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Qué será de Felipe VI

El I Ching responde
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En épocas agitadas como estas no hay que perder las buenas costumbres. Los poderosos de antaño lo sabían y en momentos de tránsito no dudaban en contar con augures y arúspices para entrever más allá de la actualidad, ya entonces rabiosa a más no poder. Animales sacrificados enseñaban en el altar sus entrañas a entrañables adivinos que iluminaban las brumas del futuro con presagios no siempre halagüeños acerca del porvenir. Rayos y relámpagos, graznidos y vuelos de aves, acontecimientos imprevistos señalaban la dirección a seguir, el peligro a evitar, y, en fin, servían de lenitivo contra el miedo a la incertidumbre, verdadera bestia parda de ojos amarillos que nos acecha desde la oscuridad de los tiempos más remotos.

Supersticiones, dirán algunos, y nosotros les daremos la razón sabiendo que la palabra viene del latín y hace referencia a aquellas cosas que nos hacen mantenernos en pie, estar por encima de la cruda realidad, sobrevivir, tener estabilidad. Estabilidad era lo que repitió ayer el monarca de voz cansada al abdicar en favor de su hijo. Porque ¿qué es una monarquía sino una superstición que ofrece la ilusoria garantía de su inmutabilidad en este inestable mundo de cambios y misterios?

 Otros vendrán a glosar la figura del saliente y a destacar las virtudes del entrante. Muchos querrán república y otros muchos verán con asombro las vueltas que da el mundo para estarse quieto. Nosotros, el Colectivo Hambriento, acostumbrados como estamos a dar dentelladas al aire, ni tenemos pánico al vacío del porvenir ni nos sentimos sujetos al presente, mucho menos a la agenda de eso que llaman actualidad. Y además pensamos que hablar de monarquías en términos serios y responsables no hace más que aumentar el tamaño de la superchería que nos enreda. Quédense los expertos revolviendo las cenizas del presente, que nosotros, primitivos del futuro, encendemos nuestros cigarrillos en el fuego de la sabiduría inmemorial.

Para entrever, por tanto, lo que pueda pasar con la superstición monárquica consultamos al oráculo del libro chino de las mutaciones –I Ching– por la suerte que correrá el nuevo monarca. Nos ponemos en círculo alrededor de una mesa y formulamos con claridad nuestra pregunta a sabiendas de que una pregunta clara lleva dentro de sí misma la respuesta: ¿Qué será de Felipe VI?

Tomamos entonces tres monedas iguales –tres euros con la efigie del rey saliente en uno de sus lados– las lanzamos seis veces sobre la mesa y apuntamos la puntuación en un papel según el valor que se le atribuye de un dos por cara y un tres por cruz: 7, 7, 8, 9, 7 y 9. Dibujamos los hexagramas, los buscamos en el índice y empezamos a leer.

 

 

Lü / El Porte (La Pisada)

“El Porte representa, por una parte, el modo correcto de conducirse. Arriba se halla el Cielo, el padre; abajo el lago, la menor de las hijas. Esto muestra la diferencia entre alto y bajo, una distinción que constituye el fundamento de la compostura, la tranquilidad, el comportamiento correcto en la sociedad.”

Así empieza el oráculo, apelando a la corrección en sociedad, y alguna de las que se sientan a la mesa no puede dejar de pensar en el buen porte del heredero. Aunque la cosa se complica con la pisada que sigue: “Lo ‘sereno’, que es pequeño, pisa sobre lo ‘fuerte’ que es grande” y lo hace “con alegre serenidad, sin arrogancia”. Una imagen que se ve reforzada en el dictamen:

“Pisar la cola del tigre.
Éste no muerde al hombre. Éxito.”

Y un poco más abajo se aclara:

“La situación humana es esta: uno tiene que habérselas con personas salvajes, inabordables. En este caso el objetivo deseado se alcanza si en su porte, en su conducta, se atiene uno a las buenas costumbres. Las formas de conducta buenas y gratas conquistan el éxito aun en el caso de enfrentarse con gente irritable.”

Pobre Felipe VI, condenado a predicar con el ejemplo entre tanta chusma. Pero atentos que un poco más adelante viene una explicación más detallada y comprometedora:

“… en el seno de la humanidad tiene que haber diferencias de nivel. Es imposible lograr que la igualdad general sea una realidad. De lo que se trata es que las diferencias de rango en la sociedad humana no sean arbitrarias e injustas, pues de otro modo la envidia y la lucha de clases será consecuencia inevitable. Si, en cambio, las diferencias de rango externas responden a una justificación interior, y si la dignidad interior forma la pauta para el rango externo, reinará la calma entre los hombres y la sociedad logrará el orden.”

Y las diferentes líneas concluyen con un nueve favorable, donde el éxito está subordinado a la impecabilidad de tus obras, futuro rey de España: “si todo es perfecto, advendrá una elevada ventura”.

Felipe, hermoso, qué cruel este oráculo que te pide una distinción justa. ¿Estás preparado para ser perfecto? ¿No te inquieta pensar que si estás ahí, en ese trono, tal vez no sea por méritos propios? ¿Qué hay de esa dignidad interior? No te inquietes demasiado, al fin y al cabo, tampoco la mayoría de los que ostentan el poder por sufragio parecen mucho mejor capacitados que tú para hacer reinar la calma y el orden. Si sigues adelante en tu descabellada idea de subirte al trono, mantente alerta: la lucha de clases y la envidia te esperan al acecho de la menor debilidad. Nada de arrogancia, ni tampoco ostentación, como advierte el segundo hexagrama.

Chieh / La Restricción

“La palabra china por restricción denota en verdad los firmes eslabones o nudos en que están divididos los tallos de bambú. En la vida común se alude con ello a la economía, al ahorro que impone límites fijos a los gastos. En la vida moral son las firmes restricciones que el noble impone a sus actos, los límites puestos por la lealtad y la abnegación.”

Algunos de los espíritus de poca fe que estamos participando de este ritual nos sorprendemos del encaje de estas predicciones con la crisis y sus recortes y con la necesidad de una regeneración pública que parta de la ejemplaridad de los poderosos, en el gasto y en la decencia. Como bien se dice en la presentación de la edición que manejamos: “En su revelación verbal, el Libro traduce lo intemporal, que es su esencia, a términos de tiempo”. Hila fino el I Ching  y en lo que continúa mantiene su apuesta por la restricción, pero sin amargarse demasiado y, sobre todo, sin amargarle la vida a los demás:

“… también con respecto a la restricción es necesario observar mesura. Si uno procediera a imponer a su propia naturaleza barreras excesivamente amargas, el sufrimiento sería la consecuencia. Frente a la pretensión de llevar demasiado lejos la restricción de los demás, estos se sublevarían.”

Son tiempos difíciles y apasionantes, inminente rey de España, los que nos han tocado vivir. Hoy cualquiera piensa por sí mismo y hasta los espíritus más primarios son capaces de establecer comparaciones y descubrir la asimetría en el reparto de los sacrificios y la poca vergüenza de los que están al mando. En el Colectivo Hambriento no creemos ya en los reyes magos, pero creemos en el I Ching  y estamos abiertos a la sorpresa, ¿sabrás Felipe VI, con tu ejemplo y tu sobriedad, estar a la altura de este oráculo y demostrarnos de paso que estamos equivocados? Recuerda que si te abruma tan onerosa misión –o simplemente te aburre la vida palaciega– nosotros estamos aquí, en la plaza, y siempre serás bienvenido, como uno más.

Citas tomadas del I Ching. El Libro de las Mutaciones, Editorial Sudamericana.