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La destrucción fue mi Beatriz

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El 16 de noviembre de 2016, mi nuevo nombre Paul Beatriz Preciado es publicado en el Boletín Nacional de Nacimientos y en el periódico local de la ciudad de Burgos. Hacía meses que estábamos a la espera de una resolución legal. Pero ni el juez ni la administración se dignaron a comunicarnos que la decisión se anunciaría a través de una publicación simultánea en el Boletín del Estado y en la prensa local. La primera en saberlo, antes que mi abogada, es mi madre. Como cada mañana, lee el periódico y encuentra ese nombre en la lista de nacimientos. Enloquece. Me envía una foto de la página impresa como quien envía un jeroglífico a un instituto especializado en descodificación. Me llama: “¿Qué es esto?”. Mi madre asiste de nuevo a mi nacimiento, de algún modo vuelve a parirme, esta vez como lectora. Da a luz a un hijo suyo que nace fuera de su cuerpo como texto escrito.

Mi nombre, ese nombre que no era mío y que ahora lo es, está entre los nombres de los recién nacidos. “Nacimientos: Paul Beatriz Preciado Ruiz, Lara Vázquez Mena, Esperanza Rojo Soares, India García Casado, Ariadna Rey Mojardín, Marco Méndez Tobar, Bruno Boneke Esteban, Dylan Boneke Esteban, Juan Moreno Miguel, Ariadna Antolín Díaz, Johan Sánchez Alves, Paula Casado Macho, Izan García Caballero, Iker Ojeda Dos Santos, Nerea Fuente Porras, Abigail Barriuso López.” Y junto a ellos, las defunciones: Iluminada Sanz Sanz, 87, Miguel Collado Serrano, 81, y Tomás Arija Prieto, 84. Mi antiguo nombre no está entre los muertos, pero podría estarlo puesto que para legalizar mi cambio de sexo legal ha sido necesario destruir la partida de nacimiento hecha por mi padre, escrita y firmada el 11 de septiembre de 1970. Fue necesario destruir la ficción legal “Beatriz Preciado Ruiz” para inventar la ficción legal “Paul Beatriz Preciado”. Nazco ahora por segunda vez más allá de la configuración padre-madre, en la configuración administración-prensa. Mis propios padres dejan de ser progenitores para convertirse en genito-lectores. La secretaria Blanca Esther del Hoyo Moreno acuerda “cancelar la inscripción del Tomo 42-2, Pagina 411 de la Sección 1 del Registro Civil de las 3 horas 30 minutos del 11 de septiembre 1970” en el que junto a la mención sexo aparecía la palabra “mujer”. Y concede “a las 2 horas 57 minutos del 15 de noviembre de 2016” la nueva “autorización prevista en el artículo 26 del Reglamento del Registro Civil, en el Tomo 00199 página 263 de la Sección 1 del Registro Civil” con la mención “Varón (3-4-1)” en la entrada “Sexo” junto al nombre masculino Paul Beatriz, y para que conste lo firma el 16 de noviembre de 2016 junto con la encargada María Luisa Miranda de Miguel. El sistema médico-legal me fuerza a llevar a cabo un suicidio legal para autorizar mi re-nacimiento como “hombre.” Asisto así mi muerte y a mi re-nacimiento legal. Soy al mismo tiempo un cadáver y un recién nacido legal.

Dicen que el viaje astral es una experiencia extra-corporal que en situaciones de meditación controlada y sueño lúcido produce la sensación de estar proyectado flotando fuera del propio cuerpo. Se trata de un ejercicio de desdoblamiento, para algunos sólo resultado de una alucinación inducida química o eléctricamente en el cerebro o efecto de una potente autosugestión, en el que la conciencia se “separa” del cuerpo físico, se externaliza y lo observa desde fuera. Dicen que esta forma de disociación es también una de las consecuencias cerebrales de la muerte clínica, una experiencia de casi-muerte, descrita por aquellos que han logrado sobrevivir a ese proceso, en la que el paciente observa su propio cuerpo muerto e incluso puede oír la declaración de su propio fallecimiento.

Siento que estoy embarcado ahora en una suerte de viaje astral epistémico o en una forma de casi-muerte semiótico-legal. Salgo de la ficción biopolítica e histórica que encarnaba —la feminidad, que el régimen sexo-género binario de finales del siglo XX construyó en una sociedad franquista con la ayuda de un aparato médico-legal en el que la noción de transexualidad no existía— y observo desde fuera su destrucción física y la construcción administrativa y legal de una nueva ficción biopolítica en la que mi cuerpo es negado y al mismo tiempo reconocido como “hombre”. Hay aquí coerción y agencia. Sujeción y distorsión de la norma. Yo mismo firmo la autorización de la destrucción de mi propia partida de nacimiento y la demanda de emisión de otra nueva. Como un monstruo que ha aprendido a hablar, me siento en el centro de la barroca máquina administrativa que produce la verdad del sexo y aprieto todas sus teclas hasta que el sistema entra en blackout. Siento vértigo.

Apenas puedo entender lo que me sucede. Estoy dividido entre un presente que no me pertenece y un futuro que es absolutamente mío. Mi vida es un mensaje en una botella enviada al futuro para que alguien en algún lugar, algún día, pueda leerlo. Alguien, me digo, algún día, en algún lugar, se acercará otra vez a la máquina del sexo y escribirá una biografía de mi cuerpo, entenderá mi vida.

Fotografía de © Will Steacy.