La lengua
No era, pues, el único habitante en la tierra. A veces tengo la sospecha de que Addis Abeba no es real y estoy todavía en mi país si encuentro por la calle, en los rostros de los que pasan, la cara de mí tía, la de mis hermanas, amores y amigos hace mucho tiempo olvidados surgidos de pronto desde el fondo del agua un poco oscurecidos, a los que basta escuchar discutir en su lengua para recordar de dónde venía y dónde estaba. En cierto sentido, este modo tan ignorante de viajar, de salir a...