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Plaza de España: Postales de un lugar maltratado

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El 21 de diciembre de 1959, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower llegó a Madrid para una visita que marcó el final del aislamiento internacional de España. El veterano general de la Segunda Guerra Mundial desfiló junto a Franco en un coche descapotable desde la Castellana hasta la plaza de España, donde las ventanas iluminadas de la torre de Madrid le recibieron formando la palabra “Ike”, su alias. El edificio, un rascacielos de hormigón con vocación americana, estaba a punto de terminarse. Si la plaza era entonces el rostro de la España que se ponía al día, hoy —menos de seis décadas después— es un lugar abandonado y poco acogedor. También un reflejo de la historia de Madrid.

En los años 60, el régimen franquista quería mostrar al exterior una apariencia de libertad y crecimiento económico. La propaganda transmitía una imagen del país mezcla de tópicos y de modernidad —ya saben, España era diferente—, que la plaza de España, con el monumento dedicado a Cervantes y los dos edificios más altos del país, aspiraba a representar. El edificio España, que se inauguró en 1953, tenía 26 pisos, 32 ascensores, una galería comercial con escaparates a la plaza, apartamentos, oficinas, el hotel Crowne Plaza —donde se alojaban las estrellas de Hollywood que rodaban en España—, una terraza-jardín con cenas a la americana y una piscina donde se celebraban fiestas. La torre de Madrid tenía 32 pisos, locales comerciales en la planta baja, catorce plantas de oficinas que eran un símbolo de prestigio para las empresas que las ocupaban, viviendas de lujo con muebles modernos, aire acondicionado y cocina americana; una cafetería, el cine Torre de Madrid y la casa de Cantabria en el último piso, con las mejores vistas de la ciudad. Se decía que por los dos edificios pasaban más de 20.000 personas al día.

Hasta principios del siglo XX, la plaza, entonces llamada de San Marcial, estaba en un extremo de la ciudad, y hasta los años 40, cuando se terminó el tercer tramo de la Gran Vía, no se acabó de configurar. Este espacio nunca se ha construido según una idea coherente y unitaria, aunque en su libro El futuro Madrid (1868), Fernández de los Ríos ya lo concibió como un núcleo urbano y de comunicaciones importante. Su trazado estuvo condicionado por la situación en una de las zonas más altas de la ciudad —donde ya a mediados del siglo XVII, como contó Alonso de Castillo en El disfrazado (1624), los madrileños iban “a gozar del fresco […] con la vecindad del altivo puerto de Guadarrama, piadoso socorro contra el fuego de la canícula”—, por tener una topografía complicada, por la evolución de espacio rural a zona residencial de la aristocracia, y más tarde a zona militar, y por su condición de irresoluta unión de varios barrios.

La plaza comunicaba la Gran Vía, la calle Princesa, la calle Bailén, la cuesta de San Vicente, la calle Ferraz y el proyecto, no realizado, de la Gran Vía Diagonal, que debería haber unido la plaza de España con la plaza Colón. Era el punto de encuentro del barrio de San Marcos, que aparece en el siglo XVII en el plano de Texeira y hoy se encuentra detrás del edificio España, el remate sur del barrio de Argüelles, que se comenzó a construir en 1857 de forma independiente al ensanche de Castro y forma la fachada noroeste de la plaza, y el borde urbano del XVII, donde se encuentra el edificio más antiguo de la plaza, la vieja sede de la Real Compañía Asturiana de Minas (1895).

La modernidad creó nuevas dificultades en la ciudad. Su crecimiento y el uso del coche produjeron problemas de tráfico y en la plaza, que era un núcleo importante del transporte urbano desde su formación, se realizaron dos obras que la transformaron hasta darle casi el aspecto actual. Se construyó el paso elevado que comunica las calles Bailén y Ferraz, que terminó de configurar la plaza como un elemento distribuidor del tráfico, y el aparcamiento subterráneo que ocupa la mitad norte de la plaza. Estas obras provocaron que el espacio central quedase aislado por el tráfico, surgieran problemas de acceso y se redujese la zona verde. Son problemas que persisten.

Durante los 70, y aún en los 80, la plaza de España siguió siendo un centro económico, aunque la actividad financiera empezaba a desplazarse a la manzana de Azca, en la Castellana, y un relevante espacio público. En la plaza se convocaron manifestaciones proamnistía durante la Transición, se produjeron atentados islamistas contra líneas aéreas y agencias de viajes que tenían ahí su sede y un San Isidro se celebró con una mascletá y la actuación de funambulistas. Zulueta grabó Aquarium desde la ventana de su casa en el edificio España; en él se planeó el asesinato del independentista canario Antonio Cubillo, y sus discotecas eran el lugar de moda en las noches de verano. En la torre de Madrid, Yves Montand y Costa Gavras presentaron un manifiesto contra las últimas condenas a muerte del franquismo y Stephen Frears rodó una de sus primeras películas, The Hit (La venganza). Cuando el alcalde Rodríguez Sahagún inauguró la última reforma de la plaza en 1989, los periódicos decían que era uno de los lugares turísticos más visitados de la ciudad.

 
 

Pero la plaza ya estaba perdiendo su esplendor. En diciembre de 1990, Festus Uwumagbe —o Unumaebe, nunca se supo a ciencia cierta—, un nigeriano de 32 años que había huido de su país por motivos políticos y formaba parte del grupo de africanos que esa primavera se habían asentado en el espacio central y los subterráneos de la plaza de España, murió de neumonía. Su funeral se celebró en la plaza y su muerte obligó a las administraciones a abordar un problema que hasta entonces habían evitado. La ocupación de los africanos había facilitado la introducción de la venta y consumo de droga en la plaza y sus alrededores, que ya eran un problema en otros lugares de la ciudad. En el subterráneo dormían jóvenes y menores, y los jardines se llenaban de jeringuillas. Los vecinos organizaban manifestaciones y se quejaban de la inseguridad. Pasaron las elecciones municipales de 1991, el consumo de heroína empezó a decaer y los periódicos dejaron de hablar de los problemas con las drogas de la zona para hacerlo sobre grupos racistas y violentos, como el que en la plaza de los Cubos, colindante a la de España, planeó el asesinato de Lucrecia Pérez, el primer crimen racista considerado como tal en el país.

La plaza entró en un periodo de olvido hasta 2011, cuando su deterioro ya era evidente. Hacía años que el botellón la ocupaba los fines de semana y grupos de personas vivían en los subterráneos. El alcalde Gallardón prometió abordar la reforma de la plaza en la siguiente legislatura, aunque lo único que podía hacer era convocar un concurso de ideas y comenzar los trámites administrativos de la obra. La concesión del aparcamiento subterráneo de la plaza finaliza en 2017; hasta entonces no puede reformarse a fondo.

La especulación, la crisis económica y la explosión de la burbuja inmobiliaria, que vaciaron varios edificios y luego retrasaron su compra y rehabilitación, aceleraron el declive de la plaza. El edificio España y la torre de Madrid, que no habían cambiado de propietario desde su construcción, se pusieron a la venta en 2005 porque no resultaban rentables y era necesario realizar obras de rehabilitación y adaptarlos a las nuevas normativas. Tres años antes, cuando se dejaron de renovar contratos, sus viviendas, locales y oficinas estaban alquilados y el hotel, que había pasado de cinco a cuatro estrellas, funcionaba. El edificio España se vendió ese mismo año al Banco Santander, pero en 2010, cuando debía inaugurarse, ya reformado, sólo se habían realizado el vaciado del interior y la limpieza de la fachada. En 2014, el grupo Wanda compró el edificio, consiguió que el Ayuntamiento rebajase su nivel de protección para permitir la demolición parcial y encargó a los estudios Foster+Partners y Lamela un nuevo proyecto para un hotel de cinco estrellas, una zona comercial y apartamentos de lujo. La torre de Madrid, en cambio, no se vendió y se rehabilitó; a finales de 2010 se empezaron a vender las nuevas viviendas de lujo. Ahora se están acondicionando las plantas vacías para locales comerciales y un hotel de cuatro estrellas.

Por lo que respecta a los edificios de los números 3, 4 y 5, que hasta julio de 2006 albergaron un apartotel, oficinas y una sede de Telefónica, acabaron en ruinas y ocupados, y sus terrazas se convirtieron en un lugar de fiestas y botellón. La inmobiliaria Monteverde los compró, justo antes de la crisis, para construir un hotel para los juegos olímpicos de Madrid de 2016, pero en 2010 entró en concurso de acreedores. Los edificios pasaron a ser propiedad de un banco y de fondos de inversión buitre hasta que el grupo hotelero VP los compró en 2012; los derruyó en 2014 para construir un hotel de cinco estrellas.

El edificio de la Real Compañía Asturiana de Minas, propiedad de Mutua Madrileña y antigua sede de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, está vacío desde su rehabilitación en 2007.

La crisis no sólo ha afectado a los edificios y su uso, también ha cambiado la relación de los gobiernos con los inversores. Para favorecer los negocios se han impulsado grandes planes frente a actuaciones menores, se han rebajado las protecciones de los edificios considerados patrimonio y los proyectos se han orientado a actividades turísticas y comerciales. El carácter comercial de los espacios públicos se ha acentuado: las calles se llenan de terrazas o mercadillos, las plazas se alquilan para eventos y los proyectos de reforma urbana se vinculan económicamente a la existencia de nuevos espacios comerciales.

En 2014, el Ayuntamiento de Madrid presentó una propuesta de reforma de la plaza después de cancelar el concurso de ideas. El proyecto, que proponía la peatonalización del paso elevado de la calle Bailén, la reducción del tráfico en torno a la plaza, la ampliación del aparcamiento y la creación de una zona comercial y cultural subterránea, se sometió a una consulta que duró cinco meses. La viabilidad económica de la reforma estaba vinculada a un acuerdo verbal con Wanda y otros dueños de edificios de la plaza, y al alquiler o venta del aparcamiento ampliado y los nuevos espacios comerciales.

La consulta “Cambia la plaza” recibió 60 sugerencias. Muchas de ellas rechazaban una transformación radical del espacio, la ampliación del aparcamiento y los usos comerciales del lugar, incluido el mercadillo de artesanía que la ocupa de vez en cuando. Demandaban el cuidado y la limpieza del espacio central, la vegetación y el mobiliario urbano, la creación de zonas de juego para niños y que se evitase el botellón. Un espacio libre y gratuito en el que poder pasear, pasar el tiempo o jugar.

Tras las elecciones municipales de mayo de 2015, el nuevo gobierno municipal paralizó la propuesta sometida a consulta. En enero convocará un concurso internacional para que en mayo de 2016 haya una propuesta ganadora. De ella, y de la puesta en marcha del complejo hotelero y turístico que se constituirá en distintos edificios de la plaza, con casi mil habitaciones, apartamentos de lujo y zonas comerciales, dependerá el futuro que adopte este maltratado lugar de Madrid.

 
La cuarta imagen en orden de aparición es un fotograma de la película The Hit, de Stephen Frears. La quinta, una foto de la azotea de uno de los edificios ocupados que después fueron derruídos para la construcción de un hotel de cinco estrellas; fue publicada originalmente por el foro de economía burbuja.info. La sexta corresponde justamente a la maqueta del hotel, diseñada por el grupo hotelero VP.