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Beirut mon amour
Viajo a Beirut desde Atenas el jueves 12. Los dedos del Peloponeso se abren y parecen tocar la costa del Líbano. Un vuelo de menos de dos horas me hace tomar conciencia de la proximidad entre el límite de Europa y la banda de Gaza. Siria está ahí, detrás de la cordillera del Antilíbano. Si el agua en lugar de la tierra fuera la unidad geográfica, el Mediterráneo sería un nuevo territorio líquido capaz de deshacer los límites políticos y lingüísticos de Europa, Asia y África. El “mar blanco”, como lo denominan los turcos por oposición al “mar negro” y al “mar rojo”, conecta Alejandría, Trípoli, Orán, Marsella, Rijeka, Lesbos, Palermo, Atenas, Beirut… Lo que fue representado como lejano está cerca.
Vengo a Beirut para asistir a la inauguración de Home Works 7, un foro de diez días de prácticas culturales organizado por Beirut Art Center y Ashkal Alwar que reúne a artistas, activistas y críticos venidos de toda la región. La investigación para organizar documenta 14 en 2017 me ha llevado a visitar últimamente un buen número de bienales y encuentros artísticos de todo el mundo. Pero puedo afirmar que ninguno me ha parecido hasta ahora tan genuinamente creativo y rigurosamente organizado como Home Works. Dos pequeños edificios resisten en medio de caminos que la guerra no ha dejado que se conviertan en calles y de zanjas abiertas a la especulación inmobiliaria. Sobre el tejado de uno de los edificios, Marwan Rechmaoui ha tejido una red con banderas de los barrios de Beirut que recuerdan que antes de las divisiones políticas y religiosas los barrios tuvieron nombres de flores, animales o plantas. Sólo desde el tejado es posible observar las montañas de basura acumuladas detrás de cualquier carretera, pudriéndose sobre un sol tan dulce como implacable. Un olor nauseabundo hace que por momentos sea imposible respirar.
Los activistas, me cuentan, preparan una campaña para criticar la corrupción del gobierno y sus lazos con las mafias locales: “Apestas”. El olor de la basura (intenso, difuso, incontrolable, corporal) opera como el arte: hace perceptible lo que de otro modo permanecería oculto. En torno a la exposición, se dan cita cada día en seminarios, talleres, conferencias o performances más de 300 personas, entre ellos Rasha Salti, Joana Hadjithomas, Khalil Joreige, Walid Raad, Natascha Sadr Haghighian, Bassam El Baroni, Lawrence Abu Hamdan, Ahmed Badry, Walid Sadek, Christine Tohme, Marwan Hamdan, Akram Zaʻatarī, Ahmad Ghossein, Leen Hashem, Haytham El-Wardany, Ayman Nahle, Arjuna Neuman, Rabih Mroué, Manal Khader, Lina Majdalani, Marwa Arsanios, Bouchra Ouizguen, Nahla Chahal…
El renacimiento artístico del Middle East. La masa crítica de un solo encuentro haría que cualquier exposición neoyorquina pareciera una cita de principiantes. Mientras celebramos la inauguración llegan las noticias del estallido de dos bombas en el barrio chií de Burj el Barajneh, en Dahie, la periferia de Beirut. ISIS golpea un distrito conocido por sus alianzas con Hezbolá. Y esto no es un concierto de rock, sino la salida de una mezquita. Se habla al menos de 40 muertos y un centenar de heridos. Los artistas explican que hace al menos dos años que no ocurría algo así en Beirut. La desolación, no el miedo, puede leerse en sus rostros. Pero todo sigue adelante. La música y los abrazos construyen un refugio en el que es posible seguir viviendo.
Joana Hadjithomas me explica que la noticia de la bomba tiene sobre ellos un impacto somático. “Estalla en la ciudad y es como si estallase en tu cuerpo, un lugar de tu memoria estalla.” Rasha Salti dice que después de haber creído que las cosas podrían cambiar, ahora sólo queda la certeza de haber perdido todo, todo excepto la tristeza, “una tristeza que se ha convertido en nuestra piel”, dice. Mientras cenamos el viernes en un restaurante del barrio cristiano llegan las noticias de París. Muchos de nosotros, nosotros los árabes y nosotros los europeos, tenemos familia o amigos en París. Conocemos y amamos esas calles, el Bataclan. ¿Cómo se oye una bomba que estalla en Beirut en París? ¿Cómo suenan los disparos de París desde Beirut? Aquí nadie habla de religión, sino de petróleo.
ISIS, dicen, no es Islam; es un aparato global, capitalista, de inspiración occidental, sus referencias son quizás coránicas, pero sus modos de acción son hollywoodienses; ni siquiera, dicen, hablan o leen árabe. La batalla es ésta: ExxonMobil, Chevron, BP, Shell. Se trata del control de los yacimientos, de los territorios de paso de los oleoductos, de la seguridad del suministro. Ésta es la política que convierte el petróleo en sangre. Viajo de vuelta a Atenas: el olor de Beirut no me deja comer, siento vértigo. El mundo al revés. Cuando llego al apartamento de la colina de Philopappos en el que me alojo, Monika ha dejado para mí una copia del catálogo de la artista de Belgrado Ika Knežević. El título es un dicho servo-croata: “Hope is the greatest whore.” La esperanza es la más grande de las putas. Quiero entonces que esa puta pase la noche conmigo. Quiero acariciarla y dormir con ella. Quiero meterme en la cama con esa puta. Quiero sentarme junto a ella y lavarle los pies. Porque esa puta, cualquier puta, es lo mejor y lo único que nos queda.
Beirut mon amour
Viajo a Beirut desde Atenas el jueves 12. Los dedos del Peloponeso se abren y parecen tocar la costa del Líbano. Un vuelo de menos de dos horas me hace tomar conciencia de la proximidad entre el límite de Europa y la banda de Gaza. Siria está ahí, detrás de la cordillera del Antilíbano. Si el agua en lugar de la tierra fuera la unidad geográfica, el Mediterráneo sería un nuevo territorio líquido capaz de deshacer los límites políticos y lingüísticos de Europa, Asia y África. El “mar blanco”, como lo denominan los turcos por oposición al “mar negro” y al “mar rojo”, conecta Alejandría, Trípoli, Orán, Marsella, Rijeka, Lesbos, Palermo, Atenas, Beirut… Lo que fue representado como lejano está cerca.
Vengo a Beirut para asistir a la inauguración de Home Works 7, un foro de diez días de prácticas culturales organizado por Beirut Art Center y Ashkal Alwar que reúne a artistas, activistas y críticos venidos de toda la región. La investigación para organizar documenta 14 en 2017 me ha llevado a visitar últimamente un buen número de bienales y encuentros artísticos de todo el mundo. Pero puedo afirmar que ninguno me ha parecido hasta ahora tan genuinamente creativo y rigurosamente organizado como Home Works. Dos pequeños edificios resisten en medio de caminos que la guerra no ha dejado que se conviertan en calles y de zanjas abiertas a la especulación inmobiliaria. Sobre el tejado de uno de los edificios, Marwan Rechmaoui ha tejido una red con banderas de los barrios de Beirut que recuerdan que antes de las divisiones políticas y religiosas los barrios tuvieron nombres de flores, animales o plantas. Sólo desde el tejado es posible observar las montañas de basura acumuladas detrás de cualquier carretera, pudriéndose sobre un sol tan dulce como implacable. Un olor nauseabundo hace que por momentos sea imposible respirar.
Los activistas, me cuentan, preparan una campaña para criticar la corrupción del gobierno y sus lazos con las mafias locales: “Apestas”. El olor de la basura (intenso, difuso, incontrolable, corporal) opera como el arte: hace perceptible lo que de otro modo permanecería oculto. En torno a la exposición, se dan cita cada día en seminarios, talleres, conferencias o performances más de 300 personas, entre ellos Rasha Salti, Joana Hadjithomas, Khalil Joreige, Walid Raad, Natascha Sadr Haghighian, Bassam El Baroni, Lawrence Abu Hamdan, Ahmed Badry, Walid Sadek, Christine Tohme, Marwan Hamdan, Akram Zaʻatarī, Ahmad Ghossein, Leen Hashem, Haytham El-Wardany, Ayman Nahle, Arjuna Neuman, Rabih Mroué, Manal Khader, Lina Majdalani, Marwa Arsanios, Bouchra Ouizguen, Nahla Chahal…
El renacimiento artístico del Middle East. La masa crítica de un solo encuentro haría que cualquier exposición neoyorquina pareciera una cita de principiantes. Mientras celebramos la inauguración llegan las noticias del estallido de dos bombas en el barrio chií de Burj el Barajneh, en Dahie, la periferia de Beirut. ISIS golpea un distrito conocido por sus alianzas con Hezbolá. Y esto no es un concierto de rock, sino la salida de una mezquita. Se habla al menos de 40 muertos y un centenar de heridos. Los artistas explican que hace al menos dos años que no ocurría algo así en Beirut. La desolación, no el miedo, puede leerse en sus rostros. Pero todo sigue adelante. La música y los abrazos construyen un refugio en el que es posible seguir viviendo.
Joana Hadjithomas me explica que la noticia de la bomba tiene sobre ellos un impacto somático. “Estalla en la ciudad y es como si estallase en tu cuerpo, un lugar de tu memoria estalla.” Rasha Salti dice que después de haber creído que las cosas podrían cambiar, ahora sólo queda la certeza de haber perdido todo, todo excepto la tristeza, “una tristeza que se ha convertido en nuestra piel”, dice. Mientras cenamos el viernes en un restaurante del barrio cristiano llegan las noticias de París. Muchos de nosotros, nosotros los árabes y nosotros los europeos, tenemos familia o amigos en París. Conocemos y amamos esas calles, el Bataclan. ¿Cómo se oye una bomba que estalla en Beirut en París? ¿Cómo suenan los disparos de París desde Beirut? Aquí nadie habla de religión, sino de petróleo.
ISIS, dicen, no es Islam; es un aparato global, capitalista, de inspiración occidental, sus referencias son quizás coránicas, pero sus modos de acción son hollywoodienses; ni siquiera, dicen, hablan o leen árabe. La batalla es ésta: ExxonMobil, Chevron, BP, Shell. Se trata del control de los yacimientos, de los territorios de paso de los oleoductos, de la seguridad del suministro. Ésta es la política que convierte el petróleo en sangre. Viajo de vuelta a Atenas: el olor de Beirut no me deja comer, siento vértigo. El mundo al revés. Cuando llego al apartamento de la colina de Philopappos en el que me alojo, Monika ha dejado para mí una copia del catálogo de la artista de Belgrado Ika Knežević. El título es un dicho servo-croata: “Hope is the greatest whore.” La esperanza es la más grande de las putas. Quiero entonces que esa puta pase la noche conmigo. Quiero acariciarla y dormir con ella. Quiero meterme en la cama con esa puta. Quiero sentarme junto a ella y lavarle los pies. Porque esa puta, cualquier puta, es lo mejor y lo único que nos queda.