimos dobles mensajes— entramos en una suerte de ceguera social respecto de las necesidades de la mujer en entornos sociales diversos. Pareciera que las cosas funcionan bastante bien así, ¿por qué cambiarlas? Mucha gente se beneficia dejando todo como está. El mensaje es: lo que ocurre es lo natural. Pero lo cierto es que lo utilitario se oculta disfrazado de la supuesta naturaleza.
En tu libro no mencionas mucho los tratamientos de fertilidad. ¿Qué opinas acerca de su ubicuidad?
Me parece significativo que se asista a las mujeres para conseguir ser madres, si eso es lo que desean. Puedo imaginar el sufrimiento y el dolor que experimentan cuando lo desean y no pueden conseguirlo. Honestamente me rompe el corazón. Por otra parte, también soy consciente del lado oscuro de los tratamientos de fertilidad, puesto que hay mujeres que se sienten obligadas a utilizar esta tecnología simplemente porque existe. He oído a mujeres decir: “¿Qué clase de mujer sería si no la utilizara?”. De hecho se las consideraría descalabradas moralmente, como si rechazar esa posibilidad significara que no lo intentaron con suficiente ahínco. De este modo, la tecnología deja de ser una ayuda y se convierte en una forma de coerción interna y externa.
La presión a las mujeres para convertirse en madres (o el estigma de la frivolidad ya mencionado, por ejemplo) ¿sólo la ejercen otras mujeres?
No, en absoluto. Los hombres también participan de esta ‘celebración de la calumnia’. Cabe notar que una de las mayores fuentes de presión es la patriarcal, y tanto hombres como mujeres cumplen la función de guardianes del orden social, por lo que el género no es tan relevante.
Leer tu libro resultará forzosamente en un cambio de paradigma para el lector. ¿Será el ‘Arrepentimiento Materno Silencioso’ una condición tan aceptada como la Depresión Post Parto o el Estrés Postraumático?
Quizá ocurra algún día, pero no es lo que deseo para la situación emocional de las madres arrepentidas. Sí espero que cada vez más de ellas puedan expresarlo si eso es lo que piensan y sienten. Sin embargo, no me gustaría ver este arrepentimiento en la próxima edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, en inglés) o sujeto a la estricta categorización de una mirada y terminología clínicas. ¿Alguien se imagina una entrada en el DSM sobre el arrepentimiento del matrimonio o la cirugía estética? Nadie, porque el arrepentimiento no es un ‘fenómeno patológico’, de hecho no es un fenómeno en absoluto. Arrepentirse es una experiencia humana que puede surgir tras cualquier decisión tomada, en cualquier relación en la que nos encontremos. Creo que el arrepentimiento de las madres debería quedar en manos de las mujeres, pues son ellas las que deben tener la libertad de expresar cómo se sienten tanto como la de elegir libremente entre sus experiencias. El arrepentimiento de la maternidad no debería ser apropiado por la ciencia o la medicina clínica y sus terminologías, que tienden a patologizar las vidas de las mujeres y las de los seres humanos en general. Tratar este arrepentimiento como si fuera un problema femenino resoluble con el tratamiento apropiado libera a la sociedad de su responsabilidad. En vez de impedirles a las mujeres que lamenten lo ocurrido, yo propongo que la sociedad examine su responsabilidad y revea por qué lo lamentable llegó a ocurrir.
La foto portada y la siguiente son de Russell Lee. © The University of Arizona Libraries y © Philbrook Museum of Art, respectivamente.
El retrato de Orna Donath es de © Tami Aven.