Contenido
Poco ruido y mucho duende
Una selección de magníficos discos jondos y poco publicitados que nos dejó 2015
Te guste o no el flamenco, por la cantidad de anuncios en televisiones, diarios y redes ya sabrás que Niña Pastori tiene nuevo disco en el mercado. Aunque no te suenen los nombres de los artistas más relevantes del mundo jondo, seguro que has oído hablar de un CD que recoge las primeras grabaciones del gran Enrique Morente. Si por casualidad creíste que este año los Grammy Latinos iban a dar la sorpresa dando a conocer nuevos nombres, debes saber que con el flamenco han hecho lo de siempre: premiar a Universal. Y ya van 12 de 15 ediciones. Esta vez le ha tocado a Entre 20 aguas, un disco homenaje a Paco de Lucía que aglutina versiones de su corte más popular, y no hay duda de la valía del algecireño pero hay noticias que hasta recién salidas huelen a viejas. Hubiera sido estimulante que el premio se lo dieran a Joselito Acedo, sobrino de Rafael Riqueni, y un tipo con gusto al que le suena muy bien la guitarra y al que le habría ido muy bien el empujón. Pero la industria volvió a premiar lo de siempre, es decir, lo evidente.
Y de eso huye esta selección: de lo obvio y del estudio de mercado que calcula hasta dónde hay que diluir, a veces estirar, el flamenco para que resulte del gusto de todos los públicos. Estos discos tienen en común que se parieron en 2015 por convencimiento de sus creadores, que han asumido, en mayor o menor medida, algún riesgo para hacerlos y que son, por este motivo y por el resultado, buenos discos. Son distintos y dispares entre sí, pero todos están hechos por gente que conoce el flamenco de la raíz a la punta, por tanto pueden situarse en el punto del mechón que más les plazca. Resumiendo, y como hubiera dicho Manzanita, todos contienen poco ruido y mucho duende.
Directo, de José Valencia (El Mandaíto)
He aquí un chorro de voz. José Valencia no desafina ni haciéndole cosquillas. Es un hombre de garganta prodigiosa, con grandes dotes de interpretación, algo que puede comprobarse en este trabajo porque incluye un DVD. El repertorio lo estrenó en la Bienal de Sevilla de 2014 pero lo convirtió en CD este 2015 para su gusto y el nuestro. Aquí no hay experimento: es el cante de Lebrija, una de las puntas del triángulo, junto a Jerez y Utrera, donde nació el flamenco. Valencia es un experimentado cantaor para atrás, es decir, acompaña el baile de gente de la talla de Eva Yerbabuena o Belén Maya. Su riesgo fue ponerse a pecho descubierto a cantar con todo el diafragma del que es capaz este gitano de Barcelona en busca del hueco que lo consolide como cantaor, no como acompañante. La portada del disco es una oreja enlazada a un corazón y es, seguramente, la mejor manera de describir el impacto que provoca la voz de José, que arranca en este disco con palos tristes y se va poniendo saleroso. Aquí, por bulerías:
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Un romance con el cante, de José Canela
(La Drogueria Music)
Si el trabajo de José Valencia es un derroche, el de José Canela es una tarea de contención. El que firma es hijo del gran Canela de San Roque, fallecido este verano, lo que ha supuesto un reto extra para alguien que graba por primera vez un disco. Después de una vida cantando, 38 años pueden parecer muchos para un debut pero no lo es en el caso del flamenco, menos del que practica este hombre. Su apuesta es un cante pegado al bulbo que plantó su padre, y un trabajo valiente y sobresaliente porque, tal como temía el artista, las comparaciones con su progenitor han sido inevitables. Pero José ha salido airoso de la prueba porque ha respetado el lugar de donde viene y su disco es puro raigón, pero está hecho en el siglo XXI y tiene el color de su tiempo. Hay en este disco tres guitarristas formidables: Miguel Salado, Manuel Jero y Manuel Valencia, a los que hay prestar mucha atención. Están en este trabajo los sonidos del Campo de Gibraltar, una tierra rica en historias y en personajes porque es puerto y lugar clave de contrabandistas. Y que paren el carro los que tachan al flamenco de exaltado, que con este trabajo Canela da una lección de cómo se llora pa’dentro.
El sonido de mi libertad, de Dani de Morón
(La voz del flamenco)
Con ustedes, el hombre audaz. Dani ha llevado el toque de Morón de la Frontera, potente y seco, a otro nivel. No le ha puesto vaselina, al contrario, lo ha llevado al extremo, a lo que podrían parecer golpes que suenan a caricia y es el impresionante trabajo de un guitarrista que acompaña habitualmente al cantaor Arcángel. Dani es un tipo generoso, no sé si con los demás, pero sí consigo mismo. Se permite componer y hacer cosas que otros temen, por ejemplo al ponerle música a la película Un perro andaluz, de Luis Buñuel. Su toque invoca más al nervio que a la lágrima porque ni es fácil ni abusa del azúcar, y se palpa en él una ternura muy de western. Se le alaba la osadía y se le teme: hay pocos que apuesten por ese toque tan personal que da la sensación de apurar las lindes de lo jondo. Éste es el segundo disco en solitario del artista, el primero salió en 2012 con el nombre de Cambio de sentido, y la malagueña escogida para esta selección recoge a la perfección el buen resultado que le da arriesgar al de Morón:
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Picassares, de Daniel Casares (GreenCowMusic)
Paco de Lucía y su recuerdo son inacabables, tanto como la hornada de guitarristas nacida a principios de los años ochenta que ponen muy difícil a la afición y a la crítica decidir quién podría suceder al de Algeciras. La de Daniel Casares es otra sonanta prodigiosa y de factura muy distinta a la de Dani de Morón o Joselito Acedo. Casares ha hecho sus aportaciones al cine con bandas sonoras como la que ha compuesto para la primera película del actor metido a director Raúl Arévalo. El malagueño suele acompañar a la cantante portuguesa Dulce Pontes y, a veces, a Miguel Poveda, y ambos artistas hacen una colaboración en este disco. Pero su punto fuerte es la composición y la velocidad de unas manos exigentes e insatisfechas que hacen virguerías con las seis cuerdas. Este disco es hermoso y fruto de un espectáculo que Casares defendió por teatros españoles bajo el título Guernika 75, con el que conmemoraba los 75 años de los bombardeos sobre la ciudad vasca y el cuadro de Picasso, paisano al que dedica este disco que contiene piezas dedicadas al minotauro o a la paloma de la paz. El asunto es sombrío pero el disco es luminoso. La muestra, en estas alegrías tituladas “Blanco Andalucía”:
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Saeta, de La Trini (Noise Dream)
Es sin duda el más atípico de esta selección, el más atrevido. Sobre todo porque la saeta no está hecha para escuchar sino para dedicar. A santos, vírgenes y cristos crucificados. Pero Antonio Pastora y La Trini crearon once cortes con referencias a Debussy o Satie y aires de Peter Gabriel sin perder la esencia de la saeta, que suena y debe sonar a calvario. Sintetizadores analógicos, arreglos orquestales sinfónicos de cuerda, darbuka, almirez, un arpa china y hasta un sitar hindú son algunos de los componentes de esta mezcla. El resultado es un tono psicodélico al que La Trini pone su potentísima voz con una puesta en escena más emparentada con la Rocío Jurado de los años setenta, cuando ejercía de maestra de una nueva sensualidad, que con las señoras vestidas de negro y adornadas con peineta que cantan desde los balcones a los pasos de Semana Santa. Con este disco, donde destacan piezas como ésta de “Un carpintero lloraba”, se puede encontrar una música sutil pero arriesgada y la voz imponente de La Trini, que consigue convencer al más incrédulo de que igual vale la pena pinchar una saeta fuera de fecha y de lugar.
Paseo a dos, de Dorantes y Renaud Garcia-Fons
(e-motive records)
La pareja de pianista y contrabajo podría resultar muy jazzística y poco flamenca si no fuera porque el de las teclas es nieto de La Perrata, heredero directo y honroso del flamenco de Lebrija. Dorantes es un flamenco atípico que eligió el piano en una casa donde casi todos cantaban. Y Renaud es hijo de catalanes, criado y cultivado en Francia, prodigio del contrabajo, al que le añadió una quinta cuerda. Viene del jazz y del clásico pero comprende el flamenco hasta su tuétano. El disco ha llegado casi acabando el año y se grabó en un directo que ofrecieron en Sevilla, pero los temas los han lucido ya por medio mundo. El CD capta algo complicado: la complicidad que hay entre esos dos músicos enormes que ofrecen unos directos que debería subvencionar el Estado. La malagueña titulada “Palabras de ensueño” es una de las joyas de este disco que también contiene una soleá delicatesen, elegida para esta selección. Pinchadla y dejad que tiemble el cuerpo:
Poco ruido y mucho duende
Te guste o no el flamenco, por la cantidad de anuncios en televisiones, diarios y redes ya sabrás que Niña Pastori tiene nuevo disco en el mercado. Aunque no te suenen los nombres de los artistas más relevantes del mundo jondo, seguro que has oído hablar de un CD que recoge las primeras grabaciones del gran Enrique Morente. Si por casualidad creíste que este año los Grammy Latinos iban a dar la sorpresa dando a conocer nuevos nombres, debes saber que con el flamenco han hecho lo de siempre: premiar a Universal. Y ya van 12 de 15 ediciones. Esta vez le ha tocado a Entre 20 aguas, un disco homenaje a Paco de Lucía que aglutina versiones de su corte más popular, y no hay duda de la valía del algecireño pero hay noticias que hasta recién salidas huelen a viejas. Hubiera sido estimulante que el premio se lo dieran a Joselito Acedo, sobrino de Rafael Riqueni, y un tipo con gusto al que le suena muy bien la guitarra y al que le habría ido muy bien el empujón. Pero la industria volvió a premiar lo de siempre, es decir, lo evidente.
Y de eso huye esta selección: de lo obvio y del estudio de mercado que calcula hasta dónde hay que diluir, a veces estirar, el flamenco para que resulte del gusto de todos los públicos. Estos discos tienen en común que se parieron en 2015 por convencimiento de sus creadores, que han asumido, en mayor o menor medida, algún riesgo para hacerlos y que son, por este motivo y por el resultado, buenos discos. Son distintos y dispares entre sí, pero todos están hechos por gente que conoce el flamenco de la raíz a la punta, por tanto pueden situarse en el punto del mechón que más les plazca. Resumiendo, y como hubiera dicho Manzanita, todos contienen poco ruido y mucho duende.
Directo, de José Valencia (El Mandaíto)
He aquí un chorro de voz. José Valencia no desafina ni haciéndole cosquillas. Es un hombre de garganta prodigiosa, con grandes dotes de interpretación, algo que puede comprobarse en este trabajo porque incluye un DVD. El repertorio lo estrenó en la Bienal de Sevilla de 2014 pero lo convirtió en CD este 2015 para su gusto y el nuestro. Aquí no hay experimento: es el cante de Lebrija, una de las puntas del triángulo, junto a Jerez y Utrera, donde nació el flamenco. Valencia es un experimentado cantaor para atrás, es decir, acompaña el baile de gente de la talla de Eva Yerbabuena o Belén Maya. Su riesgo fue ponerse a pecho descubierto a cantar con todo el diafragma del que es capaz este gitano de Barcelona en busca del hueco que lo consolide como cantaor, no como acompañante. La portada del disco es una oreja enlazada a un corazón y es, seguramente, la mejor manera de describir el impacto que provoca la voz de José, que arranca en este disco con palos tristes y se va poniendo saleroso. Aquí, por bulerías:
Radio Player
Un romance con el cante, de José Canela
(La Drogueria Music)
Si el trabajo de José Valencia es un derroche, el de José Canela es una tarea de contención. El que firma es hijo del gran Canela de San Roque, fallecido este verano, lo que ha supuesto un reto extra para alguien que graba por primera vez un disco. Después de una vida cantando, 38 años pueden parecer muchos para un debut pero no lo es en el caso del flamenco, menos del que practica este hombre. Su apuesta es un cante pegado al bulbo que plantó su padre, y un trabajo valiente y sobresaliente porque, tal como temía el artista, las comparaciones con su progenitor han sido inevitables. Pero José ha salido airoso de la prueba porque ha respetado el lugar de donde viene y su disco es puro raigón, pero está hecho en el siglo XXI y tiene el color de su tiempo. Hay en este disco tres guitarristas formidables: Miguel Salado, Manuel Jero y Manuel Valencia, a los que hay prestar mucha atención. Están en este trabajo los sonidos del Campo de Gibraltar, una tierra rica en historias y en personajes porque es puerto y lugar clave de contrabandistas. Y que paren el carro los que tachan al flamenco de exaltado, que con este trabajo Canela da una lección de cómo se llora pa’dentro.
El sonido de mi libertad, de Dani de Morón
(La voz del flamenco)
Con ustedes, el hombre audaz. Dani ha llevado el toque de Morón de la Frontera, potente y seco, a otro nivel. No le ha puesto vaselina, al contrario, lo ha llevado al extremo, a lo que podrían parecer golpes que suenan a caricia y es el impresionante trabajo de un guitarrista que acompaña habitualmente al cantaor Arcángel. Dani es un tipo generoso, no sé si con los demás, pero sí consigo mismo. Se permite componer y hacer cosas que otros temen, por ejemplo al ponerle música a la película Un perro andaluz, de Luis Buñuel. Su toque invoca más al nervio que a la lágrima porque ni es fácil ni abusa del azúcar, y se palpa en él una ternura muy de western. Se le alaba la osadía y se le teme: hay pocos que apuesten por ese toque tan personal que da la sensación de apurar las lindes de lo jondo. Éste es el segundo disco en solitario del artista, el primero salió en 2012 con el nombre de Cambio de sentido, y la malagueña escogida para esta selección recoge a la perfección el buen resultado que le da arriesgar al de Morón:
Radio Player
Picassares, de Daniel Casares (GreenCowMusic)
Paco de Lucía y su recuerdo son inacabables, tanto como la hornada de guitarristas nacida a principios de los años ochenta que ponen muy difícil a la afición y a la crítica decidir quién podría suceder al de Algeciras. La de Daniel Casares es otra sonanta prodigiosa y de factura muy distinta a la de Dani de Morón o Joselito Acedo. Casares ha hecho sus aportaciones al cine con bandas sonoras como la que ha compuesto para la primera película del actor metido a director Raúl Arévalo. El malagueño suele acompañar a la cantante portuguesa Dulce Pontes y, a veces, a Miguel Poveda, y ambos artistas hacen una colaboración en este disco. Pero su punto fuerte es la composición y la velocidad de unas manos exigentes e insatisfechas que hacen virguerías con las seis cuerdas. Este disco es hermoso y fruto de un espectáculo que Casares defendió por teatros españoles bajo el título Guernika 75, con el que conmemoraba los 75 años de los bombardeos sobre la ciudad vasca y el cuadro de Picasso, paisano al que dedica este disco que contiene piezas dedicadas al minotauro o a la paloma de la paz. El asunto es sombrío pero el disco es luminoso. La muestra, en estas alegrías tituladas “Blanco Andalucía”:
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Saeta, de La Trini (Noise Dream)
Es sin duda el más atípico de esta selección, el más atrevido. Sobre todo porque la saeta no está hecha para escuchar sino para dedicar. A santos, vírgenes y cristos crucificados. Pero Antonio Pastora y La Trini crearon once cortes con referencias a Debussy o Satie y aires de Peter Gabriel sin perder la esencia de la saeta, que suena y debe sonar a calvario. Sintetizadores analógicos, arreglos orquestales sinfónicos de cuerda, darbuka, almirez, un arpa china y hasta un sitar hindú son algunos de los componentes de esta mezcla. El resultado es un tono psicodélico al que La Trini pone su potentísima voz con una puesta en escena más emparentada con la Rocío Jurado de los años setenta, cuando ejercía de maestra de una nueva sensualidad, que con las señoras vestidas de negro y adornadas con peineta que cantan desde los balcones a los pasos de Semana Santa. Con este disco, donde destacan piezas como ésta de “Un carpintero lloraba”, se puede encontrar una música sutil pero arriesgada y la voz imponente de La Trini, que consigue convencer al más incrédulo de que igual vale la pena pinchar una saeta fuera de fecha y de lugar.
Paseo a dos, de Dorantes y Renaud Garcia-Fons
(e-motive records)
La pareja de pianista y contrabajo podría resultar muy jazzística y poco flamenca si no fuera porque el de las teclas es nieto de La Perrata, heredero directo y honroso del flamenco de Lebrija. Dorantes es un flamenco atípico que eligió el piano en una casa donde casi todos cantaban. Y Renaud es hijo de catalanes, criado y cultivado en Francia, prodigio del contrabajo, al que le añadió una quinta cuerda. Viene del jazz y del clásico pero comprende el flamenco hasta su tuétano. El disco ha llegado casi acabando el año y se grabó en un directo que ofrecieron en Sevilla, pero los temas los han lucido ya por medio mundo. El CD capta algo complicado: la complicidad que hay entre esos dos músicos enormes que ofrecen unos directos que debería subvencionar el Estado. La malagueña titulada “Palabras de ensueño” es una de las joyas de este disco que también contiene una soleá delicatesen, elegida para esta selección. Pinchadla y dejad que tiemble el cuerpo: