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Ni ruido ni furia
Para el aprendiz de Ring Lardner y Normal Mailer que todos los que nos lanzamos a escribir de boxeo llevamos dentro, la escaramuza de esta madrugada, (no dio para llamarla combate), supo más a té helado y chicle que a humo y bourbon. Sobre el cuadrilátero se vio más técnica que gloría, más cálculo que pasión, y menos arrebato del que se puede ver, por poner un ejemplo, en cualquier episodio de Rasca y Pica. Y no es que fuera exactamente una mala pelea, sin lugar a dudas ahí estaban sobre la lona dos de los mejores boxeadores de los últimos tiempos, fieles a sus ya conocidos estilos, pero si, de alguna forma, una decepción. Sabíamos que Mayweather iba a correr para atrás, contra golpeando, mientras trataba de sujetar a distancia con su jab al bravo Paquiao, pero creo que todos esperábamos algo más de ambos púgiles. Cuando entramos en los dos asaltos finales, con las cartulinas muy apretadas, confiábamos en esos momentos dramáticos, vencidas ya las cautelas y los planes estratégicos, en los que uno de los dos, o los dos guerreros, se lanzasen a por la gloria, pero en lugar de sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, vimos más ganas de llegar al noble abrazo final, entre cariñosas sonrisas cómplices, que verdadera ambición de hacer historia. Pac Man sin duda intentó acortar el ring y acorralar a Money Man, pero no con la furia que le convirtió en lo que es, y su adversario tampoco puso el empeño esperado en desgastar a su rival hasta la demolición. Es más, resultó casi cómico que Mayweather se mostrase más agresivo, tras la campana final, subido en las cuerdas y rugiendo para la galería, que durante toda la contienda. Si en esa imagen post match pareció un león, durante el tiempo reglamentario se comportó como un gato muy listo, sofisticado, bien guardado tras su boxeo de alta escuela, y más cauteloso que peligroso. Justas o injustas las cartulinas, (desde luego no fueron proporcionadas), el resultado no debió sorprender a nadie. Floid era el chico de casa, y eso Pacquiao lo sabía. Para quienes disfrutamos de este noble arte, la pelea fue sin duda entretenida y apreciable, pero desde luego no memorable. Para el público en general, supongo que la decepción fue mayor. Hubo muchas virtudes que apreciar en dos boxeadores muy dotados, y técnicamente perfectos, pero poca chicha y poca garra.
El combate del siglo no llegó siquiera a pelea del año. Tyson ya se lo olía. Nosotros nos dimos cuenta al llegar el alba, cuando los pajaritos empezaban a cantar sobre las sonrisas dulces de dos guerreros que anoche, en Las Vegas, no quisieron serlo. Marciano descansa tranquilo, puede que su récord se vea amenazado, su leyenda no.
Ni ruido ni furia
Para el aprendiz de Ring Lardner y Normal Mailer que todos los que nos lanzamos a escribir de boxeo llevamos dentro, la escaramuza de esta madrugada, (no dio para llamarla combate), supo más a té helado y chicle que a humo y bourbon. Sobre el cuadrilátero se vio más técnica que gloría, más cálculo que pasión, y menos arrebato del que se puede ver, por poner un ejemplo, en cualquier episodio de Rasca y Pica. Y no es que fuera exactamente una mala pelea, sin lugar a dudas ahí estaban sobre la lona dos de los mejores boxeadores de los últimos tiempos, fieles a sus ya conocidos estilos, pero si, de alguna forma, una decepción. Sabíamos que Mayweather iba a correr para atrás, contra golpeando, mientras trataba de sujetar a distancia con su jab al bravo Paquiao, pero creo que todos esperábamos algo más de ambos púgiles. Cuando entramos en los dos asaltos finales, con las cartulinas muy apretadas, confiábamos en esos momentos dramáticos, vencidas ya las cautelas y los planes estratégicos, en los que uno de los dos, o los dos guerreros, se lanzasen a por la gloria, pero en lugar de sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, vimos más ganas de llegar al noble abrazo final, entre cariñosas sonrisas cómplices, que verdadera ambición de hacer historia. Pac Man sin duda intentó acortar el ring y acorralar a Money Man, pero no con la furia que le convirtió en lo que es, y su adversario tampoco puso el empeño esperado en desgastar a su rival hasta la demolición. Es más, resultó casi cómico que Mayweather se mostrase más agresivo, tras la campana final, subido en las cuerdas y rugiendo para la galería, que durante toda la contienda. Si en esa imagen post match pareció un león, durante el tiempo reglamentario se comportó como un gato muy listo, sofisticado, bien guardado tras su boxeo de alta escuela, y más cauteloso que peligroso. Justas o injustas las cartulinas, (desde luego no fueron proporcionadas), el resultado no debió sorprender a nadie. Floid era el chico de casa, y eso Pacquiao lo sabía. Para quienes disfrutamos de este noble arte, la pelea fue sin duda entretenida y apreciable, pero desde luego no memorable. Para el público en general, supongo que la decepción fue mayor. Hubo muchas virtudes que apreciar en dos boxeadores muy dotados, y técnicamente perfectos, pero poca chicha y poca garra.
El combate del siglo no llegó siquiera a pelea del año. Tyson ya se lo olía. Nosotros nos dimos cuenta al llegar el alba, cuando los pajaritos empezaban a cantar sobre las sonrisas dulces de dos guerreros que anoche, en Las Vegas, no quisieron serlo. Marciano descansa tranquilo, puede que su récord se vea amenazado, su leyenda no.