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El misterio de Joe Crepúsculo

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“33 o 34”, le acabo de preguntar a Joël Iriarte cuántos años tiene, “33 o 34” me responde distraído mientras busca algo en la estantería de su estudio casero. He llegado hasta este piso en el madrileño Paseo del Prado por la curiosidad que me despiertan unas canciones difíciles de catalogar y un personaje de cantante ambivalente encarnado por este hombre de 33 o 34 años. “Aquí está” me dice esgrimiendo un pulverizador de color rojo; acto seguido se dispara a la cara con él para luego soltar unos tiros al techo y crear un microclima efímero de humedad tropical: “Hasta que descubrí este invento la vida en Madrid se me hacía insoportable”.

¿33 o 34? Estoy a punto de preguntarle en aras de la precisión periodística, pero decido mejor exponerme al bautismo del agua pulverizada y el frescor me hace olvidar la pregunta. Mejor así, al fin y al cabo esa imprecisión, ese natural desencaje, lo representa, porque las cosas pueden ser o no ser pero entre medias hay un hueco, un espacio indeterminado donde se pierden las cuentas y habitan los espíritus.

Es ese lugar fronterizo al que nos trasladamos cuando escuchamos “Nuevos Misterios”, el último disco de Joe Crepúsculo que se abre con Corazón de colmillo —“Toma mi corazón en este vaso/ recupera el paraíso perdido/ y vierte la sangre en cada paso/ que separa el alma del colmillo”—, sigue con A fuego —“Yo soy como una serpiente/ de dos cabezas,/ que mientras una te muerde/ la otra te besa”—, hasta llegar a El reino de la nuez, donde la grandeza se alcanza en lo pequeño y el dominio en lo invisible —“Yo soy rey dentro de una nuez/ y mi reino es lo que no puedo ver”—. Las canciones de Joe Crepúsculo son oscuras y luminosas a un tiempo, lo que no es de extrañar, pues ya se sabe que entre el día y la noche está el crepúsculo, donde no es de día ni es de noche.

Entre el más allá y el más acá

“¿Por qué te pusiste el nombre artístico de Joe Crepúsculo?” pregunto esperando una confesión esotérica: “Necesitaba un nombre para un concurso de maquetas y busqué el peor posible: Joe Crepúsculo me sonaba a actor italiano en horas bajas, un nombre horrible que al final se me ha quedado. Ahora muchos amigos me llaman Crepus y me parece bien”. Lleva ocho años cargando con ese nombre y tiempo ha tenido para adornar la historia y, sin embargo, prefiere dejar el asunto en manos de la improvisación y el capricho de una ocurrencia tonta. “Seguramente en esa época leería mucho a Nietzsche: El crepúsculo de los dioses; ¿o era el ocaso?”, añade sin mucha convicción. Como a mí me parece un gran nombre no dejo de ver la congruencia con sus canciones y con su personaje, un vínculo de necesidad sin el cual me sería difícil imaginarlos. Así, si tuviese que adjetivar su voz, su música o su estética diría sin dudarlo: crepuscular. Luego me reiría, porque cualquier intento de definición, de de-finir, de establecer fines y contornos, se vuelve en este caso una tarea imposible. De hecho, Joël a veces define su música como electrónica, por aquello de que está hecha con sintetizadores y apenas hay guitarras, pero si tú vas a alguien que nunca lo haya escuchado y le pones una canción y le dices que es electrónica seguro que el oyente responde “Sí, pero no”. Ahí, en esa imprecisión, en ese ser o no ser, en esos 33 o 34, en ese sí pero no, habita el misterio y el ministerio de Joe Crepúsculo.

¿Por qué el título de “Nuevos Misterios”?

Por un lado me parecía interesante la idea de la reformulación de los misterios de Eleusis, por otro muy distinto está el parecido a la parada de metro madrileña Nuevos Ministerios.

Es, como se asegura en el texto que acompaña el CD, “el séptimo tomo de la famosa obra musical de Joe Crepúsculo”. Ya tienes una carrera a tus espaldas, súbete al pedestal de la experiencia y comparte con el mundo lo que has aprendido desde que adoptaste el nombre artístico de Joe Crepúsculo:

Creo que es muy importante que uno esté a gusto con lo que hace, porque, al final, después de las modas, las opiniones y todo lo que pueda generar eso, el poso que queda es tu propia relación con la música que has hecho. Esa relación va variando según tu presente y tu forma de ver las cosas, y muchas veces vuelves a caer en cosas de antaño. También me parece muy importante aprender con la gente con la que vas haciendo cosas y estar en constante aprendizaje y curiosidad, tal vez esto sea lo más importante en la creación y va muy unido a estar activo en lo musical que te rodea, ya sea actual o pretérito.

Recuerdo la primera vez que te escuché en el delirante videoclip de Suena brillante (2008); tu voz agónica, afónica y susurrante me llamó la atención porque, pese a su marcada intención de ser una caricatura grotesca del cantante doliente y maldito, tenía una hondura que sobrevivía a toda aquella afectación. En este séptimo disco, si bien mantienes el mismo carácter expresivo, es como si hubieras encontrado una mayor naturalidad que te permite encarar emociones más complejas. Los cantantes suelen tener una relación difícil con su voz grabada, ¿qué piensas tú de tu voz? ¿Cómo ha cambiado con el tiempo?

Al principio grababa las voces de la misma manera que los sintes: la primera toma era la última. Eso me parecía muy fresco y daba igual que no fuera ni afinada ni a tiempo. Últimamente me gusta mantener un poco de ese carácter pero intentando dar lo mejor de mí mismo, siendo consciente de mis limitaciones pero también de eso que ha estado desde el principio. Con esto quiero decir que entiendo que mi manera de cantar no guste a mucha gente y cree controversia, y que a lo largo del tiempo he buscado que esa voz se una a mi música.

Algunos te asocian con el indie, sin embargo, tú te reivindicas cuando hablas de tus influencias en otra parte. Hablas de los discos que escuchaban tus padres… Cuéntame las influencias que reconoces en tu música.

No sé qué referentes podrían se directos, pero me gustaría pensar que el Tusk de los Fleetwood Mac, los Dire Straits y Kanye West podrían ser algo, aunque es posible que se me esté yendo la perola. No sabía lo que era el indie hasta que toqué con bandas indies en conciertos. De joven me gustaba el bacalao y el heavy, aparte de las enormes influencias de mis padres (Yes, Genesis, Pink Floyd, Lynyrd Skynyrd o Alan Parsons), grupos que de pequeño odiaba —escuchaba a Yes y era como si me dieran con una cacerola en la cabeza— y hoy me encantan. Ahora escucho mucho hip hop, me gusta mucho el dubstep y el trap, Diplo y otras cosas jamaicanas… En España me gusta lo que hacen Los Ganglios, el Grupo de Expertos Sol y Nieve, Diploide de Valladolid…

¿Y tú cómo te ves, como un producto minoritario o como pasto de radiofórmulas?

Mi intención es llegar al máximo de gente posible, como cualquiera; no creo que haya nadie que se dedique a la música que aspire al malditismo.

Plástico fundido y café

Antes de ser Joe Crepúsculo, Joël Iriarte estudió filosofía en la universidad de Barcelona, trabajando a la par para pagarse la carrera en empleos mecánicos, como cuando se pasó medio año de seis de la mañana a dos de la tarde en una fábrica de moldes de plástico. Le interrogo buscando alguna correlación entre los ruidos fabriles y las bases electrónicas de sus canciones, pero no parece que de aquella experiencia tan poco divertida haya sobrevivido algo, ni siquiera parece recordar el sonido de la fábrica: “Lo que sí recuerdo era el olor del plástico fundido mezclado con el olor del café de la máquina que me tomaba al llegar”. Después encontró trabajo de digitalizador de documentos antiguos, un empleo que mantuvo durante ocho años y que, según dice, “suena más guay de lo que era porque en realidad se trataba de estar ocho horas dándole a un botón”. Iba entonces de un archivo a otro realizando su labor; un año entero me cuenta que se lo pasó en una biblioteca sellando albaranes; también guarda memoria de otros momentos más destacables, como el tiempo en que estuvo trabajando en el archivo fotográfico de Barcelona. Le pregunto si alguno de los documentos que pasaron por sus manos dejó algún rastro en su cancionero y me dice que sí: “Estaba muy atento y cuando veía cosas interesantes las apuntaba y luego, cuando volvía a casa y me encerraba a componer, las utilizaba. Por ejemplo, en un partitura de Chueca, el compositor había escrito una indicación para la orquesta que ponía ‘Suena brillante’”. Suena brillante, ya lo he dicho, fue lo primero que escuché de Joe Crepúsculo, la canción que cerraba su primer disco “Escuela de zebras” (2008). Pocos meses después, al final de aquel año 2008, salió “Supercrepus”, su segundo disco, el que le permitió dejar su trabajo de documentalista —“medio me echaron, medio me fui”— y dedicarse en cuerpo y alma a la música.

Rara vez se encuentran historias cerradas en tu cancionero, más bien enfrentas al oyente al jirón de una historia, le muestras un detalle sugerente pero no del todo comprensible, y ahí lo dejas.

Es que no quiero cerrar la comprensión de las canciones. Cuando compongo me baso en procesos intuitivos, parto de una idea general y voy a lo concreto creando capas de significados. Primero busco un estribillo que me sirva de palanca para saber de qué va la historia que estoy construyendo. Y me gusta que no se hable de una sola cosa sino de muchas y que algunas te descoloquen. Lo mío es pop electrónico, con melodías tarareables, letras a veces intimistas, a veces populistas, y en géneros a menudo despreciados por los indies como el bakalao, la cumbia, la bachata… Me gusta coger un ritmo y llevarlo con la letra hacia otra parte distinta de la habitual. Me gusta en general marear la perdiz.

¿Qué pasos sigues en concreto a la hora de componer una canción?

Cada canción tiene su historia, no todas la misma, pero en mi caso, hay un patrón que se da en el 75% de los casos. Uno: hago la base musical. Dos: me tiro mucho tiempo pensando en la relación entre esa base y lo que se canta encima. Tres: una vez tengo una primera versión de la letra voy limándola, pensando en los aspectos conceptuales de lo que estoy diciendo. Y cuatro: para dar la canción por terminada limo lo musical. Para mí es tan importante la música como lo que se dice y si a veces no consigo desarrollar el punto dos no sale adelante el asunto. De hecho tengo muchísimas bases musicales que me encantan y no logré encontrar su letra. Creo en una relación muy férrea entre la música y lo que se dice, y esa conjunción se da en momentos determinados.

La sintonía de Podemos

Le pregunto a continuación cómo compuso el himno de Podemos y me dice que no era un himno sino una sintonía para utilizar en los mítines. Fue hace sólo un mes, pero, dado el ritmo de los acontecimientos políticos que se suceden en esta época acelerada, habrá que recordarlo: a través de Dani Granados (su compañero en Tarántula y en otras aventuras musicales) Joël recibe el encargo de Podemos Cultura de componer una sintonía para animar los mítines, una invitación que aceptó gustoso por el reto que suponía y porque también se identifica con la ola de cambio que encarna, entre otros, la formación política. Trato de sonsacarle a Joël su opinión por la forma extraña en que se presentó su aporte musical, por cómo Podemos subió la sintonía a Soundcloud sin decir quién era el autor y esperando a ver la reacción de la gente, para, al día siguiente, borrar el archivo, tras una discusión que se hizo pública entre los partidarios, con Errejón a la cabeza, y los detractores, entre los que estaba Pablo Iglesias. Un rifirrafe bastante infantil que muestra cómo a veces las estrategias mediáticas de los podemitas resultan alambicadas y fuera de lugar, porque, según me han dicho, la sintonía finalmente ha cumplido su función y se ha puesto en los mítines. Yo seguí con bastante entusiasmo el confuso acontecimiento, porque me apasionan los intentos de renovación del cancionero político y porque la elección por parte de Podemos de Joe Crepúsculo para cumplir con el encargo me pareció acertada, por la mezcla que se da en su música entre ritmos que incitan al baile colectivo y la subjetividad de su voz y sus letras. Pero la verdad es que desde fuera me pareció que no habían tratado muy bien a Joël. Se lo digo pero él no se da por enterado y me responde que está contento con haber participado y valora el intento por parte de Podemos “de abrir otra vertiente diferente de la esperada, de alejarse de esa música de cantautores tipo Ismael Serrano que se asocia tradicionalmente a la izquierda, y buscar una alternativa en la electrónica y en alguien como yo”.

¿Y cómo fue la elaboración de esa sintonía? Supongo que no será lo mismo componer una canción de amor que una sintonía con vocación de masas.

Estuve buscando mil melodías porque no me dieron ninguna referencia. Me puse a escuchar himnos fascistas, que son los más potentes e impresionantes; luego llegué a la conclusión de que no era ése el camino, de que tenía que ser algo que rompiera con todo y que hiciese yo. Probé muchas cosas que me parecieron ridículas, que a lo mejor para el PP habrían sonado bien, pero que para Podemos sonaban vinagrosas. Podría haber metido más de hip hop, y algo del estilo de Beastie Boys hay en el estribillo… Al principio lo de “¡Podemos!” lo decía yo solo, luego vimos que tenía más sentido ponerlo en boca de un coro que representase a la gente. Dani Granados me ayudó muchísimo en todo este proceso, que no fue fácil. Y cuando ya la terminamos pensé sinceramente que no iba a pasar el filtro; luego Dani me dijo que les había encantado.

Por aquí no hay gatos

Joël me cuenta a continuación que la noche del 24-M estaba en el salón viendo los resultados electorales cuando a través del patio interior le llegó una melodía conocida. Al abrir la ventana descubrió que era su canción Mi fábrica de baile y que no era ningún vecino el que lo estaba poniendo sino la gente de Ahora Madrid que celebraba el triunfo en la cercana cuesta de Moyano. Se vistió, feliz de sentir que su música también formaba parte del cambio, y se marchó a la calle a mezclarse con las multitudes.

No sé si estará relacionado, pero pocos días después de que se presentara tu sintonía de Podemos conozco la canción de Somos perros a través de Germán Cano, de Podemos Cultura, quien la colgó en su muro de Facebook. Según he sabido, este tema era antes de llegar a ti una suerte de canto rodado por toda Sudamérica en boca de una pareja viajera que se la cantaba para darse impulso en la aventura.

Unos amigos míos, Marga Servera y Arnaud Foulon, fueron hace unos años a recorrer Suramérica y se ve que empezaron a cantar esta canción por Argentina, no sé exactamente cómo era musicalmente, pero me pasaron la letra. Entonces el año pasado cuando se casaron en Mallorca, decidí regalarles Somos perros con su letra y mi interpretación musical, muy basada en la bachata y el asunto latino. Me parece una colaboración preciosa y me hace mucha ilusión que esté en el disco, con el punto que le dan los coros y los jaleos de Las Negris y Tomasito.

El humor —como el miedo, el misterio, el sentimiento de abandono o la exaltación mística— está presente en tu obra de forma manifiesta y a la vez un poco enmascarado. No sé si se trata de humor o de eso que últimamente llaman posthumor. Lo veo en la amable extrañeza que crea, por ejemplo, el reggae que hay en el disco, cuyo título y estribillo son: De Ferrol a Cartagena; un itinerario en principio impropio de un reggae. Me gustaría que me hablases de qué idea tienes del humor en tu obra.

Para mí el humor es muy importante, pero no sé exactamente dónde empieza y dónde acaba. A veces no sé si hago una canción por humor o por pasión. Tengo la sensación de que está muy presente todo el rato, tanto en general como en detalles y arreglos, pero me dejo llevar y se va enterrando por otras cosas y ya no sé si lo que queda está hecho con esa materia o qué está pasando; tal vez eso sea el posthumor que dices, para mí es algo muy serio.

El gusto por el encuentro —y el desencuentro— de los contrarios, la dualidad y lo paradójico, son elementos recurrentes en tus canciones. Junto con El reino de la nuez, Flor de luz es mi canción preferida, es como una canción de boda, de unión luminosa que provoca una coreografía cósmica donde el cielo y el suelo, lo femenino y lo masculino, se confunden en un instante de plenitud. ¿Qué piensas tú de Flor de luz, qué te llevó a escribirla y a producirla así y a cantarla al alimón con La Bien Querida?

También es, junto al Reino de la nuez, Flor de luz de mis favos, tal vez por ese medio tiempo y oscuridad que relaciona a las dos. Flor de luz o Lucifleur habla de rituales en los bosques, de la vuelta a las danzas nocturnas en el bosque. Y justamente para corroborar esa dualidad creía que era muy importante cantarla con La Bien Querida, por su voz. 

Sé que estás entretenido, que mañana presentas “Nuevos misterios” en un concierto por todo lo alto en Madrid; no quiero robarte más tiempo, sólo una última duda: ¿de qué vive un músico medio famoso como tú? ¿Vives bien de la música?

Voy haciendo puzles para llegar a fin de mes, sobre todo con los conciertos, las producciones, publicidad y cosas así, no creo que eso sea vivir bien, pero estoy muy feliz de poder vivir de la música que hago.

 

 

Joe Crepúsculo actúa mañana viernes 19 de junio en Ochoymedio (sala But), calle Barceló, 11, Madrid. Apertura de puertas a las 20:00 horas. Venta de entradas aquí.

Fotos de © Bárbara Mingo