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El toque femenino de Marta Brañas

‘La Potrilla de Arteixo’ se hace boxeadora profesional en Estados Unidos, aquí tendría pocas opciones de conseguirlo
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Hace años, los medios trasladaron el boxeo de la sección de deportes a la de sucesos. Y ahora, convertido en artículo de consumo femenino, lo han pasado a la de tendencias, mientras algunas señoras —con poco apoyo y mala prensa— se siguen jugando la nariz de veras.

Hoy, 2 de mayo de 2015, cuando Manny Pacquiao y Floyd Mayweather se estén dando duro sobre el cuadrilátero del MGM en Las Vegas, una española andará cerca buscando una oportunidad mucho más modesta. Marta Brañas, ‘La Potrilla de Arteixo’, no aspira a ganar una bolsa de 250 millones de dólares en un único combate, ni a ser, como ‘Money’ Mayweather, la deportista más rica del mundo. Es la primera española que ha iniciado una carrera profesional boxística en Estados Unidos y lo hace allí porque en España tiene pocas opciones de conseguirlo. Que no la conozcas como conoces a la nadadora Mireia Belmonte se debe a una cuestión de principios: los que tienen algunos medios, que no informan sobre boxeo en la sección de deportes sino en la de sucesos.

A pesar de las reticencias de la prensa, las mujeres se acercan cada vez más al ring. “Desde que en 2012 se incluyó el boxeo femenino en las Olimpiadas, han llegado muchas chicas a los gimnasios y han aumentado como nunca las peticiones de licencia a la Federación Gallega de Boxeo, a la que pertenezco”, explica Brañas. La Federación Española presume de púgiles y trabaja por quitarle la pátina turbia a este deporte con la ayuda de espléndidas luchadoras como Marta, que fue campeona de España en 2014 en peso mosca, o Judith Barbosa y Cristina Gómez, que también lo consiguieron en categoría welter y gallo respectivamente.

De este interés han creado otros una necesidad. Porque si antes había que acudir a un gimnasio especializado para aprender un jab o un swing, ahora son la mayoría los que ofrecen clases con sesiones para mujeres. No es la única señal fuera del deporte de élite que indica que algo se cuece en el mundillo, ya que las grandes marcas de ropa también han movido pieza mostrando su interés por un público potencial que agrupa a más de la mitad de los habitantes del planeta. Una de esas firmas es Everlast, en cuya campaña publicitaria aparece una mujer joven diciendo: “No me llames ‘boxeadora femenina’. Soy una boxeadora”. La otra empresa interesada en los puños de mujer es Reebok, que a finales de 2014 y con el fin de frenar la caída de las ventas compró Luta Sporstwear, una casa especializada en ropa para boxeo y artes marciales.

Boxeo sin golpes

No es que todas las que se enfundan los guantes quieran acabar subiendo a un ring. La mayoría, de hecho, ni siquiera aspira a endilgarle un buen gancho a su rival. Lo ven, simplemente, como un deporte, como un magnífico “quemagrasas” o tonificador, reclamos que los gimnasios utilizan para atraer a las mujeres. En casi todas las publicidades de gimnasios consultadas se aclara a las clientas que para practicar boxeo en sus instalaciones no tendrán que pegarse con nadie.

Es la misma modalidad que se ofrece a los niños: el boxeo sin contacto. ¿Estamos ante una versión edulcorada y estilizada del pugilismo? “No creo, porque si no compites, no hay necesidad de enfrentarte a una contrincante en el entrenamiento”, opina Brañas. ¿Cree que a través de las mujeres el boxeo ha recuperado cierta presencia mediática y social? “Creo que le pasa como al deporte femenino en general: que se le presta más atención porque cada vez hay más campeonas en disciplinas muy diversas”, opina la joven gallega. Lo cierto, sin embargo, es que esas campeonas del cuadrilátero no aparecen en los medios, ni tienen subvenciones, ni opciones como en otros deportes.

Este “nuevo” interés de las mujeres por el boxeo ha dado cierta repercusión a un deporte que ha tenido siempre mala prensa. No es un secreto que se han amañado y se amañan combates, que puede tener graves secuelas para la salud de los púgiles y que comparte espacio con una serie de inframundos que no son precisamente recomendables. Pero también amaña partidos el tenis y el fútbol; mata y hiere a jóvenes la Fórmula 1 y, exceptuando sus orígenes y sus gustos, cuesta encontrar diferencias destacables entre Bernie Ecclestone, el polémico magnate de las carreras de coches, y Don King, promotor y responsable de muchos de los escándalos relacionados con el boxeo.

Es cierto que los trapicheos y los bajos fondos de la Fórmula 1, por poner un ejemplo, son mucho más discretos y high level que los del boxeo, que siempre se ha mostrado más estridente y además, enseña sangre. Tampoco hay que obviar que, como espectáculo, el pugilismo ha ofrecido suficientes episodios bochornosos como para procurarse su propia muerte: no hay más que ver las ofertas que han hecho las strippers de Las Vegas a Pacquiao y Mayweather para entender por qué fruncen el ceño los que se niegan a aceptarlo como deporte. “Nadie muere por no salir en los periódicos”, dice Sergio González Ausina sobre la decadencia del pugilato en su texto dedicado a Archie Moore y Rocky Marciano en su libro El periodista y la obsesión, afirmación que lleva a preguntarse por los motivos de esta “resurrección” mediática través de las mujeres.

El ring como excusa

No deja de ser curioso que un tema se saque de los papeles por sucio y se le devuelva a ellos por sexy, algo de lo que reniegan las boxeadoras. Este tratamiento es habitual verlo en la televisión, en reportajes que muestran las bondades de esta práctica deportiva, pero de un tiempo a esta parte también se ve sobre el papel. Si hacemos caso a la revista Telva, lo que una debe hacer para convertirse en un ángel de Victoria’s Secret es enfundarse los guantes. Desde Doutzen Kroes a Adriana Lima, pasando por Candice Swanepoel o Alessandra Ambrosio, todas practican boxeo para estar tan flacas como lucen. Otra variante es la “confesión” de los secretos de belleza de alguna famosa que lo practica y que aparece estupenda golpeando un saco, con un aspecto perfecto, sin contusiones, sin apenas sudor y mucha pose. Ojo al dato: una famosa contra un saco, no una boxeadora contra otra boxeadora. Así pasa el boxeo de la sección de sucesos a la de tendencias.

De esa afectación gasta poca Marta, ella da de verdad, entrenando y compitiendo. Es militar con rango de soldado y a sus 29 años estudia Enfermería. Para poder hacer carrera en EE. UU. tiene que ganar varios combates y demostrar lo que vale. No ha pasado hambre, ni penurias, tiene claros sus motivos y se extraña de que algunos busquen en ella taras o traumas que la lleven a querer golpear a otra mujer. Para ella es muy sencillo: “Empecé de niña practicando artes marciales y después boxeo. Me gusta. Es un deporte y me encantaría dedicarme a ello plenamente”.

Donde está ahora Brañas tampoco es un paraíso para las boxeadoras, pero en EE. UU. ya han sucedido cosas que colocan el pugilato femenino en un lugar muy distinto al que tiene en España. Un ejemplo fue el que ocurrió hace ya un tiempo, en 1987, cuando la legendaria ‘Lady Tyger’ Trimiar se convirtió en la piedra en el zapato de Don King al iniciar una huelga de hambre para reclamar igualdad de salarios y de trato con los boxeadores hombres. Por eso choca que, casi 30 años después de su reclamación, algunos crean y digan que el boxeo femenino es tendencia, que es una forma prudente de decir moda y de quedarse con la parte de la cosa que no molesta: la estética.

Brañas es una mujer con la cabeza bien puesta y las ideas claras. Confiesa que esta noche va con Pacquiao, aunque cree que ganará Mayweather. Para ella, que se hable de boxeo es positivo y ayuda a los boxeadores, hombres y mujeres. Pero también sabe que los motivos de tanto interés por este encuentro no son meramente deportivos. De haberlo sido, los promotores no habrían esperado tanto para celebrar lo que han denominado “el combate del siglo”, ni la prensa que rechaza este deporte porque lo considera violento hubiera dedicado líneas a contar detalles del pesaje o de las vidas de ambos contrincantes. Esta noche el boxeo es una excusa, quizás una muy parecida a la que explica el renovado interés por los puños femeninos.